¿Cambiar la doctrina?
Dice el Papa: «La Iglesia tiene que cambiar, pensamos cómo cambió desde el Concilio hasta ahora y cómo tiene que seguir cambiando en la modalidad, en el modo de proponer una verdad que no cambia». «La revelación de Jesucristo no cambia, el dogma de la Iglesia no cambia, pero crece, se desarrolla y se sublima como la savia de un árbol».
InfoCatólica: Schönborn asegura que es responsabilidad exclusiva del Papa cambiar la doctrina sobre las relaciones homosexuales
En ese artículo podemos leer: «El teólogo Karl Rahner (1904-1984) había dicho entonces que todo el Concilio sería en vano si no se traducía en más fe, esperanza y misericordia. “Yo diría lo mismo de este Sínodo”, afirmó Schönborn».
En mi último artículo, explicaba los conceptos de dignidad y de libertad y diferenciaba su sentido liberal de su significado católico.
Un hombre es más digno cuanto más se somete a Dios y es más indigno cuanto más se aparta de Él. Nada más indigno y detestable que la rebelión y la desobediencia a Dios. Por eso María es un dechado de dignidad: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
La libertad debe someterse a la caridad, al bien; en definitiva, a Dios. Cuanto más sumisos a Dios, más libres. Pero cuando usamos la libertad para pecar, cometemos un abuso inadmisible de la libertad, que ya no es tal, sino licencia o libertinaje.
El mundo de hoy es liberal hasta la náusea. Se considera digno al hombre independiente, autónomo y, en consecuencia, rebelde contra Dios y desobediente de su Santa Voluntad. Y así estamos… Por eso este mundo es una cloaca de corrupción y pecado.
Pues bien, esa infestación liberal ha contaminado a la Iglesia Católica. Los patógenos luciferinos liberales han invadido la Iglesia y se han multiplicado dentro de ella hasta llegar a lo más alto de la jerarquía.
Veámoslo:
1.- Dice el Papa que la Iglesia tiene que cambiar como cambió desde el Vaticano II hasta ahora y tiene que seguir cambiando. Pero debemos preguntarnos: ¿esos cambios que se han producido en la Iglesia desde hace cincuenta años para acá han sido a mejor o a peor? ¿De verdad alguien puede pensar que la Iglesia está mejor ahora que antes del Concilio Vaticano II? ¿Hay más vocaciones, hay más vida sacramental (bautizos, bodas, confesiones, participación de fieles en la Santa Misa)?
Siguiendo la frase de Rahner, ¿hay hoy más fe, más esperanza y más caridad en la Iglesia que en 1965? ¿Vivimos una primavera eclesial desde el Concilio Vaticano II o llevamos setenta años en el más crudo invierno de la Iglesia? ¿Acaso alguien duda todavía que vivimos la crisis más profunda de la Iglesia desde su fundación? Hay que estar muy ciego para no verlo.
2.- La revelación no cambia, el dogma no cambia, pero se sublima y se desarrolla. Hasta tal punto se sublima, que por la vía pastoral quieren bendecir las uniones homosexuales. Pues bien, la pastoral no puede ir contra la revelación y contra los dogmas, porque si así lo hiciera, no sería la pastoral del Buen Pastor, sino la del Demonio que lleva al rebaño al redil del infierno. Y la Iglesia está para salvar almas, no para contribuir a su perdición. La bendición de parejas homosexuales no supondría un desarrollo sublime de la revelación y el dogma, sino un pecado manifiesto contra la fe, la esperanza y la caridad; un pecado manifiesto contra Dios, una negación de la verdad revelada.
Levítico:
Lv 18,22: “No te acostarás con varón como con mujer; es abominación".
Lv 20,13: “Si alguien se acuesta con varón como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos".
San Pablo:
1 Cor 6, 9-10: «…Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados (malakoí), ni los homosexuales (arsenokoítai)… heredarán el Reino de Dios».
1 Tim 1, 9-11: «Teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores,…, adúlteros, homosexuales (arsenokoítai), traficantes de seres humanos,…».
Rom 1, 26-27: «Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío».
Ef. 5, 1-7: «Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados y vivid en caridad, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave.
