Estas últimas semanas he dedicado mis escritos a comentar algunas entrevistas que diversos obispos catalanes han concedido a los Medios de Comunicación. La verdad es que no han sido muy afortunadas, han provocado mucha controversia y no han contribuído a mejorar la imagen de la Iglesia como institución. Yo siempre defenderé que la Iglesia debe decir valientemente lo que siente y lo que piensa, pero aunque las declaraciones de Don Jaume Pujol fueron valientes, sobre todo en temas como el sacerdocio femenino o la homosexualidad, probablemente no se utilizaron ni las mejores palabras ni los mejores argumentos, lo que aprovecharon los enemigos de siempre de la Iglesia para montar en cólera, algo que podía haberse evitado sin descafeinar la defensa de la doctrina oficial de la Iglesia. Por otra parte es muy necesario que nuestros prelados dejen de meterse en berenjenales o en causas que no son las suyas, como la del independentismo catalán (Vives en cabeza), y dediquen su tiempo y sus esfuerzos a lo que realmente es su misión: evangelizar y cuidar espiritualmente de las almas a ellos confiados.
Continuando con esta misma linea, quiero dedicar mi artículo de esta semana a otro de nuestros eclesiásticos que ha concedido estos días una entrevista, en esta ocasión al Periódico de Cataluña, se trata del Rvdo. Salvador Torres Romeu (Vilafranca del Penedès, 1939) actualmente párroco de las iglesias de San Paulino de Nola y San Pedro Ermengol de los barrios de Besós y de La Mina. "Salvador" como es conocido popularmente (sin el mosén o el Padre delante) es un sacerdote de linea progresista, como puede verse en sus intervenciones en el Consejo Presbiteral (del que es miembro), en el que se sitúa de forma crítica con n.s.b.a. cardenal Martínez Sistach, pero por el lado contrario al nuestro. Aún así, la valoración de esta entrevista es más que aceptable (al contrario de las anteriores de algunos de nuestros prelados), con respuestas positivas, y sin manifestar heterodoxia alguna, el Rvdo. Torres merece nuestros elogios por dar una buena imagen de la Iglesia, y aunque no sea de nuestra cuerda (más bien nos ve con muy malos ojos), como lo cortés no quita lo valiente es de justicia reconocerlo.
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