Carta a Su Eminencia Reverendísima
Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Hollerich:
Estoy terriblemente preocupado por la salvación de su alma. Pero mientras sigamos caminando, Su Eminencia, por este valle de lágrimas, estamos a tiempo. El día y la hora en que Dios nos llame a su presencia y nos juzgue por nuestros pecados nadie lo sabe. Por eso es importantísimo estar preparado y en gracia de Dios, no vaya a ser que fallezca Su Eminencia en pecado mortal y vaya de cabeza al infierno. Y leyendo sus afirmaciones en el L’Osservatore Romano, está usted en serio peligro de condenación eterna.
Ya, ya sé que usted se cree que todo el mundo va al cielo y que el infierno está vacío o, simplemente, no existe. Lo dice usted mismo:
«En el Reino de Dios ninguno está excluido: ni siquiera los divorciados vueltos a casar, ni siquiera los homosexuales, todos. El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminaciones».
Perdóneme usted, pero yo no soy cura ni teólogo. Pero mi abuela me enseñó el Catecismo del P. Astete, que era jesuita como usted. Y desde finales del siglo XVI, ese cuadernito del P. Astete sirvió para enseñar la doctrina cristiana a millones de hispanohablantes.
¿Qué dice el Astete sobre el infierno, Eminencia?
P.: ¿Pues hay más de un Infierno?
R: Hay cuatro y se llaman: Infierno de los condenados, Purgatorio, limbo de los niños y limbo de los Justos o Seno de Abraham.
P.: ¿Y qué cosas son?
R: El Infierno de los condenados es el lugar a donde van los que mueren en pecado mortal, para ser en él eternamente atormentados; el Purgatorio es el lugar a donde van las Almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados para ser allí purificadas con terribles tormentos; el limbo de los niños es el lugar a donde van las Almas de los que antes del uso de la razón mueren sin el Bautismo; y el de los Justos o seno de Abraham, el lugar adonde, hasta que se efectuó nuestra Redención, iban las Almas de los que morían en gracia de Dios, después de estar enteramente purgadas, y el mismo a que bajó Jesucristo real y verdaderamente.
P.: Y antes del fin del mundo, ¿serán los hombres juzgados?
R: Si, Padre, a todos al fin de su vida juzgará y sentenciará el Señor: a los buenos a gozar eternamente de Dios en la gloria; y a los malos a padecer eternos tormentos en el Infierno.
P.: ¿Cuántos son los Novísimos?
R: Cuatro, es a saber: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria.
P.:¿Qué es la Gloria?
R.: Un estado perfectísimo, en el cual se hallan todos los bienes sin experimentarse mal alguno; como en el Infierno se hallan todos los males sin experimentarse bien alguno.
P.: Y para libertarnos de éste y conseguir aquélla, ¿qué hemos de ejecutar?
R: Guardar los Mandamientos.
P.: ¿Y hay algunos medios conducentes para que con mayor facilidad podamos guardar éstos y preservarnos de faltar a ellos?
R: Sí, Padre.
P.: ¿Cuáles son?
R: La frecuencia de los Santos Sacramentos, el ofrecer a Dios las obras por la mañana, el oír Misa todos los días y rezar el Rosario a la Santísima Virgen, la lección espiritual, la meditación, el examen de la conciencia por las noches y, por decir uno que abraza muchos, elegir un Confesor sabio, virtuoso y prudente y sujetarse a él en todo.
Pero el gran problema de su eminencia es el sexto mandamiento: no fornicar. Dice el Astete:
P.: ¿Cuál es el sexto?
R: No fornicar.
P.: ¿Qué se manda en este Mandamiento?
R: Que seamos limpios y castos en pensamientos, palabras y obras.
P.: ¿Quiénes pecan mortalmente contra este Mandamiento?
R.: Los que advertidamente se deleitan en pensamientos impuros, aunque no los pongan ni deseen poner por obra; los que hablan y cantan cosas torpes o con complacencia las oyen; y los que consigo mismo o con otros tienen tocamientos o acciones deshonestas o las desean ejecutar.
Quien mantiene relaciones sexuales fuera del matrimonio, sean estas homosexuales o heterosexuales, peca mortalmente. Pero Su Eminencia pretende bendecir a las parejas homosexuales, cuyo pecado clama al cielo. Pretende Su Eminencia que el mal está bien y que él y quienes piensan como él pueden cambiar arbitrariamente la doctrina que la Iglesia ha predicado siempre y en todas partes. Porque su eminencia peca de antropolatría: se creen Su Eminencia y los secuaces de la nueva iglesia del nuevo paradigma que ellos son dios y que le pueden enmendarle la plana a la mismísima Santísima Trinidad: a Dios Padre que le dio los Diez Mandamientos a Moises; a Cristo, Dios Hijo, que dijo aquello de que quien mira a una mujer deseándola, ya comete adulterio (Mt. 5, 27-32); y al Espíritu Santo que nos ha revelado la Verdad de la fe y con ella, la Doctrina de la Santa Madre Iglesia. Pero Su Eminencia se cree que puede renovar la Iglesia y su doctrina para abrazarse con el Mundo.
Seguramente a Su Eminencia se le ha olvidado que los tres enemigos del alma son el mundo, el demonio y la carne. Y que la Virgen de Fátima les reveló a los pastores que «la mayoría de los que se condenan es por los pecados de la carne».
Dice el Catecismo del P. Astete, sj,:
LOS ENEMIGOS DEL ALMA, DE QUE HEMOS DE HUIR, SON TRES
El primero es el Mundo. El segundo, el Demonio. El tercero, la Carne.
P.: ¿Quién es el Mundo?
R: Son los hombres mundanos, malos y perversos.
P.: ¿Quién es el Demonio?
R: Es un Ángel, que, habiéndolo criado Dios en el Cielo, por haberse rebelado contra su Majestad, con otros muchos, le precipitó en los Infiernos con los compañeros de su maldad, que llamamos Demonios.
P. :¿Quién es la Carne?
R: Es nuestro mismo cuerpo con sus pasiones y malas inclinaciones.
