"Solo cambiando la educación, se puede cambiar el mundo"
“Sólo cambando la educación, se puede cambiar el mundo". Lo ha dicho el Papa durante una audiencia a los miembros de la Fundación Gravissimun Educationis, según recoge Religión Digital.
Una anécdota y un poco de Doctrina
En este final de curso, les ponía la película de Las Crónicas de Narnia, el León, la Bruja y el Armario a mis alumnos de 3º de Secundaria. Hay una escena en la que la Bruja va al campamento de Aslan para reclamar la sangre de Edmund.
Edmund es un niño bastante repelente. Ha traicionado a sus hermanos, se ha dejado engañar por la Bruja que le ha prometido que podrá cumplir todos sus caprichos, que podrá hacer siempre lo que le apetezca, que será como Dios y podrá convertir a sus hermanos en siervos. Es un niño envidioso, mentiroso… Y además ha traicionado a Aslan… Una joya. El problema es que en la alegoría de C. S. Lewis, Edmund somos todos y cada uno de nosotros. Edmund es el pecador, que traiciona a Dios y a sus hermanos. Se deja engañar y cae en las tentaciones del Demonio pensando que Satanás le va a hacer feliz. Peca. Y cuando peca, el tentador se convierte en acusador y reclama tu sangre a Dios. “Ha pecado y su sangre me pertenece”. Ha incumplido los Mandamientos (la magia insondable) y quien peca es reo de muerte y su sangre le pertenece al Demonio. Pensamos que la Serpiente nos va a hacer como dioses y nos va a hacer felices, si le hacemos caso e incumplimos los mandamientos. Y lo que conseguimos es convertirnos en esclavos del pecado y reos de muerte.
Aslan y la Bruja se entrevistan en secreto y cuando termina su misterioso diálogo, la Bruja renuncia a la sangre de Edmund. Han alcanzado un pacto que libera a Edmund de la condena a muerte. Esa noche, Aslan va solo a la “mesa de piedra” y se deja humillar y sacrificar por la Bruja. El pacto está claro: Aslan se deja sacrificar, entrega su vida libremente, para salvar a Edmund. Aslan ofrece su propia vida, su cuerpo y su sangre, para salvar al pecador: “y todo por amor”. Sobre el altar, Cristo sigue sacrificándose y ofreciendo su cuerpo y su sangre para salvarnos del pecado y ofrecernos la vida eterna. Y todo por amor. Ese es el secreto de la Santa Misa que solo los “narnianos” podemos ver con los ojos de la fe.
Sólo les diré que ese día, a la hora del recreo, muchos de esos alumnos de 3º de Secundaria estaban rezando en la capilla del Colegio delante del Sagrario. ¿Para eso está una escuela católica, no? Para transmitir la fe de la Iglesia y que llevar a los niños a Cristo para que se dejen mirar y amar por Él.
Cristo muere para redimirnos de nuestros pecados y abrirnos las puertas del Cielo. Él murió por todos y cada uno de nosotros. Nos conoce por nuestro nombre y nos ama. Somos reyes. Pero solo somos verdaderamente libres cuando renunciamos a Satanás y aceptamos a Cristo como único y verdadero Rey y Señor.
El final de la película resulta también revelador: en nuestra lucha contra Satanás, la Iglesia siempre parece que está a punto de perecer. El mal siempre parece que va a ganar. Parece que los malos ganan la batalla. Pero cuando Pedro está a punto de morir a manos de la Bruja y todo parece perdido, Cristo Resucitado aparece como un León rugiente y con su aliento destruye a todos los demonios y vence en la batalla.
¡Cristo vence! ¡Cristo reina! ¡Es Cristo quien quita el pecado del mundo!
