Piedad, Honor y Educación
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Hoy, domingo, celebraremos los católicos la festividad de Cristo Rey. Curiosa coincidencia. Providencial.
En los últimos días, las noticias en televisión, en prensa, en radio y en la Red se llenan de estadísticas y datos que denuncian la violencia que sufren las mujeres en nuestra sociedad. Hay pancartas en los ayuntamientos con lemas como “Municipio libre de terrorismo machista”. Hay campañas de denuncia y concienciación. “La violencia machista es una lacra social que hay que erradicar”, dicen los políticos. Y lo dicen con razón. Una lacra es un mal físico o moral. Y, efectivamente, somos todos víctimas de una grave enfermedad moral que acaba causando víctimas inocentes: mujeres y niños asesinados, agredidos, heridos; en el mejor de los casos, marcados de por vida por la violencia sufrida en sus propias carnes. Agresiones sexuales, violaciones… Manadas de cerdos aprovechándose y violando a una chica, tal vez borracha, que podría ser mi propia hija…
Esta tabla que aparece en el diario El Mundo me parece muy reveladora:
Nunca se ha hablado más de igualdad en colegios y medios de comunicación. Nunca se han hecho más campañas a favor de la dignidad de la mujer. Y hay jóvenes ahora que son más machistas que mis abuelos, que en paz descansen: jóvenes que controlan el móvil de su novio o de su novia, que les dicen con quién pueden hablar y con quién no y cómo deben vestirse o arreglarse… Alucinante.
Pero ¿qué soluciones proponen? Endurecer las leyes, proteger a las mujeres en situación de riesgo, minutos de silencio delante de las instituciones, ponerse lacitos en las solapas, gastar dinero en propaganda en los medios de comunicación… Todo eso está bien. Es necesario. Pero insuficiente. Al final es absolutamente inviable poner a un policía detrás de cada mujer o de cada niño que sufre situaciones de riesgo. Y a un tipo que está dispuesto a suicidarse con tal de asesinar a su esposa, a su novia o a sus propios hijos, poco le importan las penas de cárcel, los minutos de silencio o las campañas de propaganda institucional.
La violencia machista no es un problema exclusivamente español ni exclusivamente occidental. Según las estadísticas, al parecer el país donde más mujeres mueren víctimas de la violencia machista es la India. No son las sociedades cristianas las más machistas, como algunos, cegados por las ideologías, pretenden explicar. Que se lo digan a las mujeres que viven en sociedades islámicas, por ejemplo.
El problema de la violencia machista es un problema moral. En estos días estoy explicando el Cantar de Mio Cid a mis alumnos de 3º de ESO, que lo están leyendo. Y ya en la primera obra literaria que se conserva en español aparece la violencia machista como tema importante. Y el juglar del siglo XII se encarga de dejar bien claro que quienes abusan y maltratan a sus mujeres son unos cobardes y unos miserables. Los infantes de Carrión representan a la perfección a ese tipo de bestias malnacidas.
En cambio, el Cid representa el ideal de caballero cristiano: buen padre, buen esposo, buen caballero; valiente, justo con sus hombres y leal a su rey. El Cid es el ejemplo de hombre de honor: un concepto totalmente pasado de moda. ¿Quién enseña a sus alumnos hoy en día la importancia del honor? ¿Qué padre enseña a sus hijos a comportarse en nuestros tiempos como un hombre o una mujer de honor? Un hombre de honor es el que se comporta conforme a unos principios morales sólidos. Un hombre de honor cumple siempre su palabra: no miente ni engaña nunca. Un hombre de honor honra a sus padres, ama a su esposa y a sus hijos: no cae en el adulterio. Un hombre de honor defiende al débil y hace frente al matón de turno. Un hombre de honor no roba ni mata, ni es codicioso ni avaro ni violento. Un hombre de honor no necesita policías ni guardas de seguridad porque sus principios no le permiten delinquir: su conciencia no se lo consentiría. Un hombre de honor no se quedaría nunca con nada que no fuera suyo ni robaría una caja fuerte, aunque supiera que nadie lo iba a ver. Un hombre de honor nunca le pone la mano encima a una señora o a una joven o a una niña. A las mujeres no se les pega, se las protege y se las respeta porque cualquiera de ellas podría ser tu madre, tu abuela, tu hermana o tu hija. A una mujer hay que tratarla siempre con respeto y, si las feministas me lo permiten, con delicadeza y cortesía. Un hombre de honor nunca abusa sexualmente de una mujer ni se aprovecha de que una chica esté borracha o drogada para violarla: eso es asqueroso, indigno, atrozmente bárbaro. Al contrario, un hombre con honor protegerá y defenderá a la chica de la que algún desalmado pretenda abusar y la protegerá hasta dejarla en un lugar seguro. Un caballero deja siempre pasar delante a una señora por las puertas y cede siempre su asiento en el metro o en el autobús…
A mis hijos y a mis alumnos los educo en estos mismos principios, porque no sabría educarlos de otra manera. La educación cristiana pasa por enseñar los mandamientos de la Ley de Dios, que no sólo hay que conocerlos, sino también – y sobre todo – practicarlos. Educar en la piedad en una sociedad impía: esa es la gran asignatura pendiente en nuestras escuelas. Hay que infundir a nuestros niños el amor a Dios para que también amen a sus semejantes. Así lo dice el diccionario de la Academia de la Lengua:
Piedad: Virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión.
