La doble vara de medir
A veces es necesario ejercitar un poco la memoria para comprender la ley del embudo que rige las actuaciones del nacional progresismo eclesial. Tampoco se crean que me voy a adentrar en un despliegue de rememoración histórica. Solo acudiré al año 2003, al objeto de comparar como se las hacían pasar al cardenal Carles y como no se las hacen pasar al cardenal Martínez Sistach.
En el mes de noviembre de 2003, la parroquia de Santa María del Pi (la misma en la que se organizó un acto de protesta contra la visita del papa Benedicto XVI, en la misma fecha en que llegaba a Barcelona) invitó al sacerdote y teólogo Hans Küng a dar una charla, en la que debía presentar su primer volumen de memorias, titulado Libertad conquistada. El cardenal Carles prohibió que la conferencia se impartiese en una iglesia barcelonesa, pasando a celebrarse en el paraninfo de la Universidad Central.
En el mes de noviembre de 2011 (justo ocho años después), la parroquia de Sant Medir invitó al teólogo Juan José Tamayo a dar una charla en la que presentaba su libro, titulado Otra teología es posible. El cardenal Martínez Sistach prohibió que la conferencia se impartiese en una iglesia barcelonesa, pasando a celebrarse en un local a 50 metros de la parroquia.
Parece que los dos párrafos anteriores sean fruto de un copiar y pegar. Dos decisiones coherentes de sendos prelados católicos, que impiden que en locales diocesanos se dicten lecciones por teólogos a los que la Santa Sede ha retirado su misión canónica.
Diferencia entre una y otra prohibición: ninguna. Sin embargo, las reacciones a un veto y a otro fueron radicalmente distintas. Sigamos con el ejercicio de memoria.
Tan solo conocerse la prohibición, Hans Küng (del que debe recordarse que, a diferencia de Tamayo, es sacerdote) calificó al cardenal Carles como "jerarca de miras estrechas" y añadió que era la primera vez que se le prohibía hablar en una iglesia. El revuelo mediático fue realmente desproporcionado. Entraron en tromba los habituales (Església Plural, Foc Nou, El Ciervo, El Pregó, El Triangle, etc) y a ellos se unieron el llamado parlamento de las religiones (nos hallábamos en pleno Fórum de las culturas), la UNESCO con su presidente Mayor Zaragoza y hasta La Vanguardia que, con Rafael Jorba (hoy en día recalado en el CAC -¡vaya carrerón!-), llegaron a proclamar que Küng había sido expulsado del templo. Incluso el rotativo del Conde de Godó le publicó una entrevista en su sección La Contra , en el que nuevamente atacó a Don Ricardo, calificándolo de funcionario y pobre hombre.
Tan solo conocerse la prohibición, Juan José Tamayo no ha efectuado ninguna declaración contra el cardenal Martínez Sistach, ni se han pronunciado los habituales (Església Plural, Foc Nou, El Ciervo, El Pregó, etc), ni La Vanguardia ha dicho nada, ni mucho menos le ha dado espacio en La Contra, que sigue publicándose en su última página. El único medio que recogió la noticia fue El País y los medios de internet.
Han pasado solo ocho años y es increíble la doble vara de medir de la progresía ante un obispo y otro. Al cardenal Carles se le hizo la vida imposible desde el mismo momento en que llegó a Barcelona. Su pecado no era solo ser valenciano, sino "no ser dels nostres", no haber vivido el ambiente barcelonés, con la repelente U y los múltiples foros nacional progresistas. La campaña que se le organizó fue de una vileza tal, que hasta se llegó a dar por buena la acusación falsa de Torre Annunziata. Incluso Jordi Llisterri publicó un librito, titulado Les ferides de l’esglèsia catalana, que era un auténtico panfleto contra el cardenal valenciano. El poder político también se aparto de él, llegando a afirmar Jordi Pujol la enorme decepción que le supuso su pontificado. Los obispos auxiliares se le rebelaron, quedando únicamente monseñor Carrera a su lado y solo en un principio, porque acabó también abandonándole. La mayoría de los arciprestes solicitaron públicamente su dimisión, teniendo que soportar a aquel clero levantisco hasta el mismo final de su pontificado, en el que se le organizó una manifestación contra la división de la diócesis, siendo arengados los asistentes por Turull con su ya famoso megáfono.
Por el contrario, el pontificado de Sistach es una balsa de aceite. "Es dels nostres"(es de los nuestros). Aunque no haya sido miembro de la U, ni conspicuo nacionalista ni mucho menos un progre; pero es hijo de su tiempo y compañero de aquellos que han dominado el presbiterio barcelonés durante más de cuarenta años. Ya puede vetar conferencias; aprobar en la CEE notas en las que recomienda no votar partidos separatistas; imponer sotanas a los seminaristas cuando han viajado a Roma; obligar a los formadores del seminario a vestir con clergyman o predicar en castellano con mucha más asiduidad que su antecesor. Ni una protesta. Ni un artículo en contra de Llisterri, ni de El Pregó, ni de El Triangle, ni de La Vanguardia. No solo eso, sino que a aquel cura del megáfono lo ha convertido en rector del seminario. Es la doble vara de medir de la progresía. Tan edificante. Y tan hipócrita, porque sotto voce dicen pestes de él. Como los 17 sacerdotes anónimos que en el libro Fills del concili manifestaron " Tres características lo retratan: no te mira jamás a los ojos; es un mentiroso; y es una persona incapaz de amar"
Oriolt