Los "Abortables"
He compuesto este nombre a imagen y semejanza de “LOS DESECHABLES”, un espécimen humano que conocí en Medellín. Por obra y gracia de las leyes abortistas, todo ser humano pasa por la condición de ABORTABLE, y muchísimos de ellos son en efecto abortados bajo la mirada autocomplacida de una sociedad que sin brújula ya y desnortada, está convencida de que ha encontrado por fin el sentido de su existencia en las leyes de la muerte.
Es el caso, que hace una década vi en Medellín, desde una autopista elevada, una calle hundida y sin salida, abarrotada de gente de muy mal aspecto. Pregunté a mi anfitrión qué suceso era aquél y qué hacía allí tantísimo personal. “Son LOS DESECHABLES”, me dijo con indiferencia. Al percibir que no me daba por informado, me explicó que se trataba de los marginales de la ciudad: drogadictos, borrachos, enfermos de SIDA, vagabundos, maleantes. Y para redondear la información añadió que todos los días morían ahí algunos violentamente sin que interviniese la policía para nada. Así eran las cosas en aquel entonces.
En efecto, el clima de violencia era irrespirable: te mataban por hacerse con tu coche, con tu motocicleta o con tu cartera. Tiendas había en que por momentos eran más los guardias de seguridad que los clientes. En un viaje de sólo 15 días viví tres experiencias de las que dejan huella: tuve que asistir al entierro de un pariente de mi anfitrión, al que asesinaron para quitarle un ciclomotor de 49cc. Una noche, debajo de la ventana de mi habitación cayó un individuo abatido a tiros, junto a unos obreros que arreglaban una avería eléctrica. Nadie se inmutó: los trabajadores apenas dedicaron un par de minutos a comentar el incidente y siguieron a lo suyo. No ulularon las sirenas de la policía ni de la ambulancia. Un compañero al que fueron a recoger al aeropuerto dos profesores universitarios, salió vivo de milagro con una bala que le atravesó la tráquea, pero uno de sus dos acompañantes resultó muerto. Como ni siquiera intentaron robar el coche, no llegamos a saber quiénes fueron los agresores, ni qué pretendían.
Lo más significativo es que entre las víctimas de la violencia, las había consentidas y en cierta manera alentadas por la sociedad. Eran las que se producían entre los desechables. Indeseables e indeseados, eran un estorbo y la población respiraba aliviada al ver cómo iban cayendo a manos de paramilitares que se cebaban en ellos. La “gente de bien” veía incluso la eliminación de esos indeseables como una bendición para las propias víctimas, que de ese modo se libraban de una vida tan desgraciada. En fin, eran asesinatos despenalizados de hecho. Hasta aquí la anécdota sobre la que he construido esta reflexión.
Lo determinante es que la sociedad veía con buenos ojos que alguien se encargase de eliminar a aquellos cuya vida no se ajustaba a los parámetros de dignidad exigible. El nombre que les pusieron daba perfecta cuenta de la causa de la condena a muerte que pendía sobre sus cabezas: eran desechables, eran “LOS DESECHABLES”. Si no se ajustan a los parámetros de dignidad exigible, decían los creadores de este espécimen y repiten los autores del género de “LOS ABORTABLES”, no importa que se les mate; o mejor dicho, está muy bien que alguien aborde con decisión y entereza la labor de hacer esa limpieza necesaria.
Pero era tan inquietante vivir en una sociedad de esas características, que los ciudadanos tuvieron que recapacitar y decidirse por el total y absoluto RESPETO A LA VIDA, sin hacer distingos entre vida digna y vida indigna. Decidieron en consecuencia perseguir también, penalizándolo de nuevo, el asesinato de LOS DESECHABLES.
Entendieron que la sola existencia de esa categoría (y de la correlativa de los DESECHADORES) en la sociedad, era una amenaza no sólo para los señalados en ese momento como indignos de vivir, sino para toda la colectividad: una vez establecido el criterio de desechabilidad, se le aplicaba a cualquiera según soplase el viento.
Entendieron los colombianos, y el tiempo les dio la razón, que la “violencia buena” (justificada en diagnósticos certeros) contribuía a alimentar el clima de violencia exactamente igual que la inspirada por el egoísmo y por la maldad. Entendieron en efecto que NO HAY VIOLENCIA BUENA.
Lo grave, lo tremendamente grave, es que le reconozcamos a alguien el derecho a fijar los CRITERIOS DE DESECHABILIDAD de seres humanos en el caso de Medellín, y los de ABORTABILIDAD en la cultura y en la legislación del aborto. Ese alguien (y no importa en absoluto su categoría) decide quién es abortable y quién no lo es. ¿Que a nosotros ya no nos puede alcanzar, porque no somos objetivamente abortables? Mejor haríamos tentándonos la ropa, porque los criterios de abortabilidad no son más que la aplicación al hijo aún no nacido de la nueva formulación del DERECHO A LA VIDA. Se tiene derecho a ella con tal que se trate de una VIDA DIGNA. ¡Ojo al matiz! Y los criterios de DIGNIDAD los establece el poder político mediante las leyes. Estamos en el genuino argumentario en que se sostienen la filosofía y la praxis de la EUTANASIA, cuyo primer estadio es el ABORTO: en realidad, la eutanasia más precoz. El aborto por ley contamina todo el derecho y abre la espita de la violencia: establece el derecho sobre la vida ajena en los ejecutores, y crea en las víctimas inseguridad e indefensión. Es el caldo de cultivo más idóneo para el desarrollo de cualquier género de violencia.
