Las reacciones fóbicas al nombramiento de Monseñor Munilla
Mucho se ha hablado sobre la reciente designación de Monseñor Munilla como obispo de San Sebastián, pero sí se observan detenidamente las reacciones, resulta que los fuegos de artificio han sido encendidos por quienes más temor tienen a quedarse sin prebendas. No solo se trata de una contienda ideológica, sino de algo mucho más prosaico: miedo. Un terrible pavor a quedar en evidencia. Un pánico atroz a que quede al descubierto la absoluta esterilidad de una política eclesial fracasada.
En Cataluña tenemos una notable experiencia ante fenómenos similares al nombramiento del obispo Munilla. Unos se saldaron con fracaso y otros –los más recientes- están coronándose con éxito. No hace falta remontarse al nombramiento de Don Marcelo como arzobispo de Barcelona, pues eran otros tiempos, absolutamente distintos de los que nos ha tocado vivir; pero sí que entre los primeros debería destacarse al cardenal Carles, cuya falta de audacia – y también de habilidad- imposibilitaron el anhelado cambio en la diócesis barcelonesa. Sin embargo, entre dos de los obispos catalanes más recientes sí está fructificando una renovación efectiva.