Clerigalla Luciferina
“La homofobia de mi Iglesia me enfada y me avergüenza", dice el cura alemán amigo de bendecir parejas homosexuales.
A mí me enfada y me avergüenza la clerigalla modernista, hereje y apóstata, que pretende bendecir el pecado, enmendándole la plana a las Sagradas Escrituras y a la Tradición de la Iglesia. Estos sinvergüenzas quieren simplemente cambiar la doctrina bimilenaria de los católicos, escribir un nuevo catecismo que esté bien empapado de ideología de género y de liberatad luciferina: hay que forzar a la Iglesia a adaptarse a los tiempos. Quieren crear una nueva iglesia pero no se conforman con irse. Quieren construir su nueva iglesia sobre los escombros de la verdadera Iglesia de Cristo, a la que pretenden derruir. Y no se lo vamos a consentir de ninguna manera.
Considerar a Dios homófobo resulta blasfemo. Avergonzarse de la Iglesia significa avergonzarse de Cristo y pretender enmendarle la plana: ¿se creen estos tipos más santos que el propio Cristo? ¿Más que los apóstoles?
El curilla ese subraya que la iglesia es suya. Pero no lo es. La Iglesia es de Cristo. Ni suya ni mía ni del Papa. La Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo. Y nosotros no somos dueños de la doctrina para cambiarla a nuestro gusto. La doctrina no debe adaptarse a los tiempos. Son los tiempos los que deben adaptarse a Cristo.
Hoy es la fiesta de la conversión de san Pablo. Pidamos a Dios que estos herejes se arrepientan de sus pecados, dejen de predicar y expandir sus errores y se conviertan.
Que el Señor se digne conservar en su santa religión al Sumo Pontífice y a todos los órdenes de la jerarquía eclesiástica y llame a conversión a todos los infieles y a cuantos viven en el error.
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
24 comentarios
Lo advirtió San Pío X en la encíclica Pascendi (1907): lo característico del modernismo, cloaca de todas las herejías, es que, a diferencia de los herejes de siglos pasados, los modernistas se han empeñado en permanecer en la Iglesia para transformarla progresivamente. En espiral, como dijo hace poco un obispo alemán, por etapas. Y con éxito, paso a paso, desde hace más de cincuenta años.
Una herejía de hierro, la suma de todas las herejías, en un cisma de terciopelo.
Como médico, ante un diagnóstico, claro y pre ciso, y en este caso no hay duda, sólo cabe un tratamiento eficaz. El nuestro es la oración, penitencia y esperar en Dios.
En el Apocalipsis, hay varias veces que ser repiten dos condiciones para aquellos que seguimos a Cristo, con nuestras limitaciones y pecados, no con la osadía y la rebeldia: la fe y la paciencia de la de los santos, ese es el acrisolado que Dios nos pide. Yo estoy convencida que estamos en los últimos tiempos, pero tb sino es así, estoy convencida que el Apocalipsis fue escrito no sólo para la generación que vivirá la Parusia de Nuestro Señor, sino tb para todas las generaciones de cristianos, que de una u otra manera han lidiado con anticristo, herejes, persecuciones...
Nada nuevo, donde está el Señor, está la Cruz.
Dios está purificando su Iglesia. Por tanto, aquí hay que tomar partido y sufrir, es lo que toca.
La "otra iglesia" esa que pretende emerger, porque está emergiendo, no es la de Cristo, y debemos de pedir a Dios discernimiento y valentía para saber cuál es una y cual la otra, dado que aquí hay "mutis por el forro", es decir, salir de escena, no implicarse, y esto tb tiene que ser objeto de discernimiento.
En Mt 11_12....el Reino de Dios lo arrebatan los valientes, se nos dice, (no recuerdo la cita) , y en estos tiempos es de ayuda meditarlo.
Sr Llera rezo por Vd, llevan muchos artículos batallando en cuestiones que otros escamotean,pero por rehuir las no van a desaparecer. Bendiciones en Cristo y Maria.
Se entiende así que la Pontificia Comisión Bíblica afirmara en su documento de 2019 sobre la antropología bíblica que el pecado de Sodoma no fue la homosexualidad sino la falta de hospitalidad con el extranjero:
"188. […] En conclusión, el relato de la ciudad de Sodoma (así como el de Guibeá) ilustra un pecado que consiste en la falta de hospitalidad, con hostilidad y violencia hacia el forastero, un comportamiento juzgado muy grave y que, por consiguiente, merece ser sancionado con la máxima severidad, porque el rechazo del que es diferente, del extranjero necesitado e indefenso es un principio de disgregación social, que encierra en sí mismo una violencia mortífera merecedora de un castigo adecuado.
No encontramos en las tradiciones narrativas de la Biblia indicaciones relativas a prácticas homosexuales, ni como comportamientos a condenar, ni como actitudes toleradas o acogidas favorablemente.”
Como afirma San Agustín:
“Así pues, todos los pecados contra naturaleza, como fueron los de los sodomitas, han de ser detestados y castigados siempre y en todo lugar, los cuales, aunque todo el mundo los cometiera, no serían menos reos de crimen ante la ley divina, que no ha hecho a los hombres para usar tan torpemente de sí, puesto que se viola la sociedad que debemos tener con Dios cuando dicha naturaleza, de la que él es autor, se mancha con la perversidad de la lascivia."
(Confesiones, libro III, capítulo 8).
En cuanto a los obispos y sacerdotes que los apoyan, son lobos con piel de cordero que quieren convertir la Iglesia de Jesucristo en un burdel, con la inestimable colaboración de muchos otros que dejan hacer guardando silencio, y hasta pidiendo perdón si alguna vez se les escapa la verdad, como ha ocurrido recientemente con el obispo de Tenerife.
