Balance
El final de un año, aunque resulte una fecha como otra cualquiera, es buen momento para hacer balance de lo vivido hasta ahora y para plantearse buenos propósitos para el futuro.
Mi balance se resume en una frase: puedo decir que he vivido y he amado; y he amado mucho a muchas personas. He amado y amo mucho a mi mujer y a mis hijos. Pero también he amado y amo mucho a todos los niños que he tenido en las aulas de los colegios por los que he pasado en Asturias, en Murcia y ahora en Puerto Real. Y he amado y amo mucho a los profesores con los que he compartido y comparto tanto esfuerzo, tantas alegrías y tantas penas cada día. Y he amado y amo mucho a muchas familias que a lo largo de todos estos años – que ya van siendo muchos – han confiado en mi colegio, en mis profesores y en mí para educar a sus hijos. En muchos casos, esas familias dejan de ser padres y madres “sin más", para pasar a ser amigos y casi, casi, parte de mi propia familia.
Y puedo decir que me he sentido y me siento muy querido también por muchas personas: por mi propia familia, por mis compañeros de trabajo (que son mucho más que compañeros: son familia también), por las familias que llevan a sus hijos a mi colegio y, sobre todo, por los niños de los colegios por los que he ido pasando por aquello de la Divina Providencia que me lleva y me trae a donde le parece oportuno. Algunos de esos niños ya no son tan niños, por cierto. Otros, sí. Tengo desde pequeños de tres añitos (Marco, Mario, Leire, Sofía, Julia, Ainhoa, Cristiano…), hasta niños que ya pasan de los treinta y que ya han terminado sus estudios y están trabajando (o intentándolo).
Amo a muchísimas personas maravillosas a las que el Señor ha ido poniendo en el camino de mi vida. Y me siendo muy afortunado, muy dichoso, por sentir el cariño y el amor de tantas y tantas personas de Asturias, de Murcia, de Madrid o de Puerto Real.
No se puede pedir más. Así que el resumen de ese balance tiene que ser una acción de gracias a Dios muy grande. Es verdad que el Señor no me ha privado de la cruz: de muchas cruces, de alguna que otra traición, de la maledicencia de algunos, de la persecución de otros… Todo lo doy por bien empleado. No guardo rencor a nadie. Y puedo decir que he sido y soy muy feliz. Todo lo que el Señor me prometió lo ha cumplido. Nunca me he sentido defraudado ni he perdido la esperanza: ni en los peores momentos (que los ha habido y muy malos por cierto). Me dijo que iba a ser padre de familia y me dio una mujer maravillosa y tres hijos que son el regalo más grande del Señor; me dijo que quería que yo fuera su testigo como educador para evangelizar a los niños y jóvenes, especialmente a los más necesitados, y aquí estoy: tratando de cumplir con el Señor, a pesar de mis muchos pecados, a pesar de mi pobreza y mis miserias; a pesar de mis muchas limitaciones y debilidades. Pero ha sido el Señor quien me ha ido llevando de la mano, quien me ha ido educando a su manera. Y yo he tratado y sigo intentando ser dócil a lo que Él va disponiendo para mí en mi vida. Por eso ya no hago planes de futuro. Mi futuro será lo que Dios quiera que sea y acabaré dónde Él quiera que acabe. “Lo que Tú quieras, donde Tú quieras, como Tú quieras”.
Sí he de decir que cada día me siento más extraño en este mundo. A veces me siento como un extraterrestre: fuera de lugar… Como si este mundo no fuera mi mundo, como si no perteneciera realmente a este mundo. Cuando me pongo ante el Sagrario, mi alma ansía poder adorar al Señor desde el otro lado de la puerta que me separa físicamente de Él. Pienso: “algún día mi alma estará al otro lado y podrá contemplar tu gloria y adorarte como ya hacen los ángeles y mi Madre, María Santísima, y todos los santos que ya son dichosos en tu presencia”. Y entonces seré plenamente feliz. No soy santo, pero ¡qué ganas tengo de serlo! Y si el Señor pone en mi alma ese deseo, seguro que me dará la gracia para poder estar junto a sus elegidos. Eso es lo único que le pido ya al Señor para mí: ser santo. Porque mi propia familia y mis familias del Colegio, mis profesores y sobre todo mis niños necesitan y se merecen que yo sea santo. Para consolarlos, para sanarlos, para enseñarles el camino que conduce a la plenitud, que es Cristo; para que pueda entregarme sin medida y amarlos sin medida, como solo Cristo puede amar. Porque ellos saben que los quiero. Pero mi amor es tan limitado… Y quisiera que mi corazón fuera tan grande como el de mi Señor, para poder amarlos como Él los ama y como ellos merecen ser amados.
