Regalismo pujolista y galicanismo trasnochado en la Cataluña de finales del siglo XX: un círculo vicioso



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Una de las grandes plagas que hace estragos en el clero secular de Barcelona es su espíritu de burócrata.
De hecho, salvo unas cuantas honrosas y venerables excepciones, el clero barcelonés, especialmente de una cierta edad, parece una casta clerical que, aunque despliegue en ocasiones retórica progresista y discurso que se situa mas allá de lo que el magisterio dispone sobre el tema del sacerdocio universal de todo bautizado, humilla al laicado y lo repele, conservando, en la mayoría de casos, solo el que tiene afanes de protagonismo y/o problemas de afectividad.

¿Cómo es posible que este clero clericalizado haya podido monopolizar los cargos diocesanos en la época Juvany y Martínez pese a la apabullante falta de formación, meritos y capacidades en los ámbitos que les son y les han sido confiados?

En la mayoría de casos nos encontramos con sacerdotes nacidos de familias catalanas con ínfulas de casa bien. De “can sutano” o de “can menguano”. De estratos que consideran que ocupar cargos diocesanos es una consecuencia de su proveniencia. El “merito del pedigrí” como ha comentado en este web Marcelo.

Al mérito del pedigrí, una causa clasista, se unió otra que actuó en la misma dirección, el chollo de tener a favor el discurso del nacionalismo excluyente. Una Iglesia que se pretendía autogobernar de espaldas a Roma. Un galicanismo extemporáneo y ridículo.

Pero el galicanismo catalanista de nuestro clero, clasista y clericalista, no hubiera ensanchado sus alas sin el espacio concedido por el regalismo de Jordi Pujol y Soley y su estratega en material eclesiástica Albert Manent y Segimon a quien junto con n.s.b.a Martínez Sistach se le han despertado recientemente, parece que de forma efímera, una “falera” (interés) por Internet y sus blogs.

El arzobispo de Chieti y de Salerno, Nicola Monterisi (1867-1944) en su libro Trent’anni di episcopato, Isola del Liri, 1950, pp. 555-565, analiza la situación en que encontró su clero cuando inició su episcopado en la Italia meridional:

“El clero por la larga costumbre de recibir encargos y favores de Nápoles
, [capital del católico Reino de las Dos Sicilias] había perdido de vista Roma. Hasta hace pocos años no se hablaba del papa y de sus encíclicas y hasta de las que tenían un argumento exclusivamente religioso restaban desconocidas, y no solo entre el pueblo, sino hasta entre el clero. En la predicación, salvo en alguna rara mención académica de las así llamadas “benedizioni”, no se hablaba nunca de su dignidad, de sus derechos, de nuestras obligaciones hacia con él.”

Pero los símiles con el estado eclesiástico de la Cataluña sometida al regalismo del pujolismo de tienda de ultramarinos no acaban aquí. Prosigue Montesiri para “il Meridione”:

“La larga lucha del gobierno de Nápoles con Roma; el paso a condición servil de la Iglesia; las doctrinas regalistas, jansenistas y galicanas difusas; la falange de sacerdotes antivaticanistas; las ordenes religiosas que se quitaban de encima la jurisdicción de sus superiores; la facilidad con la que los sacerdotes y hasta el monarca resistían a los obispos, recorriendo a la “jurisdicción real”; la nómina real a los beneficios y a los obispados y las intrigas relativas al “pagliettismo”, [del dialectal paglietta: abogado, relativo a la insidiosa presión de los abogados por desempolvar antiguos derechos eclesiásticos caídos en desuso en manos de patronos seglares en perjuicio de limitar el campo de acción discrecional de obispos en la administración de sus diócesis] causa que no siempre accediesen los más dignos a los más altos cargos de la jerarquía; las largas sedes vacantes cuando Nápoles era enredada con Roma; los obispos introducidos en las diócesis por el gobierno contra el deseo de Roma; el haber en suma sustituido por largo tiempo en la Iglesia el poder del papa por aquel de Tanucci, había de producir necesariamente consecuencias funestas.”

La ingerencia del catalanismo excluyente en materia religiosa, elección de obispos subordinada a criterios políticos, contactos con Roma limitados a la mínima expresión material y espiritual, regalismo pujoliano/manentiano, clientelismo y tacticismo trasformista han generado este tipo de clero barcelonés indolente, indiferente, clericalizado, portato a cercare l’accordo con le autorità y con los señores del país (ahora los pensamientos políticamente correctos).

El clero pujoliano acostumbrado a recibir encargos, corteses favores y soportes desde la Generalitat. Yo te empujo, tú me empujas. Un toma y daca. El chollo padre. La apoteosis del “llepa” trepador. La internalización en el interior de la diócesis de unas categorías funcionariales extrañas como criterios de promoción eclesiásticos. Un contagio de lo más ridículo de la administración pública.

