7.05.09

Diezmos, primicias e impuestos

¿Por qué los católicos españoles somos tan agarrados?

Antiguamente decían los catecismos que el quinto precepto general de la Iglesia era “pagar los diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”. Esta formulación tenía una clara inspiración bíblica: el diezmo o décima parte de las cosechas y el ganado y las primicias o frutos nuevos y crías primogénitas fueron establecidos por la Ley Mosaica y se mencionan en el Levítico, los Números y el Deuteronomio, así como en los libros de Samuel, Reyes y Paralipómenos. El origen de la práctica de dar el diezmo al sacerdocio lo atribuye la Sagrada Escritura a Abraham con respecto a Melquisedec. El ofrecimiento de los primeros nacidos incluía a los niños del pueblo elegido, por los cuales se pagaba un rescate consistente en una ofrenda de substitución (el Niño Jesús fue por ello presentado en el Templo).

Entre los primeros cristianos no se consideró necesario renovar los mandatos de la Ley concernientes a los diezmos y primicias porque los fieles daban liberalmente de sus bienes para el sostenimiento de la comunidad; hasta el punto que Orígenes y San Cipriano de Cartago negaron esa obligación. Sin embargo, al comenzar a enfriarse la generosidad de los cristianos y, por otro lado, crecer las necesidades de la Iglesia con su cada vez mayor extensión y organización, fue preciso asegurar los medios de su subsistencia mediante la demanda a los cristianos de un impuesto bajo obligación de precepto. Como la sociedad de la Edad Media era eminentemente patrimonial y agraria se recurrió al sistema de diezmos y primicias, que, sin embargo causó alguna confusión en el contexto del feudalismo, sobre todo cuando la propietaria de tierras era directamente la potestad espiritual, ya que no se distinguía convenientemente lo que eran derechos reales del señor o verdaderos y propios impuestos.

La revolución urbana y el auge de la artesanía y el comercio monetizaron la percepción de los diezmos y primicias por parte de la Iglesia. Los teólogos clásicos justificaron el derecho de Aquélla a recaudar impuestos recurriendo a la noción de sociedad perfecta, es decir la que tiene en sí misma los medios necesarios para la consecución de su fin. La doctrina católica sólo reconoce como perfectas y paralelas dos sociedades: el Estado (sociedad política) y la Iglesia (sociedad espiritual), que corresponden a la naturaleza humana, que es doble, pues consta de un principio material (cuerpo) y un principio inmaterial (alma). Si en cada una de ellas las partes han de contribuir al todo para que los medios de la consecución del fin propio de cada una sean aptos, es claro que tanto el Estado como la Iglesia pueden exigir impuestos bajo la forma que más se adapte a las circunstancias de tiempo y lugar. El problema es que esta sencilla y clara explicación no la entienden muchos católicos, que creen que porque la Iglesia es sobre todo espiritual vive del aire.

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"Catalunya Cristiana" pone a Pousa en su portada

Increíble, pero cierto, “Catalunya Cristiana” abre su última edición poniendo como primera noticia de su portada la concesión de la creu de Sant Jordi al cura abortero Manuel Pousa y a otras personas más o menos vinculadas a la Iglesia. Se incluye en la portada la foto del sacerdote que tanto ha escandalizado a católicos y no católicos de todo el mundo. Por si esto no fuera suficiente, en las páginas interiores se incluye entrevista al sacerdote que afirmó en otra publicación haber pagado abortos, para que veamos lo buenísimo que es y lo comprometidísimo que está con la causa de los más pobres.

“Catalunya Cristiana” no es una simple revista independiente como puede ser el “Foc Nou” de nuestro querídisimo Jordi Llisterri. Depende de un patronato que está presidido nada más y nada menos que por el mismísimo cardenal arzobispo de Barcelona n.s.b.a. Lluís Martínez Sistach y hasta el momento de su fallecimiento tenía como vicepresidente al añorado obispo auxiliar Joan Carrera. Es decir que puede catalogarse como una publicación prácticamente oficial de la diócesis de Barcelona. Y esto es lo que da gravedad al hecho de que “oficialmente” se ponga como ejemplo a seguir al abortista Manel Pousa. Que por cierto en ningún momento ha rectificado o se ha arrepentido de su acción y sigue ejerciendo su ministerio sacerdotal en la parroquia de la Santísima Trinidad de Barcelona.