Esa es nuestra esperanza. Tenemos las de ganar porque, si vivimos en gracia de Dios, es Cristo quien gana nuestras batallas: ¡No nosotros! ¡Cristo! Nosotros debemos combatir a su lado, pero es el Señor quien vence. Esta es nuestra fe. Por eso es tan importante la confesión sacramental y la participación en la Eucaristía: comulgando, Cristo nos cambia el corazón y nos da un corazón de León que espanta al Maligno y nos da la libertad de ser hijos de Dios. ¡Es más importante vivir en gracia que la propia vida! Vivir en gracia es ser feliz y libre. Vivir en gracia, unidos a Cristo, nos permite ver el mundo con los ojos de Dios, amar a nuestros hermanos como Dios los ama; tener un corazón que, poco a poco, se irá conformando con el Corazón de Cristo. Porque es Él quien cura nuestras heridas, quien quita el pecado de nuestro corazón. Cristo lo puede todo: incluso convertir nuestra podredumbre en santidad. ¡Y todo es mérito suyo!
El Señor no nos libra de las humillaciones, de los insultos, de la ingratitud, de las enfermedades, del sufrimiento o de la muerte. Cristo nos invita a cargar con nuestra cruz. No nos ahorra el dolor ni la tumba. También Él, siendo Dios, sufrió y fue sepultado. Pero Cristo nos da la esperanza de la vida eterna. Esa es nuestra esperanza. El dolor, la muerte, el sufrimiento, el pecado… ¡No tienen las de ganar! ¡Vence el Amor, vence la Vida, vence la Verdad, vence la Belleza! Si morimos con Cristo, viviremos con Él. Esa es la lección de los mártires: que merece la pena sufrir y morir por Cristo; que morir por Cristo no es una “desgracia”, sino una gracia de Dios. Por eso los mártires mueren perdonando a sus asesinos y van alegres a la cruz, porque la cruz nos abre las puertas del Cielo. No hay mayor felicidad que entregar la vida por amor a Dios.
La Escuela Católica: Escuela Eucarística
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu entendimiento, con todas tus fuerzas”. La escuela católica debe formar guerreros narnianos. Tenemos que procurar que los ciegos vean, que los sordos oigan, que los paralíticos que se pongan en pie, que el veneno de la Serpiente no nos mate. Y para eso hay que transmitir la fe. Tenemos que bautizar a todos para que todos sean hijos de Dios. Tenemos que poner a los niños ante el Señor en el Sagrario. Tenemos que enseñar a nuestros niños que hay una realidad que no se ve que está más allá; que hay una realidad transcendente, metafísica, espiritual… Que hay un armario, con una farola que indica la entrada a Narnia, que nos abre las puertas a un mundo maravilloso donde se libra la batalla entre el Maligno y Cristo: una batalla que se da dentro de cada uno de nosotros y que tiene su reflejo en el mundo. Y en esa batalla tenemos que tomar partido. No podemos permanecer neutrales: o estamos con Cristo o estamos con la Serpiente Mentirosa. Y en esa batalla, es Cristo quien nos salva por amor.
En la Escuela Católica tenemos que anunciar a Cristo para formar verdaderos soldados dispuestos a combatir junto al Señor, junto al verdadero Rey de Narnia, contra un mundo nihilista, que no cree en nada.
El mundo, dominado por la Bruja Blanca, ofrece una felicidad engañosa que termina siempre con la muerte del hombre. Ofrece bienestar, derechos, libertades para pecar… Y siempre acaba pagando derramando la sangre de los inocentes. Satanás ofrece derechos reproductivos y libertad sexual y acaba asesinado a niños inocentes en el seno de sus propias madres. Satanás ofrece una “muerte digna” y acaba asesinando a enfermos y ancianos. Satanás ofrece el derecho a ser madre y acaba esclavizando a mujeres y alquilando sus vientres para gestar niños que se ponen a la venta, para satisfacer el capricho de hombres y mujeres que quieren tener hijos a la carta.