P.: ¿Cómo se vence y huye del mundo?
R: Éste se huye y vence con menosprecio de sus pompas y vanidades.
P.: ¿Cómo se vence y huye del demonio?
R: Con oración y humildad.
P.: ¿Cómo se vence y huye de la carne?
R: Esta se huye y vence con asperezas, disciplinas y ayunos; éste es el mayor enemigo, porque la carne no la podemos echar de nosotros; al mundo y al Demonio, Sí.
El P. Astete era jesuita. Su Eminencia Reverendísima, también. Yo soy un pobre ignorante, pero mi abuela me enseñó la doctrina de la Iglesia con el catecismo del P. Astete. Tal vez Su Eminencia debería repasarlo. Si no, podría ser que usted cayera en herejía por predicar lo contrario de lo que la Iglesia ha predicado durante más de dos mil años. Y puede usted condenarse a las penas del infierno.
Creer que uno mismo es Dios y que puede enmendarle la plana al Señor es un pecado muy grave. A Su Eminencia y a mí nos queda medio telediario para encontrarnos cara a cara con nuestro Creador y Señor y afrontar nuestro juicio particular. Estamos a tiempo de convertirnos, confesarnos y seguir la doctrina de los santos, doctores y pontífices santos, que nos han explicado el camino seguro para nuestra salvación.
Le ruego que no escandalice a los sencillos.
«Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar» (Mt, 18,6 ss).
Y aprovechando que es Su Eminencia el relator del Sínodo, le hago una aportación para que la Iglesia salga de este invierno en el que se encuentra tiritando: yo le propongo recuperar el Catecismo del P. Astete y enseñar con él la doctrina de la Iglesia a los niños. Un creyente que haya estudiado el Astete hace cuarenta o cincuenta años sabe más de teología, según se ve, que los obispos alemanes y centroeuropeos que pretenden, como Su Eminencia, bendecir las parejas homosexuales, acabar con el celibato sacerdotal u ordenar sacerdotisas. Volvamos al Astete en las parroquias y dejémonos de «pinta y colorea», de buenismo, de ideologías ecologistas, LGTBI, feministas, pacifistas y antimilitaristas. Alejémonos de Agendas 2030, del Foro de Davos, de los designios de las Logias Masónicas, de la ONU y de sus agencias. Las utopías que plantean las ideologías son grandes mentiras. El hombre no puede hacer mejor el mundo porque está herido por el pecado. El progreso es un falso mito de los revolucionarios. Nunca habrá un mundo feliz y perfecto en este mundo. El mundo maravilloso que nos venden las ideologías es un timo. Solo Cristo puede acabar con el pecado del mundo y redimirnos y salvarnos del mal. Solo Dios: no nosotros. Y la única felicidad que merece la pena es la visión beatífica de Dios en el cielo.
Quien ama a Dios, cumple sus mandamientos.
P.: Decid, ¿cuál es el primer Mandamiento de la ley de Dios?
R: Amar a Dios sobre todas las cosas.
P.: ¿Quién ama a Dios?
R: El que guarda sus Mandamientos.
P.: ¿Qué es amarle sobre todas las cosas?
R: Querer antes perderlas todas que ofenderle.
P.: ¿A qué más nos obliga este Mandamiento?
R: A adorarle a Él solo con suma reverencia de cuerpo y alma, creyendo y esperando en Él con Fe viva.
P.: ¿Quién peca contra esto?
R: El que adora o cree en ídolos o dioses falsos; el que cree alguna cosa contra la fe o duda de alguno de sus misterios o ignora los necesarios; el que no hace, cuando está obligado, Actos de Fe, Esperanza y Caridad, o desconfía de la misericordia de Dios o recibe indignamente algún Sacramento.
Conversión y penitencia. Arrepintámonos todos de nuestros pecados, confesémonos, recemos el rosario, participemos en la Santa Misa y dejémonos santificar por el Señor.
Dios le bendiga y le haga santo y le libre de todo mal de cuerpo y alma,
Pedro L. Llera Vázquez
45 comentarios
Este señor, al igual que Martin y cía, sirven de apoyo al mal, lo sepan o no, eso es cosa de Dios. Sé lo que es porque lo viví en primera persona, aunque en una relación heterosexual. El pecado es el mismo o similar. La heterosexualidad, aunque sea lo propio del hombre, no está exenta de pecados, como ustedes bien saben. Viví hace muchos años, cuando estaba alejada de la Iglesia, una relación totalmente amoral con un señor #ocupado#, al estilo de las secretarias de la película #El apartamento#. Recuerdo cómo removí cielo y tierra para justificarme. Doble pecado, el pecado en sí y la justificación. No paré hasta que encontré un apoyo a esa relación, una amistad concretamente. Terrible error el mío. Igual que esas personas, aunque ellos en el desorden homosexual, no creyentes en su inmensísima mayoría, se apoyan en equivocados pastores para justificarse. Que sirvan de justificación de pecados es gravísimo. No sé hasta qué punto se han tragado las mentiras ni hasta qué punto saben. Pero no se debe consentir el daño que están haciendo a esas personas y a la Iglesia. Por supuesto que Dios les Ama, como a todos nosotros. Por supuesto que Dios no les ha excluido del Banquete, como a nadie. En tal caso serían ellos los que le han dado la espalda, no por haber enfermado en sí, sino por todo el tema de los pecados y sus justificaciones. Deberían estar ofreciéndoles volver a casa, como pudimos hacer otros alejados. Gracias a Dios me libré de esa atadura, pude redimirme de esa época a los pies de Cristo, y conocer a mi marido. Librarse de esas justificaciones es vital para ponerse en camino.
Al leerle me ha venido una pregunta a la mente, alguien me dijo que la Iglesia ya no predicaba el limbo para los niños. Que eso #se había descartado# y que simplemente se ponían ante la misericordia de Dios, como todos los difuntos.
Saludos.
La impureza es el mal ambiente que rodea a una plantita que impedirá que se desarrolle cualquier otra virtud. Es imposible.
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Pedro L. Llera
Suscribo tu comentario. Y añado lo que dice el Credo Niceno-constantinopolitano: creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.
