Desde las periferias
Desde las periferias de España y de Europa, desde la provincia con la tasa de desempleo más alta de toda Europa; desde este Sur castigado por la pobreza y el narcotráfico; desde la frontera a donde arriban las pateras que llegan a cruzar el Estrecho de Gibraltar: las que no sucumben y naufragan en las aguas que separan el Norte del Sur con el Sur del Norte… Desde mi propia pobreza, quisiera romper muros y construir puentes para ofrecer un hospital de campaña para todos los herejes modernistas. Yo no quiero que os condenéis. Quiero que os salvéis. Pero la herejía, la apostasía y el cisma son pecados muy graves. Así que os llamo a la conversión. Y ya sé que yo no soy nadie. Pero el celo del Señor me consume.
“Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (CIC can. 751).
No soy nadie, no tengo poder alguno ni autoridad. No formo parte de ninguna curia ni me cuento entre los poderosos ni entre los pastores que deben guardar el rebaño de Cristo. Muchos de ellos callan por miedo a la persecución o a las consecuencias de defender a Cristo o vaya usted a saber por qué… Pero quienes traicionáis a Cristo tenéis la oportunidad de volver a la casa del Padre. Tenéis la oportunidad de arrepentiros y regresar. La verdadera Iglesia de Cristo es hospital de campaña que acoge siempre al herido. Y la herejía es herida mortal que conduce al infierno. Romped el muro de vuestra soberbia. La Iglesia verdadera proclama aquello que siempre se ha creído en todas partes. Volved a la fe auténtica de la Iglesia. Profesad el Credo, aceptad los dogmas, respetad los mandamientos, no mancilléis los sacramentos. Renunciad a vuestras pretensiones de cambiar la fe de Cristo. Los fieles a Cristo tenemos claro el depósito de la fe y no necesitamos grabaciones magnetofónicas para conocer las palabras auténticas de Cristo. Vosotros no sois más que Cristo. Reconoced vuestra pequeñez. No podréis nunca modificar la fe de los mártires, la fe de los santos, la fe de los Concilios, la fe de mis antepasados. Con vuestra hermenéutica cargada de impiedad y blasfemia pretendéis interpretar la Verdad revelada por Cristo para cambiarla, por la vía de los hechos, en mentira. Actuáis como el Demonio ante Cristo en el desierto: tentáis a Dios utilizando su propia Palabra, manipulándola, tergiversándola, convirtiéndolo todo en metáforas que vosotros interpretáis a vuestra manera; en símbolos que vosotros glosáis a vuestro modo, siempre para adorar a Satanás y despreciar al verdadero Dios: Nuestro Señor Jesucristo.
No seáis rigoristas de la mentira ni fariseos hipócritas: decís que creéis en Dios pero es al mismo Satanás a quien rendís culto bajo la falsa apariencia que os otorgan vuestros elevados puestos y vuestras cátedras encumbradas. Pero en lugar de enseñar y conducir a Cristo, conducís a la apostasía y al Infierno a las almas que se dejan engañar por vuestra palabrería viciada y hueca.
Convertíos, herejes modernistas. Volved a Cristo. No creéis en la gracia de Dios ni tenéis temor de Dios. Pensáis que podéis cambiar la Iglesia a vuestro gusto, os creéis en vuestra presuntuosa soberbia que podéis hacer que el pecado se convierta en virtud y abolir así los mandamientos de la Ley de Dios. Vana es vuestra intención. Si no os convertís, pronto seréis juzgados por Cristo y entonces veréis cómo sí existe un Cielo y un Infierno. Y allí será el crujir y el rechinar de dientes.
Romped el muro de la mentira para que podáis contemplar la grandeza de Dios. Adorad a Cristo Eucaristía. Adoradlo: está ahí en el Sagrario, en todos los Sagrarios del mundo. Él vive de verdad: no metafóricamente. Él no es un símbolo de nada: es el Rey del Cielo y de la Tierra, el Creador de todo cuanto existe. Él es la Verdad, que vosotros pisoteáis.
Postrad vuestras rodillas ante Cristo y pedid perdón en el confesionario por el daño que estáis causando a tantas almas. La mejor medicina para el alma enferma de apostasía y de herejía es arrodillarse, humillarse, ante el sacerdote en el confesionario, que está representando a Cristo; y ante el Santísimo en la Eucaristía. Dejad de blasfemar con vuestras palabras y con vuestras obras impías. No cometáis más sacrilegios. Abandonad vuestra obstinada vanidad. No sois más que aquellos que vierten su sangre por Cristo. No sois más que todos los santos y santas que han predicado a Cristo a lo largo de dos mil años de historia. No sois nada. Ni sabéis nada. Sois unos presuntuosos que os creéis más que nadie y no sois nada.