En cuanto a la fornicación y cualquier género de impureza o avaricia, que ni se nombren entre vosotros, como conviene a santos: ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías, que desdicen de vosotros, sino más bien acción de gracias. Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adorador de ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios».
Gál. 5, 19-23: «Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, ambiciones, disensiones, facciones, envidias, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes tales cosas hacen no herederán el reino de Dios.
Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza».
Y San Juan en el Apocalipsis:
«El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda».
La iglesia confiesa un Dios único e idéntico como autor del Antiguo y Nuevo Testamento, es decir, de la ley y los profetas, así como del Evangelio, porque los santos de ambos Testamentos hablaron bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo. En consecuencia, los textos anteriormente citados no son del Levítico, de Pablo o de Juan, sino de Dios mismo: son Palabra de Dios.
La Palabra de Dios (la Verdad Revelada) es clarísima y no se puede cambiar. Ni un concilio, ni un sínodo, ni el Papa tienen autoridad para cambiar las Sagradas Escrituras ni los dogmas.
Y como dice la Carta a los Gálatas:
Mas si aun nosotros o un ángel del cielo os anunciara otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
La tradición se define como el depósito de la fe transmitido por el magisterio siglo tras siglo. Ese depósito es el que nos dio la Revelación, es decir, la palabra de Dios confiada a los apóstoles y cuya transmisión está asegurada por sus Sucesores. El depósito de la Revelación quedó terminado el día de la muerte del último apóstol. Ahí se acabó todo: ya no se puede tocar nada hasta la consumación de los siglos. La Revelación es irreformable.
El depósito de la fe no es algo que se han imaginado los hombres, sino verdad que han recibido de Dios; no es algo que ellos han compuesto (inventum), sino cosa que a ellos les ha sido confiada por Dios; una cosa, por consiguiente, que no es fruto de la ingeniosidad humana, sino de la enseñanza recibida; no de uso privado, arbitrario (privatae usurpationis), sino tradición pública (es decir, que a todos obliga); una cosa no extraída de ti, sino traída a ti…, donde tú no eres autor, sino custodio; no maestro, sino discípulo; no guía, sino discípulo.
Cambiar la doctrina sobre la homosexualidad, como sugiere el cardenal Schönborn que podría hacer el Papa, sería pecado mortal.
El concilio Vaticano I lo recordó explícitamente:
«La doctrina de la fe que Dios ha revelado es propuesta no como un descubrimiento filosófico que puede ser perfeccionado por la inteligencia humana, sino como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser fielmente protegido e infaliblemente promulgado. De ahí que también hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo. «Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento».
Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema. (Constitución Dogmática Filius Dei).
Y ese mismo Concilio Vaticano I deja claro que la autoridad magisterial del Papa es la de declarar lo contenido en la Revelación, como precisa el mismo Concilio:
«El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y expusieran fielmente la revelación transmitida por los apóstoles».
El Papa, en conclusión, no puede cambiar la doctrina sobre la homosexualidad: no tiene autoridad para cambiar la verdad revelada por las Sagradas Escrituras y por la Tradición. Y la pastoral no puede contradecir el dogma. La caridad es el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios. Y el amor a Dios pasa por obedecer sus Mandamientos. Nadie puede decir que ama a Dios si no cumple su Ley Sagrada, Universal y Eterna.
1 Jn. 2
Sabemos que hemos conocido a Dios si guardamos sus mandamientos. El que dice que le conoce y no guarda sus mandamientos, miente y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en ése la caridad de Dios es verdaderamente perfecta. En esto conocemos que estamos en Él.
Quien dice que permanece en El, debe andar como El anduvo.
Carísimos, no os escribo un mandato nuevo, sino un mandato antiguo que tenéis desde el principio. Y ese mandato antiguo es la palabra que habéis oído.
No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y también sus concupiscencias; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Hijitos, ésta es la hora postrera, y como habéis oído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera. De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros; pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros.
Cuanto a vosotros, tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas. No os escribo porque no conozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y sabéis que la mentira no procede de la verdad.
¿Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
Lo importante no es «creer en el amor», sino en Jesucristo. La única religión verdadera es la religión católica, fundada por el Señor. Y no todas las religiones son queridas por Dios. Al contrario. Así habla el Señor: «Yo soy el Señor, y no hay otro,
no hay ningún Dios fuera de mí» (Isaías, 45).