"Et unam sanctam catholicam et apostólicam Ecclésiam".
¿ Pero no es obligación de su jefe confirmarnos en la fe ?
¿ Entonces qué hace el jefe de Hollerich ? ¿ A qué se dedica ?
Lo más triste es que al jefe no se le puede nombrar para no sufrir sanciones.
Para alabarle si se le puede nombrar.
No entiendo nada o mejor entiendo demasiado.
Si la cabeza del pescado está podrida, todo su cuerpo está podrido.
Aún estando de camino pueden enmendarse y arrepentirse, Dios toque esos corazones duros como pedernal y puedan arrepentirse. Por sus frutos los conoceréis!
VIVA CRISTO REY!!!
Tengo experiencia personal de que católicos de misa cada domingo creen que el purgatorio ya fue derogado, como el limbo por Benedicto XVI, eso dicen.
Del infierno, ni nombrarlo.
Esa es la predicación que llevan oyendo en las iglesias desde hace más de 50 años, mucho antes del calamitoso pontificado de Francisco.
Desde el Concilio Vaticano II y la hecatombe posconciliar, se les ha inoculado la idea de que la fe católica es lo que en cada momento enseña el papa de turno, ahora Francisco, antes Juan Pablo II o Benedicto XVI.
Y cuando sean adultos, salvación universal y canonización fulminante en la misa de funeral. El infierno tampoco existe o, como afirmado por el teólogo Hans Urs von Balthasar (hecho cardenal por Juan Pablo II), está vacío (¡salvo Hitler!).
Cuando en la Iglesia se predicaba sobre el pecado original y la necesidad del bautismo para entrar en el cielo, los nacidos en familias católicas recibían el bautismo dentro de los primerísimos días, muchas veces con la madre todavía convaleciente y por ello ausente de la hermosa ceremonia (exorcismos a la puerta de la iglesia etc.).
Hace muchos años que, en cambio, las parroquias organizan bautizos colectivos (coherentes con el olvido del pecado original y con la concepción del bautismo como ingreso en la comunidad cristiana) cada dos o tres sábados, te apuntan en una lista ¡y a esperar!
Así los parientes venidos de todas partes pueden reunirse con comodidad, hacer regalos rumbosos y darse un homenaje postinero.
Lutero aborrecía el purgatorio, igual que aborrecía el santo sacrificio de la misa ofrecido en sufragio de vivos y difuntos. Nosotros ahora también. Las misas de funeral no se ofrecen ya en sufragio del alma del difunto. Son celebraciones de la resurrección: ornamentos blancos, cántico del aleluya, nuestro hermano ha entrado en el cielo etc.
Para que luego nos digan que, antes y después del concilio Vaticano II y las reformas posconciliares, nuestra religión sigue siendo la misma religión católica.
Una doctrina común susceptible de aclaración y precisión, hasta llegar en su caso a ser afirmada e incluso definida, en cierto sentido, como de fe divina y católica, como siempre fue el signo del desarrollo dogmático, que es desarrollo orgánico, homogéneo y accidental pero no decir blanco donde antes se dijo negro.
En lugar de eso, después de un documento de la Comisión Teológica Internacional aprobado por Benedicto XVI en 2007, lo que ha quedado en la mentalidad de los fieles es que el limbo ¡ha sido "abolido" o "derogado"! y sustituido por la misericordia divina.
Hablando del purgatorio, una buena mujer de mi familia, católica de misa cada domingo, me dijo un día: además, el Papa (era entonces Benedicto XVI) ha dicho que ya no hay que creer en el purgatorio.
Le expliqué que, a lo sumo, podía referirse al limbo, pero que Benedicto XVI no había dicho semejante cosa sobre el purgatorio. ¡Ah! no sabía ... me contestó ... y se quedó tan tranquila, esperando que cualquier día también se "derogue" el purgatorio.
Es el gravísimo problema de la mentalidad creada por la continua relajación de la doctrina y de las costumbres y adaptación al mundo desde el concilio Vaticano II. Que ya nada se reconoce como irreformable y cada cual cree lo que le parece.
¿Cuándo hay que llevar los niños a la iglesia para que los bauticen?
Hay que llevar los niños a la iglesia para que los bauticen lo más pronto posible.
¿Por qué tanta prisa en bautizar a los niños?
Hay que darse prisa en bautizar a los niños, porque están expuestos por su tierna edad a muchos peligros de muerte, y no pueden salvarse sin el bautismo.
¿Pecarán, pues, los padres y madres que por negligencia dejan morir a sus hijos sin bautismo o lo dilatan?
Sí, señor; los padres y madres que por negligencia dejan morir a los hijos sin bautismo, pecan gravemente, porque privan a sus hijos de la vida eterna; y pecan también gravemente dilatando mucho el bautismo, porque los exponen al peligro de morir sin haberlo recibido.
¿Dónde van los niños que mueren sin bautismo?
Los niños que mueren sin bautismo van al limbo, donde no hay premio
sobrenatural ni pena; porque teniendo el pecado original y sólo éste, no
merecen el cielo, mas tampoco el infierno ni el purgatorio.
Y así estamos, en el caos posterior al CVII: cada uno interpreta y hace lo que mejor le parece.
Si el Señor nos ha regalado así la posibilidad de la Salvación, por pura iniciativa suya, ¿por qué hemos de pensar que le negará esa posibilidad a todos los demás, que no han sido bautizados, sin culpa suya?
¿Es que no puede El hacer lo que quiera con lo que es suyo? ¿O vamos a tener envidia porque El es Bueno?
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Pedro L. Llera
No, hombre, no. Nada de envidias... La ignorancia invencible siempre ha sido una excepción... Aunque en estos tiempos de Internet, es difícil de justificar. Pero puede haber alguna tribu en el Amazonas o alguien por el Tibet que no haya oído hablar de Jesucristo.
Pero Dios tampoco miente ni se contradice ni cambia de opinión. Eso tampoco.
Marcos 16, 15-20:
«El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado»
Otra vez sosteniendo que Cristo vino a salvar a "personas individuales que se reconocen autores voluntarios de pecados mortales y piden perdón como el Publicano".
