Sobre la Felicidad
En las fechas navideñas hay expresiones que se repiten hasta la saciedad: “felicidades”, “feliz navidad”, “feliz año”… La palabra “felicidad” es una de las más manoseadas todo el año pero especialmente “en estas fechas tan señaladas". Mucho se ha escrito a lo largo de la historia sobre qué es eso de la felicidad.
La felicidad de las piedras
Para algunos, la felicidad se identifica con la ausencia de dolor. Ya los budistas identificaban la felicidad con no sufrir. Para ser feliz habría que alcanzar un estado de imperturbabilidad absoluto, mediante un proceso ascético de eliminación de cualquier deseo. Porque serían los deseos de la voluntad los que producirían ese sufrimiento. Sufrimos porque no alcanzamos lo que queremos. Queremos ser ricos y no tenemos dinero. Queremos ser famosos y tener buena reputación y somos unos don nadies, insignificantes e irrelevantes para todo el mundo. Queremos vivir eternamente y la muerte nos amarga. Por eso, solo eliminando cualquier deseo podremos ser felices. Si no deseas nada, por nada has de sufrir. Si no deseas ni siquiera vivir, no sufrirás por la muerte. Si no deseas tener contigo para siempre a tus seres queridos, no sufrirás cuando los pierdas. Si no deseas la salud, no sufrirás por la enfermedad… Con las supresión de la voluntad, entendida como deseo, se alcanza el estado de perfección, el nirvana, la ataraxia de los estoicos. Es la felicidad entendida como ausencia de dolor. Si tú no quieres cambiar el mundo, no sufrirás porque no te guste. Si no pretendes cambiarte a ti mismo, si no quieres ser otro, no lo pasarás mal por la frustración que te producirá no llegar a cambiar el mundo o a cambiarte a ti mismo. Schopenhauer, inspirado por la filosofía orientalista, ya predicó esa felicidad que se conseguiría si suprimimos nuestra voluntad, que no para de generar deseos inalcanzables, que a su vez nos provocan una desazón permanente. Esta felicidad se parece mucho a la felicidad de una piedra que no siente nada o a la de un árbol que apenas siente. Así lo expresaba magistralmente Rubén Darío en Lo Fatal:
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Si aceptamos el mundo como es, si nos aceptamos a nosotros tal y como somos (y no como nos gustaría ser), si no nos perdemos en idealismos inalcanzables, en voluntarismo estériles que solo conducen a la frustración y al dolor, tal vez conseguiremos ser felices. Pero es verdad que el ser humano aspira a una perfección de sí mismo y del mundo que es difícil de alcanzar, por no decir imposible. Platón decía que nuestra alma aspira a la perfección porque viene del mundo de las ideas donde todo es perfecto. Pero mientras nuestra alma inmortal esté atada al cuerpo mortal, no podrá sentirse nunca satisfecha, porque nosotros aspiramos a una belleza, a un conocimiento de la verdad y a una bondad que en este mundo imperfecto son inalcanzables. Solo cuando el alma rompa sus cadenas con el cuerpo y vuelva al lugar al que pertenece podrá ser realmente feliz. Pero en este mundo imperfecto, la felicidad total sería inalcanzable.
