San Bernardo y Abelardo
En una página web que trata sobre la vida de San Bernardo de Claraval, podemos leer estos párrafos que dejan bien a las claras la heterodoxia de quien redactó el texto. Trata sobre la controversia entre el santo cisterciense y un hereje de su tiempo: el filósofo Abelardo:
«La actitud de los dos adversarios tenía que ser muy diferente; el uno (el hereje) era un intelectual, seguro de sí mismo, de su pensamiento, de sus métodos dialécticos; aniquilaba de entrada al monje borgoñón. El otro (el santo) era un espiritual, un alma llena de Dios, que no buscaba en absoluto su gloria personal, que sólo quería dar testimonio de la Palabra. Abelardo veía en el concilio una especie de academia ante la cual podría librarse a la esgrima de unas ideas; Bernardo lo consideraba como un tribunal que tenía que juzgar a un sospechoso. Por esto mismo el cisterciense no permitió que su adversario se colocase en un terreno de su elección; arremetió desde buen principio. Afirmaba precisamente que los temas que Abelardo pretendía discutir no eran temas de discusión. La fe se acepta o se niega, pero el dogma es un bloque y no soporta verse desencajado a capricho de todos. Sorprendido por este ataque, desconcertado, abrumado desde la entrada en juego por una lluvia de citas sacadas de las Escrituras, comparado sucesivamente a Arrio, Nestorio y Pelagio, Abelardo sintió que el suelo le fallaba y vaciló.
En aquel duelo, incontestablemente, el hombre de su tiempo, el cristiano medieval típico, era san Bernardo. Representaba la tendencia, característica de la época, de considerar ejemplar el pasado y determinante en sí, la fe sola por el «alfa» y «omega»; mientras que su adversario encarnaba un movimiento atrevida o temerariamente progresivo. Es verdad que, en lo sucesivo, las ideas de Abelardo han podido actuar felizmente sobre la evolución del pensamiento cristiano; pero, «hic et nunc», constituían un peligro para una sociedad cuya fe más sólida era el parangón. Se puede ser simplemente culpable de estar demasiado adelantado a su tiempo.»
¡Qué poca vergüenza! ¡Qué cara más dura!
Resulta, según el autor de esta página, que el hereje era un adelantado a su tiempo y San Bernardo, doctor de la Iglesia, era un reaccionario medieval, dogmático y rígido. El santo consideraba “ejemplar el pasado y determinante en sí”; o sea, que San Bernardo defendía la santa doctrina, lo que la iglesia ha predicado siempre y en todas partes, la santa Tradición: el depósito de la fe. Y lo defendía de los embates de un hereje que pretendía cambiar la doctrina, pisotear la tradición, alterar la liturgia y cambiar la moral a su gusto. De hecho, es conocida la relación de Abelardo con una dama, Heloísa, a la que dejó embarazada, episodio del que salió muy mal parado. Abelardo era un hereje hasta que, según dicen, se arrepintió y se convirtió. Cuentan que San Bernardo lo perdonó. Y San Bernardo es santo y doctor de la Iglesia.
El mundo siempre aplaude al hereje, al heterodoxo, al progresista, al teólogo naturalista, al filósofo ateo. Porque el mundo es uno de los enemigos del alma y fomenta, aplaude y alienta todo lo que contribuya a la condenación de las almas y a la perdición de las naciones.
En cambio, los fieles a Cristo siempre hemos sido perseguidos, despreciados, calumniados e injuriados por el mundo. La persecución es una bendición para el creyente porque es la prueba inequívoca de que vamos por el buen camino, que es el camino de la Cruz. Ese es el único camino hacia el cielo.
La Iglesia, hoy en día, está plagada de abelardos, de herejes y cismáticos que no descansan en su labor de destruir la Iglesia. Estamos viendo los resultados de los sínodos sobre la sinodalidad en Alemania, en Valladolid, en Barcelona…
Gracias a Dios, cada día hay más obispos que alertan contra los obispos alemanes y contra los herejes que quieren cambiar la doctrina, la moral, la liturgia, los dogmas y el depósito de la fe. Pero cada día es más evidente que quienes tienen la responsabilidad de poner coto a los herejes y defender la fe, la tradición y la sana doctrina no lo están haciendo. En la mejor tradición liberal, «dejan hacer» (laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même). Cada día, una barbaridad, una herejía, una blasfemia… Y nunca pasa nada. No se interviene, no se castiga, no se excomulga, no se echa a latigazos a quien convierte la Casa de Dios en un patio de Monipodio: en el lugar de encuentro de arrianos, pelagianos, gnósticos, semipelagianos, liberales, masones y todo tipo de herejes que podemos englobar bajo el rótulo de modernistas. A quienes se persigue ahora es a los católicos que defienden la sana doctrina y la tradición.
Abusos litúrgicos sacrílegos y blasfemos, desprecio de los dogmas, evolucionismo doctrinal; naturalismo que niega lo sobrenatural… Y no pasa nada. Nadie llama al orden, nadie sanciona a nadie. Simplemente, dejan que las cosas sigan su curso. Pero, si quienes tienen la responsabilidad de cuidar a sus ovejas de los lobos no lo hacen, serán reos de muerte.
