Antes de aceptar el episcopado


El pasado jueves 30 de octubre quedaba listo en Nunciatura el “pase” de Mn. Salvador Pié Ninot hacia el episcopado. Propuesto en última instancia como solución de compromiso por nuestro n.s.b.a. Cardenal Martínez Sistach tras ver rechazadas anteriormente las dos anteriores ternas presentadas, éste ha querido cerciorarse en Roma de contar con los suficientes y necesarios apoyos para tal nombramiento.

Ciertamente tanto el Cardenal Martínez como Mn. Pié cuentan en los “Sacri Palazzi” con importantísimos valedores. Unos, los del Cardenal, básicamente consolidados ya en su juventud allá por el inicio de la década de los 60 y que aunque fundamentalmente se cuentan entre los más claros exponentes del aperturismo eclesial de entonces, no han dejado de ascender por el escalafón curial, tanto durante el pontificado de Juan Pablo II como durante el presente. Han sido “segundas espadas”, engranajes intermedios de la curia montiniana que por su prudencia, constancia y ambición han conseguido sobrevivir durante el proceso. Cierto es que la ausencia de una profunda reforma de la Curia ha propiciado su supervivencia, pero también es cierto que la mayoría de ellos con su paciencia y sus “predicada fidelidad” han escapado a cualquier tipo de purga que pudiese venir desde arriba. Cosa que por otra parte tampoco se ha producido a pesar de la imperante necesidad.

Los apoyos de Ninot son más frescos y más temibles. Cuenta especialmente con el jesuita mallorquín Mons. Luis Francisco Ladaria Ferrer, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su amistad quedó bien trabada durante el periodo docente en la Gregoriana y es tan firme que incluso las objeciones que un reputado teólogo español, bien conocido en la comisión teológica de la Conferencia Episcopal Española, elaboró a las tesis eclesiológicas contenidas en el volumen de Pié “Eclesiología, la sacramentalidad de la comunión cristiana” publicado el año 2007 en Salamanca por Ediciones Sígueme, fueron causa de un severo reproche para el teólogo, que quedó profundamente agraviado vistas sus aspiraciones a trasladarse a Roma para colaborar con el mencionado Dicasterio.

Vistas las cosas como están no es prudente pensar que su nombramiento cuente en Roma con ninguna traba, con ningún obstáculo que no pueda ser superado por una gestión “amable” de Sistach que sabe poner una “parolina nel momento e nel posto giusto” (una palabrita en el más adecuado lugar y momento).

Si esto es así, cabría ahora esperar la llegada en un par de semanas o tres de la famosa “valigia marroncina” (valija diplomática de color marrón) bajo el brazo del correspondiente delegado que propondría a Mn. Pié la aceptación del episcopado y del encargo como auxiliar de Barcelona.

Y es en ese preciso momento cuando la conciencia moral del designado debe vertiginosamente tomar una decisión: “acceptare l´impegno o meno” (aceptar el compromiso o no). Desde el plano estrictamente teórico nosotros no podemos recomendar algo mejor a Mn. Pie que la lectura atenta y reflexiva de la II-IIae de la Summa Theologica de Santo Tomás que en su cuestión 185 trata todo lo referente al estado episcopal.

Pero en un acercamiento mayor y más preciso, y sin dudas menos abstracto que el meramente doctrinal, le sugerimos proceda a una reflexión madura acerca de algunas cuestiones.

En primer lugar, y en vistas a su propio bien espiritual, plantearse si está capacitado para encajar en el concreto engranaje que la maquinaria diocesana le planteará. A saber: un Arzobispo que ninguneándolo en las concretas decisiones de gobierno lo utilizará a capricho como comodín ante la izquierda progresista. Un progresismo que pretenderá hacer de él su valedor a la hora de llevar adelante y consolidar sus pretensiones, posición esta que le generará no poco stress ante un Cardenal que poco quiere complicarse la vida con algo que no sea más que palabrería. El Cardenal Sistach es un crack del ilusionismo. Con toda esa ampulosa retórica es como las fachadas barrocas de las iglesias rurales en la Cataluña empobrecida de finales del XVII: un decorado engañoso que oculta la realidad de una mísera calidad constructiva de los materiales y de los recursos.

Pero junto a esa precaria posición en la que Sistach sin duda le colocará debe reflexionar sobre dos cosas.

En primer lugar deberá concretar cómo va a llevar a la práctica las teorías eclesiológicas de comunión defendidas en el libro antes citado con el clero joven y con los laicos de los movimientos más vivos y activos de la diócesis. Y entre ellos destacamos el apaciguado pero vivísimo “contingente Opus” contra el cual se encuentra enfrentado de manera radical al pretender asimilar su Prelatura personal a la figura jurídica de “una sociedad de vida apostólica” como lo defiende en el mencionado texto y machaconamente lo ha repetido siempre. Mal comienzo para uno que está destinado a convertirse en el único y solitario Vicario General de la Diócesis e instrumento de diálogo. Y no olvidemos que los cuadros dirigentes de la Obra, que tras la erección de la Prelatura y la canonización del Fundador no tienen ya ganas de dar la vida por nada ni por nadie, son capaces de todo por defenderse a sí mismos y proteger su posición y sus intereses.

Finalmente, no podrá dejar de enfrentarse a la “cuestión Foniatra”.

Pero no adelantemos acontecimientos. Quedan estos dos pasos: su aceptación personal y la firma para el nombramiento tras la súplica que el Cardenal Re elevará al Santo Padre como Prefecto de la Congregación para los Obispos. Ocho semanas para ocho años. Parece un simpático combinado cabalístico y si no estuviese en juego el futuro de nuestra querida Diócesis de Barcelona tendría hasta su gracia. Pero no la tiene. Aunque goce de muchas gracias. Aunque la cuestión, yo no “la daría” por hecha…

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