Desde la defenestración del Rvdo. Octavio Sánchez, el Rvdo. Jaume Aymar, protegido de nuestro cardenal, (le ha construido una parroquia nueva, eso sí, sin reclinatorios) se hizo con las riendas de los medios de comunicación de la iglesia barcelonesa, los cambios en la publicación han sido evidentes, no sólo se ha convertido en la voz de su amo (del cardenal y de su discípulo amado Turull), con verdadera adulación hacia ambos personajes, sino que barre continuamente para casa (nunca mejor dicha la expresión, ya que barre para la Casa de Santiago y su “ambito” y para sus amigos personales).

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6.05.09

Vives ya no cuenta para nada

Mucho se ha hablado y escrito sobre la última reunión de la plenaria de la Conferencia Episcopal, especialmente de la derrota del arzobispo electo de Toledo, Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, en las votaciones para el Comité ejecutivo y la Presidencia de la Comisión de medios de comunicación social. Sin embargo, han pasado notablemente desapercibidas las circunstancias que rodearon la elección de Presidente de esta última comisión. Aunque no es obligatorio, es normal que sea elegido uno de los miembros de la Comisión para el cargo. Hasta la salida del anterior Presidente, Monseñor Del Rio, la comisión la formaban por orden de antigüedad: el emérito Monseñor Antonio Montero; el obispo de Urgel, Monseñor Vives; el de Lérida, Monseñor Piris y el auxiliar de Oviedo, Monseñor Raúl Berzosa. Si se elegía como Presidente a un miembro de la comisión episcopal, el más antiguo era Vives, pues los eméritos no pueden presidirla. Sin embargo, nadie pensó en él. ¿Por qué? Simple y llanamente porque si se trataba de derrotar al candidato de Rouco, presentar a Vives no garantizaba la victoria. Por eso, se decidieron por Piris. Un candidato de la nueva iglesia catalana. Un obispo renovador y absolutamente alejado del periclitado talante Vives. El actual obispo de Urgel se halla ya completamente amortizado. No cuentan para nada con él. Representa, de forma palmaria, la derrota de una manera de concebir la iglesia catalana absolutamente en desuso. En un año ha sufrido dos ninguneos episcopales considerables. Y en ambos ha sido derrotado por representantes de la orientación renovadora catalana: en primer lugar, vio como Saiz Meneses le sucedía como Presidente de la Comisión de Seminarios y ahora ha sido Piris quien se ha alzado con la de la de medios de comunicación.

Hace unas semanas lo escribía en esta web: Vives debe pasar a la historia en la Seu d’Urgell. La anhelada promoción de Vives como sucesor de Sistach o, en su caso y como premio de consolación, suceder al sucesor de aquel, resulta, hoy en día, absolutamente descabellada. No ya por el triste historial del actual copríncipe, ni por su pasado contestatario, cuando formó parte del Forum “Home i evangeli”, que decía representar, en el año 1984, al sector progresista católico de la archidiócesis de Barcelona, sino porque jamás se recuerda la promoción de un obispo de una diócesis pequeña a un arzobispado sin una mínima presencia en la conferencia episcopal o, al menos, con la consideración de los demás prelados.