La felicidad tal y como la entienden los budistas o Schopenhauer tiene vigencia hoy en día en la New Age, que no es otra cosa que un sincretismo de filosofías orientales que llegan a occidente a través de retiros budistas o pseudobudistas, del yoga, el mindfulness y de otras disciplinas que propugnan alcanzar la felicidad entendida como ese estado de paz interior que se alcanza cuando uno se siente en armonía con el cosmos y con uno mismo. Para el snob moderno, nada hay más cool que sentarse en la posición del loto y repetir mantras que son la nada. En cambio, arrodillarse ante el sagrario y rezar el rosario repitiendo avemarías… Eso, no: eso es muy aburrido y muy antiguo…
La felicidad del “Aurea Mediocritas“
Por otro lado está la concepción de felicidad de los epicúreos, que consiste en disfrutar de los placeres con moderación. Se trata de conformarse con lo que uno tiene, huyendo de las pasiones desbocadas. “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. Confórmate con lo que tienes y no sufras por no poder alcanzar lo que no tienes. Disfruta de una comida sencilla, de un paisaje, de un jarrón con flores, de un frutero que cualquiera puede tener en la cocina de su casa. Ahí está la felicidad: en disfrutar de los placeres sencillos de la vida y dejar de preocuparse y de luchar por alcanzar lo imposible. Esta felicidad, como se ve, es puro hedonismo. Sufren quienes se afanan por la riqueza, por la fama o por el poder. Renuncia a esos deseos y confórmate con lo que tienes a tu alcance. Es el “aurea mediocritas” de Horacio:
Auream quisquis mediocritatem / diligit, tutus caret obsoleti / sordibus tecti, caret invidenda / sobrius aula.
El que se contenta con su dorada medianía / no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona, / ni habita palacios fastuosos / que provoquen a la envidia.
La felicidad epicúrea se expresa maravillosamente en el tópico del “Beatus elle” de Horacio:
Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium,
paterna rura bubus exercet suis
solutus omni faenore
neque excitatur classico miles truci
neque horret iratum mare
forumque vitat et superba civium
potentiorum limina.
Dichoso aquel que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes,
libre de toda deuda,
y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,
ni tiene miedo a los ataques del mar,
que evita el foro y los soberbios palacios
de los ciudadanos poderosos.
Fray Luis de León recrea magistralmente este “Beatus Ille” en su Oda a la Vida Retirada:
¡Qué descansada vida
del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama
canta con voz, su nombre, pregonera
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
[…]
A mí, una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada,
me baste, y la bajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
en sed insaciable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.
Deja de preocuparte por el dinero, por el prestigio o por el poder y vive tranquilo, alejado de los problemas y las preocupaciones mundanas. Quienes ansían riquezas, fama o influencia sufren de una sed insaciable: nunca tienen bastante y siempre quieren más. Y además viven siempre preocupados por el miedo a perder lo que tienen acumulado. Conformémonos con “una pobrecilla mesa de paz bien abastada” y disfrutemos de la naturaleza. Tumbémonos a la sobra de un árbol y pongámonos los cascos para disfrutar de la música que más nos guste y de los olores y de la contemplación de la belleza de la naturaleza: “Tendido yo a la sombra esté cantando”.
No es difícil vincular este concepto de felicidad a otros tópicos literarios como el “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, el bucolismo y la nostalgia de la arcadia perdida. El hombre será feliz si vive en armonía con la naturaleza y lleva una vida sencilla, sin ansias de lujos ni pasiones desordenadas.
Hoy en día no resulta infrecuente leer noticias de ejecutivos urbanitas que deciden un buen día dejarlo todo – trabajo, casa, lujos y sueldos sustanciosos – y marcharse con su familia a una aldea perdida donde viven en contacto con la naturaleza, dedicados a la agricultura o a la ganadería. El ecologismo político o el indigenismo beben igualmente de este deseo de volver a un primitivismo que reniega del progreso y propugna una vuelta a una vida sencilla, primitiva, alejada del estrés del mundo moderno. Incluso el reciente éxito editorial de Natalia Sanmartín Fenollera, El Despertar de la Señorita Prim[1], no deja de rezumar esa nostalgia de la vida rural en su San Ireneo de Arnois, donde un grupo de exiliados de la modernidad buscan refugio para disfrutar de los placeres sencillos de una buena merienda en casa de buenos amigos. Aunque en esta novela sorprendente, no solo hay una nostalgia de la arcadia perdida: hay mucho más. Hay un deseo de recuperar la cultura, la tradición y la doctrina cristiana. Yo también añoro mi propio San Ireneo de Arnois, para qué nos vamos a engañar. Es, en cierto modo, lo mismo que propugnan la Opción Benedictina de Rod Dreher o la Restauración de la Cultura Cristiana de John Senior.
