El gran Misterio, el mayor Milagro
La Eucaristía es el sacramento de nuestra fe: el núcleo del misterio de la Iglesia. Nuestro objetivo este curso consistirá en suscitar el asombro eucarístico: contemplar el rostro de Cristo junto a María. Y contemplar a Cristo implica saber reconocerlo dondequiera que Él se manifieste, pero sobre todo en el Sacramento vivo de su cuerpo y de su sangre. “Cristo Jesús que murió y resucitó; que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Rm 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia:
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En su Palabra.
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En la oración de su Iglesia.
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“Allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre” (Mt 18,20).
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En los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25,31-46).
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En los sacramentos de los que Él es autor.
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En el sacrificio de la misa y en la persona del ministro.
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Pero, sobre todo, Cristo está presente bajo las especies eucarísticas.
1. Eucaristía: presencia real de Cristo
La Eucaristía es la presencia real de Cristo por antonomasia. «Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. Esta conversión, propia y convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa Iglesia Católica». La Eucaristía es “mysterium fidei”, misterio que supera nuestro pensamiento y puede ser acogido sólo en la fe. “No veas –exhorta san Cirilo de Jerusalén– en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa”.
2. Eucaristía: sacrificio
La Eucaristía es sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo. En la Misa se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación: la muerte y la resurrección del Señor y «se realiza la obra de nuestra redención». ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega “hasta el extremo” (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. “El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio”. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús”.
El sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, “derramada por muchos para perdón de los pecados”.
3. La Eucaristía: banquete pascual
La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se quedan asombrados y confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva de sus palabras: « En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros » (Jn 6, 53). No se trata de un alimento metafórico: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”.
Pero este alimento y esta bebida son “peligrosos”, precisamente por la presencia de Cristo en ellos. Cuando tomamos este pan y este vino no sucede como cuando nuestro organismo toma alimento: nuestro cuerpo lo asimila y forma parte de nosotros. Con este pan y este vino, tomado en alimento, cada uno de nosotros es asimilado a Cristo Resucitado. Nosotros pasamos a ser carne de su Carne y sangre de su Sangre. Con ese pan y ese vino, pasamos a ser de Cristo.
Requisitos para comulgar
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No se puede dar la comunión a una persona no bautizada o que rechace la verdad íntegra de la fe sobre el Misterio eucarístico. Cristo es la verdad y da testimonio de la verdad (cf. Jn 14, 6; 18, 37); el Sacramento de su cuerpo y su sangre no permite ficciones. Para comulgar se requiere la plena comunión con la fe de la Iglesia.
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No estar en pecado mortal. Catecismo 1415: El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.
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¿Cuáles son los pecados mortales, que nos alejan de Dios y nos impiden comulgar?
Gálatas 5, 19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, desenfrenos, y cosas semejantes a estas; de las cuales os denuncio, como también ya os denuncié, que los que hacen tales cosas, no heredarán el reino de Dios”.
1 Corintios 6, 9-11: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros; mas ya sois lavados, ya sois santificados, ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.
Efesios 5, 5-8: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor: Andad como hijos de luz”.
Romanos 1, 28-32: “Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, Él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer. Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación. Están repletos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y malicia. Son chismosos, enemigos de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; se ingenian maldades; se rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas merecen la muerte; sin embargo, no solo siguen practicándolas, sino que incluso aprueban a quienes las practican”.
Y estos son los mandamientos que todo católico debe cumplir:
Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios son:
1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.
Estos diez mandamientos se resumen en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Los Cinco Mandamientos de la Santa Madre Iglesia son:
1º - Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar.
2º - Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de
muerte, y si se ha de comulgar.
3º - Comulgar al menos por Pascua de Resurrección.
4º - Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre
Iglesia.
5º - Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
4. Eucaristía: el cielo en la tierra
Scott Hahn en su libro La Cena del Cordero escribía lo siguiente: “Vamos al Cielo cuando vamos a Misa … Y esto no es sólo un simbolismo, una metáfora, una parábola, una figura literaria. Es real … ¡De veras vamos al Cielo cuando vamos a Misa! Y esto es verdad en cada Misa que asistimos, no importa la calidad de la música o el fervor de la predicación… La Misa –y me refiero a cada Misa en particular – ¡es el Cielo en la tierra!”