Se lo vengó diciendo desde hace ya tiempo: El cronómetro está en marcha y no hay vuelta atrás. La iglesia catalana se está renovando y otras personas portan su estandarte. No solo obispos, como recordaba en La Vanguardia este domingo nuestro buen amigo, Albert Manent Segimón (Premià de Mar, 1930). Existen sacerdotes ejemplares que llenan sus iglesias y los pujantes nuevos movimientos están formados por muchísimos laicos. Tan catalanes como Manent. Aunque más jóvenes. Pero es que los que seguro que no la van a transformar son este grupo tributario del Forum “Home i Evangeli”. Recordemos sus promotores, además de Vives: Angel Alcazar, Joan Bada, Joaquim Brustenga (¡cómo no!), Josep María Carbonell (el del CAC), Gaietà de Casacuberta (el Tano), Joaquim M. Cervera (el cura de Iniciativa per Catalunya), Joan Cuadrench, Jaume Dantí, Miguel Elhombre, Josep Farràs, Josep María Fisa, Joan N.García Nieto, Joaquin Gomis, Daniel Guixé, Josep Hortet (no hay boda sin la Tia Juana), Teresa Huguet, Jesús Lanao, Jordi López Camps (el que presume de Director General d’afers religiosos, aunque solo estuvo tres meses), Carles Mascaró, Angel Mena, Jesús Moreno, Xavier Morlans, Gloria Olivé, Francina Planas, Raimon Ribera, Eulalia Ribot, Rovira Belloso, Mercé Sala, Josep Soler y Maria Pau Trayner. De esto hace 25 años. Y siguen siendo los mismos. 25 años de fracasos, que nos han llevado al absoluto conformismo, a las recetas incoloras, insípidas e indoloras que venimos ingiriendo desde hace demasiado tiempo.

Ha llegado el momento de hablar claro, pues dicen que si no se habla claro, el pensamiento se atrofia. Estos grupos ya no representan nada. Ya no aportan nada. Ni tan siquiera el copríncipe. Solo les queda una exigua cuota dominical en las páginas de La Vanguardia, donde domingo tras domingo muestran su patetismo con una alusión eufemística a Germinans.

Fuera de allí casi no tienen vida. No han entendido la moderna sociedad de información y solo pueden airear a sus viejas patums, como “el fill de poeta”, pero se rasgan las vestiduras si alguien osa contradecirles.

Este es el mapa actual de la iglesia catalana. En la que Vives queda recluido en la alta montaña. Y al maniatado Taltavull se le sigue esperando. Pero de esto ya hablaremos otro día, si es que no aparece antes.

Oriolt

Germinans germinabit

La marmota altopirenaica predice el tiempo eclesial

La marmota altopirenaica predice el tiempo eclesial
(De tus amigos, los innombrables enfermos mentales de Germinans)

Descripción

Es un roedor de gran tamaño. Cabeza y orejas cortas. Extremidades anteriores fuertes con cuatro dedos y adaptadas a la excavación de información pútrida. Cinco dedos en las extremidades posteriores para tener siempre una vía de escape por la puerta trasera. Adulto con cabeza y espalda de color pardillo oscuro, nariz (como su inteligencia) grisácea y vientre amarillo, pero siempre caliente y agradecido. Tercio distal de cola negro o muy oscuro (más oscuro de lo que se pueden imaginar). Crías hasta los tres meses de color gris (como su padre) Tienen una sola muda anual, normalmente de chaqueta de pana marrón y camisa de rayas verticales inconjugable e incombinable. Muestra incipiente alopecia en forma de calvas. Dimorfismo sexual apreciable sólo por la distancia ano-genital (aquí ya no entramos, porque nunca lo hemos hecho…) Fórmula dentaria: 1.0.2.3 / 1.0.1.3 Número de cromosomas (2n)= mutante

Distribución

El área de distribución original abarca los Alpes occidentales y los Montes Tatra. Se han efectuado numerosas reintroducciones en lugares donde estaban presentes en tiempos históricos y habían desaparecido por la presión eclesial. Las introducciones en cambio se han llevado a cabo en lugares en los que existía en el registro fósil, como en Madrid. En la vertiente francesa de los Pirineos han sido introducidos desde 1948 (antes del Concilio Vaticano II) ejemplares oriundos de la región parisina y su levantisco clero progresista. Hoy en día la especie se encuentra cómodamente asentada en el poder diocesano barcelonés, gracias a nuestro n.s.b.a. Arzobispo, desde Collserola hasta la fachada marítima litoral y desde las Costas del Garraf hasta la cordillera prelitoral del Montnegre-Corredor, con tendencia a extenderse más allá de esos confines.