La felicidad del “vitalismo” nihilista
Sin embargo, no son el hedonismo epicúreo ni tampoco la búsqueda de la paz interior al estilo New Age las opciones que triunfan en el mundo de hoy. Hoy predomina el concepto nietzscheano de la felicidad. Dios ha muerto. El hombre está por encima del bien y del mal. No hay mandamientos: no hay leyes morales. Todo vale. La felicidad consiste en vivir experiencias. Ya hasta se venden en los grandes almacenes: cajitas de regalo para vivir experiencias: turismo rural, turismo de aventura, turismo de naturaleza… Conseguir descargas de adrenalina, descubrir nuevos lugares, visitar países exóticos, conocer distintas culturas. Como si viajando y conociendo mundo fuéramos a llenar el vacío de nuestra vida. Así lo expresa Benina, la protagonista de Misericordia de Benito Pérez Galdós:
Vámonos, Almudena, vámonos de aquí, y quiera Dios que te pongas bueno pronto para tomar el caminito a Jerusalén, que no me asusta ya por lejos. Andando, andando, hijo, se llega de una parte del mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver cosas nuevas, por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad. Por lo que debemos hacer lo que nos manda la conciencia, y dejar que se peleen aquellos por un hueso, como los perros; los otros por un juguete, como los niños, o estos por mangonear, como los mayores, y no reñir con nadie, y tomar lo que Dios nos ponga delante, como los pájaros…
Todo el mundo es igual. En todo el mundo hay pecado, egoísmo y corrupción. Vayas a donde vayas, la condicón humana es siempre la misma en todas partes. Por lo tanto, lo que debemos hacer es vivir como nos manda la conciencia y aceptar lo que Dios nos vaya poniendo por delante. El único viaje importante es el viaje interior hacia la Jerusalén del Cielo. Y para ese viaje no hace falta ni salir de casa: es el viaje hacia Dios, es el camino de la santidad. Pero de eso hablaremos más adelante.
Para el hombre moderno, la vida consiste en acumular experiencias, vivencias, sentimientos… La felicidad es eso: experiencias; y, sobre todo, orgasmos. El sexo sin compromisos, sin familia, sin hijos, sin ataduras que te impidan seguir viviendo experiencias excitantes, se ha convertido en sinónimo de felicidad. Hay que vivir intensamente (vitalismo) y disfrutar lo más intensamente posible de los placeres de este mundo (porque no hay otro): la buena comida, la buena bebida, los ambientes nocturnos, la fiesta (lo dionisíaco, la bacanal), las drogas y sobre todo, el sexo en todas sus múltiples variantes y posibilidades. Algunos buscan el origen de esta cultura en la revolución del 68. Pero sus orígenes son muy anteriores. Ya a principios del siglo XX, los bohemios decadentes pusieron las drogas y al sexo, en todas sus variadas perversiones, como temas protagonistas de su literatura. Y más tarde, en la generación de entreguerras, se puso de moda la novela pornográfica, con autores destacados como Apollinaire, que disfrutaba describiendo toda clase de relaciones sexuales degeneradas y pervertidas. Estos bohemios decadentes y sus continuadores pretendían escandalizar a la burguesía bien pensante de mentalidad puritana. En realidad son manifestaciones de la filosofía de Nietzsche. La vida no tiene sentido. No hay nada más allá: no hay transcendencia ni metafísica; ni alma ni Dios. Solo tenemos una vida y hay que disfrutarla intensamente, dando rienda suelta a nuestros deseos. Ya no había que eliminar la voluntad ni los deseos, sino que hay que darles rienda suelta. Todo vale. Puedes hacer lo que quieras siempre que no vulneres los derechos y la libertad del otro. Pero no debe haber ningún tipo de restricción moral que nos impida satisfacer nuestros deseos, nuestros instintos. No hay que reprimirse. Hay que liberarse de la moral cristiana y hacer lo que a cada uno le dé la gana. Se trata de una especie de anarco-puterío que tiene como único fin alcanzar el orgasmo - como ideal de felicidad al que puede aspirar el ser humano - de las formas más variadas (vale todo y de cualquier manera). Es el placer sexual lo que nos hace felices. Así que, ¡a follar! Los métodos anticonceptivos eliminaron problemas a este respecto. La influencia del Lobby Gay resulta más que significativa. El pensamiento único, lo políticamente correcto, está coartando la libertad de expresión hasta límites insoportables… Si alguien dijera, por ejemplo, que “hay desfiles del orgullo gay que se han convertido en procesiones de adefesios, irreverentes hasta la náusea, presumiendo de su depravación moral", podría ser linchado por homófobo; o tal vez alguien denunciara al que pudiera decir tal cosa por inicitación al odio…
