[DE] Allá va la despedida: ideado, compilado y acabado
Ad maiorem Dei gloriam!
En el mes de mayo de 2007, iniciada la andadura de Germinans, comencé la serie “El fiador: historia de un colapso”. En tres meses y medio intenté condensar la historia del llamado Movimiento Litúrgico desde sus orígenes con Dom Guéranger hasta la década de los 20, y desde allí hasta la reforma litúrgica del Vaticano II. Posteriormente, en septiembre de 2007 y hasta junio de 2008 pasé a explicar los caminos y vicisitudes por las que pasó la liturgia romana desde sus orígenes hasta las puertas de la renovación litúrgica del siglo XIX. En esos capítulos, en total 13 meses, nos quedamos en los aspectos en los que la liturgia romana en su crecimiento y expansión fue favorecida u obstaculizada en el contexto histórico de cada momento.
Acabada esa serie se veía necesaria otra, en la que se explicara el sentido de todas y cada una de las partes de la llamada Misa Romana: se trataba de explicar el rito eucarístico y la comprensión de sus diversos elementos constituyentes. Tales episodios nos acompañaron desde septiembre de 2008 hasta octubre de 2009.
Acabada esa fase, sin duda densa y de fuerte carácter erudito, di un cambio de orientación a mis trabajos, permitiéndome glosar al sacerdote y periodista Don José Luis Martín Descalzo. Él fue un privilegiado cronista del Concilio Vaticano II y de todas las sesiones conciliares. De aquellas crónicas, publicadas posteriormente en 4 volúmenes, me interesé en sus reflexiones litúrgicas que constituyen una magnífica radiografía sobre el clima litúrgico conciliar. Desde octubre de 2009 hasta julio de 2010 ése fue mi cometido.
Posteriormente me apercibí de que muchos de los que seguían las series litúrgicas no comprendían el valor y el significado de los gestos litúrgicos en sí mismos: los sacramentales, los de oración o penitencia, de saludo, fraternidad o reverencia. Ciertamente nuestra cultura contemporánea y especialmente las nuevas generaciones, han perdido el valor del simbolismo gestual de los ritos cristianos. Era necesario acometer ese objetivo. Lo hice desde septiembre hasta diciembre de 2010.
Ya únicamente nos quedaba recorrer la historia del arte cristiano, sea de sus edificios, con sus partes y dependencias, y eso en su evolución histórica, sea de sus vasos sagrados y sus vestiduras litúrgicas. Han sido 60 capítulos, 16 meses desde enero de 2011 hasta este abril de 2012.
Toda esta ingente obra de compilación fue ideada para satisfacer las necesidades de formación de laicos y sacerdotes, huérfanos de una formación teológica litúrgica. Ha sido un intento, sólo un ensayo. Era empresa demasiado audaz y presuntuosa pretender algo más. Audaz por la materia vasta y compleja, en muchos puntos inexplorada y oscura. Presuntuosa por mi escasa preparación y por las reducidas posibilidades que he tenido en consultar bibliotecas, libros o publicaciones que hubiese querido tener en mis manos. Si a pesar todo lo he intentado, me excusa el amor a la Liturgia romana que he deseado servir con la máxima dignidad y estudiar con apasionado ardor.
Estoy convencido de que el esperanzador momento que vivimos con el pontificado de Benedicto XVI, propiciará el interés del clero y del pueblo por acercarse a las fuentes vivas y perennes de la piedad litúrgica, y creo que ésta se desarrollará felizmente, pero sólo si se basa en una diligente cultura histórica y dogmática que construya la urdimbre de su robusto y sólido fundamento.
Como se habrá percibido, deliberadamente he dejado de lado el estudio de las rúbricas, dignísimo y necesario ciertamente, pero ya existen excelentes libros con ese objetivo. Si de algo pecaba la formación preconciliar, fue de excesiva formación rubricista. Sin embargo no la he ignorado: he hecho referencia a las rúbricas para tratar de coordinar el pasado y el presente, para iluminar uno con otro.
También dejé de lado los apuntes ascéticos: no era ésta la intención de la obra, si bien puede decirse que el estudio mismo de la liturgia en sí misma y en su comprensión teológica e histórica, constituye una enseñanza completa y verdaderamente superior del dogma y de la vida ascética.
Confío estos cinco años de trabajo a vuestra benévola indulgencia. He tratado, a través de muchos correos, de escuchar y complacer el interés de los lectores. Pido perdón por las omisiones, los defectos y los errores, que seguramente serán bastantes. Mis pasos llegaron al final del camino.
P A X
Dom Gregori Maria