Yo tampoco soy nada ni soy nadie. No tengo puestos ni títulos ni autoridad. Pero soy hijo de Dios y siervo de María Santísima. Yo no me predico a mí mismo ni pongo mis opiniones por encima de nada ni de nadie. Yo soy un pobre de Cristo. Pero el Señor se vale muchas veces de indigentes como yo para que su poder relumbre aún más. Yo no quiero ser nada ni aspiro a ningún puesto relevante ni temo perder nada. Tengo la libertad de quien sabe que su vida ha estado y sigue estando en las manos de Dios; la libertad de quien a lo único que aspira es a que el Señor, por su gracia, le haga santo. No quiero nada más. Sólo a Cristo. No sé nada: sólo sé que Cristo murió en la cruz por mí y que hoy vive y reina por los siglos de los siglos. Sólo sé que suyo es el poder y la gloria por siempre. Amo a Cristo, amo a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Y me siento en comunión con los santos, con cuantos me han precedido en la fe de la Iglesia, y con cuantos hoy formamos parte de la Iglesia Católica, que es una, santa, católica y apostólica. Y declaro mi obediencia a la jerarquía de la Iglesia. Pero nada podrá nunca convencerme u obligarme a abandonar o contradecir cualquier artículo de la fe y de la moral católica. Y si se diera cualquier conflicto entre las palabras y actos de cualquier miembro de la jerarquía y la doctrina que la Iglesia ha enseñado siempre en todas partes, me mantendré fiel a la enseñanza perenne de la Iglesia: a su Santa Doctrina. Si yo abandonara la fe católica, me separaría de Jesucristo, al que quiero permanecer unido para toda la eternidad.
Porque os amo, os anuncio la Verdad. Porque os amo, os invito a la conversión: ¡Qué mayor caridad puede haber que ofreceros el camino de la salvación y advertiros de la perdición que os espera si no os arrepentís! Desde la periferia, desde el extrarradio del mundo y de la propia Iglesia, os exhorto a derribar el muro de la herejía y a arrodillaros ante el Santísimo. Penitencia, oración, adoración eucarística y comunión. Conversión o muerte.
24 comentarios
Pedro, Dios te bendiga y te inspire más cargas de caballería contra Satán y sus encumbrados secuaces como ésta.
O mejores, si ello fuera posible.
Gracias Pedro. Suscribo todas tus palabras.
Especialmente me fortaleció aquello de que no podrán cambiar la fe de los mártires, de los santos y de los Concilios.
Todos los días le pido al Señor que se apiade de Su Iglesia; que la.libre de tantos males por los que está padeciendo y que le devuelba Su Paz.
Si algún jerarca quisiera ir contra la doctrina de la Iglesia perenne que piense que no necesitará sólo convencer a la Iglesia peregrina, sino también a la triunfante que son una pléyade de Santos y doctores que hablaron sabiamente cuando vivían aquí y dieron testimonio, a veces con su sangre, para defender la fe que algunos quieren hoy tapar o enterrar.
Y convencer a aquellos ya no es posible; sin embargo también cuentan como parte de la Iglesia que ya enseñó en su momento de variadas formas.
Un obsequio. Here-ejía, viene de "era", cambio de tiempo, here-dero, cambio de herencia, errante, ir de un lugar para otro, también ira, también erosión... Del latín haere-sia. Y la segunda raíz, -ejia, como el vasco echea, casa, en realidad iglesia. Total, el her-eje es aquel que va de un lado para otro, que erra y yerra dentro de la Iglesia. Las grandes palabras se forman por aglutinación. Y aquí de haere-ecclesia,o sea. Haere-esia. El hereje no es un malvado que hay que quemar, es simplemente el que yerra y provoca con sus tesis públicas el descalabro de la Iglesia. Nada más ni nada menos. Del libro La revolución de Marte. Jesucristo al alba del nuevo milenio.
Estoy contigo en todo ello.
Como el articulo al final esta "Categorías : Sin categorías" sugiero una:
Categoria: Cuadro con linda moldura.
Saludos
Non possumus. No podemos aceptar un evangelio distinto, venga de donde venga.
Viva Cristo Rey!
Los herejes modernistas, no predicamos a nuestro Dios.. De hecho solemos predicar bastante poco.
Y no solemos dejar de creer en Dios Padre Misericordioso y a Cristo su Hijo amado y amante de toda la Humanidad. Dejamos de creer en la Iglesia hecha a imagen y semejanza de los poderosos y los rigoristas.
No se preocupe por nuestra condena.
El cielo que usted predica no es nada atractivo para nosotros.
puede quedarse con él.
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Pedro L. Llera
Estimado señor: que yo sepa, en mi artículo no se acusa a nadie en concreto de ser un hereje y menos a usted... Si usted se da por aludido y se califica a sí mismo de hereje, es su problema.
Y yo no me meto en la vida de nadie: menos en la suya... Yo me preocupo por la salvación de las almas y llamo a la conversión. Pero usted es muy libre de hacer lo que le parezca oportuno y no soy yo nadie para juzgarle ni mucho menos para condenarle. Todo eso es cosa de Dios.
Así que por favor, no se preocupe por la salvación de mi alma.
La salvación que usted propone no me gusta y la que propone Cristo es completamente distinta, luego créame que no es necesaria su preocupación.
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Pedro L. Llera
Último comentario que le publico y última respuesta que le doy.
1) No soy yo quien llama herejes a los modernistas. Es el Papa San Pío X, entre otros, quien les declaró herejes. Yo no tengo autoridad para declarar hereje a nadie.
2) La salvación de su alma no me preocupa especialmente: tanto como la de cualquier otra persona. Si a usted no le preocupa, es su problema: no el mío.
3) Yo no propongo ninguna salvación. Es Cristo quien la ofrece a través de la Iglesia. Y usted es muy libre de aceptarla o de rechazarla.
4) Se puede ser hereje, ateo, apóstata, cismático... Pero no se debe ser ignorante ni necio. La ignorancia se vence leyendo. La necedad - en la segunda acepción de necio que aparece en el diccionario de la RAEL - tiene peor pronóstico.
Paz y bien
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