No es de extrañar que en medio de este aquelarre, el aborto se haya convertido en un derecho de la mujer y en un método anticonceptivo más. Tampoco debe llamarnos la atención la cantidad de familias rotas y de fracasos matrimoniales que se producen cada año. “Ya no siento nada por ti, así que te dejo por otra o por otro que me hace sentir”. Las víctimas de este drama son los hijos. En los colegios lo sabemos muy bien. Detrás de la inmensa mayoría de los casos de fracaso escolar o de alumnos conflictivos, se esconde una familia rota. Hay quien pretende negar la evidencia para justificar las bondades de los divorcios, pero la realidad es la que es. Los malos tratos, la violencia doméstica, las depresiones, los trastornos de ansiedad son la consecuencia lógica de unas personas que no conocen a Dios ni saben lo que es el amor de verdad. Si viviéramos como Dios manda (literalmente), si supiéramos amar de verdad, si cumpliéramos los Mandamientos de la Ley de Dios, esas cosas no ocurrirían. Porque entonces construiríamos nuestras vidas y nuestras familias sobre roca (que es Cristo) y por muchas calamidades que nos ocurrieran, la gracia de Dios siempre nos sostendría (de hecho nos sostiene). Pero hoy en día, ¿cuántos viven en gracia de Dios? ¿Cuántos saben siquieramente lo que es la gracia? Pues por eso mismo, nuestro mundo es una desgracia y nosotros acabamos siendo unos desgraciados y muchas veces, también unos desalmados. Porque no vivir en gracia de Dios hace que nuestras vidas sean infelices, vacías, sin sentido; y perdemos lo más valioso: el alma. Y alguien que echa a perder su alma viviendo permanentemente en pecado mortal, se convierte en un ser des-almado capaz de cualquier barbaridad con tal de satisfaces sus deseos, sus instintos más elementales y sus pasiones desordenadas. Desalmado es quien es capaz de asesinar la vida de un niño inocente antes de darle la oportunidad de ver la luz; y lo hace sin pestañear, sin escrúpulos, sin remordimiento alguno. No hay peor forma de crueldad inhumana que asesinar y despedazar a un niño no nacido. Cuando hay madres y médicos y enfermeros dispuestos a realizar tales abominaciones, es que Satanás les ha robado el alma.
También es comprensible que, en este proceso paulatino de normalización de las depravación sexual, se quiera pervertir la inocencia de los niños pequeños desde las escuelas. Los programas que plantean que los niños deben practicar juegos eróticos y explorar su sexualidad desde la educación infantil están a la orden del día ante la pasividad de la mayoría de los padres que parecen aceptar con normalidad que se envilezca y se deprave a sus hijos desde pequeñitos. El envilecimiento y la depravación es lo normal. Allá vosotros. Si a todo ello le añadimos que tenemos a varias generaciones de niños y adolescentes educados sexualmente por la pornografía, a la que tienen acceso libre y gratuito en Internet a través de móviles, tabletas y ordenadores, ¿qué vamos a esperar? Una sociedad hipersexualizada y depravada que pervierte la inocencia de los más pequeños es normal que tenga el mayor consumo de prostitución de Europa y que proliferen las violaciones y las agresiones sexuales. Y luego nos echamos las manos a la cabeza y nos escandalizamos: fomentamos las causas y nos escandalizamos y nos asustamos de las consecuencias… Pero cuando uno vive sin Dios, su vida se convierte en un Infierno. Y cuando una nación renuncia a Dios, se convierte en una sociedad cruel e inhumana.
