Se renueva la Iglesia catalana

Algo se ha puesto en movimiento y el cronómetro está en marcha. El detalle del obispo de Gerona de volver a participar en la procesión del Viernes Santo y recuperar la costumbre de que la misma fuere encabezada por la Cruz procesional del siglo XIV, que se guarda en el tesoro de la Catedral, es tremendamente significativo. No solo por el gesto de Monseñor Pardo, sino por la absoluta ausencia de oposición al mismo. Bueno, absoluta no, pues tuvo una nota de protesta. ¡Solo una! Bajo el epígrafe Església Plural de Girona, pero quien la conoce sabe que es más “Església singular” que plural, dado que el supuesto colectivo solo tiene un miembro: Jaume Rocabert i Cabruja, miembro de Esquerra Republicana de Catalunya. Él solito protestó y enmarañó a un par de periódicos para qué titulasen que el obispo Pardo había recuperado una procesión de los tiempos de Franco. De tiempos de Franco, dice el muy indocto. Una procesión que nació en el siglo XVIII y que, en cuanto a la participación del obispo, se eliminó por el Doctor Jubany a mediados de los años 60. Cuando a Franco le quedaban todavía diez años para morir en la cama. Justamente, en tiempos de Franco, fue cuando dejó de participar el prelado. Siguiendo el razonamiento Rocabert, podríamos decir que Franco eliminó la presencia episcopal en la procesión. Obviamente, no tuvo nada que ver. Ello fue fruto de aquella inútil moda post-conciliar que consideraba que la llamada “religiosidad popular” contrariaba la pastoral ordinaria. Aquella absurda manía no llevó a ningún puerto, pero sí provocó que la procesión gerundense languideciese, hasta convertirse en un mero reclamo turístico. Tuvo que ser el propio Ayuntamiento socialista de la ciudad el que revitalizase “la processó dels “manaies” durante los años 80, ante la terrible desidia de la curia diocesana, presidida en aquel entonces por el obispo Camprodón.

Pero Monseñor Pardo, que se está haciendo con la diócesis sin ningún problema, fruto tanto de su bonhomía, como de su incansable amor al trabajo, participó en la procesión y la misma fue un éxito, a pesar de que la lluvia tampoco se la quiso perder.

Ciertamente es una anécdota, pero revela que la tan temida línea maginot gerundense se ha disuelto como un azucarillo. Solo queda Rocabert i Cabruja. En anteriores artículos ya me pregunté por qué no iba a ser posible la renovación en la diócesis de Gerona. No podía haber un microcosmos que empezase en Arenys de Mar y acabase en La Jonquera. Ahora se ha visto. Era puramente virtual. Era producto de los complejos de un par de obispos ante una línea supuestamente beligerante, que ni gozaba de sacerdotes jóvenes entre sus filas, ni poseía base real. Ha llegado el campechano Pardo y les ha ganado, sin bajarse del autocar. Como Helenio Herrera.

A ello debe unirse el milagro de Terrassa, evidenciado, primeramente en un seminario que, en tan solo cuatro años de historia, ya ha superado en seminaristas al de Barcelona. ¡Cómo se reían de Saiz Meneses, cuando el Cardenal Carles le nombró secretario-canciller! Todavía le dura el rencor a su antecesor, el Padre Enric Puig. Pues, el “cortito “de Saiz Meneses ha conseguido, en pleno Siglo XXI, que el seminario de su diócesis tenga un seminarista por cada 37.200 habitantes, cuando el de toda la vida de Barcelona (unido a la diócesis de Sant Feliu) posee uno por cada 88.000 habitantes. Solo por eso el obispo egarense merece los máximos laureles. Abrir un seminario, con tremendo éxito, en la Cataluña del año 2000. No se preocupen, nadie le propondrá para la Creu de Sant Jordi.

Y no solo es Gerona y Terrassa. Allí están también Vic y Tarragona, avanzando lentas, pero seguras.

Es la nueva iglesia catalana, en la que se nota la mano invisible del Cardenal Carles. Puede que no fuese el mejor pontífice de Barcelona, pero la historia le reconocerá su valiosísimo papel en los nombramientos de obispos catalanes. Incluido Taltavull. Salvo Sistach (y en menor medida Pujol Balcells, que fue un capricho del Nuncio) el resto de obispos actuales en Cataluña han sido auspiciados merced a la “longa manu” de Don Ricardo.

Queda Barcelona. La linea maginot ha pasado de Gerona a nuestra archidiócesis. Pero también va a caer por las mismas razones que en la ciudad del Onyar y del Ter. Solo le falta un prelado que le dé el empujón. Sistach no se ha atrevido. Sigue pensando y hablando en clave de pasado, cuando los tiempos son otros. Su tiempo se paró en el blanco y negro, con un posibilismo caduco, que no lleva a ninguna parte. Una fuente que no da agua. Le falta imaginación y coraje. La imaginación y coraje de Pardo, Saiz Meneses, Casanova y Pujol. El cronómetro está en marcha. No hay vuelta atrás.

Oriolt

Germinans germinabit