San Antonio María Claret: Ven y sígueme (I)
Para los que piensan que Dom Gregori Maria ha desertado…
Cual no fue la decepción del Sr. Claret cuando uno de los más jóvenes y obedientes de sus once hijos le dijo, a sus quince años, que quería ser sacerdote. De esta manera el sueño de ver a Antonio como maestro tejedor parecía desvanecerse en aquel hombre austero y trabajador.
Pero con todo, el hijo predestinado tendrá que aprender la profesión que su padre había escogido por él. Y lo hará aplicadamente, edificando a sus compañeros de taller con los que reza el rosario cada día.
Pero después de muchas dudas y muchas luchas contra una sexualidad rebelde, el humilde tejedor catalán será finalmente admitido en 1829 en el Seminario de Vich a la edad de 22 años. Allí, revestido de su experiencia del mundo y de su viva inteligencia, Antonio Claret será colocado bajo la autoridad directa del prepósito del Oratorio de Vich, filipense de gran sagacidad y alta cultura, que le hará estudiar los padres de la Iglesia, a San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Formándose ya en las particularidades de la administración de una diócesis –formación que le será de gran ayuda en el avenir- nuestro seminarista puede iniciarse en la literatura española y francesa.
Llevando en el Seminario una vida muy mortificada, Antonio se levanta a las cuatro de la mañana y dedica un largo tiempo de oración antes de servir la misa. Después consagra al estudio el resto de su tiempo. Después de las iglesias de la ciudad lo que más ama Claret es la biblioteca episcopal. Así en la soledad de su habitación o en la paz de las salas de lectura, compone sermones y opúsculos que a menudo tienen por tema la vida interior.
Pero esta predilección por el trabajo intelectual no aleja al joven de los obras de caridad a las que se entrega con naturalidad y con entusiasmo, visitando pobres, enfermos, obreros, de los cuales conoce bien la vida y sus pruebas. Por su vida y sus obras, Antonio goza de una reputación entre sus compañeros de superioridad y santidad. Esta fama hubiera aumentado si hubieran conocido las austeras penitencias que se infligía el futuro sacerdote llevando el cilicio y disciplinándose. Su divisa no era otra que la de Santa Teresa: “O sufrir o morir”
Durante su Seminario, Antonio tuvo la ocasión de morir a sí mismo, enfrentándose a terribles combates contra la impureza. Pero en el fragor de esas tentaciones, una mujer de incomparable belleza se le apareció al joven una noche, llenándose de admiración. No era otra que la Santísima Virgen, movida a piedad por el espectáculo de tantas luchas heroicas.
Escribía más tarde mosén Claret: “ Es joven, bella, grácil, humilde y dulce, Lleva un vestido de púrpura y sobre su vestido, con pliegues simples, una gran capa, azul celeste.”
Pero delante de la Bella Dama se yergue un niño, vestido de blanco y rezando con extraordinario fervor. Y este niño es el mismísimo Antonio, objeto de ese maravilloso y conmovedor milagro de la misericordia mariana. De esta manera, a partir de ese instante, el elegido de Dios no conocerá ya la menor tentación contra la carne.
Sin embargo le esperan otras luchas en el Seminario. Efectivamente, en torno a 1830, el partido liberal llega al poder en España, atormentando a la Iglesia y persiguiendo a sus curas. También el obispo de Vich, presintiendo las excepcionales disposiciones de su seminarista, al que sabe capaz de resistir a los peligros del nuevo espíritu, toma la decisión de ordenarlo sin demora, anticipando cuatro años el plazo normal para el acceso al sacerdocio. El día de su fiesta onomástica, el 13 de junio de 1835, mosén Claret se convierte en sacerdote por la eternidad.
(continuará)
Dom Gregori Maria