La felicidad del vitalismo nietzscheano es una huida hacia delante que conduce a un callejón sin salida. Porque la enfermedad, el sufrimiento y la muerte nos acaban alcanzando a todos. Y el hombre-de-las-experiencias-y-los-orgasmos, cuando ya no puede disfrutar de la vida, se desespera. La vejez, la enfermedad y la muerte son sus tabúes. El fracaso resulta insoportable. Tenemos que tener éxito, tenemos que triunfar a toda costa; necesitamos buena reputación. Queremos ser líderes. Y cuando no conseguimos nuestras metas y nuestra vida es puro vacío y hastío, acabamos gastando el dinero en terapias psicológicas, comprando el último libro de autoayuda o haciendo un master de coaching; o en el peor de los casos, acudiendo al psiquiatra a que nos recete antidepresivos. Hace años se publicó un libro que se titulaba Más Platón y menos Prozac[2]. Yo cambiaría el título por “Más Cristo y menos Prozac”: más vida sacramental y menos recetas baratas de charlatanes de feria; más oración y menos New Age; más confesión y dirección espiritual y menos gilipolleces de coaching o de recetarios del estilo de “cómo ser feliz en diez fáciles pasos".
Pero cuando ya no quedan experiencias excitantes que vivir ni orgasmos que alcanzar, la vida deja de tener sentido y no hay más salida que el suicidio o la eutanasia: la “muerte digna” que es la más indigna de las muertes. Morir para no sufrir: no queda otra. Porque el hombre moderno no soporta el sufrimiento. Por eso el Transhumanismo propugna dar un paso más en la evolución, incorporando los avances de la genética y de la tecnología para alargar indefinidamente la vida: “no moriréis. seréis como dioses”. ¿Les suena?
Conmigo no contéis. Parad el mundo que yo me bajo. Y si no puedo bajarme, acabaré yéndome a un pueblo perdido y deshabitado donde pueda vivir en paz conforme a mi fe y mis principios morales y empezar de cero. Me exiliaré a mi San Ireneo de Artois particular y os dejo con vuestra Sodoma y Gomorra, hasta que el Señor os destruya a causa de vuestras iniquidades. Me iré y no miraré para atrás.
Ser feliz es ser santo
La felicidad para los creyentes es la santidad. Pero ¿en qué consiste propiamente la santidad? ¿Qué significa ser santo?
Dice el P. Royo Marín:
Son varias las fórmulas en uso para contestar a estas preguntas pero todas coinciden en lo substancial. Las principales son tres: la santidad consiste en nuestra plena configuración con Cristo, en la unión con Dios por el amor y en la perfecta conformidad con la voluntad divina.
No seremos santos sino en la medida en que vivamos la vida de Cristo o, quizá mejor, en la medida en que Cristo viva su vida en nosotros. El proceso de la santificación es un proceso de cristificación. El cristiano tiene que convertirse en otro Cristo: christianus, alter Christus. Solamente cuando podamos repetir el “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” podremos estar seguros de haber alcanzado la cumbre de la perfección cristiana.
Ser feliz, ser dichoso, pasa por la cruz, por el sufrimiento. No hay salvación sin cruz. Dichosos son los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los que trabajan por la paz y los que sufren persecución por causa de la justicia. Es feliz quien acepta, como María, cumplir la voluntad de Dios, quien vive amando a todos siempre (incluso a quienes lo desprecian). Quien vive lleno de Dios vive lleno de Amor. Y quien mucho ama, mucho sufre. Sufre por quienes sufren porque los ama. Cuanto más lleno estés de la gracia de Dios, más amarás y más feliz serás. Pero paradójicamente, también más vas a sufrir. La vida del cristiano es una peregrinación hacia la Jerusalén del Cielo, hacia Dios mismo. Y ese camino hacia Dios es el camino de la Cruz: el camino del Calvario. Pero nosotros vivimos con los ojos puestos en la vida eterna. La vida no se acaba en este mundo. Más bien empieza después de la muerte, donde ya no habrá dolor ni sufrimiento y podremos gozar del amor de Dios por toda la eternidad. “Este mundo es el camino/ para el otro, que es morada/ sin pesar”, decía el maestro Jorge Manrique.
