La frialdad de un "Corpus" muerto y sin alma
Tras un trienio con un Plan Pastoral mal ideado, erróneamente presentado y peor ejecutado, nuestro n.s.b.a. Cardenal Arzobispo empeñose en convertir la solemnidad de Corpus en el colofón de su “fiesta pastoral”.
Con tal fin, se dedicó a exhortar a una total participación del “no-va-más” de la Diócesis en su “plena vitalidad”. ¿Resultado? Una paradoja. Y no podía esperarse nada más.
Excepto aquellos que ostentan cargos de confianza (el aparato oficialista) y que por “dictado supremo” tuvieron que acudir a una celebración, no solamente en la que nunca han creído, sino que siempre ha sido objeto de sus más feroces críticas, el clero ciudadano y diocesano brilló por su ausencia. ¡Había que ver cómo endosaban obligados las casullas algunos arciprestes que hacía años no se las ponían! De postal del “Escudo de Oro”.
Pero lo más paradigmático fue el concurrido “pueblo de Dios” que salvó el aforo de la concentración eucarística. Y he aquí la paradoja: la concentración fue salvada por todos aquellos grupos y movimientos que no sólo se encuentran alejados de toda responsabilidad en el gobierno de la Archidiócesis, si no que ordinariamente son los más vilipendiados por la mordaz crítica de la izquierda progresista y nacionalista a la que Sistach ha dado el control absoluto y despótico de la inmensa mayoría de las instituciones diocesanas.
Véase: los miembros de las Comunidades Catecumenales (a saber, el Camino, pero no el de San Josemaría sino el de Kilo) que siempre acuden fieles y obedientes donde el legítimo Pastor diocesano les convoca, aunque después les niegue por dos veces el permiso para abrir un Seminario Redemptoris Mater en Barcelona.
Las “Cofradías y Hermandades”, contra las cuales todos y cada uno de los sacerdotes a los que el Cardenal ha adornado de cargos ha luchado a lo largo de sus vida de la manera más enconada y feroz. Allí estaban con sus “sin-pecados” y estandartes. La charnegada salvándoles el “Aplec”. Inverosímil.
Junto a estos y muy visibles: los chicos y chicas de “Schola Cordis Jesu” y los de “e-Cristians”, a saber y según Sistach, “todo el rancierío carca e integrista que se refugia en la Balmesiana”.
También presentes, aunque cada vez menos visibles porque más encorvados, los patriarcas de la “Adoración Nocturna Española” y el “Apostolado de la Oración” es decir, “la bona gent que no crea problemas ni pide nada”, pero que ama locamente a Jesús Eucaristía y que durante años salvaron el Corpus barcelonés con su devota adhesión.
Finalmente todas las inquebrantables Antonias, Marías, Montserrats, senyors Amadeus, Pascuals, Jordis y Perets de la Barcelona trabajadora, artesana y menestral que llevan siglos bajando la persiana de la “botigueta” y cogiendo de la mano al nietecito y llevándole a ver el “ou com balla” y la procesión más barcelonesa, la de Nostramo en el “cadiral” del rey Martí.
Todo un marco incomparable para el colofón de la “fiesta pastoral” de ese otro tendero de cintas e hilos (y ahora serpentinas) que es nuestro n.s.b.a. Cardenal Martínez, de cuya sosísima e incandescente homilía los responsables de comunicación del Arzobispado sólo son capaces de destacar como titular, la crítica “a los dispendios descomunales de los contratos deportivos”. ¡Destitúyales, señor Cardenal, destitúyales! ¡Le están haciendo un traje y usted ni se da cuenta!
Y finalmente: el desfile procesional. ¿O quizá deberíamos llamar cortejo?
Pero no sabemos bien si a Jesús Eucaristía. Porque la Sagrada Hostia, paseada sí que va, pero creemos que poco “bendecida y alabada”, ya que porteada en su trono, es como el arrastre de un tractor, trasero y a trompicones.
El protagonista indudable, ¿como no?, el ideólogo de los planes pastorales trienales: nuestro n.s.b.a. Cardenal que en vez de ir detrás de la Custodia con su auxiliar y sus diáconos de “terno”, con el palio de respeto, dando ejemplo de adoración y piedad, de silencio y compostura delante de la Divina Presencia Real, va delante de la Custodia, saludando estilo “Reina Isabel” en el anual acto de despedida en el que “ sus leales súbditos” le tributan parabienes y agasajos tras las vacaciones estivales en Balmoral
¡No, Sire, por mucho que se empeñe, usted no es el “prota” de este desfile!
Al menos mírese el justo orden procesional que debe observarse en esta Solemne Procesión y que el etnólogo Joan Amades inmortalizó en su “Costumari Català” y que reproducimos al pie de estas lineas.
Y este es el triste epílogo del final de fiesta del Plan Pastoral de nuestra Diócesis, Corpus inanimado del cadáver de nuestra Diócesis, a la que le espera otro trienio pastoral si cabe más desencajado que el precedente: leer más la Biblia, más solidaridad en la crisis y acoger (con más catalán, claro está) a los inmigrantes. Inmigrantes que, vistas las cosas, nos saturarán los despachos de Cáritas en las parroquias, transformados en centros de asistencia primaria derivados por un poder civil sin infraestructura asistencial y que nos convierte y trata cada vez más como delegados de “Bienestar Social”. Los mismos inmigrantes que en su gran mayoría, y gracias a la cuestión lingüística, irán a leer la palabra de Dios a los centros de culto protestante, donde excepto para comer, se encuentran como en su casa.
¡Felicidades, linces! Bona nit i tapa´t!
Véase: los miembros de las Comunidades Catecumenales (a saber, el Camino, pero no el de San Josemaría sino el de Kilo) que siempre acuden fieles y obedientes donde el legítimo Pastor diocesano les convoca, aunque después les niegue por dos veces el permiso para abrir un Seminario Redemptoris Mater en Barcelona.
Las “Cofradías y Hermandades”, contra las cuales todos y cada uno de los sacerdotes a los que el Cardenal ha adornado de cargos ha luchado a lo largo de sus vida de la manera más enconada y feroz. Allí estaban con sus “sin-pecados” y estandartes. La charnegada salvándoles el “Aplec”. Inverosímil.
Junto a estos y muy visibles: los chicos y chicas de “Schola Cordis Jesu” y los de “e-Cristians”, a saber y según Sistach, “todo el rancierío carca e integrista que se refugia en la Balmesiana”.
También presentes, aunque cada vez menos visibles porque más encorvados, los patriarcas de la “Adoración Nocturna Española” y el “Apostolado de la Oración” es decir, “la bona gent que no crea problemas ni pide nada”, pero que ama locamente a Jesús Eucaristía y que durante años salvaron el Corpus barcelonés con su devota adhesión.
Prudentius de Bárcino