Pero me siento fuera de lugar en este mundo. Hay tanto mal, tanto pecado… Divorcios, abortos, adulterios, depravaciones, inmoralidades, corrupción, injurias, calumnias… ¡Y hay tanto pecado también dentro de mí…! ¡Aborrezco el pecado! No entiendo que se asesine a casi cien mil niños al año en mi país en los vientres de sus madres. No entiendo que “todo el mundo” acepte la ideología de género y no vea la perversidad satánica que rezuma. No me puedo sentir parte de un sistema que convierte en derecho el asesinato de niños no nacidos; no puedo entender tantas muertes de mujeres por parte de sus “parejas”; no me cabe en la cabeza que se proponga legalizar la “gestación subrogada”; no entiendo que se puedan congelar embriones o manipularlos o destruirlos; no soy capaz de entender que quieran legalizar el asesinado de enfermos y ancianos bajo el repugnante pretexto de proporcionarles una “muerte digna”…
Hace unos meses algunas madres del colegio me preguntaban qué tenía yo contra los divorciados… Yo no tengo nada contra los divorciados: tengo mucho en contra del adulterio y del divorcio porque provocan mucho dolor, hacen mucho daño. Y yo lo veo y lo palpo cada día en sus víctimas inocentes: en el sufrimiento de las mujeres y los hombres que tienen que pasar por ese calvario que es el divorcio; en esos niños que sufren la experiencia dolorosa de la ruptura de su familia… El pecado siempre provoca sufrimiento, dolor, muerte… Yo no estoy en contra de nadie: estoy en contra del pecado y de sus consecuencias nefastas: del enorme dolor que provoca y de las personas cuyas vidas quedan destrozadas a consecuencia de ese pecado. Yo quiero e intento amar a todo el mundo, pero no puedo dejar de aborrecer el pecado.
Lo mismo podría decir de los homosexuales. No tengo nada contra ellos: al contrario. Pero estoy en contra del lobby LGTB y del homosexualismo político porque es una ideología perversa que pretende pervertir la inocencia de los niños y convertir en normal la depravación más decadente y nihilista. Pero aborrecer una ideología (satánica) no significa que yo desprecie a nadie por ser homosexual o transexual. Al contrario. Tengo amigos y he tenido alumnos homosexuales y ellos saben que los quiero. Pero amar a las personas no significa amar el pecado ni traicionar a la Verdad para justificar el mal que Dios aborrece.
No tengo nada en contra de los médicos o las enfermeras, pero sí me horroriza que haya personas que se ganen la vida destrozando fetos y provocando abortos. No tengo nada contra los políticos, pero sí me escandaliza que haya personas que utilicen sus cargos para robar y enriquecerse de manera ilícita. Y así podría seguir y seguir… Aborrecer el pecado y amar al pecador… y tratar de que todos se conviertan a Cristo y abandonen las tinieblas del mal, que tanto daño y tanto sufrimiento provoca. Eso es lo único importante.
Por ello, algunos me tacharán de “homófobo”; otros, de carca; otros dicen que soy “ultracatólico”. Yo me siento un antisistema sin remedio. Me siento fuera de lugar… Podría decir como San Pablo que para mí, vivir es Cristo y morir, ganancia… Entiendo esa frase a las mil maravillas… Todo lo estimo en nada al lado de Cristo. Me da igual ser más rico o más pobre, vivir más o menos, con tal de que el Señor me conceda la gracia de mantenerme fiel, con tal de cumplir su Voluntad. Eso es lo único que le pido para mí al Señor: nada más. Vivir y morir en gracia de Dios. Que pueda seguir sirviendo y amando a cuantos me rodean cada día y que cada día los pueda amar y servir más y mejor. Y que con mi vida y con mis palabras pueda conducirlos a todos a Cristo. No quiero más nada. Sólo Dios me basta. Nada de lo que tengo o lo que soy es mérito mío: todo es gracia de Dios.