No entiendes que hay que quedar bien, ser aceptados y distinguidos, sin causar ninguna molestia, no comprendes que según algunos lo que se salvará no son personas con un alma individual, sino "categorías" como los ex adúlteros, los contrarios a la castidad, y otras a elección.
Para qué insistes en advertir que se está haciendo daño y engañando a la gente.
Ese acto de caridad fraterna de intentar sacar del error y decir la verdad, debo reconocerlo, es un acto de valentía.
Viva Cristo Rey.
Porque la famosa "crisis de fe" que padecemos desde hace tantos años es, principalmente, fruto de catequesis vacías de contenido. Niños (que ya son adultos) a los que en lugar de pan, se les dio una piedra, e incluso una serpiente en lugar de un pez, por usar la parábola del Señor. No es que hayan perdido la Fe católica, es que nunca la tuvieron, porque no llegaron a conocer su contenido real.
Sin un recto conocimiento de las verdades de la Fe revelada, no hay cristianismo, ni Iglesia, ni nada. Lo estamos viendo.
¿Elevamos una propuesta formal al sínodo, a ver que pasa?
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Pedro L. Llera
En primer lugar, muchas gracias.
Yo elevaría la propuesta al Sínodo: claro que sí. De hecho, en el artículo lo hago públicamente desde uno de los portales digitales de información religiosa más importantes de España. El que no lo lee es porque no le da la gana.
En cualquier caso, El P. Jorge Guadalix también recogió aportaciones valiosas en su blog y las remitió al Sínodo oficialmente. Pero creo que sin demasiado éxito...
El concilio de Trento enseña que la justificación del que ha contraído el pecado original no es posible "sin el baño de regeneración o sin el deseo de recibirlo" ("sine lavacro regenerationis aut eius voto"; Dz 796; cf. Dz 847, 388, 413)."
Ludwig Ott, "Manual de Teología Dogmática" (1954), ed. Herder, Barcelona, 1997, p. 529.
El anhelo explícito de recibir el bautismo sacramental es el bautismo de deseo de los catecúmenos, tomado como ejemplo por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, III, c. 68, a. 2.
El anhelo implícito de recibir el bautismo sacramental es el bautismo de deseo de quienes, sin culpa por su parte, ignoran la verdadera religión, desean obedecer a Dios (por ello desean implícitamente recibir el bautismo sacramental) y guardan la ley natural.
El concilio IV de Letrán (1215) declaró: "Una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie se salva" ("extra quam nullus omnino salvatur"); Dz 430.
Lo mismo enseñaron el concilio de Florencia (Dz 714) y los papas Inocencio III (Dz 423), Bonifacio VIII en la bula Unam sanctam (Dz 468), Clemente VI (Dz 570b), Benedicto XIV (Dz 1473), Pío IX (Dz 1647, 1677), León XIII (Dz 1955) y Pío XII en la encíclica Mystici Corporis (Dz 2286, 2288).
Ello no excluye la posibilidad de que consigan la salvación personas que de hecho (actu) no pertenecen a la Iglesia, pero a ella pertenecen por el bautismo de deseo (votum baptismi, votum Ecclesiae); Dz 796, Dz 1677.
Ese documento sostiene ("recortando" a conveniencia lo dicho por S Juan Pablo II, ver citas 29 y 30) que:
"En efecto, en la Iglesia, el objetivo de cualquier órgano colegial, sea consultivo o deliberativo, es siempre la búsqueda de la verdad o del bien de la Iglesia. Además, cuando se trata de verificar la fe misma, el consensus Ecclesiae no se da por el cómputo de los votos, sino que es el resultado de la acción del Espíritu, alma de la única Iglesia de Cristo»[29]. Por tanto, el voto de los Padres sinodales, «—si es moralmente unánime— comporta un peso eclesial peculiar que supera el aspecto simplemente formal del voto consultivo»[30].
Norma 17 § 3. El Documento final es sometido a la aprobación de los Miembros según la norma del derecho peculiar, buscando en la medida de lo posible la unanimidad moral.
Luego viene el Documento del Papa que puede hacer lo que quiera.
Hay una terminología complicada " «el voto de los Padres sinodiales si es moralmente unánime".
Cómo se obtiene esa unanimidad moral, designando los integrantes del Sínodo que tengan esa "afinidad moral", es sencillo intentarlo.
Luego será cuestión de obtener que el Espíritu Santo salve por lo menos a uno de los votantes para evitar la catástrofe moral y doctrinaria que parece venir.
Hay que seguir intentando....
A mi me cuesta creer que los niños no bautizados vayan al limbo y no al cielo. porque existe el bautismo de deseo, mi hija no pudo ser bautizada porque nació muerta...
Asique no hay limbo, pero sí tres grados de purgatorio, y esos tres grados van según se vaya purificado el alma el grado más cerca del cielo, bien podría considerarse como un limbo.....pero eso sólo Dios lo sabe
Es decir, tenemos por obispos a una jauría universal de perros mudos que callan cobardemente ante la destrucción de la Iglesia.
Ellos, que tienen todo el día del CVII en la boca, no hacen caso a uno de los textos que merecen la pena de ese concilio. Está en Lumen Gentium 23:
23... Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal. Pero en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos y cada uno, en virtud de la institución y precepto de Cristo, están obligados a tener por la Iglesia universal aquella solicitud que, aunque no se ejerza por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, en gran manera al desarrollo de la Iglesia universal. Deben, pues, todos los Obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia, instruir a los fieles en el amor de todo el Cuerpo místico de Cristo...
Ni caso, oigan.
Bah, ¡¡¡cobardes!!!
Sálvanos, Señor, que perecemos.
Se disuelven en la miseria de las miserias.
En verdad, las carnes del “hombre viejo del pecado” tiemblan ante el abismo ontológico inteligible, sacro e inefable de la realidad.
Cuando llegamos a auscultarlo, irradiamos su luz hasta los confines del universo, y ayudamos a las galaxias a seguir su camino.