Variación geográfica

En el género “Marmota” se reconocen ocho especies. Entre ellas la marmota alpina, que presenta dos subespecies, la marmota de los Alpes y la de los Montes Tatra. Las poblaciones altopirenaicas pertenecen (como siempre ocurre con lo nuestro) a la subespecie nominal. No se ha descrito ninguna variación geográfica en los Pirineos a pesar de la amistosa cercanía con el copríncipe episcopal andorrano.

Hábitat y rango altitudinal

Su hábitat lo constituyen los pastos de las más decadentes instituciones diocesanas, subvencionados públicamente o revestidos de prebendas fundacionales, con suelo suficientemente profundo aunque mala visibilidad sobre la autentica realidad de la Iglesia universal debido a la abundante cobertura capilar de su conspicuo frontal homínido poco evolucionado.

Se ha observado cierta preferencia por comunidades eclesiales en extinción vinculadas a fenecidas ideologías de izquierda. El éxito de la colonización de los organismos eclesiales barceloneses parece muy influido por la existencia de algunos personajes de tributarios de la casi deforestada “U” (Unió Sacerdotal de Barcelona) que apoyan su difusión y por una franja de mediocres y pusilánimes que de manera incomprensiblemente vergonzosa no se sublevan por miedo a perder su cuota forrajera.

El rango altitudinal de los ejemplares altopirenaicos trasladados al Llano de Barcelona no rebasa la altura de Montjuich.

Reproducción

Paren camadas poco uniformes y artículos muy inconexos entre sí y poco estructurados. Los partos ocurren un par de veces o tres por semana tras muy poca documentación y reflexión. Jamás van más allá. Su lenguaje es farfullero y fonéticamente mal articulado con tendencia al esputo y a la broma poco inteligente. Tras el largo invierno de su carrera hace su primera aparición en medios audiovisuales hacia el equinoccio de primavera (18 de marzo) normalmente de la mano de algún mustélido mesetario.

Hábitos Alimentarios

Dieta fundamentalmente muy básica singularizándose por el abandono de las tradicionales dicotiledóneas y tránsito a las gramíneas vallesanas.

Abundancia

Gracias a Dios, exigua y yendo a menos.

Organización social y comportamiento

Es un animal, diurno e hibernante, que vive en madrigueras de enjundia en cuyo interior pasa la mayor parte de su vida. La unidad social es el grupo ideológico constituido por una pareja de voluntarios no-gratificados y algún descendiente, eventualmente algún adulto más (normalmente algún fracasado pastoral). La entrada en hibernación es contagiosa, todos los que lo leen y lo escuchan quedan en un estado de sopor y descienden su temperatura corporal y ritmo cardíaco, despertándose a veces durante el proceso. La termorregulación progresista y nacionalista parece ser un factor importante que influye en la supervivencia durante periodos de esterilidad eclesial. Las marmotas poseen un complejo sistema de silbidos (Blocsfera eclesial catalana) que les permite alertarse mutuamente de la cantidad e inmediatez del peligro.

Interés económico y relación con el hombre

El interés económico está derivado de su inadaptación a los medios civiles naturales para el ejercicio profesional por lo que acaba pudiéndose calificar de “atractivo turístico de la alta montaña pirenaica emigrado a la conurbación metropolitana barcelonesa”. No produce daños particulares salvo en aquellos con poca formación o criterio, excepcionalmente madrigueras en algún Seminario y Facultad de Teología y roeduras en portales digitales de información. Lastimosamente, episcopalmente ni se caza ni se ha cazado en el Pirineo. Se trata pues de una especie introducida por sus abuelos en la diócesis de Barcelona, cuyo estatuto en Cataluña es de: “Especie Cinegética, cuya caza está vedada”.

