Navidad en Casa Llisterri
Aunque no lo creáis, el “angelito” que lleva el tarjetón con su nombre, tiene cuernos y rabo. Los esconde para no asustar. Pero los lleva. Es que en Navidad todos se disfrazan de angelitos buenos y salen a pasear: algunos para representar los Pastorets de Folch i Torres, otros para sugerir malas ideas y peores pensamientos; finalmente otros salen a llevarles el tarjetón a nuestros amigos.
En casa Llisterri, como es tradición, han celebrado también la Navidad. Aunque este año parece que también se han resentido por la crisis y el recorte de subvenciones. Y aunque la “mamella” da para mucho, hay que ser ahorrador y previsor por si las vacas llegan aún más flacas.
El caldo, menos gordo que lo habitual en otros años. Aprovechando incluso las patas del pollo con la excusa de que hacen buena gelatina. Desaparecieron aquellos muslos de gallina (vieja, por supuesto…) Y aquellos “talls de conill” y aquellos huesos de jamón bien “mossudos” como dice mi abuela en una mezcla abigarrada de “cata-caste” (mix de castellano y catalán). Ya no se ven las crestas de gallo y los trozos untuosos de tocino entreverado.
Eso sí, pelotas, dos y gordas. ¡Y como mandan los cánones, enriquecidas con piñones! Unas migas de pollo, dos butifarras negras y una de perol. Seguramente ante los familiares dijeron que era una escudella 0 colesterol.
Lo que no comprendemos es que teniendo una vajilla de La Cartuja de Sevilla, con sopera y todo, Madame Llisterri se empecinó en sacar la de cerámica de La Bisbal: sin sopera, sin bandejas de servicio para el asado y la ensalada. ¿Fue una forma de hacer patria o es que la tiene desportillada?
De todos modos no fue un acierto servir el raquítico pollo de supermercado sin el más mínimo acompañamiento. ¿Dónde está aquel pollo pota blava de El Prat de antaño, rustido con ciruelas y piñones? ¿O aquel gran capón del Ampurdán relleno de salchichas y orejones, de otros años? ¡Cómo desdice ese triste pollo a l’ast sin ni siquiera unas patatas fritas “escantonadas” de guarnición! Igual que esa misérrima ensalada: sin rábanos floreados, sin ramas de apio blanco, sin escarola de invierno, sin aceitunas. Se puede comprender que se abstengan del pepino, pero ¿y los sabrosos encurtidos?
Lo siento, pero por mucho que se esfuerce en cortar la zanahoria a manera de crudités, esa amanida es impresentable, no es de Navidad. ¿Y ese amasijo informe de tomate de “sucar el pan”?¡Pon un tomate raf o un cor de bou bien dispuesto y como Dios manda!
Suerte que la calidad de los postres resarció tanta austeridad: turrones de Casa Colomina (con mano de mortero ad hoc para partir el de Alicante), dulce exótico de Casa Takashi Ochiai (la pasteleria japo de la calle Urgel) y un Merlot del 2008 del Monasterio de Les Avellanes, seguramente regalado por algún hermano marista “coleguilla”…
No es de extrañar pues, que a pesar de los pesares, la sobremesa concluyera
de la manera tradicional: sorbiendo el cava con una neula, pero este año no de aquellas soberbias e inmejorables de Casa Graupera de Mataró, sino de las de Castellterçol, que también son excelentes, pero…¿El motivo del cambio? ¡Son las que este año estaban de oferta en el Carrefour! Y al fin y al cabo, posiblemente la tieta ni se daría ni cuenta. Pero nosotros, en Germinans, sí lo supimos. Y es que aquel angelito que llegó a Casa Llisterri con el tarjetón, a fin de cuentas es íntimo nuestro y siempre nos da malas ideas…
¡No olvide, Jordi, que nosotros somos los de los cuernos y el rabo…!
Prudentius de Bárcino