No lo pueden remediar: siempre acaba asomando la patita del victimismo. Son previsibles. Salió bien la visita del Papa; se inauguraron con éxito los edificios curiales de Sant Feliu de Llobregat y de Terrassa; la ordenación episcopal de monseñor Novell desbordó Solsona. Demasiadas satisfacciones para quien se ha acostumbrado durante años al lamento cotidiano. Necesitaban un enemigo, alguien en quien descargar la cuota-parte reivindicativa. Y encontraron al Nuncio. ¿Cual fue su pecado? No hablar en catalán. Sí, sí, lo han leído bien: no habló en catalán; ni en Sant Feliu de Llobregat ni en Terrassa ni en Solsona. Y ahí salió en tromba el equipo médico habitual. Oriol Domingo, la Tribuna Catalana del ex-comisario Sellarés y Jordi López Camps.
El último de los nombrados es el más grotesco. Su artículo se titula "Carta escrita, pero no enviada, a monseñor Renzo Fratini". Menos mal que no la envió. Probablemente el Nuncio no la entendería. Es un canto a la confusión sintáctica y ortográfica difícil de definir. Sujetos, predicados, complementos directos, indirectos y circunstanciales enloquecen a los pobres verbos, en un frenético batiburrillo que hace ininteligible el texto. ¡Y exige al Nuncio que hable catalán! Alguien que no sabe escribir correctamente en castellano. Este fue el efímero Director General d’afers religiosos de la Generalitat (solo cinco meses en el cargo, pero lo repite en todas sus presentaciones). También fue el redactor inicial del programa electoral de Pascual Maragall, en su primer intento de obtención de la presidencia de la Generalitat, que tuvieron que rehacer de arriba a abajo por su tortuosa sintaxis. Ahora se entiende.
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