Hablando en rigor, el primer Mandamiento del Decálogo es: «No tener más Dios que al verdadero». Así está en la Sagrada Escritura, y así en los Catecismos, no sólo el de san Pío V, sino generalmente en todos, y en las Sinodales de Toledo y otras diócesis. Prohíbe directamente los vicios opuestos al honor del mismo Dios, mientras que indirectamente reclama para Dios ese honor supremo con todas las virtudes que lo constituyen. El primer Mandamiento manda el culto supremo debido a sólo Dios, y prohíbe el honrar o el amar a criatura alguna como si fuese una divinidad. Preguntando a qué nos obliga en el primer Mandamiento el amor de Dios, se da a entender, que también a otros Mandamientos se extiende ése de la caridad. Esto supuesto, es evidente que el honor debido a Dios exige, que a sólo Dios tributemos un culto supremo, como a Criador y Dueño absoluto de cielos y tierra; y que le amemos sobre todo otro ser como a bien sumo; y que si ese honor no ha de ser puramente especulativo, lo hemos de tributar con actos, más o menos frecuentes, de religión, de fe, de esperanza y caridad, los cuales se incluyen en el Credo, el Padre nuestro y el Acto de contrición perfecta, que nosotros llamamos el Señor mío Jesucristo; las cuales tres oraciones rezan a menudo todos los buenos cristianos. (Explicación del catecismo católico breve y sencilla, Ángel María de Arcos).
Todo hombre de juicio sincero y prudente ve con facilidad cuál es la religión verdadera. Multitud de argumentos eficaces, como son el cumplimiento real de las profecías, el gran número de milagros, la rápida propagación de la fe, aun en medio de poderes enemigos y de dificultades insuperables, el testimonio de los mártires y otros muchos parecidos, demuestran que la única religión verdadera es aquella que Jesucristo en persona instituyó y confió a su Iglesia para conservarla y para propagarla por todo el tiempo. Desde la creación del mundo los atributos invisibles de Dios, tanto su eterno poder como su divinidad, se dejan ver a la inteligencia a través de las criaturas. De manera que son inexcusables aquellos que niegan la existencia de Dios. (Inmortale Dei, León XIII, parágrafo 4).
Vigilad, venerables hermanos, con cuidado contra el abuso creciente, que se manifiesta en palabras y por escrito, de emplear el nombre tres veces santo de Dios como una etiqueta vacía de sentido para un producto más o menos arbitrario de una especulación o aspiración humana; y procurad que tal aberración halle entre vuestros fieles la vigilante repulsa que merece. Nuestro Dios es el Dios personal, trascendente, omnipotente, infinitamente perfecto, único en la trinidad de las personas y trino en la unidad de la esencia divina, creador del universo, señor, rey y último fin de la historia del mundo, el cual no admite, ni puede admitir, otras divinidades junto a sí.
Este Dios ha dado sus mandamientos de manera soberana, mandamientos independientes del tiempo y espacio, de región y raza. Como el sol de Dios brilla indistintamente sobre el género humano, así su ley no reconoce privilegios ni excepciones. Gobernantes y gobernados, coronados y no coronados, grandes y pequeños, ricos y pobres, dependen igualmente de su palabra. De la totalidad de sus derechos de Creador dimana esencialmente su exigencia de una obediencia absoluta por parte de los individuos y de toda la sociedad. Y esta exigencia de una obediencia absoluta se extiende a todas las esferas de la vida, en las que cuestiones de orden moral reclaman la conformidad con la ley divina y, por esto mismo, la armonía de los mudables ordenamientos humanos con el conjunto de los inmutables ordenamientos divinos.
(PÍO XI, Carta Encíclica ‘Mit brennender Sorge’ párrafos 13 y 14’)
La misericordia y la caridad no consisten en contentar al mundo, considerando ahora bueno lo que siempre fue pecado mortal. La misericordia y la caridad van de la mano del bien moral, del cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios. Lo que Dios condena nadie tiene poder para corregirlo y convertir el pecado en bendición. Nadie es más misericordioso que Dios y a Dios no le pueden enmendar la plana para que el mundo aplauda. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre.