El cristiano es feliz desgastando su vida amando a Dios y al prójimo, aunque sufra. Se puede padecer y ser feliz. Se puede estar enfermo, sentir dolor y ser feliz. Porque Dios te llena el corazón de un amor que te desborda, te llena, te inunda, te arrebata del suelo y te asciende al cielo. Cuando Dios te cambia el corazón y lo llena de su gracia, puedes ver el mundo con su ojos y puedes amar a quienes viven a tu lado cada día como los ve Él: con su compasión, con su misericordia, con su ternura, con su amor infinito. Y entonces te cambia la vida y ya no quieres otra cosa sino a Cristo: el tesoro escondido por el que merece la pena venderlo todo, abandonarlo todo, para seguir al Maestro, al Señor.
Así lo expresa San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.”
No quiero más salud que enfermedad, vida larga que corta, riqueza que pobreza; no quiero más la reputación que sufrir injurias y menosprecios. Solo quiero amar a Dios y amar a mis hermanos; y todo lo demás, solo en tanto en cuanto sirva para alabar y servir a Dios. Haz de mi vida lo que quieras, Señor. Soy tuyo. Tú me diste la vida, Tú me llamaste, Tú me traes y me llevas. Yo solo quiero dejar mi vida en tus manos, Señor. Sea lo que sea lo que quieras, yo te digo que sí. Dame, Señor, tu amor y tu gracia, que esta me basta. Con tu gracia, Señor, lo puedo todo. Sin tu gracia, no valgo nada, no puedo nada; nada soy.
Encomendemos nuestra salvación a las manos del Padre. Confiemos en Él. Muchas veces nos pasan calamidades que van contra nuestra voluntad. Pero si es Su Voluntad, Él sabrá sacar bien de todo lo que nos pueda pasar. Él puede sacar salud de la enfermedad, bien del mal, vida eterna de la muerte. Dice San Agustín: “Dios cumple sus voluntades tan benéficas a través de las voluntades malas de los hombres malos (…) En nuestra vida nada procede del azar (…) Todo lo que llega contra nuestra voluntad no puede venir más que de la voluntad de Dios, de su Providencia, del orden que ha establecido, del consentimiento que da y de las leyes que ha fijado.” Si Dios quiere que me desprecien, bendito sea Dios. Si Dios quiere que sufra, bendito sea Dios. Si Dios me quiere enfermo, bendito sea Dios. Si Dios quiere que me insulten o que me persigan, bendito sea Dios. La felicidad consiste en aceptar siempre la voluntad de Dios: sea la que sea; aunque esa Voluntad no me guste. También Cristo pidió que si pudiera ser, pasara de él el cáliz del sufrimiento y de la cruz. Pero dijo: no se haga mi voluntad, sino la Tuya. El Corazón de Jesús es un Corazón rodeado de espinas; un Corazón roto por el dolor y por la ingratitud; pero es el Corazón de donde brota el Amor que nos salva. ¿Y no vamos a querer sufrir nosotros? A nosotros nos gustan los aplausos, los halagos; y no nos gusta la cruz. No nos gusta el sufrimiento, no nos gusta el dolor, no nos gusta la muerte. Pero sin sufrimiento no hay salvación. Nosotros gemimos y lloramos en este valle de lágrimas. Pero nuestra patria verdadera es el Cielo y la puerta del Cielo es la puerta estrecha. Por la puerta ancha se llega al Infierno. El camino de la perdición es un camino fácil. El de la salvación es una cuesta empinada y penosa. Pero si Cristo está con nosotros, ¿qué importa todo lo demás? Todo lo estimo en nada al lado de Cristo. Sólo Dios basta. ¡Qué gran santa es Santa Teresa de Jesús!
Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mi?
Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?
La felicidad es Cristo. Quien tiene a Cristo lo tiene todo, aunque todo le falte. Si queréis ser felices, convertíos a Cristo. Creed en Él, confiad en Él. Dejad vuestra vida en sus manos. Y dejad que su Corazón sea vuestro corazón para que podáis amar como solo Él sabe y puede amar. Solo el Amor de Dios puede llenar vuestra vida de felicidad. Así que os deseo que tengáis un año lleno de felicidad, lleno de Cristo. ¿Queréis ser felices? Vivid en gracia de Dios y sed santos. No cuesta nada: todo lo hace Él, todo depende de Él. Preguntadle: ¿Qué mandáis hacer de mí, Señor? Y hágase su Voluntad.
Nada sin Dios.
20 comentarios
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Pedro L. Llera
Supongo que se refiere a su extensión... jejejeje... Tranquilo: no es lectura obligatoria en bachillerato.
Yo me crié en un ambiente de intolerancia al pecado y de tolerancia a los defectos de las personas y por eso detecto que ahora pasa justamente lo contrario. La gente de ahora parece ser por eso bastante más vulnerable, lo que explica el trabajo que tienen los psicólogos: ¡Ay, que tengo la moral por el suelo porque me han llamado gordo!, ¡Ay, que me falta autoestima porque no era popular en el colegio!...
Mi abuelo, hombre de gran bondad, tenía una apariencia intransigente por ser esclavo de los horarios-si no llegabas a casa a las 12 del mediodía ya no comías-porque era puntilloso y "rigorista", pero yo siempre supe ver lo sustancial y lo sustancial era que nunca abandonaba a nadie en una necesidad, que jamás conocías el bien que hacía porque lo ocultaba, que no interfería en la vida de los demás, que no utilizaba malas palabras ni ofendía a nadie, etc...Para muchos vivir con él podía parecer insoportable, para mi no lo fue y su recuerdo se va haciendo cada más importante en mi vida por ser, precisamente, la antítesis de lo que veo a diario. Supongo que el ser tan estricto podía haberle costado un divorcio en los tiempos que corren, pero mi abuela, que era totalmente diferente a él, le tomó las vueltas y no tuvo problemas. El realismo cristiano ya tiene en cuenta las imperfecciones sin que eso resulte intolerable y aleja de los psicólogos porque hay una virtud, llamada Fortaleza, que guiada por la Prudencia, suele hacer ese trabajo.
No tiene usted perdón de Dios, je je je.
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Pedro L. Llera
Mi escasa cultura no da para más.
"Nada sin Dios".
Y muchas gracias también a usted, sra. Palas Atenea, por su esclarecedor comentario. Que Dios le siga iluminando y bendiciendo.
Y a usted también, d. Luis Fernando. Leer Infocatólica es alimento espiritual cotidiano para mi. Gracias, siempre.
Lo que hacemos actualmente es contrario al Evangelio: la esposa de un político corrupto no se va a divorciar por el pecado de su marido, pero podría hacerlo por conducirse lo mismo que los apóstoles: ¡guarro, que eres un guarro!, pero la guarrez no es pecado, que yo sepa, y el robo, en cualquiera de sus formas, sí.
Palas, por cierto lo que dices:
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"Yo me crié en un ambiente de intolerancia al pecado y de tolerancia a los defectos de las personas y por eso detecto que ahora pasa justamente lo contrario.",
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...suena muy mucho a lo de la pajita en el ojo ajeno y a la viga en el propio que nos recuerda el Evangelio.