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Pedro L. Llera
Empieza usted puntualizando el tema del limbo (que es anecdótico y tangencial en el post), continúa despreciando el Astete como una lectura interesante pero sin pasarse y termina usted con un cántico al modernismo: ¡La fe de hoy con el lenguaje de hoy!
¡Maravilloso!
Es evidente que tras el hecho científico había un germen de orgullo contrario al hombre imagen y semejanza de Dios, porque a continuación se siguió la hecatombe i-rracionalista-nihilista-atea que perturbó la Fe y el pensamiento de la cristiandad.
Es necesario restablecer la verdad del orden cosmológico en su conformidad con la Revelación y con la razón natural.
La Tierra es el resultado de complejos procesos cósmicos verificados desde el mismo inicio del universo que la han elevado por sobre el orden físico al orden de la vida vegetal, animal y humano-inteligente-moral creadora de la vida civilizada, por la que el hombre conoce y gobierna el cosmos.
Por esta razón el sistema planetario solar descuella entre los sistemas galácticos, por tener al planeta Tierra como centro eminente que alberga la vida, que precede al sistema Tierra-Sol y que desde él precede al Sistema Tierra-Universo.
El sistema heliocéntrico está subordinado al Sistema Tierra-Universo, realidad harto demostrable por la razón, fundada en los conocimientos astronómicos y físicos.
Se abre así, un gran horizonte a la investigación de la astronomía, física, biología, matemática, filosofía y teología, que padecen la gran confusión del desarraigo del hombre de su sitio central y eminente en la Creación, imagen y semejanza de Dios Creador.
Ciertamente, la ley de la gravitación de Newton, ni el principio de masa, ni la teoría de la relatividad son suficientes para restablecer la concepción cosmológica en sus quicios fundamentales.
El hilo conductor es el hombre, no la tierra ni la materia inertes.
De modo absoluto lo es Cristo Redentor, que como Sabiduría del Padre previó desde la eternidad que la Encarnación del Verbo se realizaría en la Tierra, que aquí llevaría adelante su Obra de Salvación, su Muerte en la Cruz, sería sepultado, Resucitaría y Ascendería al Cielo hasta la diestra del Padre, de dónde volverá en su Parusía.
Recuperemos la alegría y responsabilidad de nuestra misión de participar del señorío de Cristo, edificando su Reino eterno, que Él sembró aquí en la Tierra como semilla.
Dispondremos, entonces, de los medios para barrer la escoria de las insensateces y dislates.
La suscribo al 100 por 100.
¡¡Gracias, don Pedro!!
"Una puntualización sobre el limbo: aunque en un tiempo fue una idea que gozó de amplia acogida en la predicación, la catequesis y la espiritualidad, el Magisterio nunca la asumió porque carecía de suficiente base bíblica."
Cierto que el limbo de los niños o inocentes no es un dogma de fe. Lo reconocí al principio de esta discusión:
"Reconozco que, a diferencia del infierno y el purgatorio, el limbo es (o era, dirán otros) doctrina común, mencionada durante siglos en los catecismos y la predicación, pero no verdad de fe divina y católica."
Pero falso que "el Magisterio nunca la asumió".
Cierto que no es una verdad definida por el Magisterio solemne, ni pertenece tampoco al Magisterio ordinario y universal, ambos infalibles.
Pero no faltan pronunciamientos magisteriales, de grado inferior al infalible, favorables al limbo de los niños o inocentes.
Además del texto ya citado del Catecismo de San Pío X (¿o se dirá que no tiene ninguna autoridad magisterial, de ningún grado, un catecismo aprobado por un papa?), hay que mencionar el pronunciamiento de Pío VI en la constitución Auctorem Fidei (1794) contra los errores del sínodo de Pistoya:
"La doctrina que reprueba como fábula pelagiana el lugar de los infiernos (al que corrientemente designan los fieles con el nombre de limbo de los párvulos), en que las almas de los que mueren con sola la culpa original son castigadas con pena de daño sin la pena de fuego -como si los que suprimen en él la pena del fuego, por este mero hecho introdujeran aquel lugar y estado carente de culpa y pena, como intermedio entre el reino de Dios y la condenación eterna, como lo imaginaban los pelagianos-, es falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas católicas" (Denz 1526).
Y cuando sean adultos, salvación universal y canonización fulminante en la misa de funeral. El infierno tampoco existe o, como afirmado por el teólogo Hans Urs von Balthasar (hecho cardenal por Juan Pablo II), está vacío (¡salvo Hitler!).
Cuando en la Iglesia se predicaba sobre el pecado original y la necesidad del bautismo para entrar en el cielo, los nacidos en familias católicas recibían el bautismo dentro de los primerísimos días, muchas veces con la madre todavía convaleciente y por ello ausente de la hermosa ceremonia (exorcismos a la puerta de la iglesia etc.).
Hace muchos años que, en cambio, las parroquias organizan bautizos colectivos (coherentes con el olvido del pecado original y con la concepción del bautismo como ingreso en la comunidad cristiana) cada dos o tres sábados, te apuntan en una lista ¡y a esperar! Bien lo sabrá Ángel, que es o ha sido catequista.
"En el Reino de Dios ninguno está excluido: ni siquiera los divorciados vueltos a casar, ni siquiera los homosexuales, todos. El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminaciones».....SI ACUDEN A MI MISERICORDIA
EL PROBLEMA ESTÁ EN LO QUE NO DICE Y ESTÁ EN MAYÚSCULAS.
Jesús ya reveló a Santa Faustina Kowalska, lo que significa su Divina Misericordia: " No hay pecado por muy grande que sea, ni pecador por más empedernido que sea al que yo no perdone si acude a mi Misericordia"....
