Educación y posverdad
Mario Caponnetto concluye su artículo “El sentido de la educación en Santo Tomás de Aquino” con esta afirmación contundente:
“Hoy no sólo nos enfrentamos a doctrinas pedagógicas falsas o erróneas, ajenas a la verdadera naturaleza del hombre y a su fin último. Nos enfrentamos a algo mucho más grave: a una perversa y sistemática desconstrucción del hombre y de la realidad”.
Esta es, efectivamente, la triste realidad a la que nos enfrentamos hoy en día en el ámbito educativo.
El hodierno superhombre nietzscheano ha elevado a la categoría de derecho sus ansias de placer a cualquier precio. Dios ha muerto: nunca ha existido. Es un puro invento de la mente humana. Y sus mandamientos han quedado derogados porque coartan nuestros deseos y nuestros instintos:
“La moral cristiana es “antinatural” porque presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida, es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural. Esto se ve claramente en la obsesión de la moral occidental por limitar el papel del cuerpo y la sexualidad” (Nietzsche).
Lo natural es la promiscuidad: no la fidelidad. El amor eterno y la indisolubilidad del matrimonio no es lo natural. El amor para toda la vida no es posible: en el mejor de los casos, es un ideal inalcanzable. Lo natural es la infidelidad y el adulterio.
Ya no es Dios quien dicta los mandamientos. Ya no se reconoce la existencia de una Ley Natural. Ahora el Estado se ha convertido en dios y es él quien legisla y dictamina lo que está bien o lo que está mal. En un mundo sin moral, son los parlamentos elegidos democráticamente quienes se arrogan la competencia de decretar mediante las leyes positivas los principios morales que deben regir en nuestra sociedad. Nada está bien ni está mal: son las mayorías las que determinan la moralidad de los actos. Es la dictadura del relativismo que pronosticó hace años el Papa Benedicto XVI. Nada es verdad ni es mentira. Todo es opinable. ¿Todo? No. Lo que los poderosos determinan que es la verdad oficial es incuestionable. Y los poderosos pueden dictaminar una antropología oficial, una moral oficial y una verdad oficial. Y estas verdades oficiales no se pueden poner en tela de juicio porque hacerlo acarrea multas cuantiosas, amenazas de inhabilitación y toda clase de sanciones administrativas y penales.
Por ejemplo, la nueva reforma de la Ley de la Memoria Histórica nos mete de lleno en el distópico “Ministerio de la Verdad” orwelliano. Sólo hay una historia oficial y ¡ay de quien se atreva a cuestionar esa verdad oficial! El relato histórico que vale es únicamente el revanchista propugnado por la izquierda. Cualquier otra interpretación de la historia alternativa será sancionada severamente por la ley: pobres historiadores…
En cuanto al concepto de ser humano, su moralidad y su sexualidad, se considera que toda persona tiene la libre facultad para construir para sí una autodefinición con respecto a su cuerpo, identidad sexual, género y orientación sexual, siendo esta un requisito básico para el completo y satisfactorio desarrollo de su personalidad. Y esto es ley. Incuestionable. Nadie puede criticar esta ley porque está aprobada por unanimidad en un parlamento. La ideología de género se convierte así en la doctrina oficial del régimen. El hombre se puede autodeterminar de su realidad biológica y de su razón y ser lo que su voluntad y sus sentimientos determinen: uno puede ser lo que le dé la gana ser y punto. Y si quiero ser pez y reproducirme por huevos, tengo derecho a serlo y a que la Seguridad Social me pague las operaciones necesarias para implantarme agallas y aletas. Porque si yo me siento pez y quiero ser pez, ¿quién es nadie para negarme el derecho a serlo?
“La identidad sexual y/o de género es la vivencia interna e individual del sexo y/o género tal y como cada persona la siente y autodetermina, sin que deba ser definida por terceras personas, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado en el momento del nacimiento y pudiendo involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido”.
Lo expuesto sobre la identidad sexual y sobre la Memora Histórica es igualmente aplicable al caso de los nacionalismos secesionistas. Si la historia real no se corresponde con mis deseos y mis sentimientos, lo que hago es inventarme la historia a mi gusto. Y de pronto, en los libros de texto se empieza a explicar la realidad del Reino Catalano-Aragonés, que nunca existió… Pero ¿qué importa? Yo impongo por ley la realidad tan y como yo la determino, tal y como a mí me apetece, tal y como yo siento que debe ser. Y los intelectuales orgánicos, paniaguados del poder y debidamente subvencionados, escribirán la historia que a los poderosos les interese. Y después de décadas de enseñar mentiras oficiales, esas trolas serán más verdaderas que la propia verdad.
La razón y el sentido común han muerto. Esta es la “perversa y sistemática desconstrucción del hombre y de la realidad” que denuncia el doctor Caponnetto en su artículo. Ahora lo blanco es negro y lo bueno, malo; lo perverso y degenerado resulta virtuoso y lo verdaderamente virtuoso, perseguible y condenable. Esta es la posverdad: el reino de la mentira, de la media verdad, de la manipulación sistemática.
