Misericordia Veritatis
Soy de Cristo y tengo el deber de decir la verdad. Sé que soy políticamente incorrecto. Hoy creer en el amor para toda la vida; creer que merece la pena sacrificarse por tus hijos o desvivirse por los niños que Dios pone en tu colegio, no se entiende. Hay muchos que entienden el oficio de maestro como cualquier otro oficio, como una manera más de ganarse la vida. Pero eso no es ser maestro. Yo les pido a mis profesores que quieran a los niños como si fueran suyos. Y procuro predicar con el ejemplo. Y cojo en brazos a los niños y los abrazo y los beso y los consuelo cuando lloran porque los quiero con el más puro amor de padre. Y no sé si hoy en día se entiende lo que es amar como debe amar un padre: hoy que los pederastas y los pervertidos asquerosos lo manchan todo con su maldad y su impureza. Pero un padre bueno ama a sus hijos, debe mimar a sus hijos, porque los niños necesitan el amor para crecer sanos y felices; para madurar. Y un maestro o una maestra deben ser padres y madres que amen a los niños y estén dispuestos a entregar su vida por ellos. Ser maestro no es un oficio de nueve a dos. Quien quiera ser maestro debe serlo desde que se levanta hasta que se acuesta y su comportamiento debe ser ejemplar y su vida intachable: debe ser un modelo para sus discípulos. Y si no estás dispuesto a ello, dedícate a otra cosa. Yo les pido a los maestros que trabajan conmigo que sean santos (nada más y nada menos) por la gracia de Dios. Y yo le pido al Señor sólo una cosa para mí: que Él me haga santo.
Hoy vivimos un verdadero maremoto moral que lo está arrasando todo a su paso como consecuencia de la gran apostasía de Occidente. Habéis renegado de la fe de nuestros padres. Habéis olvidado nuestra tradición, nuestra fe, nuestra piedad. Habéis cambiado a Dios, Nuestro Señor, por el becerro de oro del bienestar y por refocilaros en vuestras pasiones más bajas, en eso que llamáis “revolución sexual” (que no es otra cosa que libertinaje e inmoralidad), en el decadentismo nihilista, en la pocilga hedonista. Decís que no hay que reprimirse, que hay que dar rienda suelta a los deseos y a las fantasías. Y no sabéis lo que decís: ¡Pues claro que hay que reprimirse y claro que hay que embridar la imaginación, que, como decía Santa Teresa de Jesús, es la “loca de la casa”!. Si no, acabarás siendo esclavo de tus instintos y, lo que es peor, acabarás haciendo daño a terceras personas y destruyéndote a ti mismo o a tu propia familia: ¿cuántas familias se rompen por infidelidades conyugales? ¿Y quienes pagan las consecuencias? Pues yo se lo diré: la esposa o el esposo abandonados y los hijos que ven sus familias destrozadas y sus vidas rotas. Siempre son los inocentes los que pagan los platos rotos. Siempre hay víctimas de esos que anteponen su propio placer, su propio gusto, a la felicidad de sus esposas e incluso al amor de sus hijos.
Habéis renegado de la Ley de Dios y reivindicáis la libertad de pecar, de hacer el mal; la libertad de la depravación y la estulticia, de la degradación y la indignidad. Reclamáis la libertad para morir y para matar. Reclamáis la libertad de ser esclavos. Porque el cumplimiento de los Mandamientos, aunque aparentemente te quite libertad, en realidad te libera. Y, paradójicamente, el abuso de la libertad autodeterminada para incumplir la Ley moral te esclaviza y, en última instancia, te mata. Porque todo pecado, por inofensivo que pueda parecer, en última instancia siempre hace daño a alguien y siempre acaba destruyéndote. Corrupción política, degradación moral, pederastas, violadores, esclavas en los prostíbulos, paro, exclusión, crisis económicas y financieras… Y luego venís con lamentaciones…
La “interrupción voluntaria del embarazo” es un crimen horrendo: el asesinato de niños inocentes en el seno de sus propias madres; madres que no podrán evitar nunca serlo, aunque sus hijos hayan sido despedazados por métodos “quirúrgicos” o envenenados con productos químicos. Es que es un “hijo no deseado”… En realidad, las políticas abortistas y la propaganda de la contracepción responde a políticas de control de la población: “es que hay demasiada gente y no es sostenible para el planeta”, dicen estos desalmados. “No habrá alimentos ni recursos para tantos millones de personas”. Todo mentiras. La manera de luchar contra la pobreza de estos canallas es procurar su extinción y que no tengan hijos. Esa es la verdad. Por eso los “organismos internacionales” – empezando por las agencias de la ONU – condicionan las ayudas al desarrollo a las naciones más pobres a la aprobación de leyes antinatalistas y pro-abortistas. Es más barato matar a un niño “no deseado” o con una discapacidad que cuidarlo, educarlo y darle de comer.