Es la “cultura de la muerte”: el reino de Satanás. El que se alegra y vitorea por la aprobación de leyes que legalizan el asesinato de niños: ¿de qué se alegran? Es el reino de quienes profanan templos católicos, de quienes quieren quemar iglesias o las asaltan. Es el reino de quienes cometen actos sacrílegos y roban Hostias Consagradas, profanándolas con saña demoníaca. Es el reino del Maligno que pretende decidir quién tiene derecho a vivir y quién no; quién tiene una vida digna y quien no. Es el reino de la falsa misericordia que apela a los sentimientos para justificar el asesinato, la impiedad y la crueldad inhumana, paradójicamente en nombre de la compasión humanitaria. Para ellos, la mejor manera de luchar contra la pobreza y la enfermedad es matar a los hijos de los pobre y a los enfermos: para que no lleven una vida desgraciada y no sufran.
¡Hipócritas malvados!
La escuela católica debe enseñar el valor divino de la vida, de cada vida concreta. Debemos transmitir nuestra visión del mundo y del hombre. Debemos enseñar a los niños que somos hijos de Dios con una dignidad inalienable: que somos fruto del amor de Dios y que estamos llamados a cumplir su Voluntad, a cumplir sus mandamientos, a vivir en gracia llevando una vida sacramental intensa, a rezar y a confiar en Dios. Tenemos que enseñar a los niños a amar a Dios sobre todas las cosas y a dejarnos amar por Él para que el Señor cure nuestras heridas con su Sangre Preciosísima y nos dé las fuerzas que necesitamos para recorrer el camino de la santidad.
Del amor a Dios y del amor de Dios, nace el amor al prójimo. Por amor a Él, nos consagramos al servicio a nuestros niños y a sus familias, especialmente a los más pobres, a los más necesitados, a los más abandonados, a los más despreciados…. Sólo desde el Amor a Dios, podemos amar a los niños y a sus familias como Cristo quiere que los amemos: incondicionalmente, con paciencia, perdonando siempre; mirándolos con los ojos con que Dios los mira: comprendiendo y acompañando sus sufrimientos y sus alegrías; consolando, acogiendo, abrazando, corrigiendo, enseñando… La escuela católica debe ser, como gusta decir al Papa, un verdadero hospital de campaña, que cure las heridas de tantos niños y de tantas familias que sufren.
La Escuela Católica – como toda la vida cristiana – vive de la Eucaristía. Y servirá a su misión en la medida en que sea coherente. Amamos a Dios, nos alimentamos de la misma Carne de Cristo y debemos vivir entregando nuestro propio cuerpo y nuestra propia sangre por amor a los demás: en nuestro caso, por amor a los niños y a sus familias. Y sin esperar agradecimientos, reconocimientos ni recompensas. Tenemos que dejarnos la vida por amor a nuestros niños. Y ya está. Nuestra recompensa, si llega, será el Cielo. Nuestra recompensa aquí consiste en arrodillarnos delante del Santísimo, delante del Sagrario, y rezar por todos, implorar por todos, interceder por todos, porque donde está Cristo, está el Cielo.
La escuela católica debe ser una escuela de santidad. Nuestros niños se merecen lo mejor: que nosotros – sus maestros – seamos santos y les enseñemos a ellos el camino de la santidad. No se merecen menos: sólo así serán verdaderamente felices. Eso es lo mejor que les podemos ofrecer. Y para ellos debemos seguir el ejemplo de María: decir sí al Señor, dejarnos preñar por su Gracia y dejar que Él actúe en nosotros para que podamos decir con San Pablo: “No soy yo, sino Cristo que vive en mí”.
¿Qué debe propiciar la Escuela Católica?
La Escuela Católica tiene que propiciar que los alumnos adquieran:
1.- Sabiduría: debemos transmitir conocimiento impregnado de caridad. El alumno aprende cuando se siente amado. Nuestros alumnos deben crecer en sabiduría y para eso tiene que conocer las ciencias, las artes, las humanidades, la gramática, la filosofía, la teología, la literatura… Debemos combatir la ignorancia y promover la excelencia. Pero siempre debemos enseñar desde el amor, desde el cariño, desde la ternura. Y también desde el castigo siempre que sea necesario. Porque amar también es corregir. Y amar también es rezar por nuestros niños y por sus familias.
