Noruega: Una respuesta fanática y anticristiana a la ideología progresista de la desvinculación social
Nada justifica un asesinato y menos para un cristiano, excepto los limitadísimos casos de legítima defensa que -con sumo cuidado y precaución milimétrica- describe el Magisterio de la Iglesia, como es el caso de no existir otra fórmula que el tiranicidio para frenar asesinatos en masa en el caso de gobernantes que vulneren sistemáticamente el principal de los derechos humanos que es la vida.
No justificar en el sentido moral una atrocidad como la de Noruega no significa que no se pueda analizar que causas llevan a una sociedad o a unos individuos a actuar de una determinada manera. Tenemos que emanciparnos de la coacción de mucho “progresista” que quiere hacer pasar todo intento de descripción como justificación. Esta coacción intelectual paraliza cualquier análisis racional alternativo al suyo para provocar al final un auto-acomplejamiento en aquellos que ven o vemos las cosas de otra manera. No plantearse los problemas en toda su crudeza es, a parte de engañoso, la mejor garantía que acaben explotando a la larga con consecuencias aún más perniciosas.
La tragedia de Noruega del pasado viernes, en pura descripción, es la siguiente: un noruego autóctono, Anders Behring Breivik(en la fotografía) asesina a los jóvenes asistentes a la escuela de verano del Partido Laborista (social demócrata, Det norske Arbeiderparti ) porqué identifica a este partido como el principal promotor en su país de la ideología del multiculturalismo, la cual según el asesino, ha sido la superestructura ideológica que sustenta la progresiva disgregación y desvinculación de la nación noruega.
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