La Misa Romana: Historia del rito. Capítulo 4º: La Colecta
La colecta es la primera oración exclusivamente sacerdotal que encontramos en la Misa. Oración que el celebrante debe decir no en nombre propio, sino en el de toda la comunidad, de toda la Iglesia. En el modo tradicional del rito romano (Edición del Misal de 1962) esa oración es introducida con el saludo litúrgico del “Dominus vobiscum” (o el “Pax vobis” del obispo) volviéndose hacia el pueblo con las manos abiertas, como insinuando un abrazo. El beso del altar que lo precede y que data del siglo XIII adquiere su simbolismo en el tomar la paz de Cristo para darla a la comunidad y es muy propio de la explicación alegórica de la Misa que tan en boga estuvo en la Edad Media.
Acto seguido y habiendo saludado a la comunidad, la invita a la oración diciendo o cantando “Oremus”. Esta fórmula se ha convertido en una invitación a adherirse mentalmente a la oración que reza o canta el sacerdote, pero antiguamente era sencillamente una exhortación a orar en voz baja y suponía por tanto, siempre una pausa más o menos larga entre la invitación y la colecta. Esto aparece con claridad en las oraciones más antiguas de esta clase, en las “orationes sollemnes” del Viernes Santo que primitivamente eran comunes a todas las misas. Pues en estas oraciones a la invitación de la intención… pro dilectissimo Papa nostro, etc.… seguía el aviso del diácono: flectamus genua (arrodillaos), palabras con las que se invitaba al pueblo a orar durante algunos momentos de rodillas, para después de sugerirles que se levantasen (levate), proceder a la oración sacerdotal con su Oremus. Esta antigua costumbre se restauró en el “Ordo Sabbati Sancti” por Pio XII en el año 1951.