El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Al contrario, el ministerio del Papa consiste en garantizar la obediencia a Cristo y a su palabra. El Papa no debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y a la Iglesia a la obediencia hacia la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y dilución, como frente a cualquier oportunismo.
16 comentarios
La entrevista grabada aquí (para quien quiera comprobarlo): https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2023-10/sinodo-25-octubre-publicacion-carta-al-pueblo-de-dios.html (a partir del minuto 52:30 de la grabación).
Y que transcribo en las líneas que siguen.
La pregunta del periodista belga que dirige un tal Paolo Ruffini: " En la semana anterior, se habló mucho de la integración de las personas LGTBIQ+...en el Catecismo se habla de 'desorden'. En este sentido, hay muchas personas homosexuales que se sienten heridas, no respetados por estas palabras. ¿Qué opinan? ¿Para ustedes es posible tener un lenguaje diferente? ¿el Catecismo puede cambiar en este sentido [el sentido del lenguaje]?". Ruffini contesta "con toda franqueza, que no tiene ni idea de a qué se está refiriendo", pero que no ha habido ninguna censura.
Y como Ruffini se desmarca, la moderadora de la rueda de prensa, insiste: "¿Quién quiere hablar de la "Catequesis" [=Catecismo] y de la TERMINOLOGÍA?". y aquí es donde interviene Schönborn: "Bueno, es verdad que yo fui Secretario de la redacción del Catecismo, pero es una obra de la Iglesia, el Catecismo. Y, de hecho, se promulga por el Papa. Y cabe decir que se modificó solo un punto; lo modificó el Papa Francisco, que habló de la pena capital. Y no es un secreto. De hecho, Juan Pablo II ya quería condenar de forma expresa la pena de muerte, la pena capital. Después, yo supe que el Papa Francisco lo hizo: cambió el texto. Y Madre Teresa de Calcuta solicitó con insistencia a Juan Pablo II una enmienda; era importante en su opinión condenar la pena de muerte en el Catecismo Hay dos santos, en mi opinión, que remarcaron con fuerza la importancia de esta modificación. Y el Papa que tenemos hoy decidió enmendar el texto. ¿Tendremos más modificaciones en este sentido? No lo sé, sólo lo puede decidir el Papa, porque es el Papa el que promulgó el Catecismo. Lo que yo recomiendo es leer los textos en su conjunto, a nivel integral.
El Papa Francisco habló muy amenudo de dos textos: 1) La tercera parte del Catecismo, sobre la moral; y 2) el tema de la imputabilidad; es decir, de algo que de forma objetiva no se corresponde con el diseño de Dios.... ¿podemos tener una imputabilidad reducida o inexistente? Son temas que tienen que ver con la teología moral....El punto de partida es que hay dos elementos: hay un orden objetivo y después tenemos a las personas humanas; las personas siempre necesitan respeto. Pueden ser pecadores, todos somos pecadores....¡yo soy un pecador! Pero todos tenemos un derecho: el derecho al respeto. Tenemos un derecho, el derecho a ser aceptados. La persona queda aceptada por Dios y después el camino de esa persona tiene su historia; necesita un acompañamiento, que haya respeto...."
A continuación, toma la palabra otro periodista del Catholic News, y pregunta acerca del rol de los teólogos en relación con cuestiones nucleares y enjundiosas de nuestra fe. A lo que el Cardenal responde: "Ante todo es importante hacer hincapié en la enseñanza de San Juan Pablo II y de Juan XXIII. El tema de la doctrina: es importante brindar apoyo a partir de la doctrina. ¿Cómo podemos presentar la doctrina? Hay grandes desarrollos en lo que concierne a la profundización de la comprensión [de la doctrina]. Sin embargo hay una INMUTABILIDAD DE NUESTRA FE. Nosotros no podemos cambiar el hecho de que creemos en la Trinidad, en la Encarnación del Verbo, en la institución de la Eucaristía por parte de Jesús. Estos son los puntos focales de nuestra fe. Sabemos que las culturas pueden ser diferentes, pero nuestro Credo no se puede modificar. Los apóstoles no murieron por otra fe, no murieron por una fe diferente respecto de los mártires coptos de Libia. La verdad es que la fe que se transmitió por las familias, por las sociedades, etc., se desarrolló mucho en los años...es un magisterio típico de la Iglesia".
