Surgen uno tras otro y se dirigen contra Germinans: el primero en caballo blanco, el segundo en caballo rojo, el tercero en caballo negro, el cuarto, detrás del cual viene el infierno, en un caballo amarillento. No pueden precisarse sus atribuciones porque se confunden. Dícese del último que significa la muerte. Pero el tercero y el segundo siembran la muerte también, y la guerra acarrea el hambre. Diremos pues, que son figuras de horror…
Anuncian las últimas tribulaciones. Cabalgan con autoridad por el mundo: cada año y a todas horas. No constituyen una realidad futura sino actual.
Al primero le es dado vencer y se lanza a obtener la victoria. No se distingue lo bueno de lo malo, lo autentico y lo falso. Se revelan las disposiciones íntimas, el juicio sobre las obras humanas.
El jinete siguiente, el que monta el caballo rojo, es la guerra. La destrucción propia de la guerra es consecuencia horrible de la caída del hombre. Lo mismo ocurre con el tercer jinete que representa el hambre. Y con el cuarto, del que se dice que es la muerte: el morir, la agonía, la descomposición y los horrores de la noche oscura de la muerte…
Son los azotes de nuestra existencia. Son los puntos peligrosos de la vida humana en los que se manifiesta la eternidad, las olas de la última tormenta que se adelantan, señales avanzadas de la catástrofe y que pondrá de manifiesto y expondrá a la publicidad todo lo malo, falso y corrompido que el hombre cobija en su interior.
Podemos decir algo parecido del acontecimiento siguiente. Repugna terriblemente al sentimiento natural el hecho de que se haga violencia a los hombres que aman a Dios y a la verdad. La visión del quinto sello revela algo más: oímos los gritos que los perseguidos elevan al cielo y que éste contesta: “Tened paciencia, a pesar de que parezca que no se haga nada por vosotros. No os dejéis engañar por el silencio de Dios. Dios se calla y los hombres se creen estar muy seguros. En realidad, ha sido establecido ya el límite. La injusticia va subiendo. Cuando la medida estará llena a los ojos de Dios, llegará el castigo. Es Él también quien dará a todas las cosas su carácter definitivo. Él juzgará y lo consumará todo.
“Al ángel de la iglesia de Barcelona escribe: Esto dice el que tiene la espada de dos filos: la aguda.
Conozco tus obras y donde moras, y que tienes nombre de vivo pero estás muerto. Tengo algo contra ti: que toleras ahí a quienes siguen doctrinas perniciosas, a quienes ponen tropiezos a los hijos de Dios. Permites enseñar a aquella que enseña a extraviar a mis siervos. Porque dices: soy poderoso y de nada tengo necesidad y no sabes que eres un desdichado, un indigente, un ciego, un desnudo…
Considera pues, de donde has caído y arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto con la espada de mi boca”
Nosotros no somos capaces de captar el sentido de esta necedad aparente. La victoria es posible aunque vendrá tras una aparente derrota.
Cuando se abra el séptimo sello habrá un silencio por espacio como de media vida. Habrá convulsiones pero Dios ha señalado un término.
Esta es la hora para arrodillarnos y decirnos que Dios es y reina, que es digno de poseer la soberanía sobre todas las cosas, que es digno de ser Dios…
Nuestro corazón no necesita palabras. Puede ser que nos sintamos aturdidos y cansados. Permanezcamos respetuosamente en la presencia de Dios. Estos momentos ejercerán su influencia sobre nuestra vida, le infundirán verdad, sobre todo si dejamos que fructifiquen nuestras acciones.
Dios es la verdad. Dios está sentado en el trono de su santidad.
El Directorio
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