El nacionalismo eclesial cotiza a la baja
El entierro del obispo Deig en la catedral de Solsona |
Los últimos nombramientos de obispos en las diócesis vascas han evidenciado que la Santa Sede ya no apuesta por la carta nacionalista en aquel territorio. El cambio se inició pausadamente con la designación de Monseñor Blázquez, pero se ha desencadenado de forma fulgurante con las promociones de los obispos Munilla e Iceta. Se trata de una modificación radical del poder eclesial vasco. Roma otea el horizonte, luego inicia un proceso de "decantazione" (a veces excesivamente lento y moroso) pero cuando decide inclinar la balanza lo efectúa de modo inexorable. Tengo la impresión que a ello ha influido notablemente el declive de la banda terrorista ETA. Mientras se hallaba pujante -es triste reconocerlo- ninguna voz episcopal se le enfrentó directamente. Al revés, hubo colaboración desde algunas sacristías y una actitud absolutamente farisaica en muchos púlpitos. Tampoco hubo una beligerante actitud desde el Vaticano. Los nombramientos de Setién, Larrea, Larrauri o Uriarte fueron siempre gratos al entorno abertzale y tampoco cabe olvidar que todo un cardenal de la Curia , el vasco-francés Roger Etxegaray, se ofreció en más de una ocasión como mediador. Por suerte, este triste episodio eclesial ya es historia. Sea por una causa o por otra, la Santa Sede ya no apuesta por el nacionalismo en el País Vasco.