Sistach: El despotismo de medio pelo
“Fuerte con los débiles, débil con los fuertes”
No podía delegar en nadie más el examen y valoración moral de los hechos que nos han sido relatados por el grupo de feligreses de San Ramón Nonato de Collblanch y que ponen al descubierto no sólo los gravísimos desórdenes pastorales del párroco Brustenga sino la tolerancia cómplice en la que resueltamente se apoya: la del Ordinario del lugar, el cardenal Lluís Martínez Sistach.
Pero es necesario tomar perspectiva del asunto para comprender la gravedad moral de esa tolerancia culpable.
Y para ello es necesario echar una mirada atrás, casi a los mismos orígenes de la que fuera la página web predecesora de Germinans: el de Bello Pallico.
Corría el mes de septiembre de 2006 y en la Parroquia de San Agustín Nuevo de la barcelonesa calle Hospital en pleno arrabal viejo del Casco Antiguo, desarrollaba su ministerio Mn. Antoni Deulofeu, un sacerdote medianamente joven (nació en 1956) de gran empuje evangelizador y que, aún a pesar de su formación vocacional un tanto singular pues procedía de la extinguida Casa de Santiago, había conectado y estaba fuertemente marcado por el pontificado de Juan Pablo II. Admirador del carisma de “Comunión y Liberación” y de la Madre Teresa de Calcuta fue el promotor del traslado de las religiosas de esa Congregación asistencial a los más desfavorecidos desde el local de la Parroquia de San Jaime en la calle Leona hasta los locales más amplios de su Parroquia. Consiliario Diocesano de la Hospitalidad de Nª Sª de Lourdes a la cual se entregaba de pleno, miembro de “Payasos sin Fronteras” sabía reservarse algún “gag” o alguna “payasada” para los niños enfermos que necesitan una sonrisa.
Mosén Toni comprendió la importancia de acompañar la religiosidad popular y de apoyar a las Hermandades y Cofradías para sacar de ellas lo mejor y de mayor provecho.
Su casa parroquial siempre llena de pobres y desfavorecidos, pero en rotación y nunca estables. ¿Sus deudas? Muchas, como las de todo sacerdote que trabaja y entrega su vida a los hombres y mujeres de este mundo por amor a Dios. El cardenal Carles siempre aconsejaba a sus sacerdotes que se llenasen de deudas en sus tareas apostólicas. Porque de ese modo, los acreedores rezan fervorosamente para que los sacerdotes no se mueran y puedan pagar sus facturas. Simpática la broma pero muy sobrenatural y de gran calado apostólico.
Pero Sistach no pensaba de la misma manera. ¡Demasiado pólvora para tan poco cañón! Sus cálculos no están muy marcados por una mirada sobrenatural sobre las cosas y las personas. Y además estaba convencido que la confianza depositada por Carles al párroco Deulofeu al poner en sus manos una parroquia de tanta envergadura constituía una equivocación. Así que se presentó como elefante en cacharrería en San Agustín y, dándole a Deulofeu un disgusto monumental, lo presionó para que marchara de su parroquia y echara a todo quisque de la casa parroquial.
El párroco Deulofeu, privado de la confianza y el apoyo de su Pastor no vio otra salida que retirarse a descansar y reflexionar a la vecina diócesis de Tarrasa, acogido cariñosamente por el entonces párroco de San Esteban de Granollers, el hoy obispo de Gerona D. Francesc Pardo.
Poco a poco y recuperándose del trastorno, Mn. Toni fue sosegándose y retomando confianza en sí mismo y hoy en día desarrolla su ministerio, junto con otros proyectos y actividades, como párroco de San Lorenzo en Tarrasa.
Es muy posible que el fondo de la cuestión, Mons. Martínez Sistach no se equivocara en aquel año 2006, ya que quizá San Agustín se estaba convirtiendo para Deulofeu en una bola de nieve en un alud difícil de controlar. Lo inaceptable fueron las formas utilizadas por Sistach que usó de un trato personal duro e impropio de un pastor para con sus sacerdotes.
Ahora se han cambiado las tornas y se ha girado la tortilla.
El sostén y apoyo de “okupas” de rectorías, ilegales y sin papeles, no es un sacerdote generoso y entregado, apostólico y de miras sobrenaturales, sin más apoyo en esta vida que su fe y su confianza en el valor y dignidad del hombre, sin padrinos de renombre y desnudo de relumbrón humano.
Ahora es el presidente de la Unió Sacerdotal de Barcelona, el izquierdoso y malévolo Brustenga. Hombre airado y vengativo donde los haya, agitador profesional al servicio de la ideología hegeliana y de una “Esglesia Plural” que no admite más pluralidad que la le dicta su sanguíneo temperamento.
¡Ah, esta es harina de otro costal! Aquestes són figues d´un altre paner!
Sistach no se traslada colérico y resoluto a poner orden en el guirigay de Collblanch, escuchando y atendiendo las suplicas de los feligreses escandalizados y no únicamente por esta cuestión, sino por la falta de entrega, de espíritu de servicio y de integridad ética de su párroco.
Sistach calla y hace la vista gorda demostrando así su despotismo, no ilustrado, sino de medio de pelo, de “quiero y no puedo”: siempre fuerte con los débiles y débil con los poderosos de este mundo.
Ese es el auténtico escándalo de nuestra Diócesis: un Pastor no sólo debilitado por el oscuro poder que lo aupó y que ahora lo sustenta, sino con el corazón embargado por una mezquina necedad que constantemente aflora y queda plasmada en buena parte de sus discursos y en la mayoría de sus actos de gobierno. Barcelona debe ser liberada de ese lastre a la evangelización o fenecerá para la Iglesia. En el momento en el que nos encontramos, la auténtica “diocesaneidad” consiste en hacer lo imposible en el plano humano y divino para rescatar esta porción del Pueblo de Dios del cayado rapaz del que se sienta en la cátedra de San Paciano.
Prudentius de Bárcino