Las canas de nuestro Cardenal
Aunque no lo parezca, entre las dos fotos solo han pasado cinco años. La primera es la foto oficial de nuestro arzobispo, al inaugurar su pontificado en la diócesis. La segunda es una foto reciente. Salta a la vista la conversión de su cabello lacio y azabache en un pelo entrecano, con ribetes níveos. Las malas lenguas aducen que se trata de un abandono del tinte capilar. Otras consideran que se trató de una promesa, de dejar la anilina, al recibir la púrpura cardenalicia. Incluso hay quien lo demora al nombramiento de auxiliar. Yo no me lo creo. Las canas de nuestro Cardenal son debidas a las numerosas preocupaciones que le asolan como Pastor de Barcelona. Siempre he pensado que lo peor de Sistach no es él, sino su camarilla: los Sistach-macoutes. Nuestro arzobispo inició su pontificado, con la obsesión de terminar con la división de la diócesis barcelonesa, que tanto daño había hecho en la era del cardenal Carles. Para ello pactó con los sectores progresistas y entregó su confianza a un hombre de su generación (Matabosch) y en quien veía que era su alter ego (Turull). Con ellos al frente, tendió puentes a la antaño belicosa Unió Sacerdotal y se congració con los pocos jóvenes progresistas que quedaban (Romeu y Cabot, no hay más). Estaba convencido que dominando el avispero progresista, no iba a tener el menor problema y que el sector más ortodoxo no le iba a causar ningún peligro. Pensaba que a la Barcelona que regresaba era la misma que dejó para ir a Tortosa. Pero habían pasado quince años. Y en estos quince años había surgido una generación de sacerdotes jóvenes, trabajadores y eficaces que no estaban dispuestos a ver languidecer la diócesis. Asimismo la fuerza laical se hallaba incardinada a través de los nuevos movimientos. No los conocía y a ambos no solo los ignoró, sino que los despreció olímpicamente. El resultado está a la vista: Una diócesis partida en dos, absolutamente dividida en dos mitades, que no pueden ni verse. Esta es la realidad que ha hecho encanecer a nuestro mitrado. El intenta despistar culpando a Germinans, pero esta reacción es similar a la del niño que cuando trae malas notas a casa, culpa al profesor de que le tiene manía. Es una reacción infantil, propia del que señala el dedo y no la luna.
Lo he repetido muchas veces. En Germinans somos hijos de esta diócesis. La queremos y la amamos. Y con ese amor, queremos lo mejor para ella. Nos duele verla en este estado de anquilosamiento y postración. Sabemos que a nuestro Obispo también le duele. Con toda probabilidad, Sistach se halla en el ecuador de su mandato. De aquí tres años va cumplir los 75, pero Roma no suele cambiar sus costumbres y es seguro que le concederá una prórroga de dos años. Más otro año para buscar sustituto. Que no será fácil. Le quedarían seis años de mandato. La primera parte de su pontificado se halla en los umbrales del desastre, pero la segunda parte no ha de ser igual. Sabemos que este es el deseo de nuestro Pastor. Incluso se le adivina en sus últimas declaraciones, en sus últimas cartas, en sus últimas homilías. Solo le falta la verdadera audacia para llevarlo hasta sus últimas consecuencias, rodeándose de un equipo competente y entusiasta.
Además, ahora ya tiene obispo auxiliar. Cierto es que, desde el primer momento, ha aparecido maniatado por los Sistach-macoutes. Incluso nuestro Cardenal lo ha relegado en exclusiva a la figura de Vicario general, procurando que saliera lo mínimo de la Curia. Su idea es que Taltavull sea un auténtico calco del Sistach auxiliar de Jubany. Aquel Sistach era otro curial-vicario general, con poco contacto con las parroquias. Pero Taltavull es menorquín y, por tanto, un buen fenicio. Jamás se enfrentará a Sistach, ni le va a contradecir en nada, pero tiene la suficiente cintura para avanzar pasito a pasito. Por de pronto, por sí alguien se había preguntado dónde estaba, el próximo domingo día 24 presidirá la procesión de María Auxiliadora en el Santuario de los Salesianos de Calle Sepúlveda. Uno de los templos que con más dignidad llevan los salesianos en Barcelona. Una de las iglesias del ranking. Por cierto, beneficiada por el éxodo de los feligreses de Cabot, que dejaron su parroquia y suelen acudir a ella. Allí estará nuestro Obispo auxiliar, que, muy lentamente, se va dejando conocer en la diócesis. En él podrá apoyarse nuestro Cardenal.
Sabemos que con el inexorable paso del tiempo, todos acabaremos peinando canas, pero es evidente que las frustraciones y preocupaciones desmedidas favorecen su surgimiento. También es indudable que el cariño y amor de tus seres más queridos favorece un envejecimiento apacible. Espero y deseo que lo consiga nuestro Cardenal y que esas canas solo sean reflejo de la sabiduría y buen juicio de la segunda parte de su pontificado. Aunque al final luzca un cabello ensabanado y albahío.
Oriolt