Depredación

Depredadores tradicionales: el águila real de aguda visión eclesial (casi en extinción en Cataluña aunque también el resto de la Península) solía tener en la marmota altopirenaica su pieza clave en su dieta alimenticia. El zorro, activista renovador de comunidades, se alimenta de marmotas y éstas lo han visto siempre como un peligro para su permanencia. Los perros, particularmente los de pastor celoso, representan el peligro más imprevisible, por eso suelen las marmotas tirarse a la yugular de pastores para sangrarlos antes de que tomen posesión de las diócesis y con su jauría canina los extermine. El lince boreal, intelectual católico muy preparado académicamente, también preda sobre las marmotas, pero es que no tenemos muchos y los que hay viven agazapados. Finalmente, los quebrantahuesos “germinacéos germinantes”. La marmota lo ha entendido y trata de desacreditar a los individuos de esa especie tratándoles de enfermos mentales. A ellos “tant se´ls hi en fum” (tanto les da porqué están acostumbrados a todo)

Patologías y parásitos

El conocimiento sobre la patología de la marmota altopirenaica es todavía muy escaso. Entre los helmintos gastrointestinales barceloneses más comunes se encuentran Romeu de Cal Picafoc, Brustenga de Can Patera y Cabot de Can “Ja t´ho diré”.

Factores de amenaza y medidas de gestión

Amenazas directas desconocidas hasta ahora. La especie se encuentra en discreta expansión pero muy controlada. Tampoco se ha aplicado ninguna medida de conservación por lo que, a la mínima, se desintegra el individuo por sí solo y desaparece la población, aunque alguien piense que haya hecho “bastante” para evitarlo.

Prudentius de Bárcino

Germinans germinabit

La misa romana. Capítulo 23: La Consagración (2ª parte)

El mandato de repetición

Termina el relato de la institución y la consagración con unas palabras que recuerdan el mandato del Señor. La reforma litúrgica de 1969 ha modificado aquellas que la tradición litúrgica romana había tomado de la tradición paulina “Haec quotiescumque feceritis…” (Cuantas veces hiciereis esto, hacedlo en memoria mía) que, modificando el “bebiereis” por el “hiciereis”, cuadraba maravillosamente con su carácter de acción litúrgica. El actual “Hoc facite in meam commemorationem” y sus múltiples y variadas traducciones en las lenguas vernáculas (Haced esto en conmemoración mía- Feu això que és el meu memorial, etc….) no nos acaba de satisfacer, especialmente si nos induce a creer –siguiendo la teología luterana- que la Eucaristía es una mera conmemoración es decir el relato de un acontecimiento pasado.

En cambio su colocación, inmediatamente después de las palabras sobre el cáliz, tal como se hacía antes de la reforma de San Pío V, nos satisface plenamente. Efectivamente, la reforma tridentina hasta los libros litúrgicos de 1962 lo colocaban sólo después de la elevación. Con su colocación, en la reforma del 69, como broche final de la consagración se resalta más el carácter de las palabras de la consagración como acción presente y no sólo como historia de un acontecimiento pretérito ahora recordado.

La amplificación de su carácter de acción presente y real se consigue con la colocación de una aclamación que combina las palabras del mandato de repetición de la liturgia milanesa con la contestación a la que en la liturgia copta es invitado el pueblo tras las palabras del mandato. Aquí esta respuesta-aclamación es colocada después de la recolocada proclamación “Mysterium fidei”: “Mortem tuam annuntiamus, Domine, et tuam Ressurrectionem confitemur, donec venias”” (“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección: Ven, Señor Jesús” “Anunciem la vostra mort, confessem la vostra Ressurrecció, esperem el vostre retorn, Senyor Jesús!”) También aquí las traducciones van campando a sus anchas…

Efectivamente en la liturgia milanesa el sacerdote dice “Cuantas veces lo haréis en recuerdo mío, anunciareis mi muerte, pregonareis mi resurrección, esperareis mi advenimiento, cuando venga a vosotros del cielo”.