El “derecho a una muerte digna” es la apología del suicidio o del asesinado legal de ancianos, enfermos y discapacitados. Hay que eliminar cargas sociales: es más barato matarlos que asistirlos y cuidarlos. Las razones son puramente económicas. Matan e incitan al suicidio en nombre de una falsa misericordia, de una compasión homicida: “para que no sufran…” Malditos: Dios os pedirá cuentas de la sangre derramada injustamente.
Ahora se habla de la “gestación subrogada”: otra mentira para justificar el tráfico de niños, la compra y venta de seres humanos a la carta. Convierten el seno de una mujer en un objeto que se alquila para gestar a un niño a cambio de dinero. No se puede ser más ruin.
Y así una tras otra. El tsunami moral está convirtiendo Occidente en tierra devastada; sociedades inhumanas, crueles y despiadadas; sin fe, sin esperanza y sin caridad. Sin Dios. Por eso proliferan la violencia, la corrupción, los suicidios, la soledad, los ancianos abandonados en hospitales, los niños que crecen sin el amor de unos padres, las familias destrozadas, las agresiones a mujeres y niños… ¿Os extraña? Donde no reina Dios, reina Satanás. Donde no reina Cristo – Camino, Verdad y Vida – es el Demonio quien se convierte en el príncipe y señor de este mundo.
Y ante esta catástrofe desoladora de apostasía, cunde el desconcierto. Muchos católicos piadosos siguen predicando que “hay que hacer cosas”: hay que hacer frente a la batalla cultural, hay que unir a las organizaciones, hay que crear frentes unidos, hay que hacer campañas y movilizar a la gente. “Hay que”. Los hayques son pelagianos: hay que establecer sistemas sociales y económicos justos para que ya no pueda haber exclusión; hay que luchar por la paz, hay que intentar ser limpio de corazón; hay que ser manso; hay que ser pobre; hay que ser humilde, hay que… Creen que con la buena voluntad, el esfuerzo personal y colectivo y el trabajo arduo vamos a llegar a cambiar el mundo y a cambiarnos a nosotros mismos: y luego llega la frustración, la desesperación y el desánimo. No se dan cuenta de que sin Cristo no podemos hacer nada. La tarea más importante es que ustedes y yo seamos santos: y eso no se consigue meramente con voluntad y esfuerzo, si ese esfuerzo y esa voluntad no cuentan con el auxilio de la gracia. Es Cristo quien quita verdaderamente el pecado del mundo: no nosotros. Nosotros podemos colaborar en la instauración del Reino de Dios, si por gracia nos dejamos transformar por la gracia de Dios, que actúa a través de los sacramentos: el bautismo, la penitencia, la eucaristía... Hacen falta siervos humildes, no líderes carismáticos. Nuestro único Señor, nuestro único Rey Verdadero es Cristo, que vive hoy: “Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor”. Él es el único Salvador, Él es quien puede santificarnos. Y en la medida en que movidos por la gracia todos nos dejemos salvar y redimir por el amor de Dios, en esa medida el mundo se transformará. Vivir en gracia de Dios, confesarse con frecuencia, asistir a misa y comulgar; adorar al Santísimo en los sagrarios… Sin eso, nuestra acción será estéril: puro voluntarismo, pura ideología.