Toda la gloria para Dios, en el Cielo y en la Tierra, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
14 comentarios
Del deseo de ser lisonjeado,
Del deseo de ser alabado,
Del deseo de ser honrado,
Del deseo de ser aplaudido,
Del deseo de ser preferido a otros,
Del deseo de ser consultado,
Del deseo de ser aceptado,
Del temor de ser humillado,
Del temor de ser despreciado,
Del temor de ser reprendido,
Del temor de ser calumniado,
Del temor de ser olvidado,
Del temor de ser puesto en ridículo,
Del temor de ser injuriado,
Del temor de ser juzgado con malicia
Jesús dame la gracia de desearlo
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Pedro L. Llera
Que el Señor nos libre de todo ello.
Que el Señor te conceda que se cumpla tu anhelo de mayor santidad. Esa es la clave de todo.
Nos esperan tiempos difíciles. Andemos siempre en su Palabra y encomendémonos a su Madre.
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Pedro L. Llera
Siervos inútiles somos. Que por la gracia de Dios, podamos gozar algún día de la plenitud eterna de su gloria junto a los ángeles y a los santos.
Santidad o muerte
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Pedro L. Llera
Sabes que te quiero de corazón, David. Gracias y un fuerte abrazo.
Si las parrilladas hablaran... :-)
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Pedro L. Llera
Esas parrilladas son otro regalo de Dios. Me siento afortunado de compartir la fe con personas como David y como tú. Sois una gracia de Dios en mi vida. Y esperemos que algún día, cuando el Señor disponga, podamos seguir compartiendo nuestra amistad en la mesa celestial.
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Pedro L. Llera
¡Viva! Y muchas gracias. Vivimos en este mundo pero no somos de este mundo...
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Pedro L. Llera
Todos tenemos esa inclinación al pecado, Javi. Tú siempre has sido un chico muy bueno y muy especial. El pecado nos aleja de Dios, pero el Señor no está esperando para castigarte: te está esperando para que vuelvas a Él, como el hijo pródigo, para abrazarte y darte un abrazo y sacrificar para ti el ternero cebado. Hoy he estado en Covadonga y me he confesado. La confesión es el cauce de esa gracia de Dios que conduce al cielo. Y volveré a caer... Pero Dios no se cansa de perdonarnos. La santidad es un camino que termina sólo cuando el Señor nos llame a su presencia. Es importante vivir en gracia de Dios: para eso el Señor nos dejó ese sacramente maravilloso de la penitencia. Y el Señor quiso quedarse Él mismo en la Eucaristía para que alimentándonos de su propio cuerpo y de su propia sangre, nuestro corazón de piedra se vaya transformando en un corazón como el suyo. Nosotros no podemos vivir sin la Eucaristía y sin la confesión. La vida es un camino en el que constantemente caemos y nos volvemos a levantar con su ayuda. El peor pecado es la desesperación. No pierdas la esperanza y, como escribía Walt Whitman, "haz que tu vida sea extraordinaria"; o mejor: deja que el Señor haga que tu vida sea extraordinaria. Porque solos... ni tú ni yo podemos hacer nada. Pero todo lo podemos en Aquel que nos ha querido tanto que hasta entregó su vida y derramó su preciosísima sangre por nosotros. Ese fue el precio que Él pago por nuestra salvación. ¡Oh feliz culpa que mereció tal Redentor!
Nosotros solo debemos darle un sí como hizo María y dejarnos llenar por su gracia. Que la Santísima Virgen de la Fuensanta, a la que tanto quiero, te cuide, te proteja y le libre de todo mal. Y que Dios te bendiga, Javi. Con este comentario que me has dejado aquí, ya has comenzado el camino de vuelta a la casa del Padre.
No soltéis la mano de Nuestra Madre, rogad a Ella para que no permita que soltéis su mano. Escuchad a nuestra Madre, que habla por su Hijo: ¡No temáis! ¡No os desalentéis! Llega pronto mi Dios y vuestro Dios, ya alborea el alba, ya llega pronto vuestra liberación. ¡Ánimo! Cristo venció al mundo.
