Hágase la Voluntad de Dios
Algunos nos reprochan a los católicos tradicionales[1] cierto delirio nostálgico de un pasado perdido que nunca más volverá. Muchas veces se escucha que la realeza social de Nuestro Señor ya no es posible en nuestro tiempo y que hay que aplaudir el pluralismo de religiones, la diversidad; la libertad de conciencia, de expresión y de autodeterminación. La Cristiandad sería cosa del pasado. Pero el mundo liberal luciferino se hundirá en los infiernos y desaparecerá más pronto que tarde. El mundo liberal de hoy es profundamente decadente, indecente, inmoral y perverso. Y el Señor acabará con este mundo avieso igual que hizo con Sodoma y Gomorra.
Se está predicando que todas las religiones son queridas por Dios, que todas llevan al cielo y que todo el mundo se salva. Que da igual ser budista, hinduista, animista, mahometano o cristiano. Que da igual ser protestante que católico. Que todos los hombres somos hermanos por el mero hecho de pertenecer a la especie humana. Se olvidan del pecado original; se olvidan de que sólo por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión.
Se está predicando que no hay que hacer proselitismo de ninguna manera. Lo ha repetido el Papa de manera obsesiva. Y lo repiten como papanatas los obispos y cardenales afectos. Por ejemplo, el recién creado cardenal de Hong Kong:
«Creo que es importante que digamos que el Papa Francisco hizo una distinción. La evangelización es realmente ayudar a las personas a comprender el amor de Dios, y el amor de Dios sin la intención de convertirlos en católicos, porque ese no debería ser el enfoque, ya que ese enfoque sería muy restrictivo».
¡Muy restrictivo! Pues claro que la salvación es restrictiva: ¡como que fuera de la Iglesia no hay salvación![2] Quien crea en Jesucristo y se bautice se salvará. Quien no crea se condenará.
Dicen que lo único importante es el amor: no la conversión a Jesucristo. Y eso es blasfemo. Esa mentira de que lo único importante es el amor es la clave de la moral de situación que predican los modernistas. Todo vale con tal de que tenga una finalidad amorosa. El fin justifica los medios. «Me divorcio porque se acabó el amor y me vuelvo a casar con otra porque la quiero». «Voy a abortar porque el niño no es deseado y por amor a la mujer, que merece ser feliz». «Hay que aplicarle la eutanasia al abuelo para que no sufra: por amor y compasión». El amor lo puede justificar todo: aborto, eutanasia, fornicación, relaciones homosexuales, divorcio, poligamia… Esta banda de herejes utiliza el amor como coartada para bendecir el pecado. Lo único importante no es el amor: el único importante, el único Señor, es Jesucristo.
El Primer Mandamiento dice que debemos amar a Dios sobre todas las cosas. Y amar a Dios es cumplir sus Mandamientos. Y amar a Dios sobre todas las cosas implica la conversión a la única Iglesia Verdadera: a la Iglesia Católica, que es la única religión que cuenta con los medios de salvación: el bautismo y la confesión. Y es la única religión que tiene a Jesucristo en el Santísimo Sacramento, que se nos ofrece como alimento para la vida eterna. La Hostia consagrada es Cristo, que nos prometió que se quedaría con nosotros hasta el fin de los tiempos. El Reino de Dios es la Santa Misa, que nos acerca el cielo en la tierra. Y la civilización cristiana tiene a la Santa Misa como fuente y culmen de la vida cristiana.
Debemos amar como Dios quiere que amemos: cumpliendo sus mandamientos, viviendo unidos a Cristo.
Yo no pertenezco a esa falsa religión modernista del Anticristo: no acepto esa nueva religión. Esa es una religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos… pero no es la religión católica. Es otra religión que tiene su propia doctrina (el culto al hombre y la Agenda 2030), su falsa moral (aborto, eutanasia, ideología de género, defensa y bendición de la sexualidad LGTBI, ecologismo malthusiano) y su liturgia, que nada tiene que ver con la liturgia tradicional.
La Iglesia parece muerta y enterrada. Parece que la Cristiandad lleva ya mucho tiempo enterrada y huele mal. Pero Cristo es el Señor de la Iglesia, del mundo, del universo.