Escribe Pío XI en Quas Primas:
¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! Entonces verdaderamente se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.
En la medida en que todos nosotros seamos santificados, aceptando – como lo hizo Nuestra Madre, la Santísima Virgen María – la gracia de Dios y cumpliendo su Santa Voluntad; en esa medida, el mundo recuperará la paz y la justicia. La felicidad que tanto anhela el mundo sólo está en Cristo. Sólo seremos felices en tanto en cuanto seamos santos, en tanto en cuanto todos los individuos, todas las familias y todas las naciones se dejen gobernar por Cristo Jesús: empezando por mí (y por ti).
Ahora bien, el Reino de Dios no se impone por la fuerza: nos lo alcanza Cristo desde la Cruz. Es el amor de Dios, es el Corazón de Jesús quien triunfará y Él es el Camino, la Verdad y la Vida. No hay más camino que Cristo mismo, que el camino del Calvario que conduce a la Cruz. Debemos llevar a todas las almas a Cristo para que se salven. No sé si eso es hacer proselitismo. Dice el diccionario que el “proselitismo” consiste en hacer “prosélitos” y un “prosélito” es la persona que se incorpora a una religión. Si querer incorporar a todas las personas a la única religión verdadera, que es la que predica la Santa Iglesia Católica, es hacer proselitismo, pues entonces hay que hacer proselitismo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 18, 29). Nuestro deber es cumplir la misión que el Señor Resucitado nos encomendó. Cuando todas las personas, todas las familias y todas las naciones se conviertan de buena voluntad a Cristo, llegará ese cielo nuevo y esa tierra nueva donde habitará la justicia.
“Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá. Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán? Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, unos nuevos cielos y una nueva tierra, en los que habite la justicia. Por lo tanto, queridos, en espera de estos acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz ante Él, sin mancilla y sin tacha.“
II Pedro, 3
Conversión, oración, penitencia, adoración, comunión frecuente. Vivamos en gracia de Dios. Vivamos con esperanza. Imploremos la gracia de Dios para que el Señor no nos coja desprevenidos. Vivamos una vida piadosa y santa y que, como consecuencia, nuestra conducta sea intachable. Así, cuando el Día del Señor llegue, nos alegraremos llenos de júbilo, porque nos esperará una gran recompensa en el cielo. Anunciemos y vivamos la misericordia de la verdad para alcanzar la alegría y el regocijo de la santidad. Sólo cuando aceptemos que Cristo sea el Rey y Señor de nuestra vida personal, familiar y social, podremos alcanzar la felicidad que anhelamos.
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de Él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
I Jn 5
Y, por último, los que vivimos en medio de este mundo demos gracias a Dios todos los día por quienes entregan su vida al Señor en los conventos y rezan día y noche por toda la Iglesia. ¡Cuánta falta nos hace su oración! ¡Qué importantes son las monjas y los monjes de vida contemplativa, verdaderos pulmones de la Iglesia! Su “no hacer nada” hace más que todas nuestras acciones por la instauración del Reino de Dios y por la salvación de las almas.
Gaudete et exsultate, quoniam merces vestra copiosa est in caelis.
Mateo 5, 12
14 comentarios
Has descrito con potencia la libertad negativa, que es libertad de perdición.
"Conversión, oración, penitencia, adoración, comunión frecuente. Vivamos en gracia de Dios. Vivamos con esperanza. Imploremos la gracia de Dios para que el Señor no nos coja desprevenidos. Vivamos una vida piadosa y santa y que, como consecuencia, nuestra conducta sea intachable."
Es que no hay otra. Es el camino y no hay atajos.
Gracias Pedro.
Lo primero, creo yo, sería reclamar los derechos de Cristo en las sociedades, condenar los horizontalismos, remontar los malminorismos y asentarse en la doctrina clásica.
Teniendo claro que las sociedades tienen deberes para con Dios, la recuperación será posible, con la ayuda de Dios.