Las fuentes, si queremos saber la verdad tenemos la obligación de acudir siempre a las fuentes.
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Pedro L. Llera
Haya dicho lo que haya dicho el cardenal, ¿tiene usted alguna duda a estas alturas de que uno de los objetivos del sínodo es cambiar la doctrina sobre la homosexualidad?
Por cierto, el orden moral objetivo afecta a todas las personas y a todas las situaciones. El situacionismo ha sido condenado.
Si la Doctrina es de Cristo -eterno- quién tiene esa misma autoridad...
Dios se compadezca de su Iglesia y la libre de los malos pastores que nos hemos merecido por nuestros pecados.
Quizá no nos sea concedido verlo, pero la Verdad triunfará inevitablemente.
Ni este papa ni ningún otro papa puede cambiar la doctrina, porque ni este papa ni ningún otro papa tiene competencia para cambiar la doctrina. Solo tiene competencia para confirmarla, como le fue encargado por Cristo: "y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". Ciertamente, "podría" de facto hacerlo -cambiar la doctrina-, pero ese cambio sería inválido porque no está para eso. También él -el papa- tiene que obedecer a Dios antes que al mundo (a los hombres o a sus opiniones personales).
De hecho, ya lo ha conseguido en el mundo (y desde hace tiempo). Pero tengo por seguro que eso no podrá lograrlo en la Iglesia.
Y citar la Biblia, con tanta vehemencia, con perdón, no es garantía de ortodoxia doctrinal, porque a ver... ¿TODO el libro del LEVÍTICO es Palabra de Dios incontestable? Porque en ese mismo libro se nos permite apedrear hasta la muerte a quien trabaje en Sábado (nunca he visto a un Obispo hacer una carta pastoral animándonos a ello) y se recrimina moralmente a quienes "utilizan tejidos mezcla de dos materiales" (Levítico 19,19) porque entonces me veo en el infierno, verba Dei dixit, por mis prendas "50 % lana, 50 % Algodón", rodeado de homosexuales ¡pero al menos ellos lo habrán disfrutado! (Entiéndase la ironía) aunque dudo, el sentido del humor de ustedes tampoco suele ser muy agudo.
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Pedro L. Llera
Su comentario supura soberbia y vanidad.
1.- No son los artículos del Credo los únicos dogmas de la Iglesia Católica. Hay muchos dogmas que no forman parte del Credo: los dogmas marianos, el dogma de la transubstanciación, el dogma de que no hay salvación fuera de la Iglesia, los dogmas sobre los sacramentos, los dogmas sobre los últimos tiempos... https://es.wikipedia.org/wiki/Dogmas_de_la_Iglesia_cat%C3%B3lica
2.- La indisolubilidad del matrimonio también es dogma de fe. Las Sagradas escrituras son taxativas: Lc. 16
16 La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia el Reino de Dios, y cada cual ha de esforzarse para entrar en él.'
17 Pero es más fácil que pasen el cielo y la tierra que el faltar un solo ápice de la Ley.
18 Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera, y el que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio.
Amoris Laetitia abre la posibilidad de que un divorciado vuelto a casar por lo civil pueda comulgar.
3.- El Papa ha cambiado ya la doctrina sobre la pena de muerte.
4.- La iglesia confiesa un Dios único e idéntico como autor del Antiguo y Nuevo Testamento, es decir, de la ley y los profetas, así como del Evangelio, porque los santos de ambos Testamentos hablaron bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo. En consecuencia, los textos anteriormente citados no son del Levítico, de Pablo o de Juan, sino de Dios mismo: son Palabra de Dios. El Antiguo Testamento ha de ser interpretado a la luz del Nuevo Testamento.
