Con los gestos de reverencia, nosotros expresamos el obsequio interior que debemos a Dios en el Sacramento eucarístico o en sus elementos rituales, o a las personas que lo representan en el culto litúrgico. Se reducen a tres:
a ) La inclinación y la genuflexión.
b ) La incensación.
c ) Las luces.
La inclinación y la genuflexión .
La cabeza y las espaldas, que en la inclinación se doblan delante de alguno, indican instintivamente un sentido de respeto y de veneración hacia él; si se trata de Dios, expresa un sentido de adoración. La liturgia las ha usado y las usa todavía profusamente. El I Ordo romano observa que, dicho el Sanctus, todos, “ episcopi, diaconi, subdiaconi et presbyteri in presbyterio permanent inclinati” (1) y permanecen así hasta la conclusión del canon. Este inclinarse estando de pie o también prosternarse, como se hacía por algunos, no era una veneración de la Eucaristía en nuestro concepto actual, sino más bien un compenetrarse de mística reverencia por la bajada del Espíritu Santo y de los ángeles, mientras con humildad se recogía el celebrante ante el solemne misterio que se cumplía sobre el altar. Hasta el siglo XVI , el gesto de la genuflexión, hoy tan difundido, era desconocido para la liturgia; en su lugar se hacía una inclinación más o menos profunda .
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