¿Sabe el Papa que uno de sus cardenales no ha suspendido al cura que pagó abortos?
Alguien está cometiendo un gravísimo error en la archidiócesis de Barcelona. Y ese alguien es ni más ni menos que su pastor, el cardenal arzobispo Martínez Sistach. Nuestro cardenal piensa que basta con una nota de prensa cuasi clandestina para quitarse de encima el marrón del escándalo causado por uno de sus sacerdotes, Manel Pousa, que afirmó sin el menor pudor moral que había pagado abortos.
En la nota de la delegación de medios de comunicación de la archidiócesis, se asegura que el cura dice ahora que no se explicó bien. ¿Quiere decir que no nos contó los detalles de su crimen? Es cierto que no nos ha explicado a qué bolsillo de médico abortero ha ido a parar el dinero que él dio. No sabemos si las treinta monedas de plata de Mosén Pousa las recibió el carnicero Morín o el “doctor” Barambio. Lo que sabemos es que seres humanos inocentes han sido asesinados en el seno de sus madres por el dinero entregado por un cura. Y sabemos que nuestro cardenal sigue permitiendo que ese sacerdote siga ejerciendo como tal.
¿Acaso no debemos apelar al Santo Padre para que acabe con esta situación indigna? Yo creo que sí. Esto no puede quedar así y no va a quedar así. Muchos no queremos ser ovejas de pastores como este, que intenta esconder debajo de la alfombra el escándalo con tal de evitarse el ataque de los medios de comunicación que aplaudirían con las orejas lo realizado por ese sacerdote indigno y le acusarían a él de ser un cardenal carca.
Me imagino lo que el cardenal Trujillo, recientemente fallecido, pensaría de tener en su mesa el expediente con las declaraciones de Manel Pousa y la “nota” del arzobispado. Posiblemente ya no estaríamos ante el “escándalo Pousa” sino ante el “caso Sistach”. ¿De verdad cree el cardenal que su capelo le puede proteger en caso de que Benedicto XVI llegue a saber lo que ha ocurrido? Sepa usted, don Lluís, que muchos estamos dispuesto a hacer lo que sea necesario, dentro de los cauces reglamentarios, para que el Santo Padre sepa en primera persona lo que está ocurriendo. Veremos entonces en qué queda su diplomacia y su tibieza cómplice con ese sacerdote indigno.
Patianus