El entierro del obispo Carrera
La catedral de Barcelona estaba llena hasta los topes, nunca se habían congregado tantos sacerdotes juntos desde la llegada del arzobispo Sistach, ni tampoco de políticos de primera línea (Montilla, Pujol, Benach, Hereu, Saura…). El entierro del obispo Carrera se convirtió en una muestra clara del aprecio que se tenía por parte de la Iglesia y de la sociedad hacia un hombre bueno, inteligente, con personalidad propia y con carisma.
Presidió la ceremonia n.s.b.a. cardenal Sistach, flanqueado por el cardenal y arzobispo emérito Ricardo María Carles (aunque la web del arzobispado lo ignore vergonzosamente) y por el arzobispo de Tarragona y Primado de las Españas Don Jaume Pujol. También estaban los obispos catalanes en pleno, incluyendo el preconizado Don Francesc Pardo, así como los abades de Montserrat y Poblet. Eso sí, la presencia de obispos de fuera de Cataluña fue mínima, tan sólo dos representantes de la comisión episcopal de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española a la que pertenecía el obispo Carrera, el actual presidente (Del Río) y su antecesor en el cargo (Sánchez),así como el secretario técnico, el Rvdo José María Gil Tamayo. Quizá por eso la web del arzobispado destaque tanto la presencia de Don Juan del Río, el actual arzobispo castrense, para que se vea claro que había obispos no catalanes. Los había sí, pero sólo dos.
En su homilía el cardenal Sistach, mezcló los datos biográficos del obispo fallecido con la esperanza cristiana del difunto reflejada en su testamento espiritual escrito en 1997, aunque cometió un error garrafal diciendo que el obispo Carrera recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Barcelona, cuando fue en la basílica de Santa María del Mar. Al finalizar la celebración el Rvdo. Felipe Julio Rodríguez, buen sacerdote y digno sucesor de Carrera como párroco de San Isidro de Hospitalet, leyó el texto completo del testamento.
Pero lo más vergonzoso del entierro fue el papel destacado del Rvdo. Turull en el mismo. Era la última oportunidad de sacar tajada del cargo de “controlador” de las últimas horas del obispo Carrera y no la desaprovechó. Turull se encargó de elegir a las personas que deberían llevar el féretro (¿quien le dio tal autoridad?) y las llamó telefónicamente una a una, todos distintos en los dos traslados (entrada y salida de la ceremonia) para dar más juego, pero en su infinita modestia Turull se reservó el primer lugar en ambos trayectos, el único que repitió, para que todo el mundo, cámaras y fotógrafos sacaran bien su perfil.
Por si esto no fuera suficiente el arzobispo Sistach proclamó a los cuatro vientos sus bondades. A la hora de los agradecimientos el cardenal, mencionó a los arzobispos y obispos, al presidente de la Generalitat, al presidente del Parlament, al alcalde de la ciudad, sin hacer ninguna referencia explícita al expresidente Pujol, pero no citó un sólo apellido concreto, el único el de MOSÉN TURULL, al que agradeció ampliamente su papel en los últimos momentos de la vida del obispo Carrera.
El comentario de muchos sacerdotes al terminar la ceremonia (y no me refiero sólo a los que están en nuestra línea) es que la veneración del arzobispo hacia su protegido Turull llega a unos extremos increíbles. El clero está molesto porque da la sensación de que para el cardenal sólo hay un sacerdote en la diócesis (Turull) o al menos uno sólo que merezca la confianza total del arzobispo.
Lo paradójico del caso es que el obispo Carrera tenía las ideas muy claras sobre Turull, al que había calado perfectamente, no sólo porque no veía en él tantas cualidades para ostentar los cargos y responsabilidades más altas de la diócesis, sino también porque había visto su indisimulable apego por los cargos y por escalar posiciones a costa de lo que fuera.
No olvidemos tampoco que fue indirectamente Turull el culpable del calvario del obispo Carrera de estos últimos años, si el cardenal Sistach no se hubiera empecinado en su nombre y hubiera aceptado alguna de las sugerencias de Roma para obispos auxiliares, el bueno de Carrera ya haría años que estaría disfrutando de un merecido descanso y ahora estaría vivo entre nosotros.
A Turull se le ha acabado el “chollo Carrera”, el chupar cámara en el centro de la noticia de más envergadura para la diócesis, pero no se preocupen, donde esté el siguiente foco de atención de la diócesis, sea cual sea, allí estará Turull, y el arzobispo bendecirá y alabará que se haga cargo de lo que sea, porque ser rector del Seminario es un cargo demasiado pequeño para él.
Antoninus Pius
http://www.germinansgerminabit.org
[email protected]