Esto que Scott Hahn explica por Teología, lo corrobora por la vía mística el Padre Pío. Para él, también la Misa no sólo era el Calvario, sino el Paraíso. Y la Santísima Virgen María era su compañera constante en el altar. Cuando se le preguntó sobre esto, explicó que la Virgen está presente en cada Misa, junto con los Ángeles y toda la Corte Celestial. En las Misas que celebraba él veía los Cielos abiertos, la gloria de Dios y el esplendor de los Ángeles y Santos.
Otra mística, Santa Teresita del Niño Jesús, va más lejos. Experimentó lo mismo el día de su Primera Comunión. Cuando se disponía a recibir a Cristo bajo las especies de pan, Teresita se dio cuenta que no sólo la Trinidad iba a morar en ella, sino que como los Santos y los Ángeles del Cielo están “perfectamente incorporados a Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica 1026), también el Cielo todo vendría a ella. Durante la ceremonia, se conmovió hasta las lágrimas y la gente pensó que sería porque estaba triste por la muerte de su mamá y porque no estaba allí para compartir con ella este momento. Pero dijo ella que, al contrario: “todo el gozo del Cielo había entrado a este pequeño corazón exilado … cuando el Cielo entero entró a mi alma al recibir a Jesús, también mi mamá vino a mí”.
Donde está Cristo, están el Padre y el Espíritu Santo. Y donde está la Santísima Trinidad, están también sus ángeles y sus santos. Donde está Jesús Sacramentado, está el Cielo. La Misa nos anticipa el cielo en la tierra: si la vivimos con fe.
5. Implicaciones sociales del Misterio eucarístico
La Santa Misa es el Sacramento de la Caridad: el Sacramento del Amor. La Eucaristía me hace pertenecer al Sagrado Corazón de Jesús: soy de Cristo. Y eso se tiene que notar en algo: el primer indicio es nuestro modo de mirar y considerar a los demás. La Eucaristía que celebro me debe llevar a sentir a todos los que celebran la misa conmigo como hermanos.
Pero la Eucaristía, ¿me impulsa a ir hacia los pobres, los enfermos, los que necesitan algo vital? ¿Me hace crecer en capacidad de alegrarme con quien se alegra y de llorar con quien llora? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús? ¿Amamos, como quiere Cristo, a aquellos más necesitados por una enfermedad, por un problema, como la falta de trabajo o de orientación?
Honrar el Cuerpo de Cristo, el Corazón Eucarístico de Jesús, también consiste en recordar la responsabilidad que tiene la Iglesia – nosotros, católicos- de atender a las necesidades de todas las personas, sean o no miembros explícitos de la Iglesia Todos los hombres y mujeres son nuestro prójimo, sea amigo o enemigo. La vida futura, siempre gracia de Cristo, se alcanza aquí también por lo que cada uno de los discípulos de Cristo se parezca a Él en el día a día de nuestra vida.
a) Trabajar por la justicia, la reconciliación y paz
La “mística'’ del Sacramento tiene un carácter social: sin Cristo no podemos hacer nada. Pero unidos a Cristo y con la ayuda de su gracia, lo podemos todo. La Eucaristía es sacramento de comunión entre hermanos y hermanas que aceptan reconciliarse en Cristo. No cabe duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón. De esta toma de conciencia nace la voluntad de transformar también las estructuras injustas para restablecer el respeto de la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. La Eucaristía, a través de la puesta en práctica de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la celebración.
El sacrificio de Cristo es misterio de liberación. Todos los fieles debemos ser realmente operadores de paz y de justicia: quien participa en la Eucaristía, por la gracia de Dios, ha de comprometerse en construir la paz en nuestro mundo marcado por tantas violencias y guerras, y de modo particular hoy, por el terrorismo, la corrupción económica y la explotación sexual. Gracias al Misterio que celebramos, deben denunciarse las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el alto valor de cada persona.
b) Compromiso por los pobres
No podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalización que con frecuencia hacen crecer desmesuradamente en todo el mundo la diferencia entre ricos y pobres. Debemos denunciar a quien derrocha las riquezas de la tierra, provocando desigualdades que claman al cielo. Por ejemplo, es imposible permanecer callados ante las imágenes de los campos de refugiados, concentrados en precarias condiciones para librarse de una suerte peor, pero necesitados de todo. Estos seres humanos, ¿no son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acaso sus hijos no vienen al mundo con las mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás?