Os queda medio telediario para presentaros ante el juicio de Dios. ¿Y no tenéis temor de Dios? ¿Acaso no tenéis fe? ¿No creéis en la vida eterna ni en las penas del infierno? ¿No creéis en el Dios de Jesucristo? ¿En qué creéis?
No creen en nada. Son indiferentistas que creen que todas las religiones son igual de buenas; o sea, que ninguna vale para nada. Creen que son mitos, relatos; todos ellos, igual de válidos o igual de falsos.
Sois enemigos de Cristo disfrazados de pastores. Queréis llevar a todas las almas al infierno porque sois hijos de Satanás. Pero tendréis vuestro merecido. Cada día os queda menos tiempo. De Dios nadie se burla. ¡Ay de vosotros si no os arrepentís de vuestras iniquidades! ¡Conversión y penitencia!
Cristo vence. No tenéis nada que hacer. Los soldados de Cristo somos pocos, insignificantes, débiles. Pero militamos bajo la bandera de la Cruz. Y sabemos que la guerra está decidida y que Cristo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
¡Viva Cristo Rey!
10 comentarios
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Pedro L. Llera
«Abelardo era un hereje hasta que, según dicen, se arrepintió y se convirtió. Cuentan que San Bernardo lo perdonó. Y San Bernardo es santo y doctor de la Iglesia.»
Textualmente en el artículo.
"Hay espíritus [sc. en referencia a Abelardo] que sólo se encuentran a gusto bordeando el abismo. El fondo del problema se encontraba en su concepción de las relaciones entre la razón y la fe. «No se puede creer lo que no se entiende», decía; esto era lo contrario de las tesis de san Anselmo. La fórmula «fides quaerens intelllectum», la substituía por: «intellectus quaerens fidem». ¿Distinguía suficientemente las razones de creer y las verdades que hay que creer? ¿Se daba cuenta de que hay puntos donde el intelecto nunca podrá llegar? Llevada al extremo, su doctrina hubiera privado de su substancia al dogma y reducido a nada la fe. Su esfuerzo podía ser provechoso con la condición de que quedase dentro del marco de los dogmas y que reconociera los misterios; pero para realizar este equilibrio, hubiera sido necesario un hombre infinitamente menos orgulloso, infinitamente más lleno de Dios y sometido a la Gracia; este hombre será santo Tomás de Aquino."
Esto no me parece sospechoso de heterodoxia, precisamente. Entiendo que usted se mueve por una honrada intención de defender la fe, pero a veces hay que tener cuidado en no precipitarse.
Mas claro: agua.
Decir que lo que está pasando ahora, se ha hecho durante seis decadas, es una gran mentira, y una gran injusticia.
Porque con el "Sic et Non", Abelardo inició el método escolástico de poner argumentos a favor y en contra de una tesis para investigar más profundamente una verdad.
Es el método que usa Santo Tomás en la Suma Teológica y en las Cuestiones Disputadas: planteo del problema, argumentos en un sentido, argumentos en el sentido contrario, resolución del problema, respuesta a los argumentos contrarios a esa solución.
Con solo San Bernardo, que interceda por nosotros, no hubiésemos tenido eso. Pero sin duda, gracias a Dios que estuvo allí para impedir que Abelardo les enredase la cabeza a todos.
Lo que pasó es que un discípulo de Abelardo, que fue Pedro Lombardo, escribió el manual de Teología de la Edad Media, los libros de las Sentencias.
Lo que tenía que hacer un profesor de Teología en una Universidad medieval era comentar en clase los libros de las Sentencias de Pedro Lombardo.
Eso hicieron San Alberto, San Buenaventura, y por supuesto, Santo Tomás, que escribió un Comentario a las Sentencias, y cuando iba a escribir otro nuevo, se dio cuenta que era mejor hacer todo de nuevo desde la base, y le salió la Suma Teológica.
Por eso, lo de Abelardo "adelantado a su tiempo" no hay que entenderlo referido a los errores que enseñó, sino a esa forma objetiva, científica, de plantear los problemas filosóficos y teológicos de frente, buscando respuestas coherentes.
Obviamente, para manejar bien esa pistola láser hacía falta un Santo como el de Aquino, que además tenía la ventaja de contar con la traducción al latín de todas las obras de Aristóteles, y no solamente algunos libros de lógica, como era en la época de Abelardo.
Éste no era como los modernistas actuales que no tienen excusa alguna. Al contrario, recién se estaba descubriendo el poderoso instrumento del razonamiento lógico, y él tenía un temperamento más orgulloso y batallador que sensible al misterio de Dios. Pero era sincero en su adhesión a la fe católica y eso lo mostró bien, parece, al final de su vida.
Además, no tuvo que esperar al Purgatorio para ir pagando por sus errores, por algo su biografía se llama "Historia Calamitatum".
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
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