Curso veraniego de Liturgia para víctimas del C.P.L.: 1.- La Iglesia

Aprovechar el relajado discurrir de los meses de julio y agosto para explicar histórica, mística y teológicamente lo que son: el templo, el altar, los vasos y lienzos sagrados; las vestiduras y los ornamentos litúrgicos; los elementos y utensilios para el culto, para que todos, los laicos principalmente, conozcan los rudimentos de la Liturgia y la razón o porqué de ellos. Este es el objeto del presente curso veraniego alternativo. Y digo alternativo porque se presenta como un discurso a contra corriente de todo lo que estamos acostumbrados a recibir y leer procedente casi al completo del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona y de sus múltiples publicaciones, entre ellas la revista Phase y los nefastos apéndices de Misa Dominical. Desafortunadamente todo el clero casi al completo y por extensión todo el laicado en España y los países de lengua española se han nutrido y se nutren exclusivamente de lo que sale de esa institución.

Los lectores de Germinans acabado el verano diréis si se ha conseguido el fin a que aspiro: que especialmente todos los que no os lo habías propuesto tengáis una mirada alternativa a la visión que todo el oficialismo litúrgico os había imbuido. Y todo de la manera menos árida posible y sin cansancio, como corresponde a los meses estíos.

La iglesia

La iglesia es el lugar en el que se reúnen los fieles; es, por lo tanto, la casa común de los cristianos. Allí nacen a la gracia, allí oran, se instruyen en la fe, dan gracias, satisfacen sus deudas delante de Dios, santifican su vida y reciben a Cristo. En tiempos de fe, muchos actos de la vida social (municipal, por ejemplo) se realizaban a las puertas del templo (en el atrio, en el nártex o en la pronave). El templo era la verdadera “casa del pueblo” cristiano.

La iglesia es la casa del sacerdote (viva o no viva allí) porque allí él instruye, bautiza, perdona, casa…Allí él inmola la sagrada Víctima, es la casa jerárquica de los ministros de Dios que están dedicados a su culto.

Es la casa del altar, el edificio construido para contenerlo, la tienda que lo cobija, el lugar de propiciación en el que se ofrece el más grato de los sacrificios.

Es la casa de Dios y la puerta del cielo, el sitio escogido por Él para que allí se le tribute su culto, el lugar santificado de un modo especial con su presencia y en donde se debe guardar todo el silencio, el respeto y la veneración que conviene, pues siendo casa de Dios, de esto ella tiene sus prerrogativas y dignidad.

Es la casa de Jesús eucarístico, de nuestro Salvador y Redentor, vivo y glorioso, que está allí siempre atento a nuestras súplicas y alabanza…

El templo es símbolo de la unidad de la Iglesia. Todos formamos un solo cuerpo con Cristo, cabeza de toda la Iglesia. Es símbolo de unión de todos los miembros y la cabeza visible que es el Papa. Es símbolo de santidad, porqué todo en él es santo o santificado, como santos deben ser los cristianos que son templos vivos de Dios.

El templo es trasunto del cielo. San Juan en Apocalipsis 5,6 narra la magnífica visión de aquel trono de Dios rodeado de majestad, y del altar y ara en que está como muerto el Cordero divino.

La liturgia de la construcción y dedicación de las iglesias contiene y explica todo lo que acabo de indicar. Cuando el obispo pone la primera piedra de un templo, invoca sobre el las bendiciones de lo Alto y se hace notar que Jesucristo es la piedra angular sobre la que se levanta la casa de Dios; las demás piedras de los cimientos recuerdan a los Apóstoles; las que componen sus muros prefiguran a los fieles, unos ocultos, otros a la vista, según el recuerdo que han dejado de sus buenas obras; las columnas simbolizan a los obispos y doctores, que sostienen a la Iglesia con su doctrina; las piedras labradas, a los mártires y a los santos, que sufrieron para conservar la fe y perfeccionarse en la virtud; los cuatro muros, a los Evangelistas; el techo, a los defensores de la Iglesia…

Fue una antigua costumbre edificar las iglesias cristianas en la dirección de la salida del sol en el equinoccio, es decir de oriente a occidente, nacida de la costumbre de orar vueltos hacia el oriente porque el oriente es símbolo de Dios y de Cristo que es el Oriente, el Sol de justicia y la luz increada.

San Basilio dice que al orar hacia el Oriente recordamos el Paraíso, nuestra antigua patria, y hace remontar esta costumbre de orar a los tiempos apostólicos.

A ser posible, en la construcción de las iglesias, convendría seguir la tradición primitiva, de la cual ya se hacen eco las “Constituciones Apostólicas” (Patrología Griega, libro II, cap. LVII)

Próxima entrega: “El altar”.

Dom Gregori María

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