Un sobreático para Sistach en la Residencia Sacerdotal
La Casa Sacerdotal de Barcelona (foto izquierda) se encuentra en la calle Duran y Bas. Se la conoce popularmente como la Balmesiana, porque allí tiene su sede la Fundación homónima. Es una muy bella construcción neogótica con una hermosa capilla dedicada al Sagrado Corazón de estilo ecléctico modernista-noucentista tan de moda entre los jesuitas de inicios del XX.
Pero lo que Don Marcelo fundó y llevó adelante en los años 60 fue otra cosa bien diferente: una Residencia Sacerdotal, la Sant Josep Oriol (foto de la derecha), sita en el cruce de las calles Joan Güell y Remei, en el corazón del barrio de Les Corts, donde los sacerdotes jubilados estuvieran bien cuidados y atendidos en un clima propiamente sacerdotal. Ejercicio de caridad cristiana y sacerdotal.
Hay que alabar la labor llevada adelante por el Patronato durante más de 40 años desde su fundación. Y muy especialmente la de quien la ha dirigido durante más de 30 años con encomiable celo, el sarrianense Mn. Francesc Raventós, que fue el secretario personal del obispo auxiliar Mons. Daumal, residente en la misma hasta el último de sus días. No pocas han sido las dificultades de índole económica con las que ha tenido que lidiar durante ese largo periodo, pero a pesar de todo, consiguió sacar adelante la casa, manteniendo la independencia y la peculiar idiosincrasia de la institución.
Pero hasta aquí habíamos llegado porque se acerca la jubilación de nuestro n.s.b.a. Cardenal Martínez Sistach. Y su cabecita que todo lo piensa ha decidido construirse un sobreático y un parking para prolongar allí sus días cuando llegue el inevitable acontecimiento cronológico. ¡Sólo el cronológico, sólo el cronológico!
Los sacerdotes residentes están que bufan. Y con toda la razón. Porque el proyecto no es tan simple. Como no quiere, ni puede, gastarse un euro y lo que tiene que construir cuesta un potosí ha decidido buscar subvenciones. ¿De quien? De la Generalitat convergente, claro está. ¿Cómo? Convirtiéndola en residencia de ancianos asistida, es decir con subvención concertada pero, evidentemente, a tenor de las normas y siguiendo los protocolos asistenciales para esta tipo de asilos que gestiona la Generalitat. Que junto a una serie de requisitos en normas de seguridad, incluyen habitaciones dobles y otras cosas de índole parecida. Resulta más que evidente que a la larga afectará a las listas de admisión, al precio final de la mensualidad y sobre todo a la gestión que, quieran o no, pasará a manos de la Consellería. Y es que ahora mandan los suyos, pero ¿y en un mañana?
No se trata pues, de una ampliación de la Residencia Sacerdotal , para dotarla de mayores posibilidades, lo cual sería lógico, en previsión de un mayor número de sacerdotes ancianos jubilados, sin otras posibilidades que la de ser acogidos en el cariñosamente llamado “secadero”…
Lo que se pretende no es construir una nueva planta, ampliando la volumetría edificable de la construcción, con nuevas habitaciones. Lo que se quiere es construir un par de sobreáticos, retrotrayéndonos al uso de aquel derecho de vuelo de la época Porcioles, que tantos edificios mutiló en el Ensanche de la Barcelona de Cerdá, durante los años 60 y 70.
Lo bueno y cómico de todo ello es que cuando se le interpela sobre la cuestión, aunque sea de soslayo porque se enciende como el dragón de San Jorge, el bondadoso de nuestro Arzobispo responde que también servirá para albergar al Cardenal Carles. ¡Será su efigie porque en carne mortal seguro que no!
¿Y el Patronato? Todo controlado. El Presidente-Delegado es el obispo auxiliar Taltavull, con el amigo Esteve Camps y el vocal Turull. ¿Alguien da más? Y con ellos, los vocales de las diócesis de Terrassa y Sant Feliu, que suponemos a estas alturas se habrán enterado del proyecto. ¿O no?
Que trinan están casi todos: el Dr. Noguera, Mn. Cortina y Mn. Raventós, que ya en edad de jubilación ha aprovechado para presentar la dimisión. ¡Hasta el obispo Tena que vive allí, lo está!
La pregunta ahora es: ¿se va a presentar una protesta formal en el seno del Consejo Presbiteral? ¿Va a haber manifestaciones y declaraciones de rechazo en los medios como hicieron cuando el cardenal Carles se trasladó a la Torre de Vallvidrera tras su jubilación y haber sido suprimida canónicamente la Casa de Santiago a la que pertenecía?
Al fin y al cabo la de Vallvidrera estaba construida y pertenecía al patrimonio de la diócesis. Nada de añadido costaba.
¡Quiá! ¡Mudos todos como esfinges alejandrinas!
Excepto nosotros. Que somos tan malos tan malos, que decimos lo que todos piensan y nadie se atreve a decir. Nuestro calvario nos cuesta. Pero vale la pena levantar la voz, aunque sean otros los que lo vayan a disfrutar.
Y no precisamente en su ancianidad. ¡Bon profit, companys, i salut!
Prudentius de Bárcino