2.- Entendimiento: debemos desarrollar la inteligencia del alumno para que sea capaz de comprender la realidad que le rodea para que sea capaz de descubrir los signos de Dios inscritos en la Creación. El niño debe desarrollar la razón y la lógica para buscar siempre la verdad y no ser engañado por la propaganda ni ser manipulado por las ideologías y los intereses de los poderosos. Dios es el Logos. Razón y fe no están reñidas, sino que se complementan.
3.- Consejo: debemos ayudar a los niños a discernir sobre lo que deben hacer y lo que no, para que sepan distinguir entre lo que les conviene y lo que deben evitar. Debemos ayudar al niño a formar rectamente su conciencia para que tenga un sentido crítico que le permita elegir lo bueno y rechazar y combatir contra el mal.
4.- Fortaleza: tenemos que educar a los niños para que sean fuertes ante las adversidades. No vale tener a los niños entre algodones. No se debe hiperproteger porque no les hacemos ningún favor a los alumnos. Hoy en día tenemos muchos niños blanditos, incapaces de soportar la frustración. Los niños tienen que aprender a sobrellevar las contrariedades de la vida, a resistir a las tentaciones, a controlar sus pasiones y a resistir las presiones del ambiente y de las modas dominantes.
5.- Ciencia: los niños deben saber valorar rectamente el valor de las cosas. Decía San Juan Pablo II:
“Sabemos que el hombre contemporáneo, precisamente en virtud del desarrollo de las ciencias, está expuesto particularmente a la tentación de dar una interpretación naturalista del mundo; ante la multiforme riqueza de las cosas, de su complejidad, variedad y belleza, corre el riesgo de absolutizarlas y casi de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. Esto ocurre sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son los ídolos principales, ante los que el mundo se postra demasiado a menudo”.
El fin de la propia vida no son las cosas, sino Dios: esa es la ciencia que debemos enseñar a los niños. Las cosas deben verlas como manifestaciones verdaderas y reales, aunque limitadas, de la verdad, de la belleza, del amor infinito que es Dios. No es el hedonismo, no es la lujuria, no es hacer lo que me apetece o lo que me gusta lo que me hará feliz: es el amor, es la caridad, es la entrega, es la donación de uno mismo.
6.- Piedad: amar a Dios y amar al prójimo. Debemos desarrollar la capacidad de los niños de mostrar ternura hacia Dios y hacia el prójimo. Esa es la verdadera solidaridad de los cristianos: la caridad. Caridad es compasión, es dulzura, es comprensión, es empatía, es entrega, es ayuda, es generosidad…
7.- Temor de Dios: no miedo a Dios. El temor de Dios consiste en no querer ofender a Dios, en el deseo de cumplir los mandamientos, de cumplir un código ético, de llevar una vida moral coherente. El temor de Dios es el deseo de ser santos y de vivir en gracia ante Dios y ante los hombres. El temor de Dios desarrolla la humildad de sabernos limitados y necesitados de la gracia de Dios para levantarnos de nuestras caídas, de nuestros fallos, de nuestras debilidades. A Dios no se le puede engañar ni ocultar nada. El temor de Dios consiste en tener las lámparas llenas de aceite: nos prepara para el encuentro con Dios. El temor de Dios nos ayuda a llevar una vida decente, a levantarnos cada mañana y poder mirarnos en el espejo sin que se nos caiga la cara de vergüenza.
Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios: son los siete dones del Espíritu Santo. Y la escuela debe ser templo del Espíritu Santo. Los maestros debemos vivir en gracia para que el Espíritu Santo nos enseñe a educar. Y debemos rogar al Señor que envíe sus dones a nuestros niños y nos los envíe a nosotros mismos como educadores. Porque Cristo es el verdadero y único Maestro. Nosotros – desde el director hasta el último maestro – no somos más que inútiles siervos suyos. Si nosotros vivimos llenos del Espíritu Santo, los niños lo perciben. Y aprenden… Pero el mérito y la gloria y la alabanza sea siempre para nuestro Señor. Suyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
Sólo dejándonos educar por el Espíritu Santo, puede cambiar el mundo. Sólo los santos cambian el mundo, por la gracia de Dios.