El Señor Jesús, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estar atentos a las situaciones de pobreza en que se halla todavía gran parte de la humanidad: son situaciones cuya causa implica a menudo un clara e inquietante responsabilidad por parte de los hombres. Nuestro compromiso por la verdad puede y tiene que dar nueva esperanza a estas poblaciones que viven bajo el umbral de la pobreza.
El alimento de la verdad nos impulsa a denunciar las situaciones indignas del hombre, en las que a causa de la injusticia y la explotación se muere por falta de comida, y nos da nueva fuerza y ánimo para trabajar sin descanso en la construcción de la civilización del amor. Los cristianos han procurado desde el principio compartir sus bienes (cf. Hch 4,32) y ayudar a los pobres (cf. Rm 15,26). La colecta en las asambleas litúrgicas no sólo nos lo recuerda expresamente, sino que es también una necesidad muy actual. Las instituciones eclesiales de beneficencia, en particular Caritas en sus diversos ámbitos, prestan el precioso servicio de ayudar a las personas necesitadas, sobre todo a los más pobres. Estas instituciones, inspirándose en la Eucaristía, que es el sacramento de la caridad, se convierten en su expresión concreta; por ello merecen todo encomio y estímulo por su compromiso solidario en el mundo.
El misterio de la Eucaristía nos capacita e impulsa a un trabajo audaz en las estructuras de este mundo para llevarles aquel tipo de relaciones nuevas, que tiene su fuente inagotable en el don de Dios. La oración que repetimos en cada santa Misa: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, nos obliga a hacer todo lo posible, en colaboración con las instituciones internacionales, estatales o privadas, para que cese o al menos disminuya en el mundo el escándalo del hambre y de la desnutrición que sufren tantos millones de personas, especialmente en los países en vías de desarrollo. El cristiano laico en particular, formado en la escuela de la Eucaristía, está llamado a asumir directamente su propia responsabilidad política y social. Para que pueda desempeñar adecuadamente sus cometidos hay que prepararlo mediante una educación concreta para la caridad y la justicia.
c) Defender la creación
En la liturgia, durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote dirige a Dios una oración de bendición y de petición sobre el pan y el vino, “fruto de la tierra”, “de la vid” y del “trabajo del hombre”. Con estas palabras, además de incluir en la ofrenda a Dios toda la actividad y el esfuerzo humano, el rito nos lleva a considerar la tierra como creación de Dios, que produce todo lo necesario para nuestro sustento. La creación no es una realidad neutral, mera materia que se puede utilizar indiferentemente siguiendo el instinto humano. Más bien forma parte del plan bondadoso de Dios, por el que todos nosotros estamos llamados a ser hijos e hijas en el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo. La fundada preocupación por las condiciones ecológicas en que se halla la creación en muchas partes del mundo encuentra motivos de consuelo en la perspectiva de la esperanza cristiana, que nos compromete a actuar responsablemente en defensa de la creación.
7 comentarios
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Pedro L. Llera
No sé a qué se refiere. No sé a cuento de qué viene este comentario. No sé a qué se refiere con el tema de los presos. No sé a qué viene mencionar aquí a los LGTB ni a sus marchas. No sé a qué viene esa referencia a la pena de muerte.
Vamos... que no sé ni por qué le doy paso al comentario.
El post es una catequesis sobre la Eucaristía... Ni más ni menos... En fin...
Yo, desde mi más absoluta ignorancia de casi todo, me atrevería a comentar algo de lo que ha dicho:
"diferencia entre ricos y pobres."
Para mi, pobrecito hablador, el quid de la cuestión no es si hay diferencia entre ricos y pobres. ¿ Acaso los ricos son malditos o pecadores por su condición económica ? No por supuesto. Se ha más que demostrado que las teorías de Malthaus fueron un engaño. Lo que hay que denunciar, imho, es que los países occidentales, sus gobiernos, depredan recursos tanto en países extranjeros como en el propio, para mantener a unas oligarquías que les permiten detentar el poder.
"Debemos denunciar a quien derrocha las riquezas de la tierra, provocando desigualdades que claman al cielo"
Acaso vd., o yo mismo, que podríamos tener fondos de inversión, hoy que todo el mundo busca rentabilidad a sus ahorros donde sea, no somos causantes de muchos males y desigualdades, porque esos fondos claramente buscan la rentabilidad a cualquier precio. Ahí estaríamos cómodamente sentados en nuestros sillones, viendo el telediario, las desgracias del mundo, y como aquel fariseo, diciendo, "te doy gracias señor porque no me has hecho como ese publicano. Qué bueno que soy que no mato, ni robo". Y como diría José Mª García, "ni una mala palabra, ni una buena acción".