37 1 El Señor puso su mano sobre mí, me hizo salir lleno de su poder y me colocó en un valle que estaba lleno de huesos. 2 El Señor me hizo pasar entre ellos en todas direcciones; los huesos cubrían el valle, eran muchísimos y estaban completamente secos. 3 Me dijo: “¿Crees tú que estos huesos pueden volver a tener vida?” Yo le respondí: “Señor, tan solo Tú lo sabes.” 4 Entonces el Señor me dijo: “Habla en mi nombre a estos huesos. Diles: ‘Huesos secos, escuchad este mensaje del Señor. 5 El Señor os dice: Voy a hacer entrar en vosotros aliento de vida, para que reviváis. Ezequiel 37.
La Cristiandad está muerta: sólo quedan huesos secos. Pero esos huesos volverán a la vida. Y el Señor hará revivir lo que estaba muerto y enterrado. Porque el Señor es todopoderoso y todo está en sus manos. Y su voluntad se cumplirá.
Las Españas son un valle de huesos secos pero el Señor enviará su Espíritu sobre los huesos y reviviremos. Entonces todos reconocerán que Jesús es el Señor.
Pero no perdáis la esperanza en medio de la tribulación. La Iglesia y todo lo creado es de Dios y, por mal que estén las cosas, Él es el Señor y lo puede todo: hasta darles nueva vida a unos huesos secos. Las fuerzas del mal no prevalecerán. Los herejes no triunfarán: se secarán como los sarmientos desgajados de la Vid. Los alemanes, los suizos, los herejes modernistas del mundo entero creen que pueden cambiar la Iglesia: su moral, su doctrina, sus sacramentos, su credo, sus dogmas… Pero el Señor nos da aliento de vida a quienes Él quiere y Cristo vence. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo: y a Cristo no lo pueden cambiar, no puede ser convertido en un dios liberal y sin moral.
Creen que la Iglesia ha muerto y la han enterrado. Y ya huele mal. Pero el poder de la muerte no prevalecerá. Oíd a Cristo gritar: «Lazare veni foras»
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?
Quitaron, pues, la piedra, y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tú me has enviado.
Diciendo esto, gritó con fuerte voz: Lázaro, sal fuera.
Salió el muerto, ligados con fajas pies y manos, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Soltadle y dejadle ir.
La Iglesia parece muerta y enterrada. Parece que la Cristiandad lleva ya mucho tiempo enterrada y huele mal. Pero Cristo es el Señor de la Iglesia, del mundo, del universo.
Estamos siguiendo a Jesús en su muerte[3]. Y le seguiremos en su resurrección. Dios triunfará sobre la rebelión del mal, sobre todos aquellos que siguen a Lucifer, sobre todos aquellos que se niegan a obedecer a Dios. Y cuando todo parezca perdido, levantad la cabeza: se acerca nuestra liberación. Las cosas están mal y tienen que ir a peor. Pero no cabe el desánimo ni la desmoralización. No hay lugar para la desesperanza porque nuestra esperanza en Cristo, nuestra Vida es Cristo y nuestra Patria es el cielo. Agarrémonos a la Cruz, consolemos al Señor, reparemos las ofensas, las blasfemias y los sacrilegios con penitencias, ayunos y oraciones.
Nosotros – los católicos tradicionales – no miramos al pasado, no somos nostálgicos ni queremos volver a un pasado perdido ni a una Edad Media idealizada. Nosotros miramos a Dios, que es el mismo ayer, hoy y siempre; al Dios que no se muda, que no cambia de opinión según el capricho de unos o de otros.
Hemos de colaborar con el Señor en la tares de reconstruir la Iglesia y la Cristiandad. Dios debe reinar en todo el mundo. Ese es el futuro que anhelamos. Nada de nostalgias del pasado. Los católicos tradicionales somos ciudadanos del Cielo. Y creemos lo que rezamos: que el nombre de Dios debe ser santificado por todos, que esperamos con fe y esperanza la llegada del Reinado de Dios y que queremos que se haga la santa voluntad de Dios en la tierra igual que se hace en el cielo. No queremos autodeterminarnos. No queremos separarnos de Dios por nada del mundo. Somos de Cristo por el bautismo: hijos de Dios. Y queremos vivir en comunión con Cristo y con todos los ángeles y los santos. Queremos que en este mundo se cumpla siempre la voluntad de Dios, se cumplan sus Mandamientos, se viva conforme al mandamiento de la caridad. ¿Se imaginan un mundo en el que todos viviéramos en gracia de Dios, adorándolo y amándolo sobre todas las cosas?