Mi deseo que 2.018 sea la batalla final y que Cristo y nuestra Madre conquisten a todos sus hijos.
Si alguien llama "ultracaólico" es por el odio que nos pueden tener los que no son hijos de Dios, ¿ultracatólico? "Ah, debe ser porque estoy demasiado pendiente de los intereses de Nuestro Señor Jesucristo" ¿Me llaman radical? es lo mismo, nuestro amor a Cristo Jesús, la fidelidad a los Santos Mandamientos de Dios.
Si a Jesús le despreciaron, los discípulos no podemos ser más que el Maestro, y debemos alegrarnos.
Estos versos: "Del deseo de ser lisonjeado, etc" de seguro que es un gran bien para todos nosotros, que debemos ser muy alegres en Cristo Jesús. Nos alegrará cuando nos calumnien, difamen, digan toda clase de mal contra nosotros, porque vamos poniendo en práctica en nuestra vida todo lo que nos ha enseñado Jesús, y que necesitamos perseverar, esto es, negarnos a nosotros mismo. Hoy día, hay quienes se entristecen y se amargan la vida, porque están poniendo su "fama" por los suelos, y no es precisamente por su fidelidad a Cristo, sino por la medida que no procede de Cristo Jesús. --"Qué miedo, están quitándome mi fama"--. Cada uno de nosotros debemos obrar únicamente bajo la mirada de Dios, obraremos para que Cristo nos mire porque trabajamos por su causa con amor y perseverancia. Son los intereses de Cristo, y los hijos de este mundo seguirán aborreciéndonos.
¿Qué te sientes fuera de lugar? Tendremos que salir del mundo. Pues sí, es posible hacerlo, cuando oramos con insistencia, buscando lugares para que las distracciones voluntaria no nos golpeen y prevenirnos de las imaginaciones, pues nos estorban también.
¿Qué es tener algo contra los homosexuales? Veo que la Palabra de Dios, ya se declara contra ellos. Y nosotros debemos ser fieles a la Palabra de Dios.
Y es que eso procede del mundo, del pecado, y que muchos cristianos termina como si le hubiesen cambiado su forma de pensar “respetar a los homosexuales es respetar todo lo que ellos hacen, que es sembrar todo tipo de escándalo y corrupción. Porque el diablo en su astucia es muy capaz de convencer incluso a los pastores de que es bueno “respetar a los homosexuales” ; o sea: “respetar los pecadores que no renuncian a combatir contra Dios. Es interesante lo que enseña San Pablo: (1Cor 5,9-13). Pues sí, de esta manera el demonio no nos engañará. La Palabra de Dios nos enseña cómo hemos de proceder. ¿Puede respetarse los que cometen actos gravísimos de impurezas?
El no estar contra ellos, significaría que nos daría igual que ofendiesen a Dios, pero tratar de que vean y comprendan su espantoso pecado y renuncien a sus abominaciones. Pero quieren ser aceptados, no para hacer penitencia y salvarse. Y nosotros como cristianos nunca nos declararemos contra el Señor nuestro Dios.
Que no nos confunda la corrupción del mundo, pues somos de Cristo. No queremos los reinos de este mundo. Nuestra Patria es el Reino de los cielos, y debemos seguir trabajando por ello.
He leído tu artículo y cómo curriculum vitae al servicio de la moralidad me parece muy bueno.
No te preocupes demasiado por lo que otros piensan de ti. Mientras que tus más íntimos allegados no te digan que estás loco o que eres un Anticristo, todo pasa.
Antes de responder a este comentario, si quieres, intenta leer los siguientes versículos del Evangelio y dime qué te dicen a ti personalmente. (Mt. 17,10-13; Mc. 9,11-13; S. Pedro.2/3, 9-12)
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Pedro L. Llera
A mí también me trae sin cuidado lo que piensen u opinen de mí los demás. Lo que me importa es lo que el Señor vea en mí... En cuanto a que seamos carne de cañón, no me cabe duda.
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Pedro L. Llera
Dios la bendiga a usted y a sus hijos.
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