En mi opinión este artículo estaría más completo si en vez de centrarse en lo que dice el catecismo con el p.Astete, lo hiciera centrándose en las barbaridades que NO DICE este Cardenal, después de hacer determinadas declaraciones. Porque ya me estoy dando cuenta que muchos defienden a a estas personas alegando: "que si esto se ha malinterpretado, que si no es así como lo dijo, que si eso está fuera de contexto" "que si aquello no es del todo completo"....etc etc
Sede de Su Cuerpo Místico, la Iglesia; sede del Vicario de Cristo, el Papa; sede desde la cual crece el Reino hacia la humanidad y el universo todo; sede en la que hemos sido creados a fin de conducir los mundos al cántico de gratitud, honor y gloria debido a la Trina Majestad; sede desde la cual debemos ejecutar la “divina sinfonía” (Pío XII) de los mundos y conducir “la creación a participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Rom 8).
Es necesario acrecentar nuestra conciencia cristiana del Reino que integramos,al que debemos servir como responsables del Señorío de Cristo Rey del Universo.
Los Títulos excelsos de la Tierra derivan de los hechos de la Historia de la Salvación, revelados por el Espíritu Santo, desde el Génesis al Apocalipsis; la transfiguran, de mero objeto cósmico, en un SACRAMENTAL del Reino; Sede de todos los Templos y Tabernáculos; provee la materia para el Pan Eucarístico y el Vino; ha alimentado al Cuerpo Inmaculado de María, al de Cristo, al de los Santos y ha recibido sus despojos, y desde ella habremos de resucitar.
Que las ciencias se inclinen reverentes ante la Fe de la Iglesia, y busquen con diligencia confirmarla en sus investigaciones. Esto permitirá superar el caos que nos agobia.
Usted asume la responsabilidad que el ejercicio de la docencia ha consolidado en su natural condición de defensor de la Verdad.
El caos teológico desborda por toda la estructura del edificio de la Iglesia, al punto de resultar moderada la imagen del “humo de Satanás” empleada por S. Pablo VI. La lava incandescente y pastosa vomitada por el infierno cuela por puertas, ventanas. lumbreras y techos, y hasta arrasa muros y columnas.
Lo que vemos, oímos y palpamos excede las palabras; atónitos observamos cómo los secuaces de satanás esgrimen abiertamente sus herramientas de demolición, mientras los Pastores callan.
No puedo añadir nada a lo dicho por usted, sólo mi oración a Dios que sostenga y acreciente sus virtudes de Fortaleza y Caridad.
Porque Cristo, Su Madre, los bienaventurados y los coros angélicos pisan desde siempre los firmísimos ámbitos del Paraíso.
Y nosotros desde nuestro exilio pasajero debemos trabajar para granjearnos lugares en las cortes celestiales. Investidos de los cuales podamos llevar a cabo las ingentes tareas de sacerdotes, reyes y profetas del Reino.
Veteranos de Cristo, asumimos los trabajos y los consideramos a la luz serena de la Conducción de María. La dimensión de la Misión excede cuanto podamos decir y pensar. El estado de crisis de la Iglesia y la parálisis de la evangelización ante ocho mil millones de hermanos que la esperan, son demandas urgentes a resolver.
El plan a llevar a cabo no se despliega en mesas de campaña, no se expone ante un comando de jefes, ni se irradia a las unidades: se lo vive paso a paso conforme el cielo arbitra los medios, indica el camino, siendo nosotros remontados a los lugares de destino, de pronto ante un cañón, ante un clarín, ante una multitud, o ante un crucifijo orando.
Nada preguntamos, ni intentamos, ni inquieta nuestra curiosidad, estamos en campaña y las minucias no nos detienen. Sabemos que hay una tierra firme a la que llegaremos, eso nos basta.
"Y no se angustie: la salvación no es asunto de cronómetro, de apresurarse a bautizar."
Pero yo me atengo a lo que la Iglesia enseñaba y hacía, y con ella hacían las familias católicas, hasta la hecatombe posconciliar.
Catecismo de San Pío X
¿Cuándo hay que llevar los niños a la iglesia para que los bauticen?
Hay que llevar los niños a la iglesia para que los bauticen lo más pronto posible.
¿Por qué tanta prisa en bautizar a los niños?
Hay que darse prisa en bautizar a los niños, porque están expuestos por su tierna edad a muchos peligros de muerte, y no pueden salvarse sin el bautismo.
¿Pecarán, pues, los padres y madres que por negligencia dejan morir a sus hijos sin bautismo o lo dilatan?
Sí, señor; los padres y madres que por negligencia dejan morir a los hijos sin bautismo, pecan gravemente, porque privan a sus hijos de la vida eterna; y pecan también gravemente dilatando mucho el bautismo, porque los exponen al peligro de morir sin haberlo recibido.
Y se olvida que el humo de Satanás no se infiltró por una rendija, sino por las ventanas de la Iglesia abiertas de par en par a los vientos del mundo por Juan XXIII, el Vaticano II y el mismo Pablo VI.
Las palabras del hamletiano Pablo VI no fueron seguidas de actos ni hechos que, como Papa, estaban en sus manos. Las ventanas siguieron abiertas y los vientos del mundo siguieron haciendo estragos en la Iglesia. Hasta hoy.
Palabras sin efecto práctico que algo recuerdan a las lágrimas de cocodrilo de Ortega y Gasset: "No es esto, no es esto ...".
https://www.infocatolica.com/blog/reforma.php/1212271153-dios-lleve-al-cielo-a-los-nin
Me produce escalofríos lo que insinúa sobre Juan XXIII, el Vaticano II y Pablo VI... De verdad, aprenda a aceptar que el mundo cambia, la Iglesia (en sus formas y procedimientos) cambia, algunos aspectos de la doctrina y de la praxis evolucionan porque se van conociendo mejor y adecuando a la realidad presente... y no hay nada malo en ello.
Un saludo y buen domingo.
Pero, si no creemos o no queremos la ayuda de María, seguiremos vociferando.
El tiempo del"hombre viejo" se acabó. Reconozcamos nuestro fracaso e impotencia. Es condición sine qua no.
2. La Palabra de Dios, el Señor Jesús, enseña dos caminos en vida temporal tras la Caída (pecado del hombre en su origen): el de la Vida y el de la Muerte. Esta es la enseñanza de Sus Apóstoles y sucesores. El Camino de la Vida en tiempo de Iglesia comienza con el Bautismo como Sacramento de la Fe y si se camina en la Verdad, si la vida se corresponde con la Fe católica, vida cristiana, por medio de la Iglesia verdadera de Cristo se alcanza justa gracia en el Juicio de Dios.