Y en la liturgia copta a las palabras del mandato el pueblo contesta “Anunciamos tu muerte, confesamos tu resurrección, esperando tu segunda venida”.

Teológicamente nos parece muy aceptable porque hace que el recuerdo de la pasión de Cristo no quede limitado a un sentimiento subjetivo e inmanente: lo exteriorizamos y lo objetivamos en un acto sacrificial. Las palabras del mandato pues, creemos se amplifican cuando se combina con la “anámnesis” paulina. (1ª Cor. 11,26) Es evidente que todo esto sólo es posible litúrgicamente cuando se abandona el silencio en las palabras de la consagración y en toda la recitación del canon, por lo cual una cosa lleva a la otra. Sin prejuzgar el conjunto de la reforma litúrgica del 69, afirmemos asépticamente que, abandonado el silencio en la recitación del canon, la aclamación de la anámnesis nos parece correcta y en la línea de la tradición litúrgica –quizá no romana- pero si católica.

Las ceremonias antes y después de la consagración

No contenta la Iglesia con hacer pronunciar al sacerdote las palabras de la consagración, le manda imitar a Cristo también en sus gestos. Así, toma el pan en sus manos y luego el cáliz, lo levanta un poco, como es probable que lo hiciera Cristo, para enseñar el pan y el cáliz ante sus comensales. Esta elevación se hacía de modo más visible en la Edad Media; pero como esto dio lugar a que el pueblo adorara la forma antes de ser consagrada, se redujo la elevación antes de la consagración a insinuar el gesto, dejando la elevación mayor para después de consagradas las especies. Hoy en día ese gesto más bien tiene carácter de ademán oblativo. Por eso el celebrante levanta al mismo tiempo su mirada en dirección al cielo. Esa mirada al cielo la está pidiendo la misma frase pronunciada por el celebrante: “…levantando los ojos al cielo, a Ti, Dios, su Padre Todopoderoso…”

A continuación inclina la cabeza cuando dice: “…dándote gracias…” Como manifestación de acción de gracias, encontramos la inclinación de la cabeza en otros pasajes de la misa. Es un modo plástico de expresar el agradecimiento, no un calco histórico de un gesto de Cristo. Lo mismo podemos decir de la ceremonia de trazar una cruz sobre el y sobre el cáliz mientras se dice “benedixit”. Cristo bendijo el pan y el vino rezando sobre ellos una oración de alabanza y de acción de gracias, no trazando sobre ellos una cruz. Pero ese signo de la cruz sobre las especies es un modo respetuoso que el uso litúrgico nos ha traído.

La supresión de esas cruces en la consagración de cada una de las dos especies sacramentales en la reforma del 69, no tendría más importancia si el “lo bendijo” no hubiese sido transformado en las traducciones vernáculas por un “te bendijo” dirigido a Dios Padre. ¿Bendijo el pan y el vino o bendijo a Dios Padre por el pan y el vino? ¿Otra vez el encaje de otro paralelismo con las berecats de bendición? Esto nos parece más peligroso y por ello inapropiado. Parece un reflejo de la misma tendencia que apareció con el movimiento revolucionario de los albigenses y otros herejes de su misma tendencia para los que la eucaristía no era más que un pan bendecido. Los cátaros, mezclando antiguas herejías maniqueas, negaron la transubstanciación. Y el pueblo fiel, prueba de lo arraigada que estaba la fe en él, no solamente rechazó la herejía sino que reaccionó valientemente con un movimiento positivo: la veneración a la eucaristía como jamás se había conocido.

Es cierto que ya desde fines del siglo XI los intelectuales habían empezado a prestar más atención a la teología de la presencia real de Cristo en el sacramento, complementándola con la afirmación de que en cada una de las dos especies está Cristo totalmente. Así, se decide la Iglesia a dar la comunión bajo la sola especie de pan. La herejía de Berengario de Tours (m. 1088) había motivado esa mayor profundización en el problema de la presencia real.