1501 Dz 783 El sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, bajo la presidencia de los tres mismos Legados de la Sede Apostólica, poniéndose perpetuamente ante sus ojos que, quitados los errores, se conserve en la Iglesia la pureza misma del Evangelio que, prometido antes por obra de los profetas en las Escrituras Santas, promulgó primero por su propia boca Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios y mandó luego que fuera predicado por ministerio de sus Apóstoles a toda criatura (Mt 28,19 s; Mc 16,15) como fuente de toda saludable verdad y de toda disciplina de costumbres; y viendo perfectamente que esta verdad y disciplina se contiene en los libros escritos y las tradiciones no escritas que, transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros desde los apóstoles, quienes las recibieron o bien de labios del mismo Cristo, o bien por inspiración del Espíritu Santo; siguiendo los ejemplos de los Padres ortodoxos, con igual afecto de piedad e igual reverencia recibe y venera todos los libros, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, como quiera que un solo Dios es autor de ambos, y también las tradiciones mismas que pertenecen ora a la fe ora a las costumbres, como oralmente por Cristo o por el Espíritu Santo dictadas y por continua sucesión conservadas en la Iglesia Católica.
Ahora bien, creyó deber suyo escribir adjunto a este decreto un índice [o canon] de los libros sagrados, para que a nadie pueda ocurrir duda sobre cuáles son los que por el mismo Concilio son recibidos.
1502 Dz 784 Son los que a continuación se escriben: del Antiguo Testamento: 5 de Moisés; a saber: el Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio; el de Josué, el de los Jueces, el de Rut, 4 de los Reyes, 2 de los Paralipómenos, 2 de Esdras (de los cuales el segundo se llama de Nehemías), Tobías, Judit, Ester, Job, el Salterio de David, de 150 salmos, las Parábolas, el Eclesiastés, Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías con Baruch, Ezequiel, Daniel, 12 Profetas menores, a saber: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías; 2 de los Macabeos: primero y segundo.
1503 Del Nuevo Testamento: Los 4 Evangelios, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan; los Hechos de los Apóstoles, escritos por el Evangelista Lucas, 14 Epístolas del Apóstol Pablo: a los Romanos, 2 a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, 2 a los Tesalonicenses, 2 a Timoteo, a Tito, a Filemón, a los Hebreos; 2 del Apóstol Pedro, 3 del Apóstol Juan, 1 del Apóstol Santiago, 1 del Apóstol Judas y el Apocalipsis del Apóstol Juan.
1504 Y si alguno no recibiera como sagrados y canónicos los libros mismos íntegros con todas sus partes, tal como se han acostumbrado leer en la Iglesia Católica y se contienen en la antigua edición vulgata latina, y despreciara a ciencia y conciencia las tradiciones predichas, sea anatema.
El Papa es claramente un vendido.Que no es que este defendiendo la inmigración y la mariconería en los años 50 esta defendiendola cuando piden los Bancos,
2. De la pena de muerte es un error la catequésis actual. Si un terrorista entra en una comunidad y coge y abre a cuchillo limpio el vientre de una mujer embaraza, estando ella viva, coge al bebé, le clava el cuchillo al bebé y deja que lo presencie la madre y que muera desangrada. Eso es condenable a muerte. Y no lo invento. Esto ha ocurrido en Israel el 7 de octubre.
3. No se qué desarrollo y comprensión del Sacramento buscan los teólogos herejes.
4. La inerrancia de la Santa Tradición apostólica reside en los obispos y no en los teólogos. Y el Señor Jesús es muy claro (Mt 19): fuera del Matrimonio todo acto sexual es pecado de muerte. ¿Qué no se entiende? ¿Acaso el acto sexual de homosexuales es extraterrestre y máxime de la gravedad contranatura? Y esto viene desarrollándose desde el Génesis: Matrimonio-procreación; Sodoma-fuego y azufre.
"Y citar la Biblia, con tanta vehemencia, con perdón, no es garantía de ortodoxia doctrinal, porque a ver... ¿TODO el libro del LEVÍTICO es Palabra de Dios incontestable?".
Ojalá tuvieras la sabiduría del gran profeta Jeremías, pero no, prefieres actuar como veleta descompuesta, dado al prejuicio simplón y al criterio mundano e irracional.