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De paso, dejan de considerar a Dios Hijo como verdadero Dios y algunas veces, descienden hasta el mas absoluto ateísmo.
Sustituyen a Dios que se hizo hombre por el hombre que quiere ser Dios.
De los nuestro y se pervierten y quieren pervertir a todos.
quien hacer ver que la iglesia los maltrata pero en el fondo es que a ese pecado se le llame virtud, eso es todo.
Debemos escuchar la voz de Cristo y dejar de perseguirlo...
CIC 2357: La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf. Gn 19, 1-29; Rm 1,24-27; 1 Co 6,10; 1 Tm 1,10), la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados"(Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
CIC 2396: Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.
Desde luego esta clerigalla profesa otro catecismo de su invención.
Ése no es sacerdote de Cristo. Rezo por su conversión, como usted pide. Y por la de todos nosotros.
Es falso de toda falsedad que los pecados de la carne sean más irresistibles que otros porque para un avaro el dinero es una pulsión y para un prepotente el poder es una tentación continua. Es difícil de argumentar por qué se ha de mutilar la Ley de Dios en su favor y no en la de otros ya que las razones de "no lo puedo remediar" valdrían para cualquier tipo de pecado. Si ese sacerdote se avergüenza de su Iglesia porque no admite el matrimonio de los homosexuales podría avergonzarse también porque no admite el asesinato. Es muy frecuente en los asesinos que no son psicópatas el actuar sin premeditación o por impulso en cuyo caso el "no lo pude remediar" sería razón de peso para que no fuera pecado (la ira se presenta siempre como impulso incontrolable). De manera que aquel que tenga la Virtud de la Templanza porque sujeta sus impulsos no tiene ninguna virtud porque no son solo los pecados los que hay que abrogar, sino también las virtudes que son sus antónimas, de manera que una virgen consagrada y una persona promiscua no se diferencien, lo que elimina el pecado carnal y la virtud de la castidad.
Pero el problema con el Catecismo es que puede cambiarse, como ya se ha cambiado dos veces en relación con la pena de muerte, siempre en un sentido progresivamente abolicionista: primero por Juan Pablo II en 1997 (al corregir la versión original de 1992) y después por Francisco.
Y Francisco o sus sucesores podrían muy bien atreverse a cambiar también el Catecismo en relación con la homosexualidad, cediendo a la presión del mundo, igual que se ha hecho ya al abandonar la doctrina tradicional sobre la licitud moral de la pena de muerte.
En cambio lo que nunca podrá cambiarse es la condena de la homosexualidad que se encuentra en la Escritura y en la Tradición, por mucho que los papas modifiquen el Catecismo:
“No te ayuntarás con hombre como con mujer; es una abominación“ (Levítico 18, 22).
“Si uno se acuesta con otro como se hace con mujer, ambos hacen cosa abominable y serán castigados con la muerte; caiga sobre ellos su sangre “ (Levítico 20, 13).
"Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas, pues las mujeres mudaron el uso natural en uso contra naturaleza; e igualmente los varones, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en la concupiscencia de unos por otros, los varones de los varones, cometiendo torpezas y recibiendo en sí mismos el pago debido de su extravío [....] Los cuales, conociendo la sentencia de Dios, que quienes tales cosas hacen son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que aplauden a quienes las hacen" (Romanos 1, 26-32).
“Cómo Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que, de igual modo que ellas, habían fornicado yéndose tras carnes ajenas, fueron puestas para escarmiento, sufriendo la pena del fuego perdurable" (epístola de San Judas, 7).
“Así pues, todos los pecados contra naturaleza, como fueron los de los sodomitas, han de ser detestados y castigados siempre y en todo lugar, los cuales, aunque todo el mundo los cometiera, no serían menos reos de crimen ante la ley divina, que no ha hecho a los hombres para usar tan torpemente de sí, puesto que se viola la sociedad que debemos tener con Dios cuando dicha naturaleza, de la que él es autor, se mancha con la perversidad de la lascivia" (San Agustín, Confesiones, libro III, capítulo 8).
El falso Magisterio podría intentar devorar a la Escritura y la Tradición. Pero la Escritura y la Tradición seguirán siempre en pie, y a ellas debemos agarrarnos.
Sin embargo la Pontificia Comisión Bíblica afirma en su documento de 2019 sobre la antropología bíblica que el pecado de Sodoma no fue la homosexualidad sino la falta de hospitalidad con el extranjero:
"188. […] En conclusión, el relato de la ciudad de Sodoma (así como el de Guibeá) ilustra un pecado que consiste en la falta de hospitalidad, con hostilidad y violencia hacia el forastero, un comportamiento juzgado muy grave y que, por consiguiente, merece ser sancionado con la máxima severidad, porque el rechazo del que es diferente, del extranjero necesitado e indefenso es un principio de disgregación social, que encierra en sí mismo una violencia mortífera merecedora de un castigo adecuado.
No encontramos en las tradiciones narrativas de la Biblia indicaciones relativas a prácticas homosexuales, ni como comportamientos a condenar, ni como actitudes toleradas o acogidas favorablemente.”
Este movimiento favorable a la homosexualidad, ya incoado en Roma, podría muy bien desembocar en una modificación del Catecismo. Pero lo que nunca podrán cambiar es la Escritura y la Tradición.
El problema para la moral y para las almas es la homosexualidad pública y la propaganda homosexualista. Que se presente como algo aceptable o incluso positivo.
Al convertir la homosexualidad y otras perversiones aún peores en un movimiento ideológico y reivindicativo (los LGTBI+++ que ahora sale a defender una parte de la "I"glesia) , le están declarando descaradamente la guerra a Dios.
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