No digo que no haya que denunciar el mal. Claro que sí. Pero creo que es hora de concretar, porque de la falta de concreción, son miríadas, los que no conocieron la verdad de sus vidas, y van derechitos al infierno, o en el mejor de los casos, al fondo del purgatorio.
En todo caso, es un simple comentario. En la distancia tengo un profundo respeto por vd. Agradecerle el bien que hace con sus escritos y con este en particular.
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Pedro L. Llera
¿Qué corrección?
Salio una correccion diciendo que tenia que modificarlo,
O no lo entendí o no se que es lo que tengo que correjir.
De todas formas , gracias por todo el escrito , me resulto muy interesante.
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Pedro L. Llera
No sé a qué se puede referir con lo de la corrección... No tengo ni idea ni tengo nada que ver con eso...
Esto es lo que yo entiendo, con palabras de cristiano de a pie, como una verdadera Lección Magistral !!! ¡Ah, sí se acercasen , mínimamente , a su valía tanto obispo y teólogo de chichinabo como nos inundan para regocijo de Satanás. Modelo ejemplar y sabio de laico católico integral, Dios te bendiga y te lo premie. Mi agradecimiento y mi abrazo fraterno.
Amelia.
Sobre todo está en el amor al prójimo, que será por lo que nos juzgue después el padre y no por las veces que hayamos comulgado
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Pedro L. Llera
No me equivoco: no. Ese párrafo está calcado del Catecismo de la Iglesia Católica. Concretamente, del punto 1373:
1373 "Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros" (Rm 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf LG 48): en su Palabra, en la oración de su Iglesia, "allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre" (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25,31-46), en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, "sobre todo, (está presente) bajo las especies eucarísticas" (SC 7).
La cita SC 7 se refiere a la CONSTITUCIÓN SACROSANCTUM CONCILIUM SOBRE LA SAGRADA LITURGIA (Concilio Vaticano II), que en su parágrafo 7 dice:
Presencia de Cristo en la Liturgia
7. Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt., 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.
En este post no hay prácticamente ninguna opinión personal ni ninguna originalidad propia. Este post es una catequesis que recoge textos magisteriales. Podría haber señalado todas las citas y de dónde están tomadas, etc. Pero cuando escribí esto lo que pretendía era hacer una catequesis para mi colegio (padres, profesores, alumnos), no un ensayo personal ni nada de eso. Por eso no aparecen citas ni referencias: por simplificar el texto y no hacerlo farragoso.
El catecismo puede decir misa (en latín por supuesto) pero la única referencia al Juicio Final del Evangelio está Mt 25 y ahí no dice nada de la misa, la eucaristía y demás invenciones de la Iglesia posterior.
Sí, ya se que para usted eso es herejía, pero ya dijo el papa que de herejes está el cielo lleno
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Pedro L. Llera
El magisterio de la Iglesia está recogido en el Catecismo de la Iglesia Católica. No puede reducir el evangelio a Mt 25. Yo podría reducirlo a Jn 6, 51 y decir que sólo ese capítulo de San Juan es el que vale: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo".
O podríamos reducir el evangelio a Juan 6, 54: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día."
Pero no lo hago. Los pobres, los necesitados, son un lugar privilegiado de encuentro con el Señor (no el único) y el servicio a los necesitados es imprescindible para vivir con coherencia eucarística. No vale sólo ir a misa si no vive consecuentemente. El post creo que lo deja claro y hay un capítulo final bastante largo donde hablo de la opción por los pobres. No hay sospecha de reduccionismo espiritualista y desencarnado: si es que ha leído el texto hasta el final.
En cualquier caso, usted da su opinión y yo doy la doctrina de la Iglesia (no mi opinión que no vale para nada). Si las referencias al Catecismo y a las constituciones del Concilio Vaticano II no le bastan, todo lo demás está de más. Allá usted... Usted sabrá en qué cree y en qué no; usted sabrá si es católico o qué es... No le voy a decir que me da lo mismo, porque la salvación de las almas no me puede dar lo mismo, pero a partir de ahí ya lo que me queda es rezar...
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