Los libros del Antiguo Testamento (como el Levítico) son, por supuesto, Palabra de Dios, no lo dudes, pero aparentemente eres el último en enterarte de que ya nació Cristo, el Mesías Prometido a Israel y Él selló una Nueva Alianza (Nuevo Testamento) con la consecuente superación y el perfeccionamiento de la antigua Ley en la Nueva y Eterna (ya no cambiará), promulgada por el mismísimo Hijo Eterno de Dios. No es una ruptura con el Antiguo Testamento (Antigua Alianza), sino su plenitud, purificada de preceptos y criterios sujetos a una época histórica determinada, sin embargo lo perenne en ella no cambió ni puede cambiar. Un ejemplo de ello es el permiso que otorgó Moisés a los varones de divorciarse de sus mujeres, Cristo, sin rodeos, nos explica porqué no es aceptable tal 'permiso' en la Nueva Alianza: "Les dijo: Por la dureza de su corazón Moisés les permitió repudiar a sus mujeres; pero desde el principio esto no fue así". San Mateo 19,8. Te recomiendo, pues, antes de opinar con tal desparpajo y desfiguro sobre temas que desconoces, leer, meditar y estudiar detenidamente el Nuevo Testamento (en especial los 4 Evangelios) para que te enteres mejor y puedas opinar con más elementos.
Documento "hacia una espiritualidad para la sinodalidad" que lo puede descargar de la página oficial del Sínodo en distintos idiomas (synod.va), se invita a orar por demonios.
Pagina 31, utiliza como base las ideas de "San" Isaac de Nínive (San Isaac el Sirio). Que no es un santo
catolico. Fue un hereje nestoriano que predicaba la "Apokathastasis", Salvación universal, defendida también por Origenes. Condenada como herejía por Papa Vigilio. (Vease Denzinger condena a Origenes por un papa) y V Concilio Ecuménico de Constantinopla (canon 11, ver Denzinger para mayor aclaración).
El extracto:
"En qué consiste un corazón misericordioso? Es un corazón ardiente por toda la creación, la humanidad, los pájaros, los animales, los demonios y todo lo que existe.
Mediante el recuerdo de ellos, los ojos de una persona misericordiosa derraman
abundantes lágrimas. Por la fuerte y vehemente misericordia que se apodera del corazón de tal persona, y por esa gran compasión, el corazón se humilla, y uno no
puede soportar escuchar o ver cualquier injuria o leve dolor de alguno en la creación.
Por esta razón, una tal persona ofrece continuamente una oración cargada de lágrimas,
aún por las bestias irracionales, por los enemigos de la verdad y por aquellos que la
perjudican, para que sean protegidos y reciban misericordia. Y del mismo modo, la
persona reza por la familia de los reptiles debido a la gran compasión que arde sin
medida en el corazón que se asemeja a Dios".
Se nos invita a "orar por demonios" (herejía y además muy peligroso) y lo más extraño "orar por la familia de los reptiles". Esto no es católico en absoluto y además es muy peligroso.
No se cambia la doctrina???
Saludos y gracias
Muy delicado), que el ES les transfiere cambios para la iglesia, apelaciones variadas a la sensiblería y sentimentalismo con utilización de temas de sufrimiento o pruebas, entusiasmo fanatizado por la fraternidad, y los delegados de acá y de allá, las mezclas, dice que el ES está presente en los que no tienen fe y que estos no creyentes participan de la comunión de un modo que solo Dios conoce. O sea, ¡viva la
pepa!
Parecen llanamente los discursos políticos, una verborrea atrayente, como el canto de las sirenas, que no dice nada y se extiende en el tiempo.
Evitar las situaciones próximas al pecado, como la seducción de la irrealidad, y de lo que nunca podrá ser, o sea, el triunfo del Mal.
Y que decirle a un cristiano católico divorciado que para poder comulgar no se ha vuelto a casar antes de la aparición de Amoris laetitia?.
Se debería demandar a la Iglesia por daños morales y alguno más con estos cambios.
Además los cambios producen un escepticismo muy cualificado en tomarse con excesiva responsabilidad lo que el cambio nos dice en lo que debemos creer ahora.
¿Por qué dudar, sino por nuestra falta de fé?
Recuerden: Dios está en su Iglesia, y no la abandonará nunca.
Esperen y lo verán.
Bendiciones!
profetizada la que pugna por ejemplo para que la homosexualidad no sea un pecado mortal y que pide orar por los demonios en un documento oficial del Sínodo. Es muy sencillo, "por sus frutos los conoceréis". Y los conocemos bien.
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