Ya C.S.Lewis advirtió la desigualdad de los santos y esto tiene que ver con la diversidad de su misión y el uso de sus "talentos" (temperamento). San Juan Bautista es un santo ígneo (colérico diría Galeno) y San Francisco de Asís es manso (flemático). Tanto el uno como el otro cumplen la misión que Jesús les dio según sus capacidades porque en el Evangelio aparecen actitudes de Jesús tanto de un carácter como el del otro. El que ahora quieran hacernos creer a los cristianos que no es así es provocar la división entre nosotros: existe una bienaventuranza para los mansos y otra para los que sufren persecución, como le ocurrió al Bautista. Los cristianos estamos llamados a la reflexión, no a que nos cuelen mosquitos o animales de mayor tamaño, y contar con la diversidad de caracteres es esencial porque hay una persecución a los mansos-como Asia Bibi, por ejemplo-pero también hay una persecución a los ígneos dentro de Occidente, como ocurre con ciertos obispos, sacerdotes o laicos más combativos con el pensamiento único a los que se intenta hacer callar.
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"Marcos Perdon que me salga del tema, y no sé si ha llegado a oidos a nivel nacional, pero en Mendoza, el obispo Colombo ha decidido cerrar el Monasterio del Cristo Orante (un pulmon espiritual unico en el pais), a raiz de una tipica (y falsa) denuncia de abuso sexual que supuestamente cometieron los dos monjes "mayores" contra un seminarista menor de edad (en su momento alla por el 2009). Ambos monjes permanecen detenidos en una celda junto con otros delincuentes comunes, a la espera de que actue la justicia. Mientras tanto, el obispo, quien se rasgara las vestiduras publicamente cuando algunos medios osaron cuestionar la "santidad" de Angelelli, luego de hacer un llamamiento a la "prudencia" y a "confiar en la justicia", no solo no ha movido un dedo en defensa de los monjes y del patrimonio fisico y espiritual que representa el monasterio para los laicos, sino que no tuvo mejor idea que cerrar el monasterio por tiempo "indeterminado", y enviar a los monjes restantes a su casa o a otras diocesis donde puedan estar bien vigilados. El monasterio (que consta de un amplio terreno con templo, celdas, viña, bodega, talleres y un paradisiaco jardin) pasa a ser "administrado" por el arzobispado. El denunciante "se acordó" de que habia sido abusado luego de casi 10 años de silencio, casualmente ahora que está de moda el #MeToo. Se rumorea ademas, que hubieron amenazas previas a los monjes de parte del grupo Vila-Manzano para que vendieran sus propiedades (Vila- Manzano posee tierras rodeando al monasterio). Los mismos aprietes han sufrido otros propietarios vecinos al monasterio. Solo queria compartir esta triste info para que se propague
03/01/19 6:59 AM"
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¿Y sorlucia? ¿Llegaste al orgasmo?
De nada.
Sólo ten en cuenta que España no es Argentina, ni Cádiz sea Mendoza.
Es que en algunas cosas, los argentinos nos destacamos.
Lamentablemente.
¡Feliz Año del Señor de 2019!
¿Por qué contestas a un perturbado? Escribe destilando baba, ya tiene bastante con arrastrar su infeliz vida.
Espero que sí.
Que sepas que antes sales tú de allí que Llera de donde quieres que salga.
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Pedro L. Llera
Mi vida está en manos de Dios. Nada me preocupa .
En cuanto a lo que dices sobre los temperamentos, te diré que yo soy hiper colérico, mientras que mi mujer es flemática, y ya llevamos más de 40 años de matrimonio, así que conozco de lo que hablas.
En el caso de este troll, tras escribir esto haré click en "Eliminar los siguientes 108 comentarios". Desde uno con fecha 08.06.18 escrito a las 08:48:05 hasta el último, con fecha 04.01.19, escrito a las 09:27:43
Damos por hecho que volverá a escribir con distintos nicks, distintos emails, etc. Da igual. Ya sabemos cómo localizar sus entradas y una vez localizadas, serán borradas de la misma manera.
El paso siguiente, si todo sale como esperamos, será impedir que los trolls tengan acceso a InfoCatólica desde sus ordenadores habituales, tanto si cambian de IP o proveedor de internet como si no.
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