El Reinado Social de Cristo no es nostalgia del pasado: es esperanza de futuro. Cristo reinará en la tierra como en el cielo. Y todos se convertirán a Cristo: todos los pueblos, todas las naciones, se arrodillarán ante el Señor Jesucristo.
Dice el Libro de Daniel:
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
Y la Carta a los Filipenses:
Sólo os ruego que os comportéis dignamente como ciudadanos del Evangelio de Cristo, para que oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu, luchando a una por la fe del Evangelio, sin aterraros por nada ante vuestros enemigos, lo que es para ellos una señal de perdición, mas para vosotros señal de salud, y esto de parte de Dios.
Porque os ha sido otorgado no sólo creer en Cristo, sino también padecer por Él, porque son muchos los que son enemigos de la cruz de Cristo. El término de ésos será la perdición, su Dios es el vientre, y su gloria en su vergüenza, que tienen el corazón puesto en las cosas terrenas. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo, que transformará nuestro cuerpo miserable, conforme a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a sí todas las cosas.
Cristo se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Ese es el futuro que anhelamos los católicos tradicionales: no una falsa fraternidad masónica, sino el Reinado de Cristo, porque ante el nombre de Jesús toda rodilla se ha de doblar en el cielo, en la tierra y en los abismos y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor para gloria de Dios padre. Toda rodilla y toda lengua: todos se han de convertir a Cristo: budistas, musulmanes, hinduistas, animistas, panteístas, pachamamones, ateos y agnósticos; herejes y apóstatas. Porque no hay otro Señor que Jesucristo. No hay otro Dios que la Santísima Trinidad. No hay otro salvador, otro redentor, que Cristo Jesús. Y el que crea y se bautice, se salvará. Y quien no crea, se condenará.
Reconstruiremos el templo del Señor. Y Cristo vendrá para juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin. El reinado de Cristo está cerca. El Señor volverá en gloria y majestad. Y hay que anunciarlo a todo el mundo, a todos los pueblos, a todas las naciones.
Todas las naciones que Tú has hecho vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre. Salmo 86, 9
Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad. Y enviará a sus ángeles, y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Mc. 13, 226-27.
Reconstruyamos el Templo del Señor: no una catedral monumental. Dios se manifestó en un establo, en una cuadra, porque no había sitio para Él en este mundo. Sigue sin haber sitio para Cristo en este mundo. Arrodillémonos ante el Santísimo y regalémosle nuestras vidas. Adoremos al Señor. Él nos ofrece su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad en el Santísimo Sacramento. Comulguemos en gracia de Dios. Confesémonos con frecuencia. Recemos el Santo Rosario. Y alegraos en el Señor. Cristo reinará. Su venida es inminente. El Corazón Inmaculado de María triunfará. Y habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Y el pecado y la muerte desaparecerán.
Temed a Dios y dadle gloria, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
¿Quién no te temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque Tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti.
Habrá relámpagos y voces y truenos y un gran terremoto, cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la faz de la tierra.
Los impíos pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con Él, llamados y escogidos y fieles.
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo.
Oí una voz grande, que del trono decía: He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos y enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado.
Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas.
Díjome: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida.
El que venciere heredará estas cosas, y seré su Dios, y él será mi hijo.
Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
La voluntad de Dios se cumplirá en la tierra como en el cielo. Ahora mandan, en la Iglesia y en el mundo, los insolentes y los impíos; es un tiempo de crisis en el que Dios descarga su enojo. Pero el tiempo de los impíos pasará como un mal sueño. Y la gloria del Señor resplandecerá en la tierra como en el cielo. Ánimo. No perdáis la esperanza, porque nuestra esperanza es Cristo y Cristo nunca defrauda. El mal no tiene la última palabra. Mantengámonos firmes en la fe.
[1] Los católicos tradicionales somos los que creemos lo que la Iglesia predicó siempre en todas partes, por oposición a los herejes modernistas tipo James Martin, Lucía Caram o el cardenal Marx (ustedes me entienden…).
