2.07.09

Gripaus blaus babaus (azules sapos insensatos)

Esperando a Obama 

Nuestro nunca suficientemente bien amado cardenal Lluís, cada vez se parece más a ZP. Niega la crisis y espera del exterior una conjunción astral que resuelva todos los problemas internos. Uno, miente compulsivamente remitiendo toda la causalidad de la crisis al sistema financiero internacional. El otro, afirma en sus “visitas” pastorales que el 50% de la juventud de Barcelona participa de algún modo u otro en entidades de Iglesia. Un salto mortal con pirueta final, haciendo pasar al alumnado de la concertada “católica” y los esplais parroquiales como jovencitos de Acción Católica. ¡Vamos arreglados!

Uno, no cambia el rumbo de su política, el otro, ni un ápice de su “pastoral”. Uno se refugia en el búnker de sus inquebrantables, la España de los “Pepiños, Aidos y Pajines”. El otro, la diócesis de los Turulles, Matabosques y Aymares. Impasible el ademán. En los dos casos nos espera una crisis aguda, de duración generacional, porque esto va para largo. La España y Cataluña de la burbuja. De la inmobiliaria y de la teología nacional i/o progresista. Un altísimo directivo de Morgan Stanley, Stephen Roach, lo dejaba claro este domingo en la prensa. Sabíamos [refiriendose al mundo económico] que había una burbuja bursátil a finales de los noventa. Sabíamos que había una burbuja inmobiliaria después y sabíamos que había una burbuja de crédito. Pero Greenspan [el antiguo presidente de la Reserva Federal] negó que eran burbujas. Y se apuntó a la idea de que era la nueva tendencia [de incremento] de la productividad nos haría crecer más. Aquello era basura. Todas las burbujas vienen con nuevas teorías que sostienen que no son burbujas. Nos engañamos. Y el resto del mundo -China, Alemania- estaba encantado de dejarse engañar también y tirar de las burbujas de EEUU. Ahora vamos a pagar un precio muy alto por ello. Pues lo mismo con el progresismo eclesial, pura basura, puro encanto de dejarse engañar. Nos cargamos todo lo bueno que había en la Tradición Católica, un tesoro Sapiencial arrojado a la intemperie. Y ahora nada, por idólatras, burros y presuntuosos.

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1.07.09

Romeu se queda en Pueblo Nuevo

En mi artículo del pasado día 26 de mayo, dedicado al penoso estado de la parroquia de Sant Josep Oriol, les avanzaba que nuestro arzobispo iba a admitir la jubilación de su rector, Mossèn Boix, que ya había cumplido 80 años y que se estaba haciendo sonar con fuerza, desde la propia parroquia, que su sucesor sería Francesc Romeu. En mi artículo de la semana siguiente, me seguí haciendo eco de esos rumores y advertía que pasar a Romeu de una parroquia sencilla y menestral como Sant Francesc d’Assis a una parroquia emblemática (aunque en estos momentos se halle en franca decadencia) suponía un premio en toda regla. Al fin han salido los nombramientos parroquiales y en Germinans (como casi siempre) no íbamos desencaminados: Sistach ha jubilado a Mossèn Boix, pero no ha promocionado a Romeu. O al menos no lo ha promocionado tanto, como algunos pretendían. No sé si algo habrán influido nuestras alarmas.

Pero la carambola del asunto Boix-Romeu ha tenido su intríngulis. Al sacerdote-periodista se le había quedado pequeña su parroquia de Sant Francesc d’Assis en Pueblo Nuevo, la que, por otra parte, tenía en un estado comatoso. Tras su frustrado ascenso, no podía quedarse en ella. Iba a ser un feo en toda regla. Solución: darle la parroquia más emblemática del barrio de Pueblo Nuevo, Santa María de Taulat (en la fotografía). Pero la jugada tenía un precio: su párroco, Mossèn Oriol Garreta. Rector de la misma desde hace 14 años y con 71 años de edad, cerca de su jubilación canónica. ¿Qué hacer con él? Un ascenso dorado. Pero, hete ahí, que Garreta es un sacerdote progresista, pero independiente de los enredos curiales y con personalidad suficiente para no admitir la tropelía, por lo que se negó en redondo a trasladarse a una de las llamadas parroquias burguesas. Al final, se ha tenido que conformar con tres pequeñas parroquias de Hospitalet de Llobregat y Esplugues. El dolor de Garreta es lógico y comprensible. Lo han utilizado de comodín para saciar las ansias de Romeu.

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29.06.09

Los que nos metieron en la crisis no nos sacarán

Nunca suficientemente bien amado Sr. Cardenal:

Es muy posible que con motivo de esta festividad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, su Eminencia haya hecho llegar al Santo Padre, como es tradición, sus más hondas y sentidas felicitaciones personales y su adhesión inquebrantable a la silla de Pedro. De ser así, nos alegraremos mucho de ello y permaneceremos unidos a S.E. en sus votos. Quizá no nos adheriremos tan pegados a usted “a la silla”, no se nos vaya esta a quebrar y tengamos algún problema mayúsculo. Y hablando de sillas, cargos y problemas mayúsculos…

Es muy posible, que aunque sabemos, como le gusta repetir, que usted lo ve todo y lo sabe todo, hasta el momento no haya tenido la oportunidad de leerse el discurso del Santo Padre en la audiencia general del pasado miércoles 24 y le haya pasada desapercibida la idea que desde hace tiempo venimos repitiendo reiteradamente en Germinans: que dentro de la conciencia eclesial, la funcionalidad del sacerdocio se convierte en la única categoría decisiva. Por eso –dice el Papa- no es casual que tanto en los ambientes teológicos, como en la praxis pastoral concreta y de formación del clero se contrasten e incluso se opongan, dos concepciones distintas del sacerdocio: una “social-funcional” y otra “sacramental-ontológica.

