Pequeños pasos hacia adelante en los seminarios de Barcelona y Terrassa
En 2011 se nombró formadores de seminario a dos jóvenes sacerdotes, ambos nacidos en 1976, de perfil germinante (fidelidad a la Iglesia, ortodoxa doctrina, solvente formación, vestimenta clerical…). Dos JASP en calificación certera de Oriolt. El primero, Mosén Miquel Ramon i Fuentes para el de Barcelona. El segundo, Mosén Carles Cahuana i Bartra para el de Terrassa.
Miquel Ramon, natural de Montgat, ordenado el 22 de junio de 2008, es licenciado en Filosofía por la Gregoriana y profesor de Filosofía Natural en la Facultad de Filosofía de la Ramon Llull. En palabras de Antoninus Pius, una coraza de protección para el "adlátere" Rvdo. Josep Maria Turull.
De Miquel Ramón se destaca el hecho de ser un hombre instruido, culto, que estaba cursando el doctorado en Roma antes de ser llamado al Seminario como formador, con una carrera civil previa a sus espaldas, una licenciatura en Bioquímica por la U.B. (que no significa nada para el sacerdocio, pero siempre es garantía saber hacer algo más), paciente, muy discreto, para nada empalagoso o prepotente, sacerdote de intachable ortodoxia, firme en sus convicciones, pero con mano izquierda (sin ser por eso hipócrita) cualidad imprescindible para sobrevivir en un Seminario como el de Barcelona, sin morir en el intento. En definitiva un buen ejemplo de esa nueva generación de sacerdotes que, al igual que las flores de la montaña que florecen en medio de la nieve, han crecido en medio del erial progresista y se han inmunizado de él, y del cual el mejor exponente es el obispo Novell.
Por su parte, Mosén Carles Cahuana, nacido en Sant Quirze del Vallès, hijo de un buen pediatra y avispada y risueña comadrona, alumno de los escolapios de dicha ciudad y de los de Sarrià, fue ordenado en 2007 pasando a ser destinado a Sant Esteve de Granollers como vicario, parroquia donde ya colaboraba como diácono en época del párroco Francesc Pardo (hoy obispo de Gerona). Capaz de pilotar aviones de recreo y hablar inglés, francés y alemán, se licenció en Ciencias Políticas antes de entrar en el seminario de Barcelona.
Por lo que respecta al Seminario de Barcelona, teóricamente existen dos residencias con instalaciones separadas (conjunto de habitaciones, cocina común, capilla, sala de recreo…) y formador propio, Mosén Miquel Ramón para la Sant Josep Oriol y Mosén Josep Serra para la de Sant Josep de la Muntanya. La tercera, la del Sagrat Cor fue cerrada por falta de vocaciones. Pese a estas divisiones teóricas, ambos formadores se dedican por igual al conjunto de seminaristas.
Miquel Ramón ha rehumanizado las relaciones de los superiores del Seminario con los seminaristas. Se ha convertido en lo que realmente se espera de un formador que debe acompañar a los seminaristas en su etapa en la casa. Fácilmente disponible y “encontrable” (“trobable”), conjuntamente con Mosén Serra, ha dado un giro de 180 grados al carácter distante, gélido y funcionarial que emana en las relaciones humanas de los superiores del establecimiento de la calle Diputación hacia sus subordinados. Un destello de esperanza en un solar donde el vacío lo penetra casi todo. Y que a la desorientación de Turull hay que sumar el divo crepuscular José Antonio Arenas, director espiritual desespiritualizado del Seminario personaje con un perfil y carácter egocéntrico similares al de la Castafiore
Si la tarea del bueno de Mosén Miquel es comenzar a dar vida a un Seminario casi vacío, la de Mosén Cahuana ha sido la de poner un poco de orden en un Seminario, el de Terrassa, demasiado lleno.
Incorporar a Mosén Cahuana, experimentado piloto de aviones, como vice-rector del seminario menor egarense, ha sido una buena medida de corrección contra el exceso de paracaidismo de reclutación extranjera. Y es que Terrassa no es Toledo. Porque aunque la aritmética de los números no entienda de matices, no es lo mismo el tránsito por Occidente de los culturalmente bizantinos del 2000 que el exilio de las víctimas del progresismo eclesial español de los setenta y ochenta que, en búsqueda de un pastor fiel, se refugiaron en la antigua capital hispánica, como fue el caso de los casi compañeros de quinta, Saiz y Sanz.
En las antípodas de la antigua praxis del Seminario de Barcelona, donde casi había que pasar un test de ADN en sangre para contrastar fidelidades al “tarannà” (carácter) religioso del país y venir avalado por media docena de párrocos de la misma cuerda, Terrassa busca un punto medio que corrija las dificultades del álgebra visigótica para la resolución de ecuaciones de varias variables. Se empiezan a pedir ciertas cartas credenciales a los párrocos de donde proceden las vocaciones, se va intentando asegurar la Misa diaria en el establecimiento y se separa físicamente la residencia de los seminaristas mayores de los menores. Así, gracias a las medidas tomadas, de aquellos 42 de marzo de 2011, han pasado a ser unos 30 más o menos, incluido el elevado número de no peninsulares que ha quedado pese a la criba. Una cifra que igualmente continúa siendo muy alta, si ponemos dichas cifras en relación al desequilibrio demográfico que existe entre las diócesis de Terrassa y Barcelona.
Nebridius de Arrahona