25 comentarios
Excelente artículo o post, no tiene desperdicios.
Con detalle nos ilustra sobre el fundamento de la caridad.
"Dios mío, te amo sobre todas las cosas y al prójimo por tí, porque Tú eres el infinito, sumo y perfecto Bien, digno de todo amor.
Quiero vivir y morir en este amor.
Amén.
El Señor le bendiga y le guarde.
De colegios de élite han salido estafadores. Por mucho que te intenten educar en valores, al final es tu uso de la libertad, de como la quieras utilizar, la que va a marcar el rumbo de tu vida.
Toda mi vida en un colegio religioso, y al llegar al antiguo C.O.U. (hoy sería 2º de Bachillerato), la mayor parte del alumnado, desafecto del mundo de la Iglesia, la fe.......claro que teníamos 17-18 años, con toda la crisis que conllevan estas edades; pero parece que la máxima preocupación de la dirección era el nivel y el número de gente que superaba la selectividad para ir a la Universidad. Si tenías fe o no, si ibas a seguir en la Iglesia al dejar el colegio, si te planteabas una vocación cristiana seria.....todo eso parecía secundario o cuestión personal exclusivamente tuya.
Todo esto me dió mucho que pensar acerca de la escuela católica. Se han perdido muchas oportunidades de evangelización.
Roberto: tienes razón, sin embargo no por ello hay que dejar de insistir en la buena educación. Realmente el problema es el sistema actual. Es como el demonio de la parábola de la semilla, una cae en el camino y llega el enemigo y se la lleva.
Hasta que no haya un sistema respetuoso con la Fe, esto es, que no permita la blasfemia, que no se burle de la devoción, que no persiga a los fieles y que no se dedique 24/7 a pervertir a las masas, niños incluidos: hasta entonces, toda buena instrucción quedará aplastada por el hedonismo, la concupiscencia, los vicios y la maledicencia, que se adueñan de nuestras mentes y nuestras almas por medio de la música, los videojuegos, las series, las películas, los programas de TV, Internet y "hasta en la sopa" hay perversión y anticristianismo.
Para nosotros no hay leyes de protección ni "fobias" que sirvan de acusación a nuestros perseguidores. Esto es así.
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Pedro L. Llera
Gracias por echar de menos mis publicaciones: el fin de curso es un tiempo muy duro de trabajo y no queda tiempo para nada... Y el agotamiento es notable.
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Pedro L. Llera
Decir que la educación cambia el mundo, así, sin más, es una "pelagianada" de tomo y lomo. Quien cambia el mundo es Cristo: Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
26/06/2018
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Pedro L. Llera
Señor Renzo:
Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Y el Vive y Reina por los siglos de los siglos.
Amén
Los primeros, con la fuerza del Santo Espíritu de Dios, se atreven a combatir contra los Tronos, Dominaciones y Potestades, las criaturas más terribles de toda la creación (Los antiguos griegos maravillados dirían: ''Son hombres contra dioses'') y los vencen, y los demonios, como perros, huyen con el rabo entre las patas.
Los segundos, desconociendo su condición de templos inhabitados por la Santísima Trinidad, temen a los demonios cual elefante a una hormiga, caen bajo el engaño de la serpiente y piensan -o mejor, sienten-, que el espíritu diabólico es más fuerte para demonizar que el Espíritu Santo Divino, Omnipotente, para santificar... Se impresionarían la de cosas que se pierden por no creer en lo que Dios puede hacer en ellos y por medio de ellos con su gracia omnipotente...