No es de extrañar que pase lo que comentas. Y tampoco es de extrañar que gran parte de la jerarquía, por no decir casi toda, sea cómplice de la idolatría a un sistema, la democracia liberal, que es incompatible con el Reinado Social de Cristo.
Lo que hoy se llama catolicismo es en realidad un elemento decorativo más, con toques de modernismo, de dicho sistema. Y si luce demasiado, ya se encargan de apagarlo.
Lo utilizaré para orar y meditar, es básico para interiorizar lo que sabemos, pero que necesitamos que alguien nos lo recuerde. Ha hecho bien en ponérnoslo por delante. Que Dios le bendiga.
Esta frase me ha llamado la atención como un eslogan para la actualidad:
*Hacen falta siervos humildes, no líderes carismáticos*
Necesitamos muchos santos auténticos, que sean buenos comunicadores de santidad, más que predicadores con gancho, porque a veces, para impactar, cometen deslices como decir que la muerte del Señor para los apóstoles había sido un fracaso, y volvieron a sus quehaceres... Decir “fracaso” respecto a la Cruz llama mucho la atención, pero “mancha”, podrian decir “desánimo” y así se refieren a los sentimientos humanos, No al éxito de la muerte y resurreccion del Señor.
Con esta jerarquía, y peor, con esta liturgia, solo se puede ir a peor. Somos malos, sí, pero tambien nos entregaron a los lobos.
Todos hablan de la gracia, gracia por aqui gracia por alli. Bien, también los herejes protestantes estan todo el día hablando de la gracia. Ciertamente la fe es por gracia, pero no por estar todo el dia hablando de la gracia se va a creer, la gracia tampoco hace herejes ni incrédulos, creí que la gracia hacía católicos, e incrédulos son los que piensan que Dios no arregla absolutamente todo, si no nos separamos de El, cumpliendo los mandamientos. Es un problema de fe, de fe en el Dios verdadero: como no creo que El es el único que realmente puede arreglarlo todo, tengo que compartir su omnipotencia, yo también resuelvo los problemas, y si los problemas en parte los resuelvo yo, también tengo derecho a legislar, esto es a modificar los Mandamientos. Se olía en el ambiente y en el espirtu de la letra desde hace décadas: no todo está en manos de Dios, también en las del hombre. En esas estamos.
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Pedro L. Llera
Gracias a usted. Y cuente con mis oraciones.
Aquí otro compatriota tuyo que se siente así.
Esta vez se metieron al ruedo buenos católicos que llevan años batallando por la vida, la familia y la Religión en Colombia, para al final ser “5 gatos” los que los apoyamos. Da tristeza, pero ¡Bendito sea Dios que nos ha dado la gracia de tener al menos algunos por los que votar por conciencia tranquila! Soy joven y es la primera elección en la que al menos he visto esa posibilidad. Me consuela ver que Dios con unos pocos va abriendo puertas. Qué mal de nuestra parte cerrarlas. Ya tocará sufrir las consecuencias de nuestras elecciones.
P.D: También parte de 40 días por la vida. Qué alegría encontrarse por acá. Bendiciones.
Y eso no pasa sólo en Colombia.
La democracia liberal que domina nuestra sociedad política, más que un mal, es un síntoma. Estoy convencido de que si nuestras naciones católicas no hubiesen perdido la fe, jamás hubiesen caído en garras de la democracia liberal. De hecho fue así en la Historia, la democracia liberal se ha expandido sólo a expensas del ateísmo generalizado. España es el ejemplo más reciente y más patético.
Pues nada, tenemos por delante dos tareas: ser santos manteniendo la fe por un lado, y propagarla por otro. Ambas contando con la ayuda de Dios.
Menudo plan.
No les vendría mal un poco de democracia liberal en Venezuela.
Hace poco murió el ex dictador de Guatemala, Ríos Mont. Responsable de un genocidio contra 300.000 campesinos indios. Igual los guatemaltecos debían sentirse afortunados durante ese período de su historia, porque no tenían democracia liberal.
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