Desacostumbrados desde hacía siglos a la comunión frecuente por un respeto exagerado al sacramento, el nuevo movimiento eucarístico no siguió este cauce, sino que abrió nuevas sendas, más fáciles y que mejor encajaban con su modo de pensar. Aumentan las muestras de reverencia, como son los lavatorios de manos y las abluciones del cáliz; algunos sacerdotes empiezan a juntar los dedos en señal de respeto después de haber tocado en la consagración el cuerpo de Cristo bajo la especie de pan. No importaba que el gran liturgista Bertoldo de Constanza se levantase contra esa innovación (Micrologus, c 16 PL 151, 987); fue ganando terreno y Durando en su “Rationale” litúrgico (libro IV) la exige como cosa normal después de la consagración.

En el pueblo la mayor veneración de la eucaristía tomó otras modalidades. Siempre había podido contemplar en ciertos instantes, aunque brevemente y a distancia, las sagradas especies. Ahora quería verlas de cerca y por más espacio. Consciente de su indignidad, no aspiraba a ver, como los santos, en la sagrada forma al mismo Cristo con su figura real. Pero sí a verlo velado en la contemplación y adoración de las especies sacramentales ya consagradas. Por eso el obispo Odón de París dispuso a principios del siglo XIII que los sacerdotes antes de consagrar levantasen la forma a la altura del pecho pero que después de la consagración la levantases a una altura conveniente para que todos la pudiesen adorar cómodamente (Precepta Synodalia, c.28: Mansi, XXIII,682). Es la primera noticia segura sobre la elevación, pero parece probable que las mismas causas dieran lugar en otras regiones, aún antes, a semejantes disposiciones.

Con esto la elevación oblativa de antes de la consagración se redujo notablemente, tomando en cambio la elevación mayor con el tiempo la absoluta primacía. Idea del fervor por contemplar la sagrada forma nos la dan las noticias de procesos ante los tribunales, en que se disputaban los sitios de la iglesia desde donde mejor se pudiera ver la forma, o el hecho de que los excomulgados que no podían entrar en la iglesia, abrieran boquetes en los muros que daban al altar mayor para no verse privados de la elevación. Hubo casos en que ofrecían al sacerdote una limosna para que tuviese más tiempo elevada la forma; e incluso se podían oír en el templo durante la elevación voces rogando no acabara la elevación. Mucha gente se contentaba con haber visto la forma al alzar. En muchas iglesias como no era fácil ver la forma sobre los colores del fondo del retablo, para que se recortara mejor corrían un velo negro entre el altar y el retablo y, en las misas tempranas, encendían una vela que levantaban detrás de la hostia.

Este movimiento llevó a establecer la fiesta del Corpus y la costumbre de la exposición mayor. Fue el siglo en que con motivo de los delitos contra la Sagrada Forma estallaron tanto en España como en Alemania las sangrientas persecuciones contra los judíos.

Por varios siglos este deseo de ver la Sagrada Forma influyó fervorosamente en la espiritualidad de Occidente. A fines de la Edad Media hacía el siglo XV se entibian estas ansias pues se había introducido otra espiritualidad que impuso la costumbre de inclinar la cabeza en señal de veneración. Este hábito degeneró en frialdad creciente al extremo que el papa San Pío X, para reavivar la antigua costumbre juzgó conveniente conceder una indulgencia especial si al alzar se miraba la Sagrada Forma y se rezaba la jaculatoria “Señor mío y Dios mío”.

