Un Dios acomodado, un cristianismo simpático, una Iglesia discreta
Son muchos los que en los últimos días habían expresado su perplejidad por el aparente silencio mediático que e-cristians y su distinguido presidente, nunca mejor dicho, Josep Miró i Ardèvol estaban manteniendo ante el espinoso “caso Pousa”. No entraba dentro de la lógica más común, valga el ejemplo, de todos aquellos que habían apoyado el acto multitudinario de enero en Montjuich, con su presencia, con su afecto y su adhesión, que ahora e-cristians y su presidente, en un affaire intraeclesial de meridiana trascendencia como es el suscitado por las “inexplicables” declaraciones de Mosén Pousa, conservase prudente reserva.
Desde Germinans entendemos que podía resultar precipitada, consideradas las implicaciones que salpicaban a nuestro n.s.b.a. Cardenal Martínez, una toma de posición que se anticipase a la obligada y debida por el legítimo Ordinario, en este caso, el ya mencionado Arzobispo de Barcelona.
Emitido el correspondiente comunicado por la Delegación Diocesana de Medios, y examinado el texto, creemos que la posición de Miró se fue convirtiendo en un “más difícil todavía”. El recién nombrado miembro del Pontificio Consejo para los laicos no es alguien que se ande con chiquitas y se conforme con medianías, pero ¿cómo salvar su habitual actitud de clara y valiente denuncia con su requerida buena compostura ante el cardenal Martínez?
A nuestro juicio, Miró únicamente tenía una salida: hablar entre líneas, haciéndonos llegar esta vez su denuncia, bañada y coloreada por un poético misticismo, que por sarcástico e irónico convierte esa denuncia en más profética si cabe.
A nuestro entender, el post en su blog del miércoles 30 de abril “Un Dios sin atributos, un cristianismo sin pasión, una Iglesia de plastilina” hay que enfocarlo bajo esa perspectiva. Constituye todo él un ejercicio de “finezza” que sólo encuentran parangón en las ya más que habituales declaraciones y cartas a las que nos va acostumbrando la siempre diplomática voz de Mons. Jaime González-Agápito. No debía esperarse otra cosa de quién por edad y coordenadas personales se encuentra ya de vuelta de muchas cortesías. Nos felicitamos por ello.
Pero no nos alejemos de la “meditación” sobre el castigo riguroso y el poder ejercido con sinuosidad, que a partir de bien escogidas citas bíblicas, nos regaló Miró en su blog. Sin duda alguna el tema de toda la reflexión lo constituye la incompatibilidad que existe entre mantener un asfixiado pensamiento políticamente correcto y la exigencia de una justicia aquí y ahora contra aquellos que quieren desfigurar el plan de Dios sobre la creación. ¡Qué trazo tan acertado el de Miró a la hora de mostrar los perfiles del problema! Y sin necesidad de hacer mención a los implicados en el caso que nos atañe, verbigracia Martínez y Pousa, omitiendo incluso una referencia explicita a la cuestión. Y todo ello aparentemente pasando de soslayo, pero evidenciando su pensamiento dirigido a mentes lucidas y perspicaces, en una sencilla palabra, dirigiéndose a Roma usando su mismo lenguaje pero con la cautela que exige su situación.
Y de no ser así, ¿a cuento de qué y de quien el uso tan corrosivo de esos calificativos de “cristianismo sin pasión e Iglesia de plastilina” tan diseccionados del conjunto del artículo todo él?
Germinans comparte la opinión de Josep Miró sobre aquellos que, estando obligados a más, nos presentan un Dios acomodado al mundo, un Dios aburguesado, como dirían nuestros adversarios de la otrora rebelde izquierda progresista y ahora bien cobijada en el poder, con su habitual jerga hegeliano-marxista.
Es un Dios al que se le liman las aristas en todas aquellas cuestiones que incomodan a los poderosos de este mundo. Sobretodo no presentar el rostro de un Dios extremadamente exigente que invada hasta las últimas y más íntimas esferas de la persona, ámbitos que la cultura relativista de nuestros días reserva a la privacidad. A ese Dios “totalizante” hay que acomodarlo a lo que comúnmente pueda ser aceptado por el pensamiento social imperante. Sólo así podemos ser empáticos y crear un cristianismo simpático. Quizá simpático a los ojos de los que conceden subvenciones y organizan recepciones en los atrios del poder político-mediatico. Puede ser. Pero abominable a los ojos de todos aquellos que con una mirada más limpia sobre las cosas y las personas buscan en la fe la respuesta a todos los interrogantes que el hombre se hace sobre el sentido de su existencia.
Ese cristianismo “simpático” es un escándalo a los ojos de todos los jóvenes, sea el caso, que buscan autenticidad y coherencia en el ser y el existir. Como resulta escandalosa la nota de cumplimiento, cumplo y miento, con que la Delegación Diocesana de Medios, nos obsequio para salir del atolladero por orden de su Eminencia Reverendísima.
Y por encima de todo, discreción. Que aquest mal no vol soroll! (¡Que este mal no quiere ruido!) Y es que es como si lo tuviéramos delante, tanto lo conocemos y tan medidas le tenemos las hechuras, a nuestro n.s.b.a. Cardenal
En Germinans estamos convencidos que al cardenal Martínez Sistach lo han conocido bien tres personas. En primer lugar y por orden de “preeminencia” (sic), el cardenal Jubany, mirada penetrante donde las haya. En segundo lugar, Mosén Josep Hortet Gausachs, condiscípulo de Sistach en el Seminario, ambos ordenados el mismo día y ambos puestos al servicio de Mn. Manuel Bonet como asistentes personales durante el tiempo de estudios en Roma, al inicio de los 60.
Y en tercer lugar, pero sin ninguna intención de relegarlo a menores, Monseñor González-Agápito, tercera mirada penetrante y que comparte con Sistach muchos secretos que estamos convencidos se llevará a la tumba, si Dios no lo remedia. Si no remedia el silencio, se entiende. La tumba ya sabemos que no. Del examen riguroso de los movimientos en las partidas de ajedrez que los tres han jugado con Martínez hemos aprendido en Germinans para llegar a un preciso conocimiento del personaje.
Por ello, toda esta “discreta y silenciosa” Iglesia que no remueve las cuestiones porque tiene miedo a que apesten, a la que nos tiene acostumbrado Martínez, más que una Iglesia de plastilina, apreciado Miró, se nos encapricha como una Iglesia anti-testimonio, una Iglesia sojuzgada moralmente al pensamiento políticamente correcto y eclesialmente previsible, acobardada ante el carácter levantisco de la izquierda social y eclesial. Si cabe aún peor y más reprobable que la posición de la Iglesia Luterana Noruega que por no perder los privilegios oficiales que le reporta su condición de “Iglesia nacional” es capaz de casar peras con manzanas, juntar churras con merinas o hacer un vulgar “recorta y pega” con todas las expresiones bíblicas que resultan escabrosas a los cívicos oídos de sus compatriotas.
¡Porque eres tibio te vomito!
¡No, diguem no, nosaltres no som d´eixe món! (No, digamos no, nosotros no somos de ese mundo) cantaría el cantautor de Xátiva.
Digamos pues no a esa imagen acomodada y burguesa de Dios que muchos nos presentan con sus habituales componendas. Digamos no a esa obsesión por querer ser “empáticos” con el mundo moderno y con la mayoría moral del progresismo barcelonés. Y digamos finalmente no a esa Iglesia “discreta y de plastilina” a la que nos quieren condenar incluso alguno de nuestros pastores. Muy especialmente los que están obligados a más.
El Directorio
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