[2] Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”.
Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra: “Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y santa Iglesia católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados. (…) Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda criatura humana”.
Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra: “Puesto que hay tanto para regulares y seglares, para superiores y súbditos, para exentos y no exentos, una Iglesia universal, fuera de la cual no hay salvación, puesto que para todos ellos hay un solo Señor, una fe, un bautismo…”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra: “[La Iglesia] Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”.
Papa León X, Quinto Concilio de Letrán, sesión 11, 19 de diciembre de 1516, ex cathedra: “Así que regulares y seglares, prelados y súbditos, exentos y no exentos, pertenecen a una Iglesia universal, fuera de la cual absolutamente nadie es salvo, y todos ellos tienen un Señor, una fe”.
Papa Pío IV, Concilio de Trento, “Iniunctum nobis”, 13 de noviembre de 1565, ex cathedra: “Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que al presente espontáneamente profeso y verazmente mantengo…”.
Papa Benedicto XIV, Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743, Profesión de fe: “Esta fe de la Iglesia católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que motu proprio ahora profeso y firmemente mantengo…”.
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 2, Profesión de fe, 1870, ex cathedra: “Esta verdadera fe católica, fuera de la que nadie puede ser salvo, que ahora voluntariamente profeso y verdaderamente mantengo…”.
[3] Catecismo:
677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).
15 comentarios
Este artículo suyo es un tesoro de consuelo en medio de la batalla. Es como mil arengas ante el embate del enemigo.
Dios premie su generosidad y servicio a la Iglesia.
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Pedro L. Llera
No tengo ninguna capacidad. Se lo aseguro. Escribo por obligación y sólo aquello que me siento obligado a escribir. Estamos en guerra y el Señor manda...
Si, para ellos, Dios sólo significa «amor, buena voluntad y una vida mejor», como también dijo el neocardenal en la misma entrevista, les retrata esto que dijo san Pablo: «Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima» (1 Cor. 15, 19). Es desolador que ni siquiera hayan aprendido, o ya no crean, que evangelizar es, ante todo, anunciar el Reino de los Cielos, ¡para poder entrar en él!
...Dios debe reinar en todo el mundo..."
¡Amén!
Muchas gracias, Don Pedro, por confirmarnos en la Esperanza.
Nunca podremos agradecer suficientemente a Dios el precioso Don de la Fe que, sin merecerlo, hemos recibido.
Desgraciados aquellos que no la recibieron y más desgraciados aún los que la recibieron y la han perdido.
Ruego a Dios que no permita que yo la pierda.
Por un momento pense que tambien iba a decir "su Concilio" (CVII). ¿Se abstuvo de hacerlo o todavia lo apoya?!
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Pedro L. Llera
Yo soy dueño de mis palabras y de mis silencios.
Sin la Santa Misa frecuente, al ser posible a diario, recibiendo la Comunión con pleno gozo de saber que recibes el Cuerpo de
Cristo, o al menos con pleno asentimiento; el rezo del Santo Rosario, al ser posible tambien a diario; la confesion mensual o antes si fuere necesario para recuperar el estado de gracia; amén de las devociones personales, creo que sería casi imposible o no tan casi, seguir el Evangelio.
El Señor te bendiga y te conforte, con el cariño de la Madre de Jesús, la Santísima Virgen María.
Adoremos, adoremos, adoremos. Y permanezcamos juntos en el santuario de la Iglesia.
Partiendo de la base de que eso que llaman amor, no lo es, pues todo lo demás cae por su propio peso.
En una librería del pueblo dos obras de reciente publicación. "Te odio con todo mi corazón". "No puedes elegir a tu familia, pero sí puedes cargártela". Algo así. Pa mear y no echar gota. Muestra del momento social desde el título. Sin Dios nada #bueno# podemos. Por supuesto tampoco amar.
Dios nos guíe.
Vendrá de nuevo con gloria. Y reinará en España con más veneración que en otras partes.
Queda poco ya, mucho sufrimiento antes, pero queda poco. Los días se acortaran en beneficio de sus elegidos. Ahí estaremos nosotros en primera línea para asombro de los progres, liberales y demócratas actuales.
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