La elevación influyó en el corte de la casulla. Hasta entonces nunca se había elevado la forma tan alto ni se prolongaba tanto tiempo. Por eso no estorbaba la casulla, que cubría entonces los brazos hasta la mano. Cuando ahora el sacerdote levantaba los brazos casi verticalmente, la casulla estorbaba notablemente este movimiento. Se dieron pues, disposiciones para que el diácono facilitase el gesto al celebrante elevando la casulla; disposiciones que pasaron a las rúbricas de la misa. Sin embargo, dada la forma de entonces en la casulla, poco aliviaba la ayuda del diácono (cuando lo había) De ahí que empezaran a recortar la parte que cubría los brazos hasta hacerla desaparecer totalmente. Con retoques y modificaciones continuas en su ornamentación la casulla llegó a perder su carácter de prenda de vestir, adaptada al cuerpo, para convertirse en dos piezas rígidas unidas entre sí por encima de los hombros.

Ya en la década de los 50 en todo el mundo católico se notó un fuerte movimiento para volver a la forma antigua, que con poca razón se ha llamado “gótica” ya que no es más que la antigua “paenula” romana, conocida ya en el culto estacional y que adquirió posteriormente el nombre de “planeta”. La forma ovalada, casi puntiaguda, que se dio en aquellos años 50 a las primeras casullas en ese retorno a la tradición, se debió a la ignorancia de la forma primitiva que fue tan redonda en ambos extremos como la casulla recortada de la época renascimental y bárroca de los últimos siglos.

Hay que apostillar que la elevación del cáliz no se introdujo cuando la de la forma. Era natural, pues aún levantando en alto el cáliz, no se veía el sanguis. Se comprende, sin embargo, la tendencia a uniformar las ceremonias de ambas consagraciones.

El toque de campanilla, la actitud corporal de los fieles y los cantos de saludo

Hacia el año 1201 encontramos un testimonio documental del toque de campanilla. Coincide su aparición cronológicamente con el de la elevación mayor, a la que debía acompañar. Se considera como una señal y una invitación para venerar el sacramento. La misma finalidad tenía desde finales del siglo XIII el toque de una de las campanas de la torre, para que los que estuvieran ocupados en las faenas del campo pudieran recogerse por un momento, dirigir su mirada respetuosamente hacia la iglesia y adorar a Cristo, que acababa de bajar de los cielos a la tierra.

Por otra parte, el poder mirar la Sagrada Forma explica también por qué en la Edad Media en vez de la profunda inclinación durante la consagración o el canon, que mantuvieron las iglesias orientales, los fieles se pusieran de rodillas. No cuajó esta nueva costumbre sin alguna resistencia por parte del clero, sobre todo de los canónigos, que por ejemplo en Chartres, mantuvieron la postura antigua hasta el siglo XVIII.

Otras formas de demostrar la veneración a la eucaristía era extender los brazos en cruz o levantar por lo menos las manos. La genuflexión simple con una sola rodilla y por un momento, aparece por vez primera mencionada en Enrique de Hesse (m. 1397) como costumbre de algunos sacerdotes piadosos. El Misal Romano no la prescribe hasta el año 1498 y fue el Misal de San Pío V quien la universalizó.

Fue en esta época, entre los siglos XV y XVI, cuando aparecen en los documentos de fundaciones piadosas algunas estipulaciones sobre el canto en el momento de la elevación de himnos como el “O salutaris hostia” y el “Ave verum” o de la oración “O sacrum convivium”.

El mismo significado de ceremonia de saludo tenía el presentarse en el presbiterio inmediatamente antes de la consagración ( al canto del Benedictus del Santo) algunos acólitos con velas encendidas y un turiferario. Esta última costumbre arraigó y logró imponerse generalmente.

Sin embargo en lo que se refiere a los cantos, podemos afirmar que se los encuentra con preferencia en los países latinos, mientras que en los germánicos querían más bien el silencio. Las decisiones de la Sagrada Congregación de Ritos favoreció generalmente la tendencia el silencio, prohibiendo los cantos aunque permitiendo que se toque el órgano al alzar pero no más allá, como testarudamente aún se hace en algunos sitios contraviniendo la norma litúrgica de antes y de después del Concilio…

No hay que tener miedo al silencio litúrgico, que debe ocupar un espacio importante en la celebración.

Dom Gregori Maria

Germinans germinabit