¡Cómo cambiaría el mundo si todos fuéramos piadosos! El amor a Dios es imprescindible en una educación que pretenda formar hombres y mujeres honorables (con honor), porque sabemos que nosotros solos no podemos ser santos, que eso es imposible sin la gracia de Dios. Seamos humildes y conscientes de nuestra fragilidad y nuestra debilidad extrema. Sin la ayuda de Dios no vamos a ninguna parte. Todo se lo debemos a Él: la propia vida, la familia, el trabajo, la salud… todo está en manos del Señor. Dios nos ama a cada uno de nosotros desde antes de que existiéramos y es el Señor quien nos ha dado la vida y nos la da a cada instante y tiene en su infinita bondad un plan trazado para cada uno de nosotros. Nuestra vida está en sus manos permanentemente. Y nos da la vida para que amemos, para que seamos sus manos, sus ojos, sus brazos; para que seamos signos visibles de su amor infinito. ¡Qué importante es vivir en gracia de Dios! ¿No os dais cuenta de que si viviéramos en gracia de Dios el mundo sería completamente distinto e infinitamente mejor? ¿Tan ciegos estáis?
Sí. El mundo está ciego. Vive en las tinieblas más absolutas. La modernidad ha pretendido endiosar al hombre y arrinconar a Dios. Y cuando prescindimos de Dios y nos alejamos de Él, el mundo se convierte en un lugar terrorífico, en un infierno inhumano y cruel, donde Satanás hace de las suyas. El nazismo y el comunismos – ideologías impías por excelencia – son buena prueba de las atrocidades de las que es capaz el ser humano que cambia al único Dios verdadero por el mismísimo Demonio.
El mundo moderno está tratando de convencernos con toda su maquinaria propagandística de que la vida no tiene sentido, de que no hay nada más allá de la muerte, de que no hay más dios que el propio hombre y de que seremos felices si prescindimos de cualquier ley divina y vivimos como el superhombre nietzscheano por encima del bien y del mal; o sea, haciendo en cada momento lo que nos dé la gana, sin cortapisa moral alguna. Nos dicen que la felicidad es el puro placer hedonista: el sexo al margen de cualquier norma moral. Todo vale con tal de pasarlo bien. Nos estamos animalizando; nos hacen creer que la pornografía está bien, que la prostitución está bien. Nos están diciendo que el amor para siempre es un “ideal imposible”, que el hombre es infiel por naturaleza; que la fornicación y el adulterio es lo normal y lo razonable. Y que los católicos somos una especie de carcas que queremos amargarles la fiesta con mandamientos y prohibiciones. Nuestro mundo decadente e impío cifra la felicidad en el placer a cualquier precio. Disfrutar, pasarlo bien… Y nunca ha habido tantos suicidios… Suicidios cuyas estadísticas se ocultan bajo el pretexto de no alarmar o no provocar un efecto contagio. Y sabemos que es el suicidio la primera causa de muertes no naturales, por encima de los accidentes de tráfico. Y sobre los accidentes se hacen campañas sin parar. Pero sobre el suicidio, ni media palabra… Porque deja al descubierto una sociedad enferma moralmente. Deja al descubierto el vacío y la gran mentira de la modernidad.
Banalizan el sexo, convierten a las mujeres en objetos al servicio del hombre, al servicio de proporcionar placer al hombre. La pornografía es una verdadera peste al alcance de un clic para cualquier niño a través de Internet. Y España es uno de los países que más “consume” prostitución de todo el mundo: un puesto del “honor” en el ranking de la degradación moral. Y luego nos extrañamos de que pase lo que pasa.
El mundo moderno, nauseabundamente degenerado, echa leña al fuego de las bajas pasiones, favorece las causas, y luego se lamenta de sus consecuencias. Nos quejamos de la violencia contra las mujeres y los niños pero no vamos a la raíz del problema. La raíz del problema es el pecado del mundo: nuestro pecado. Y la única solución es la conversión a Cristo: confesión, oración, penitencia, participar en la santa misa siempre que sea posible. Dejemos que la gracia de Dios nos santifique para poder ser siervos del Señor y vivir entregando nosotros también nuestra carne y nuestra sangre por amor a cuantos nos rodean.