3. Lo del cardenal Jean-Claude Hollerich es para que el Vicario de Cristo coja el látigo y lo eche del Templo de Dios, no merece otra cosa como mercenario que es. El "logos" del sepulcro blanqueado es de tal perversión que sólo un hijo de la oscuridad la posee (Jn 8,44): "¿Parejas gay? Dios no las maldice; ¿Cree que Dios pueda alguna vez ‘decir-mal’ sobre dos personas que se aman?”, ha afirmado en una entrevista con L'Osservatore Romano. “En el Reino de Dios —ha añadido— ninguno está excluido: ni siquiera los divorciados vueltos a casar, ni siquiera los homosexuales, todos; El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminaciones. Muchos de nuestros hermanos y hermanas nos dicen que, sea cual sea el origen y la causa de su orientación sexual, ciertamente no la han elegido. No son manzanas podridas”.
4. El Señor Jesús, en Lucas 16, nos habla de la realidad del Sheol (seno de Abraham), antes de Su Resurrección, y de la realidad del infierno mediante la parábola de Lázaro y el Rico. Un camino en vida temporal que lleva al infierno, a la Muerte eterna, es el de vivir en el lujo todos los días, "vestir de púrpura y lino finísimo y hacer banquetes todos los días", y no tener caridad con el prójimo-mendigo. El camino mendicante de Lázaro no es que fuese camino directo al Seno de Abraham o Limbo de los Justos, sino porque era bienaventurado en los Mandamientos, de pobreza espiritual en la carne, el espíritu del mundo y las tentaciones del demonio. Al contrario, el rico estaba arruinado espiritualmente, altivez espiritual en la carne, el espíritu del mundo y las tentaciones del demonio. Miseria que era incapaz de reconocer, negar la Caridad y Dios es Caridad, y que le condujo hacia el infierno de los condenados a estar eternamente atormentado por estar separado del Amor de Dios.
5. La Palabra de Dios es clara: el infierno no está "vacío", pues primero están Satánas, primer homicida, y sus ángeles caídos, y después todos los hombres que rechazan y niegan al Dios único y verdadero, Uno y Trino, Encarnado para redimirnos y salvarnos.
6. Ahora bien, hay que hacer una distinción entre Gloria e Infierno. En la Gloria, la Caridad, en el Infierno, el Odio. Diferenciar entre nomenclatura y representación de los "infiernos".
7. ¿Es el Sheol, el Seno de Abraham, el Limbo de los Justos un infierno centrado en el odio a Dios? No, pues forma parte de la Iglesia Triunfante y Purgante. ¿Es el Limbo de los niños un infierno centrado en el odio a Dios? No, pues forma parte de la Iglesia Triunfante y Purgante. Pensemos que es Fe y Bautismo, no al contrario. El pecado mortal es de los padres católicos que no piden bautizar a sus hijos. ¿Es el Purgataorio un infierno centrado en el odio a Dios? No, pues está presente en la Eucaristía. Por tanto, hablando con propiedad, Infierno es al que van los hombres tras la Segunda Muerte (odio a Dios). El Señor Jesús "descendió a los infiernos": baja al Seno de Abraham y Él es la Puerta de acceso a la Iglesia Triunfante y Purgante; baja al Limbo de los niños y los Bautiza; baja al Purgatorio en la Eucaristía para llevar a los perfectos a la Gloria; y baja al Infierno para mostrarse como Señor de la Vida y de la Muerte, ante el que toda rodilla se dobla.
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PD.1: No es incorrecto el Catecismo del P. Astete en cuanto a los infiernos que existen, sino nuestra percepción de la representación del infierno.
PD.2: El Bautismo a un catecúmeno, adulto, bien dispuesto en la intención de la Iglesia Católica, el Señor Le perdona el pecado original e imprime el carácter cristiano, como a los niños, del camino de Vida por la gracia santificante y las virtudes. Además, por esa buena disposición en la intención de la Iglesia el Señor Le perdona todos sus pecados personales o particulares que hubiese cometido antes y toda la pena que por ellos mereciese. De modo que, tanto el niño como el adulto bautizado así si no cometen pecado y mueren van derechos al Cielo. Por el contrario, si un adulto es bautizado sin tener siquiera atrición de los pecados mortales que haya cometido en la intención de la Iglesia Católica, el Bautismo es válido. Pero, recibe solamente el carácter de cristiano, no la gracia ni las virtudes, hasta que no haga verdadera penitencia. Si después del Sacramento de la Confesión y la Penitencia peca mortalmente, pierde la gracia, pero no el carácter; de modo que aunque se haga hereje y se condene, eternamente será cristiano para mayor confusión y tormento.
PD.3: 1 Pedro 5,8: "Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar."
PD.4: Bendecir el Pecado es pecado mortal. En el caso del "matrimonio homosexual" es pecado mortal la unión y la "bendición".
He citado el Catecismo de San Pío X y he hecho afirmaciones sobre la hecatombe que se produjo en la Iglesia tras el Vaticano II y llega hasta hoy.
Iraburu tiene ahora más trabajo digiriendo Amoris laetitia y los sínodos de los tiempos.
Feliz domingo de Cristo Rey.
Dios nos ha dado el don de la inteligencia y el de la voluntad para conocer la realidad creada por Él, que lógicamente no puede contradecir la Verdad que Él mismo nos revela.
Lo que sucede es que la ciencia moderna se ha apartado de la razón, ha sido víctima del prejuicio del i-racionalismo-nihilista-ateo, lo que le impide converger hacia la Verdad de la Fe.
