Sacerdotes progresistas, pero coherentes
Estas últimas semanas he dedicado mis escritos a comentar algunas entrevistas que diversos obispos catalanes han concedido a los Medios de Comunicación. La verdad es que no han sido muy afortunadas, han provocado mucha controversia y no han contribuído a mejorar la imagen de la Iglesia como institución. Yo siempre defenderé que la Iglesia debe decir valientemente lo que siente y lo que piensa, pero aunque las declaraciones de Don Jaume Pujol fueron valientes, sobre todo en temas como el sacerdocio femenino o la homosexualidad, probablemente no se utilizaron ni las mejores palabras ni los mejores argumentos, lo que aprovecharon los enemigos de siempre de la Iglesia para montar en cólera, algo que podía haberse evitado sin descafeinar la defensa de la doctrina oficial de la Iglesia. Por otra parte es muy necesario que nuestros prelados dejen de meterse en berenjenales o en causas que no son las suyas, como la del independentismo catalán (Vives en cabeza), y dediquen su tiempo y sus esfuerzos a lo que realmente es su misión: evangelizar y cuidar espiritualmente de las almas a ellos confiados.
Continuando con esta misma linea, quiero dedicar mi artículo de esta semana a otro de nuestros eclesiásticos que ha concedido estos días una entrevista, en esta ocasión al Periódico de Cataluña, se trata del Rvdo. Salvador Torres Romeu (Vilafranca del Penedès, 1939) actualmente párroco de las iglesias de San Paulino de Nola y San Pedro Ermengol de los barrios de Besós y de La Mina. "Salvador" como es conocido popularmente (sin el mosén o el Padre delante) es un sacerdote de linea progresista, como puede verse en sus intervenciones en el Consejo Presbiteral (del que es miembro), en el que se sitúa de forma crítica con n.s.b.a. cardenal Martínez Sistach, pero por el lado contrario al nuestro. Aún así, la valoración de esta entrevista es más que aceptable (al contrario de las anteriores de algunos de nuestros prelados), con respuestas positivas, y sin manifestar heterodoxia alguna, el Rvdo. Torres merece nuestros elogios por dar una buena imagen de la Iglesia, y aunque no sea de nuestra cuerda (más bien nos ve con muy malos ojos), como lo cortés no quita lo valiente es de justicia reconocerlo.
Incluso reconozco que me emocioné con algunas de sus respuestas, concretamente cuando explica la boda que realizó con dos inmigrantes peruanos, ella se casó en la cama y falleció al día siguiente, a los 32 años, como consecuencia del cáncer, o cuando recuerda una de sus experiencias en su etapa de misionero en Camerún, cuando pudo abrazar a unos condenados a muerte antes de ser ejecutados, ya que no les dejaron ver a sus familiares, y el sacerdote fue el último contacto humano de los reos.
Este septuagenario sacerdote es la demostración de que es posible ser progresista pero a la vez mantener las buenas formas y el buen hacer, el trato agradable con todo el mundo (sea de la ideología que sea), y el éxito pastoral. Todas las parroquias por donde ha pasado, siempre en el extraradio de Barcelona, en zonas humildes, de poblada inmigración y de problemática social (Trinitat, Torre Baró, Ciutat Vella, Cornellà…) guardan un fabuloso recuerdo de su persona. Un hombre amable y simpático, abierto de miras, con una gran sensibilidad por los problemas de la gente, y con un gran sentido del servicio a los más necesitados (como lo demuestra su etapa misionera en Camerún). Los inmigrantes siempre se han sentido acogidos y tratados exquisitamente por "Salvador". Los vicarios jóvenes que han pasado por él, hablan de su gran cordialidad y extraordinaria convivencia (no como otros párrocos "progresaurios")
Nada tiene que ver el Rvdo. Salvador Torres con la mayoría de los representantes del clero "nacionalprogresista" que nos rodea. Esos que tienen casi siempre cara de amargados (como si se hubieran bebido una botella de aceite de ricino), que son uraños y distantes en el trato con las personas que no son "de los suyos", que se las dan de "progres" pero son unos verdaderos "dictadorcillos" en sus parroquias, donde sólo se hace lo que ellos quieren (aunque esté en contra de lo que manda la Iglesia), que no toleran que se hable en otra lengua que no sea el catalán, y que se llenan la boca de hablar de los pobres y marginados, pero que tienen predilección por ir a las parroquias de las zonas altas de Barcelona, alejados de la pobreza real, y viviendo como verdaderos "señoritos" exceptuando su vestimenta que es de lamentable estética. Un ejemplo de ello es el Rvdo. Josep Maria Jubany que es delegado diocesano de Pastoral Social y Marginación, pero que es párroco de una de las iglesias más ricas de Barcelona (San Ildefonso) en la zona "pija" de San Gervasio.
Hace ya más de tres años que falleció Don Joan Carrera Planas, y aún hay muchas personas que no entienden nuestra simpatía hacia este obispo. Es cierto que era un hombre nacionalista, que había simpatizado con el progresismo durante muchos años, aunque en su última etapa bastante menos, como consecuencia de la influencia milagrosa que tuvo sobre él el beato Juan Pablo II, que había metido la pata hasta el fondo en muchos de sus nobramientos en la zona del Maresme, pero el obispo Carrera, era una persona que caía bien, que se había ganado la simpatía de todos, por su trato amable, su fino humor, su preocupación por los problemas humanos de los sacerdotes, y porque en las parroquias donde había estado, muchas de ellas también en zona de inmigración, nunca había aplicado los criterios excluyentes del nacionalismo catalán, sino que se había ganado la simpatía y el aprecio de la feligresía castellanoparlante.
Algunos piensan que nosotros disparamos sin piedad hacia todo aquello que no esté en nuestro espectro ideológico. Pero no es verdad, nos gustaría que el progresismo fuera de otra manera y no tuvieramos que criticarlo duramente, pero lamentablemente la mayoría de sus representantes, unen inseparablemente su ideología con el fracaso pastoral y el desencanto de una feligresía que exceptuando unos pocos "parroquianos comprometidos" (con ellos y sus planteamientos doctrinales), se siente desamparada y abandonada espiritualmente.
Antoninus Pius