Hoy celebramos los católicos la festividad de Cristo Rey. Sólo cuando Cristo sea realmente el Señor de nuestras vidas el mundo cambiará. Ya está bien de lemas baratos: “Otro mundo es posible”. El mundo cambiará cuando reconozca a Cristo como Rey, cuando cada uno de nosotros seamos buenos hijos de Dios y de María Santísima. Porque de Cristo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos. El Señor es quien lo puede todo: no nosotros. Sigamos el ejemplo de María y digámosle sí al Señor para que Él nos llene con su gracia y nos haga santos e irreprochables a sus ojos. Eso es lo único que importa.
Dentro de poco empieza el Adviento: “Ven, Señor Jesús”. Ven pronto, Señor: entonces, habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, donde habitará la justicia; y el pecado, el dolor y la muerte ya no tendrán poder alguno.
¡Viva Cristo Rey!
11 comentarios
¡Viva Cristo Rey!
Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat¡¡¡¡
Que Dios le bendiga y le proteja y su Santísima Madre le cubra con Su manto.
Dios puede más. Roguemos por ellos, mientras tengamos tiempo. Dios siempre nos ayudará y, además, nunca se deja ganar en generosidad.
Recuerdo que de adolescente contemplé una escena desagradable de varios hombres en la puerta de un bar burlándose de un borracho-alcohólico en lenguaje políticamente correcto-atravesé la calle y me enfrenté a ellos, se avergonzaron al ver a una niña y se metieron dentro. El honor y la piedad es patrimonio de todos, lo mismo aprendí yo que mi hermano.
¿Exactamente qué es el honor?
Por el honor en tiempos del Cid un caballero castellano podía matar a otro en duelo porque se pensaba que le miró mal.
Por el honor en tiempos del Cid un marido podía soltarle un sopapo a su señora por andar sola a determinadas horas, y se quedaba tan pancho, y todo el mundo lo comprendía, hasta su mujer podía considerarse culpable y justificaba a su esposo.
Ya me gustaría ver un juicio por violación en tiempos del Cid, cuando todavía hoy se justifica una agresión porque la mujer iba sola por la noche, o vestía de cierta forma, o había bebido...
Que si todo el mundo fueran hombres y mujeres de honor no habría delitos ni pecados, y no harían falta policías ni confesores, es una obviedad pero no pasa de un ejemplo muy general.
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Pedro L. Llera
Creo que lo he explicado perfectamente en el artículo. Pero no hay peor ciego que quien no quiere ver. Por cierto... Ser una persona honorable no significa que no seamos todos pecadores. La confesión es siempre necesaria, como cauce de la gracia y la misericordia de Dios, que nos perdona de nuestros pecados. ¡Cómo no va a hacer falta la confesión, hombre! Una cosa son los delitos y otra los pecados. Eso es de primero de catequesis de primera comunión... Suba el nivel.
¿ Como hacer un mundo sin Dios ? ¿ Qué esperan que salga ? ¿ Acaso creen que existe la neutralidad espiritual ? ¿ No vendrán otros a imponer lo suyo ? ¿ No progresará el satanismo, llenando el hueco ?
Europa sigue caminando entre dos aguas: la conversión al ateismo de millones de personas y la invasión musulmana que traerá conflictos de gran magnitud, que se activarán _claramente_ cuando esa población llegue al ¿ 20% ? ¿ 25 % ?
Europa, vuelve a tus raíces decía JP II en Santiago. Las raíces del cristianismo nunca fueron pegar a mujeres, ni siquiera cotillear en los móviles o en las agendas o en las cartas de nadie. Los diez mandamientos, para un cristiano fetén son una fuente de vida y sabiduría.
Gracias por su artículo, como siempre, de diez. Saludos.
YO PERSONALMENTE ME PREGUNTO COMO ES POSIBLE LLEGAR HASTA ESE PUNTO DE DESPREOCUPACIÓN DE LOS PADRES POR ESA HIJA QUE NO LE TRASMITAN EL AMOR DE DIOS
HOY EN DÍA FALTA TIEMPO PARA LOS HIJOS
Y ASÍ VAMOS PONIENDO AL dios DINERO En LUGAR DEL DIOS DEL AMOR
POR FAVOR, PEDRO LUIS PUEDE AYUDARME, PARA AYUDAR A ESTA NIÑA Y A SU MADRE PORQUE SU MADRE DICE QUE LO SIENTE
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Pedro L. Llera
Nada me gustaría más que poder ayudarla. Al menos, cuente con mis oraciones. Hoy en día falta tiempo y, sobre todo, falta fe.
¡¡Qué horror!!
Tiene que ser una experiencia traumática tener un profesor tan carca.
menos mal que mis hijos no van a su colegio (sea el que sea)
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Pedro L. Llera
No tanto como la que tendrán quienes le tratan a usted, qué es un ejemplo de grosería y de mal gusto.
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