Y en este último grupo, estamos casi todos. ¡Cuán grande es nuestra falta de fe, cuando hasta san Juan Bosco fue reprendido por la Virgen María por no haber tenido suficiente fe! Si alguno hubiera leído la historia de este santazo -uno de los más grandes de los últimos siglos-, habría sabido que su obra hubiera tenido más difusión sobre el orbe si él hubiera tenido más fe... Y santos como estos, pocos.
Si ahora sientes que debes humillarte más que el polvo debido a tu falta de fe, bien harás, y aún poco será, pues desconocemos cuán profundamente nos falta fe para que así obremos con caridad, con una caridad más inmensa de lo que podemos creer...
Gracias a Infocatólica y a sus colaboradores por su labor de Evangelización, tan imprescindible en nuestros días.
¡Claro que la educación puede cambiar el mundo!, el pequeño inconveniente es que cada vez hay menos gente que se deje cambiar por nadie. O piensas por ti mismo o tarde o temprano alguien vendrá a ayudarte a pensar por ti mismo, no falla.
Hablo también por experiencia. Al salir de mi colegio el raro fui yo, y soy el que más he durado.
Y desde ya su permiso para editar e imprimir tan bello articulo.
Por la COMUNION DE LOS SANTOS estamos unidos en el SANTO ROSARIO, en el ALTAR DEL SACRIFICIO......y a esa multitud de SANTOS EDUCADORES que caminaron en ESPAÑA y en la IGLESIA UNIVERSAL
De los colegios católicos no han salido siempre militantes de izquierdas, agnósticos y demás gente de este tipo, salen desde hace unos años por la contaminación. El problema de la gente que no se deja cambiar por nadie es que son cambiados por otros sin darse cuenta. El tipo que se ha hecho a si mismo no existe porque no existe la tabla rasa y todos estamos sometidos a bombardeos continuos que pretenden educar aunque no lo digan. Si no fuera así no habría corrientes sociales y las hay. ¿De dónde nacen? Si realmente aquellos que creen ser libérrimos lo fueran todos seríamos distintos, pero la verdad es que siempre que me ha parecido que alguien era único he visto que había muchos como él en los lugares más insospechados del mundo y eso no es una coincidencia porque han tenido padres del mismo tipo, han leído los mismos libros, han sido educados de manera parecida o han reaccionado del mismo modo ante los mismos estímulos.
El mundo de hoy crea la ilusión de la originalidad porque es parte del mensaje, pero tal cosa no existe porque transitamos por caminos que otros han andado antes o que están siendo transitados en este momento.
El modelo católico tradicional es un modelo, pero los demás también lo son, el que crea que no pertenece a modelo alguno se engaña a si mismo. Incluso el que obra por reacción ha recibido una herencia de la que es deudor, nadie se rasca si no le pica.
Guillermo: Nadie piensa por si mismo, no se haga ilusiones, hay montones de gente que piensan lo mismo que usted por idénticos motivos e idénticas influencias.
C.S.Lewis decía que los santos son más diferentes entre sí que los malvados. Es más fácil hacer un patrón de un malvado-que se lo digan a los psiquiatras y a los psicólogos-que de un santo.
Así que dejemos la originalidad aparte porque esa es otra cuestión que no la da la ortodoxia, el cristianismo como me da la gana, ni el ateísmo.
La educación que pretende el Sr. Llera no es hacer cristianos con un molde como los indios amazónicos que se cortan el pelo poniéndose en la cabeza una tapara.
No hay diferencia substancial entre un ateo y un religioso, entre un militante de izquierda o un militante de derechas. Todos quieren adoctrinar con su doctrina, incluso aquellos que adoctrinan con la doctrina de ''no hay que adoctrinar''. También aquellos que enseñan a los demás a que piensen: ''Debes pensar por ti mismo sin que nadie te diga cómo debes pensar''.
En fin, puede ayudarnos el ejemplo del escéptico: no hay ninguna doctrina verdadera. Por lo tanto, es verdadera la doctrina ''no hay ninguna doctrina verdadera''.
