Retiro trimestral de Germinans y Mensaje a los sacerdotes y a las vocaciones
El pasado lunes de Pentecostés, festivo en la mayoría de localidades de Cataluña, tuvo lugar la jornada de retiro anual de los miembros de Germinans en una modesta finca particular del Montseny (evidentemente no fue en el Casal de Sobrevía), paraje natural privilegiado donde los haya, lugar propicio para el descanso, la oración y la reflexión.
El tema que presidió el espacio de estudio y reflexión giró entorno al ejercicio ministerial del sacerdocio en el servicio de propagación de la fe.
Tras asumir postulados muy favorables a comprender la tarea de la Iglesia en el siglo XXI en una triple vertiente de pastoral, misión “ad gentes” y nueva evangelización, visión muy bien planteada últimamente por algunos pensadores cristianos de gran lucidez y de intrépido compromiso de testimonio de la fe y apostolado, Prudentius de Bárcino elaboró una breve ponencia sobre la figura del sacerdote en las alocuciones públicas de Benedicto XVI durante estos 4 años de pontificado.
Deseamos ofrecer un resumen de estas reflexiones a nuestros lectores, especialmente a aquellos jóvenes que sintiéndose llamados al sacerdocio, carecen de instrumentos de comprensión para dar concreción a su potencial llamada al seguimiento radical del Señor y el servicio ministerial en el seno de la realidad concreta de la Iglesia “hic et nunc” (aquí y ahora).
En primer lugar y constatando la falta de maestros del pensamiento y de personas que ejerzan una auténtica paternidad espiritual sobre los jóvenes, se puso en relieve la gran talla que a la luz de estas necesidades manifiesta Benedicto XVI en todos y cada uno de las alocuciones y encuentros en los que tiene la oportunidad de transmitir sus inquietudes y el planteamiento tan sumamente atractivo y contemporáneo que él realiza sobre la figura del sacerdocio y su ministerio.
También se destacó cómo no son suficientes los estudios y como más allá del conocimiento académico aprendido y reflexionado hay que llegar a una visión personal de la vida, en una palabra hay que concretar con nuestra experiencia pero sin perder la simplicidad, es decir sin que demasiadas contextualizaciones humanas arrollen y destruyan la familiaridad del mensaje.
Como afirmaba San Bernardo “tienes que beber de tu propia fuente, es decir de tu humanidad”, en una palabra que si eres sincero contigo mismo y comienzas a ver contigo mismo qué es la fe, bebiendo de tu propio pozo, también podrás decir a los demás todo aquello que tienes que decirles.
Es por eso que se hace sumamente necesaria una estabilidad en la presencia del sacerdote como educador, para establecer con las personas un pacto de crecimiento, especialmente con los jóvenes. Hoy constatamos como las personas se encuentran obligadas emotivamente a gestionar relaciones inestables (cambio de casa, nuevas parejas, nuevos “padres”, profesores precarios que a menudo cambian). Todo esto resulta un gran handicap. Para educar hay que “estar”. Es necesaria una presencia estable. Las parroquias y los frecuentes cambios de destino de los sacerdotes a ellas asignados no facilitan esta tarea. Hay que buscar nuevos modelos de presencia
En un segundo lugar hay que comprender que hace falta dar batalla en el campo de la cultura y en el de los medios de comunicación, batalla entendida esencialmente como competencia emotivorelacional y como dominio del lenguaje y los conceptos que contienen.
Un joven sin cultura, también un vocacionado, corre el riesgo de permanecer un no-creyente o aún peor, un practicante sin fe, es decir a convertirse en el pobre del futuro sometido al riesgo del fallo afectivo y a ser un naufrago en el mundo laboral. Tenemos que enseñar a los jóvenes a desarrollarse en las relaciones, a situarse en una comunidad de personas que sepan hacerse las preguntas adecuadas que abren al sentido religioso y donde se haga el gran servicio a la caridad que es aprender a pensar.
En tercer lugar, nuestro ponente destacó como en todo el pensamiento de Benedicto XVI sobre los sacerdotes en el mundo de hoy, es muy relevante el contexto de redescubrimiento de la Liturgia.
El cristiano y el sacerdote Joseph Ratzinger ha descubierto en primera persona que la Liturgia es un contacto con el Misterio que salva, un dejarse conformar a Cristo para ser luz del mundo. Mientras los protestantes y muchos católicos deformados piensan que con las Bienaventuranzas basta, el descubre que la caridad sin el misterio puede reducirse a una idea a una doctrina. Los sacerdotes no han de rehuir el convertirse en un consejero y un profesor que introduce a las personas en el misterio, es decir un mistagogo: alguien que comprende que la celebración de los sacramentos no es algo extraño junto a los trabajos más contemporáneos y urgentes, algo aislado en un contexto pragmático con el peligro que no constituya una realidad inserida en nuestro ser humano. Tenemos que enseñar cómo ser hombre y como los misterios sacramentales no son una cosa exótica en el cosmos de las realidades más prácticas.
Los jansenistas franceses y pensaban de esta manera – apostilló Prudentius-, creían que el encuentro de Dios con el hombre tiene lugar en el interior más profundo del hombre por eso todo lo sensible y afectivo es una barrera, también lo sacramental. Eso acentúa además el hecho que ese encuentro de Dios con el hombre adquiera tonos dramáticos.
El misterio sacramental en el pensamiento católico es, en cambio, el corazón del cual viene nuestra fuerza y al que volvemos para reencontrar este centro.
Mistagogía quiere decir realismo en referencia a la vida de nosotros los hombres de hoy. Si es verdad que el hombre en sí mismo no tiene su medida sino que encuentra su medida fuera de sí mismo, en Dios, también es importante que este Dios no sea lejano sino concreto, que pueda ser reconocido y entre en nuestra vida y se convierta en el amigo con el que se pueda hablar y nos hable.
Tenemos que aprender a celebrar y adorar la Eucaristía, a conocer a Jesucristo, el Dios con rostro humano cercano, entrar en contacto con Él, a dejarle entrar en nuestra vida.
El sacramento eucarístico es esta interpenetración entre dos personas: no tomo un trozo de pan o de carne sino que abro mi corazón para que entre el Resucitado en el contexto de mi ser, para que esté no sólo fuera de mí sino dentro de mí. Que transforme mi ser y me dé el sentido de la justicia y el celo por el Evangelio. En una palabra: la catequesis sacramental es una catequesis existencial.
Todos los presentes pusieron en relieve lo beneficioso que resultaría el hecho de intentar trasmitir los pensamientos tratados en el retiro en un artículo del Directorio, especialmente pensando en los jóvenes, menester que fue confiado a la labor relatora de Dom Gregori Maria, vuestro s.s. y el que escribe.
Con una solemne exposición del Santísimo Sacramento que dio inicio a una Hora de Santa de Oración por los Sacerdotes y las Vocaciones concluyó la mañana de retiro para posteriormente dar paso al ágape fraterno y a una sobremesa en la que cada uno de los participantes dio cuenta de las actividades de apostolado en su medio concreto y de los proyectos para el verano. Todos nos felicitamos por el camino recorrido por Germimans en este segundo año de singladura y subrayamos cómo ha crecido el número de colaboradores y miembros activos, especialmente entre los sacerdotes, lo cual es motivo de orgullo y felicitación.
El Directorio