La primera –reitera Benedicto XVI- define la esencia del sacerdocio con el concepto de servicio: el servicio a la comunidad en la realización de una función, mientras que la otra “no niega el carácter de servicio del sacerdocio, sino que lo ve anclado en el ser del ministro y considera que este ser está determinado por un don concedido por el Señor a través de la mediación de la Iglesia, que es el sacramento.

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28.06.09

La Misa Romana. Capítulo 30: Síntesis de la evolución histórica de la comunión

En el periodo histórico en el que la celebración eucarística se separa del banquete y se considera acción de gracias (eucharistia), la comunión se convirtió sencillamente en el término y punto final de la celebración. Esto pudo durar unos doscientos años, hasta que la celebración eucarística fue ampliándose y revistiendo con diversas ceremonias fijas, origen de las liturgias primeras.

Antes de dar un resumen del desarrollo de la comunión en las liturgias romana y norteafricana, conviene trazar el esquema de las liturgias orientales, juntamente con la hispánica, que constituyen una fase de evolución más primitiva.

A la anáfora, sigue generalmente una conmemoración de los santos, sobre todo de la Virgen, y oraciones intercesoras que terminan en una letanía. El que en la liturgia bizantina se rece a continuación el padrenuestro, parece fruto de una evolución posterior. Generalmente se procede ahora a la fracción, precedida del aviso “Lo Santo para los santos”. En algunas liturgias sin embargo, se da antes, como conclusión de las súplicas y preparación para la comunión, la bendición al pueblo. Después de la fracción y la disposición de las partículas encima del diskos (gran patena) en forma de cruz u otro símbolo sagrado, se reza, menos en la bizantina, el padrenuestro como última preparación de la comunión. Sigue la conmixtión, a la que en la liturgia bizantina se añade la mezcla de agua caliente en el sanguis, y la comunión del clero. Luego se da la bendición, menos en aquellas liturgias que la habían anticipado. Entre ellas hay que contar la bizantina, que la hace seguir, con menos solemnidad, al rezo del padrenuestro. Después de la comunión del pueblo, si es que la hay, termina el acto de oraciones con acción de gracia y de súplica en forma de letanía.

Siglos IV al VI: “Pater noster” y ósculo de la paz.

Las primeras noticias que tenemos sobre las ceremonias y oraciones de la comunión se refieren al Padrenuestro como oración preparatoria y datan del siglo IV. Algo más tarde se empieza además a cantar un salmo durante la comunión de los fieles.

Hacia el año 416 leemos en la famosa carta del Papa Inocencio I al obispo de Gubbio que el ósculo de la paz no se debía dar al final de la oración común de los fieles, sino al final del canon. Fue pues este Papa quien introdujo esta innovación. Su finalidad lejos de cambiar quedó mejor respetada: la de conclusión de la oración que precedía. En absoluto pertenecía todavía a la comunión, pero atendiendo al desarrollo histórico posterior, la podemos incluir en el cuadro que presenta la comunión en el siglo V: ósculo de paz al acabar el canon, retirada del altar de los panes consagrados, fracción, Padrenuestro y comunión.

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25.06.09

Una reflexión al empezar el año sacerdotal

El 19 de junio pasado, en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, el Santo Padre inauguró solemnemente el Año Sacerdotal, proclamado para conmemorar el 150º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. Es muy significativo que sea precisamente la figura de San Juan María Vianney la que Benedicto XVI ha querido poner de relieve como modelo en estos tiempos en los que el sacerdocio católico pasa por una innegable crisis, que no es sino una consecuencia de otra grave crisis: la que en los últimos cuarenta años ha experimentado la fe y el culto eucarísticos en la Iglesia. Si no se tiene en cuenta que la Eucaristía y el sacerdocio van unidos y son, por así decirlo, consubstanciales, es que no se ha entendido nada de lo que es el Catolicismo. Si algo falla en la manera como se ofrece la Eucaristía, ello no dejará de repercutir en el sacerdocio. Porque el sacerdocio es por y para la Eucaristía. Por eso Jesucristo instituyó en la Última Cena el sacramento de Su Cuerpo y de Su Sangre e inmediatamente después el del orden sagrado.

La Eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento. Por medio de ella se ofrece el pan y el vino, que se transubstancian en el Cuerpo y la Sangre del Señor, reproduciéndose así, mística pero realmente, el mismo y único sacrificio del Calvario. Jesucristo, presente en virtud del sacrificio de la misa en las especies consagradas, se da en la Eucaristía como “pan de vida eterna y cáliz de salvación perpetua” (canon de la misa) y esto es el sacramento, el gran mysterium fidei, por el que se nos mantiene y se nos aumenta la vida divina y sobrenatural. Este sacramento es aquel del que en cierta manera dependen todos los demás. El bautismo nos da la vida de la gracia, pero la gracia no puede mantenerse sin la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Toda la Iglesia reposa sobre la Eucaristía. Bossuet decía que “la Iglesia es Jesucristo extendido y comunicado”. Es decir, que su misión consiste en hacer que todos tengan vida en Jesucristo y esto se realiza mediante la Eucaristía.

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