El escéptico no es escéptico de su escepticismo. Se mantiene religiosamente dentro de él sin dudar un segundo de su escepticidad, con «fe» plena y absoluta.
El que siente que piensa por sí mismo a causa de que otro le enseñó ''Debes pensar por ti mismo'', no ha pensado por sí mismo.
Pero es usted un gran maestro, ha conseguido que en hora del recreo muchos de sus alumnos acudan a la Capilla a rezar, lo que significa que ha llegado a sus corazones y a sus almas -eso no lo consigue cualquiera y no es nada fácil, y menos tratándose de adolescentes-.
Le animo a continuar porque hace falta revertir tanta maldad y apostasía.
Rezo por usted y porque Dios envíe más obreros a la mies, que es mucha.
Pues no, es una realidad que el Señor le concede hacer en su propio colegio. Con todas las limitaciones que se quieran, pero lo hace.
¿Cuál es el secreto?
La fe. Cree.
La gracia. Le capacita para poner por obra aquello en lo que cree.
No hace falta más, pero es imposible hacer nada sin menos.
(Casualmente, buscando al autor de esta frase que conocía desde hace tiempo, he encontrado que la frase del titular la dijo Nelson Mandela antes que el Santo Padre).
Que cada cual le dé las vueltas que quiera. Yo estoy enseñando a mis hijos a que duden. Por sistema. Que no es no creerse nada de nadie, sino asegurarse de si pueden confiar o no.
No es escepticismo, es ante todo sana desconfianza. Por si acaso. ¡Y por experiencia!
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Pedro L. Llera
2.- Entendimiento: debemos desarrollar la inteligencia del alumno para que sea capaz de comprender la realidad que le rodea para que sea capaz de descubrir los signos de Dios inscritos en la Creación. El niño debe desarrollar la razón y la lógica para buscar siempre la verdad y no ser engañado por la propaganda ni ser manipulado por las ideologías y los intereses de los poderosos. Dios es el Logos. Razón y fe no están reñidas, sino que se complementan.
3.- Consejo: debemos ayudar a los niños a discernir sobre lo que deben hacer y lo que no, para que sepan distinguir entre lo que les conviene y lo que deben evitar. Debemos ayudar al niño a formar rectamente su conciencia para que tenga un sentido crítico que le permita elegir lo bueno y rechazar y combatir contra el mal.
Tú no puedes enseñar a tus hijos a asegurarse de nada porque la postverdad está hecha para que eso sea prácticamente imposible. Es mucho mejor partir de un modelo, y si no te gusta cuestionarlo, que partir de la duda permanente y elaborar un modelo, la consecuencia de eso es el escepticismo y el modelo no se elaborará jamás. Esa es, precisamente, la impresión que das y eso es lo que transmites.
Mandela tenía un modelo claro sobre una sola cosa: la integración racial en Sudáfrica y lo consiguió, pero no partió de la duda sobre si la integración era buena o mala, conveniente o inconveniente, partió de una certeza y, al final, ganó la partida. Así que Mandela no enseñó a pensar sino que enseñó lo que debían pensar. La prueba de ello es que los racistas sudafricanos se tragaron su modelo. Les echó un pulso ideológico y les ganó la partida. Es verdad que el resto de las cosas a Mandela le importaban poco y por eso parece tan tolerante, pero en aquello que le importó bien que se plantó.
El otro día una comentarista que aparece de vez en cuando, Sonia, decía: "Si Dios existe que me libre de mi escepticismo". Y eso tiene bastante más sentido que todas tus peroratas. Bien, pues en lo tocante al modelo que Mandela tenía en la cabeza para Sudáfrica no era escéptico, si lo hubiera sido jamás habría ganado la partida.
Naturalmente eso tenía un coste porque esos colegios no eran asépticos, enseñaban su religión pero, mira por dónde, a él eso le preocupó poco en comparación con la capacitación que daban para poder tener acceso a otro tipo de trabajos.
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