Porque fíjense, en este momento ya se da por sentado que el aborto goza de una raíz de bondad (la de la salud sexual y reproductiva de la madre, y la del derecho a disponer de su propio cuerpo sin recriminación, sin conocimiento y sin sanción posible). De lo que se trata por tanto, es de perfilar los CRITERIOS DE ABORTABILIDAD, de manera que sin renunciar por ningún concepto a los superiores intereses de la madre, se evite el encarnizamiento y se minimicen los daños colaterales que le toca sufrir al abortable. Y en el colmo de la bondad, se busca incluso hacerle el máximo bien quitándole la vida. Véase que hemos trascendido totalmente la ética, que para el legislador no es más que un prejuicio a superar; para recalar en la pura estética, cuyas leyes impone el poder a través de la escuela y de los medios.
Así tenemos que el primer gran criterio de abortabilidad es la edad (y por consiguiente el tamaño) del abortable: a menor edad y menor tamaño, mayor cuota de abortabilidad. Es en realidad el punto de partida de la “Ley de Plazos”. El segundo criterio, una vez superadas las barreras de la edad y del tamaño, es la posible SALUD del abortable: sus posibilidades de ser abortado aumentan tal como disminuye la CALIDAD de su salud. Y el tercer criterio (el que deja a los otros dos en puro esteticismo) es el de LA SALUD DE LA MADRE. Incluida la psíquica, por supuesto. Ésta puede eliminar tranquilamente a su hijo, cualesquiera que sean su edad y su tamaño, si prevé que su relación con él va a ser tan conflictiva que se va a ver afectada su salud. Esto, con la actual legislación, lo están acreditando psicólogos y psiquiatras con certificados ya firmados, a los que sólo les falta poner el nombre de la “paciente” en cuestión. En cualquier caso, se entiende que la eliminación del hijo es un bien, tanto si se trata de ponerle a salvo de una mala salud, como si es por impedir que ponga en riesgo la salud de la madre. La estética está salvada.
Aunque el anteproyecto de la nueva ley de la sexualidad femenina y del aborto al servicio de ésta jura y perjura que las certificaciones de salud tanto del abortable como de la abortante serán de lo más profesional y riguroso, no es previsible que así sea: no lo consiente la filosofía de la ley, inequívoca en su exposición de motivos, ni lo aceptarían las conciencias abortistas de los “profesionales de la SALUD especializados en abortos” (¿qué clase de profesionales serían esos que no son capaces de “vender” sus servicios?), ni la determinación a abortar de las mujeres convencidas de su superior e incuestionable derecho a “disponer de su propio cuerpo” primero para su salud sexual (entiéndase: para la actividad sexual sin ninguna limitación) y luego para su salud reproductiva, es decir para el aborto.
Un terrible daño colateral de la legislación abortista, es que declara ABORTABLES a todos los niños mientras están en el seno de sus madres, poniendo en manos de éstas la facultad de quitarles la vida según convenga al bien supremo de su salud sexual y reproductiva. Este solo principio exige el aborto libre desde el día de la concepción hasta el mismo día del nacimiento. Lo de las enfermedades del feto “incompatibles con la vida” como justificación para eliminarlo en cualquier momento, suena ominoso.
¿Acaso afectan exclusivamente a los niños aún no nacidos las “enfermedades incompatibles con la vida”?
Esta atrocidad recibe el bello nombre de “maternidad responsable”: he ahí cómo el ABORTO, consumado o sin consumar, ha pasado a constituirse en el pórtico de la MATERNIDAD progresista. Sobre la base del derecho de la madre a abortar a su hijo, habrá que construir la futura relación entre ambos. No queda otra. La sombra del aborto planeado o sopesado y finalmente rechazado, gravitará durante toda la vida en la relación entre la madre y el hijo; y será mucho más negra en los momentos de conflicto.
Es evidente que la desventurada condición de ABORTABLE de todo hijo concebido, envenena la maternidad y la filiación de por vida. Igual que la simple aceptación de que hubiese en la sociedad colombiana una categoría de “DESECHABLES” cuyo asesinato era visto como un bien para la sociedad, vino a ser un cáncer que minaba la convivencia desde sus cimientos y alimentaba el clima de VIOLENCIA con la misma intensidad que lo hacían los terroristas y los sicarios; exactamente igual y del mismo modo, el hecho de que nuestra sociedad haya creado la subespecie de ABORTABLES, abre de par en par las puertas de la VIOLENCIA contra el indefenso.
La humanidad se prepara con este género de leyes para tiempos muy difíciles, tiempos de horror y de muerte. Si la mujer es amaestrada en la violencia más extrema mediante el aborto (¡las madres sacrificando a sus hijos sin piedad!), ¿qué grados de violencia no tendrá aparejados para los varones el nuevo orden mundial que con semejante atrocidad se estrena y se entrena? Oh témpora, oh mores!!
El Directorio de Mayo Floreal en Defensa de la Vida