¿Por qué queríamos tanto al obispo Carrera?
La muerte del obispo Carrera ha sido muy sentida entre todos los que le conocíamos. Desde Germinans Germinabit le apreciábamos y así lo hemos demostrado con diversos escritos, pero también hemos notado como, sobre todo desde fuera de Cataluña, costaba entender este sentimiento de cariño hacia el obispo Joan y es por ello que me he decidido a escribir este artículo para que se pueda entender nuestra postura.
Quiero aclarar que esto no va a ser solamente un panegírico, reconozco que discrepaba abiertamente de muchas de sus ideas políticas tan ligadas al “pujolismo”, que no compartía algunos de sus planteamientos eclesiales aún marcados por sus años de sacerdote progresista, que tenía muchos amigos muy poco recomendables, que confiaba en personas que no eran demasiado de fiar, etc. etc… pero a pesar de ello, era una buenísima persona que se había ganado nuestro respeto a pesar de las diferencias que teníamos con él. Aquí están algunos de los motivos:
- Le queríamos porqué desafiaba las consignas oficiales que obligaban a todos los cargos de la diócesis a decir hipócritamente que no leían “Germinans Germinabit”, cuando todos lo leían. El obispo Carrera no ocultaba nunca que nos leía, comentaba lo que aparecía en nuestra página con sacerdotes y laicos e incluso afirmaba que se enteraba de muchas cosas de la diócesis por nosotros y no precisamente por el arzobispo que lo tenía siempre al margen de las decisiones que tomaba.
- Le queríamos porque no fue un conspirador contra el cardenal Carles, ni participó en ninguna campaña contra él. El tripartito episcopal que sí lo hizo fue Soler Perdigó-Traserra-Vives, inicialmente actuaron con el lema: “mientras el cardenal reza nosotros mandamos”. Y cuando Don Ricardo descubrió que actuaban a sus espaldas y se puso a controlar la situación empezaron a conspirar contra él. A diferencia de ellos, el obispo Carrera demostró su poco apego por el poder renunciando al cargo de coordinador de la Curia, porque el cardenal Carles ya no confiaba en sus hombres (Enric Puig, Marcelí Joan…), pero después de ello fue resignado y actuó disciplinadamente en las pocas responsabilidades que aún le quedaban.
- Le queríamos porque era un gran admirador de Juan Pablo II, públicamente lo exaltaba, incluso delante de algunos ex-compañeros que sólo sentían desprecio para nuestro Gran Papa polaco. El obispo Carrera no ocultaba que Juan Pablo II le había abierto los ojos, que le había hecho ver hacía donde tenía que ir la Iglesia, superando algunos de los planteamientos fracasados de los años del post-concilio.
- Le queríamos porque era una persona sencilla, sin aspiraciones, que nunca luchó por el poder. Que vivía humildemente y que se mostraba muy próximo a la gente.
- Le queríamos porque era humano, y se preocupaba de las personas. Con los sacerdotes tenía siempre un trato exquisito sin tener en cuenta las tendencias o particularidades de cada clérigo. Los quería a todos. En cuanto a los laicos era especialmente sensible a las personas que habían venido de fuera de Cataluña, que nunca vieron en él a un nacionalista intransigente sino un hombre acogedor y comprensivo.
- Le queríamos porque era un hombre culto, con grandes cualidades intelectuales, los últimos documentos del episcopado catalán tienen claramente su estilo, aunque luego lo firmen todos los demás. Sus libros y escritos tenían bastante más éxito que ciertas cartas dominicales de algunos obispos titulares.
- Le queríamos porque tenía criterio propio. Porque si no estaba de acuerdo con su arzobispo lo decía con toda libertad. Recordemos la vergonzosa situación que se produjo en Montserrat en el entierro de Dom Cassià Mª Just, cuando n.s.b.a. cardenal Sistach se negó a concelebrar porque no le dejaron presidir la ceremonia y vistió hábito coral, pero Carrera desafió las consignas oficiales y concelebró como un sacerdote más. La antítesis de Carrera sería Turull, que es el prototipo de aquel clérigo que cuando su cardenal le pregunta qué hora es, él responde: “la que usted quiera que sea, señor cardenal”.
- Le queríamos porque no propiciaba las barbaridades litúrgicas, sus celebraciones como obispo eran austeras pero dignas, nunca dejaba de utilizar el báculo, la mitra y los demás atributos episcopales. Incluso en sus tiempos de sacerdote más avanzado jamás celebró una sola absolución colectiva del sacramento de la penitencia. Algo que no pueden decir todos nuestros actuales obispos.
Por esto y por muchas más cosas, le queríamos, le queremos, lo encontraremos a faltar, rezaremos por él, y lo encomendaremos al Padre del Cielo.
Antoninus Pius
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