Virgen de Montserrat, ¡Devuélvenos la Libertad!
A pesar de todo los esfuerzos por desterrar el catolicismo de Cataluña, de hacernos creer que es un elemento circunstancial de su historia y de su presente, no hay ningún otro elemento configurador de tanta importancia en la configuración de lo mejor de nuestra tierra.
Como nuestra lengua, hija del latín, a medio camino entre el francés y el castellano, nuestro catolicismo es el más afrancesado de España y el más hispano del antiguo espacio carolingio. Ocultar alguna de estas tres influencias, romano-latina, hispánica y fráncica, es falsear la genialidad y personalidad del catolicismo en Cataluña.
Nuestro gótico es austero. Nuestro barroco nunca llegó al rococó. La austeridad es una de las características predominantes de nuestra personalidad colectiva histórica como lo son nuestras procesiones de Semana Santa tradicionales. Y eso es fruto de ser una sociedad de hombres libres enemiga de la jerarquía señorial. Por eso se levantaron nuestros antepasados, los remensales. Por eso el movimiento anarquista era el radicalismo catalán preponderante y no el comunismo o el socialismo. Por eso el ideal del oficial era plantarse por sí mismo. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.
Torras i Bages glosó en La Tradición Catalana la base rural y artesanal del territorio. Quizá acusa, la obra, de la influencia excesiva del romanticismo idealizador. Pero las intuiciones que se contienen son muy acertadas.
Me gustaría poner en relación diferentes elementos de la historia del catolicismo en nuestra tierra con la historia del propio territorio.
Siempre me ha llamado la atención la importancia, hasta 1835, de los dominicos en Cataluña. La importancia de San Raimundo de Peñafort, del convento de Santa Catalina de Barcelona, de la red y papel de los conventos repartidos por el Principado.
Más aún, relacionamos las convicciones, sobre cómo es la sociedad, que dan carácter a la Teología política enseñada por los dominicos y la manera en que los propios catalanes históricamente han entendido las relaciones sociales, la política y la libertad individual.
Relacionamos este último punto y el modo "estadounidense" de concebir las relaciones de los individuos entre sí en el seno de la sociedad y de ellos con el Poder público centralizado. Siempre encontraremos una elevadísima consideración de la libertad individual, del pacto libre, de la propiedad bien entendida nacida del esfuerzo acumulado legítimo y no gastado, de la propiedad como garantía de la libertad familiar, del miedo a la concentración de poder, de la valoración de los counterbalances en política, del monarca no absolutista, de una cierta relativización de las formas políticas para primar los contenidos …
Estas concepciones y convicciones son las que explican ese carácter pactista y emprendedor que convirtió Cataluña en la tierra que de las piedras se hacían panes. Incluso del carácter, también tan emprendedor y tan alejado del tópico de la mujer pasiva, de las monjas de los institutos de religiosas fundados en la Cataluña del siglo XIX.
Pero ¿de dónde viene todo esto? A pesar de que los calvinistas me regañen, mucho del espíritu y del carácter de su teología política y pensamiento social viene directamente del tomismo. En cierta medida son mantenedores de una herencia tomista,-alerta, circunscribidme sólo a este ámbito - que se desdibuja y empobrecería con la llegada del absolutismo en las monarquías católicas. Y no por culpa del tomismo, sino porque los palacios y curias reales "católicas" del siglo XVIII tenían más miedo del tomismo político que de una granizada porque en el fondo Santo Tomás, en línea con el Evangelio, reivindica el carácter inalienable de la dignidad humana y de sus derechos naturales, entre ellos el de participar de forma activa en la conformación de la vida social y, con todas las matizaciones que se quiera, de la vida política. Y es que tras Santo Tomás está el verdadero Contrato Social.
El problema del calvinismo político, tan amante de la libertad de los ciudadanos, no es pues que tenga abuelos tomistas sino que esta herencia no queda enmarcada e integrada con el resto de enseñanzas de la Iglesia. Y lo mismo para las llamadas ideas políticas ilustradas, intuiciones que ya se encuentran dentro de la doctrina social de la Iglesia tradicional pero que son arrancadas de este depósito y aplicadas con una antropología que cada vez es menos cristiana y más de laboratorio.
Sacamos el polvo al De Regno de Santo Tomás, al Polycratus de Juan de Salisbury, al De rege et regis institutione de Juan de Mariana, al Dei Diritti dell’uomo de Nicola Spedalieri. O más cerca de nosotros, a las obras del jurista gerundense Tomás Mieres (1400-1470), admirador y seguidor del jurista de Vic Jaume Callís. O los escritos políticos de Jaume Balmes. ¿Es que las encíclicas sociales se escriben sólo sobre el Evangelio pero saltándose la Tradición?
Veremos que la historia del pensamiento social cristiano válido no es una montaña rusa donde ahora se dice una cosa y al poco la contraria dependiendo de las circunstancias del momento. Su camino está pegado, como un sidecar, al de la evolución homogénea del dogma, como no podía ser de otra manera. Un shock para la visión hegeliana de entender las cosas en la que se forma y conforma cada día en la escuela o los medios de comunicación. Pero, bueno, supongo que madurar debe de ser eso, calmar los ánimos.
Hoy, día de la Virgen de Montserrat, tenemos que pensar todo el bien que el catolicismo ha hecho en Cataluña y no sólo hablando en términos de beneficencia sino de justicia. No en las migajas sino en la rebanada. Debemos reescribir, para dignificarla y reivindicarla, esta herencia, para desacomplejarnos. Para levantar la Cruz de Cristo sobre la Senyera , no para derrotarla, sino porque sólo Cristo lleva a la plenitud las cosas de este mundo.
Guilhem de Maiança
NOTA: Hoy Solemnidad de la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña, el escrito se ha hecho originalmente en catalán, al que pueden acceder desde aquí, la versión publicada en Infocatólica es una traducción, pedimos disculpas de antemano si hay algún que otro error de traducción.