Una verdadera rémora para una Cataluña estanca, impermeabilizada por este tipo de clero, que impidió que penetrara en ella la renovación que Juan Pablo II infundió en el mundo católico. Una rémora a transformar la parroquia en un centro de oración y actividad que pudiese dispiacere al alto clero-burócrata.

El caldo de cultivo donde se reían las gracias a iniciativas como la siguiente que son muy difíciles de explicar sin la colusión de esta mentalidad eclesial con el regalismo imperante de determinados partidos políticos catalanísimos bajo una capa de aparente aconfesionalidad:

“4/III/2001 - BARCELONA. – El grupo de cuarenta jóvenes que protagonizó un encierro en la catedral de Barcelona el viernes por la noche para reivindicar el nombramiento de obispos catalanes concluyó la iniciativa constituyéndose en un colectivo. Este grupo, de carácter informal y que, según uno de sus miembros, no va a tener ninguna forma legal, estará integrado por jóvenes cristianos de distintas procedencias que no descartan nuevas acciones en el futuro.

El objetivo que se ha marcado este grupo es trabajar en cuatro líneas: el nombramiento de obispos catalanes –o que estén arraigados en Cataluña–; una iglesia “de proximidad” encarnada en la realidad de cada comunidad; el reconocimiento de los creyentes catalanes en una sola voz ante la Santa Sede, y finalmente que el Papa Juan Pablo II use el catalán –como hizo en el año 1988 con motivo de la canonización de catalanes– en sus saludos y en la bendición urbi et orbi.

Los jóvenes, que abandonaron de madrugada el encierro, manifestaron la voluntad de no repetir esta iniciativa: “Nuestra voluntad era que se oyera nuestra voz, ya que el obispado de Barcelona no se ha mostrado demasiado receptivo a nuestras demandas. Ahora ya se nos ha escuchado, por lo que no tendría ningún sentido volver a hacer lo mismo”, explicó uno de ellos.

Fruto del encierro nació un manifiesto con la idea de que pueda ser asumido y firmado por otros jóvenes cristianos, así como grupos y entidades. La próxima semana, con motivo del viaje del obispo de Solsona, Antoni Deig, a Madrid para hablar con el nuncio apostólico de su próxima jubilación y proponerle posibles sucesores, este grupo llevará a cabo o se sumará a alguna de las iniciativas de apoyo al nombramiento de obispos catalanes previstas. Deig cumple 75 años el domingo 11 de marzo y, tal como es preceptivo, presentará su renuncia a la Santa Sede, aunque generalmente el relevo nunca se produce de inmediato, sino que tarda unos meses. Dentro del 2001 cumplen 75 años el cardenal de Barcelona, Ricard Maria Carles, en septiembre, y el obispo de Girona, Jaume Camprodon, en diciembre. Y en el 2002 el obispo de Vic, Josep Maria Guix.

Durante la misa de Fin de Año que se celebró en la Sagrada Família, y a la que asistió el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, un grupo de nacionalistas católicos de Església i País desplegó pancartas con los lemas: “Volem bisbes catalans” y “Conferència Episcopal Catalana: ara”. Otro grupo viajó a Roma, pero su acción fue abortada por la policía italiana.”

Con un poco mas de sentido común, José Antich, el director del medio que publicó esta noticia, La Vanguardia, ponía el 21 de septiembre de 2003 el dedo en la llaga en una editorial titulada “La sustitución de Carles”:

“El envío a Roma por parte del nuncio de la Santa Sede en España, Manuel Monteiro de Castro, de la terna de la que debe surgir el sustituto del cardenal Ricard Maria Carles al frente de la diócesis de Barcelona viene a confirmar que la evaluación por parte del Vaticano empieza a entrar en la recta final… En nuestras páginas de Sociedad trazamos una sucinta biografía de los tres nombres que figuran en la propuesta del nuncio Monteiro: los dos que él considera más capacitados, el sacerdote del Opus Jaume Pujol y el obispo de Cartagena, Manuel Ureña, y, en tercer lugar, el prelado que ofrece el perfil preferido por los sectores nacionalistas, el arzobispo de Tarragona, Martínez Sistach. Hay pocas dudas de que la Iglesia en Catalunya atraviesa enormes dificultades y, a diferencia de otras diócesis españolas, el retroceso pastoral ha sido palpable. La decisión final respecto a la sustitución de Carles no se antoja fácil, dada la identidad propia de Catalunya. Pero se haría un flaco favor a los creyentes si la solución final fuera exclusivamente política.”

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Quinto Sertorius Crescens

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