A complicar sustancialmente la situación viene la ignorancia de teólogos y científicos católicos que carecen de una cosmovisión científica, esto es, racional y empírica, que se aparta de los errores trágicos de la ciencia moderna. Han quedado atrapados por ciertas verdades mal comprendidas, pero bien establecidas por los científicos, tales como la teoría heliocéntrica de Copérnico-Galileo, la ley de la gravitación universal de Newton, el principio de masa, la teoría de la relatividad de Einstein, el átomo de Bohr, los quanta de Max Planck o el principio de indeterminación de Heisenberg. Verdades que, sin embargo, resultan parciales e inadecuadas para expresar la unidad sustancial y trascendente de la creación o universo. Ninguna de ellas puede explicar porqué existe la Tierra, sede de la civilización humana, menos aún, porque Cristo fundó su Reino en la Tierra que estaba preparada para acogerlo.
Porque al limitar su cosmovisión al conocimiento empírico-matemático se les escapa la dimensión de un universo alentado y orientado hacia su término cósmico eminente: la Tierra, ámbito propicio para la vida vegetal, animal y humano-inteligente-moral creadora de la vida civilizada que conoce y gobierna al propio cosmos. Tal camino seguido por el cosmos desde su mismo inicio a través de complejos y gigantescos procesos durante miles de millones de años conforme a un principio geo-céntrico que lo alentó y orientó hasta su término, la Tierra, es desconocido por la ciencia moderna.
El i-racionalismo-nihilista-ateo que la domina, se aparta de algo que le resulta peligroso a su prejuicio: el hombre como ser central del universo, y la Tierra como astro que prevalece sobre el resto de los mundos espaciales por haber alcanzado la perfección requerida para la existencia de la vida, en particular de la vida humano-espiritual.
De aquí a la Encarnación del Verbo de Dios, Cristo, hay un corto paso. Y ese paso lo evita cuanto puede la ciencia tendenciosa moderna.
Lo grave es que lo evitan los intelectuales católicos adheridos al espíritu del mundo, o por lo menos a la autoridad intelectual que ostenta y a las condiciones que hacen posible este resto deforme de “civilización” en que vivimos.
¿Cómo atreverse a cuestionar el sistema científico-técnico-industrial-empresarial-financiero-político-cultural del que dependen nuestras naciones, que si se derrumbara volveríamos a las cavernas? ¿Qué alternativa cristiana ofrece la Iglesia a la humanidad para que prescinda de la estructura actual de la moderna Babilonia?
Gravísima cuestión, a la que es necesario responder; si no lo hacemos, nos limitamos a condenar el caos de la Iglesia y del mundo, mientras no ofrecemos alternativa.
Por eso, urge que volvamos a la verdad en toda su secuencia científico-racional-empírica, sin dobleces tendenciosas, malignas, de pérfida y descarada i-racionalidad.
Porque, esta es la verdad: el “sistema”, sea la masonería, el NOM, o como se llamen el demonio y sus secuaces, han entrado en tirabuzón, y afirman las contradicciones más evidentes como cosas aceptables; se baten visiblemente en retirada, intentan arrasar el terreno con sus perversiones descaradas, fotos incluidas, de rostros estrafalarios y siniestros, cínicos y psicópatas, que los venden como tales.
La Tierra es el Centro eminente de la Creación porque está destinada al hombre, el ser más perfecto entre los seres con cuerpo hecho de materia, a fin de que en el hombre se Encarnara Dios por Mediación de María y se constituyera Cristo Rey del Universo.
¡Que lo proclamen todos quienes quieran trabajar por el Reino de Cristo y de María, no por el reino del mundo y de su príncipe, el demonio!
Que la ciencia reconozca la Tierra como el centro que gravita hasta los confines del universo al irradiar las resonancias ontológicas del orden superior de la vida, más aún de la vida intelectual-moral del hombre. Ni qué hablar de la gravitación en el cosmos de la Tierra como feudo primero del Reino de Dios, desde el cual expulsa por medio de la Iglesia, de los santos y de los hombres de buena voluntad, a los espíritus infernales usurpadores de este mundo.
Que la Iglesia asuma el Señorío que Cristo le participa por Mediación de Su Madre, Madre y Reina de la Iglesia, de todos los hombres y de todo lo creado, ángeles incluidos.
Entonces, la Iglesia tendrá cómo valerse cuando sea derrumbada la Babilonia, y antes de que ocurra, intentar estar mejor preparada que ahora.
La grave situación internacional plantea interrogantes sobre la suerte próxima de las naciones todas, enfrentadas a conflictos bélicos que aumentan día a día.
La Iglesia debe intervenir como Madre y Maestra que lleva su voz a los ámbitos de decisiones, tales como el de la ciencia y técnica indicándoles la necesidad de reorientar los caminos seguidos hasta hoy, los que han arribado al borde del precipicio.
La colaboración de intelectuales y científicos debe poner de manifiesto ante la humanidad las verdaderas dimensiones de la realidad que nos rodea, integramos, nos pertenece y debemos gobernar.
Si la verdad científica del sistema helio-céntrico establecida por Copérnico y Galileo causó una indebida revolución en las inteligencias, hoy debe ser corregida mostrando cómo el sistema solar planetario está subordinado al sistema Tierra-Universo, en el que nuestro planeta gravita con mayores efectos cósmicos que la gravitación de las masas, por la radiación cósmico-humana de la inteligencia y la voluntad que penetran las profundidades sub-atómicas y los confines inconmensurables del cosmos.
La relación hombre-cosmos debe ser investigada, pues contiene un potencial de orden superior al de la energía total del universo. Baste observar la superioridad del hombre inteligente-moral sobra las cosas físicas.
No es posible exponer en un comentario los alcances de una concepción geo-céntrica avalada por los conocimientos actuales de la ciencia, los que aún en germen proyectan una luz que ha de transfigurar nuestra actual concepción científico-filosófico-teológica del universo.
Pío XII habló de que “se puede y se debe restablecer la armonía primitiva”, y San Pablo expuso la cuestión con amplitud en sus varias encíclicas.
La dificultad mayor reside en nuestros límites de “hombres viejos del pecado”; pero ahí está la Aurora que María nos ofrece, Luz de la Gloria de Cristo que ha de alumbrar a la Iglesia, a la humanidad y al cosmos.
“Ha venido el Día ¿Y no lo ven? Ha venido la Misericordia ¿Y no la aceptan?” (Mens. de Jesús en San Nicolás, Argentina).
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