¿Y cómo afecta esto a la educación? Pues la posverdad acaba con la educación. Si no hay una verdad que enseñar, si la razón ha dejado de ser capaz de conocer la verdad del mundo, del hombre y de Dios, ¿qué vamos a enseñar en las escuelas? ¿Qué autoridad le queda al maestro si todas las opiniones valen lo mismo? La escuela actual ha dejado de enseñar contenidos, ha dejado de formar el espíritu crítico de los niños y jóvenes para que ellos mismos busquen la verdad, el bien y la belleza, para convertirse en una especie de centro de adoctrinamiento político al servicio del dios Estado y de sus verdades impuestas por ley. Estamos pasando rápidamente de una escuela que adoctrina (la de Educación para la Ciudadanía) a una escuela que debe imponer por la fuerza la verdad oficial del Estado. Nada de espíritu crítico, nada de pensar por uno mismo. El niño debe acatar lo que el Estado Todopoderoso determine como obligatorio e incuestionable. Por este camino, la escuela se parecerá cada día más a los centros de reeducación chinos o norcoreanos: centros de lavado de cerebro para que el buen ciudadano acate el pensamiento único oficial sin rechistar.
Vayan despidiéndose de la libertad de pensamiento, de la libertad de cátedra, de la libertad de expresión y de la libertad religiosa. Y de la libertad de los padres para educar a sus hijos conforme a sus propias convicciones, olvídense. Educación única y de Estado: es lo que hay.
¿Y qué se puede hacer? Resistir. No queda otra. O Europa recupera el valor de la razón, el sentido de la realidad y de la verdad del hombre y del mundo, o estamos abocados a la locura, a la sinrazón, a la falta de sentido común. Y ya sabemos que el sueño de la razón engendra monstruos. Cada vez que la sociedad ha prescindido de Dios y ha pretendido construir una civilización al margen de Dios, lo que ha creado el hombre es el infierno: campos de concentración y de exterminio, persecución de los disidentes, torturas, asesinatos… Lo mismo da los campos de concentración y exterminio nazis que los Gulag estalinistas.
O Europa hace caso a San Juan Pablo II y recupera sus raíces cristianas, o estaremos construyendo una sociedad cruel e inhumana donde la libertad y la justicia no tendrán cabida. Hay que recuperar la verdad de la realidad. Hay que recuperar la razón. Si no, no hay educación posible. Si no, el sueño de la razón seguirá creando monstruos y nos veremos abocados de nuevo a la dictadura irracional de la demencia y la inmoralidad. Dios nos coja confesados.
San Agustín dijo una vez que, cuando la democracia se separa de la verdad y de la justicia, degenera en una banda de bandidos. Es lo que Rubén Darío llamaría “canallocracia” ( el poder de la gente baja, ruin, despreciable y de mal proceder) en sus Letanías a nuestro señor don Quijote:
De tantas tristezas, de dolores tantos
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, Señor!
De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, Señor!
Que el Señor, Jesucristo, nos libre de la canallocracia y de los superhombres de Nietzsche.
6 comentarios
Lo natural no es la promiscuidad (y menos contrapuesta injustamente a la fidelidad), a menos que se carezca de escrúpulos en esta vida.
El amor para toda la vida no es que sea posible ni imposible, es que efectivamente sí es un ideal; alcanzable o inalcanzable, eso ya a cada cual su suerte.
Lo natural no es la infidelidad ni el adulterio. Pero tampoco la convivencia ya inútil y para mera satisfacción ajena.
Ya no es que no se reconozca la existencia de una ley natural, es que no será tan fácil sostenerla para quien tan clara e intachable la tiene.
Nadie va a poder dejar de decir que la república fue un régimen despótico que terminó en guerra cainita.
No es que cualquiera tiene la libre facultad para construir para sí una autodefinición con respecto a su cuerpo, identidad sexual, género y orientación, es que nadie tiene la capacidad de venir a determinárselas a otro.
Nadie que quiera ser pez tiene derecho a que los demás contribuyentes le paguen el implante de agallas y aletas, pero sí a que se le proporcione la asistencia profesional adecuada (y al que tenga miedo de que mucha gente se quiera sentir pez, posiblemente también).
Los secesionismos no han conseguido más que poner de manifiesto su rotunda estupidez y resucitar el mortecino y legítimo patriotismo verdaderamente nacional y único.
Ninguna escuela va a privilegiar el adoctrinamiento político (que tampoco sería novedad) a la transmisión de contenidos (que por otra parte ya cada vez están más a un simple click); en todo caso, ningún alumno va a escapar sin mentalizarse de que el respeto a todos los demás no es recomendable sino obligatorio.
Las raíces cristianas de Europa simplemente comparten espacio con otras varias raíces igualmente fundamentales, principalmente la herencia grecolatina, la aportación islámica y la imprescindible superación del Antiguo Régimen a partir de la Ilustración.
¿"Resistir"? Pues también es una opción, por qué no. Si también está permitido resistir, buena señal.
Que Dios le bendiga y Nuestra Santa Madre le cubra con su manto.
Lo que pasa es que todo es cuestionable y efectivamente lo es. Todo.
No hay nada que no se pueda cuestionar.
Pero eso no es malo.
Simplemente hay que justificar las cosas.
Y ahí es donde determinadas doctrinas, acostumbradas a pontificar "ex catedra" pierden pie y se sienten inseguras.
A los que llevan (llevamos) años teniendo que hacerlo con cada renglón de pensamiento no nos pilla con el pie cambiado.
Lo siento por los que busquen certezas en este mundo. No las hay. Habrá que llegar a conclusiones y eso implica un verbo que a muchos maestros escandaliza: discernir.
Pero es que es mucho más fácil educaren la obediencia que en el criterio.
Si al autor (educador profesional) no le gusta, me temo que no le va a quedar mas remedio que adaptarse.
Es como aquel al que le preguntaron: "¿Que opinas de la ley de la Gravedad?" y el respondió "No lo se pero me opongo".
Pues eso; pueden resistir, pero no servirá de nada.
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