“Cataluña será cristiana o no será"
Rutas nuevas, un caminar audaz entre dificultades, con un único horizonte. |
Es posible que muchos piensen que este lema del gran obispo Torras y Bages, esculpido en la fachada de la abadía de Montserrat, y que condensa las ideas contenidas en su gran obra La tradició catalana, sea algo del pasado y meta utópica de nostálgicos de un orden sobrepasado.
La inmensa mayoría del nacionalprogresismo eclesial ha corregido al prelado vicense, pervirtiendo su intuición y al mismo tiempo tratando de adecuarla a sus tesis. Y así, donde Torras i Bages afirmó la subordinación de Cataluña al cristianismo, ellos afirman la subordinación del cristianismo a Cataluña, proclamando que La Iglesia en Cataluña será catalana, o no será.
Nosotros creemos firmemente que la intuición del obispo Torras, como la de tantos y tan grandes cristianos de una pieza que se han esforzado en ello, fue la de revivir en Cataluña un catolicismo integral, que no integrista, con una mística de la verdadera misión de nuestra tierra para restaurar la cristiandad.
Esta misión, a nuestro modesto entender, como aquellas grandes empresas de evangelización que el monacato emprendió en Europa sobre las ruinas del Imperio Romano, debe poseer tres características esenciales: ser sana, ser santa y ser justa.
Entendemos por ser sana, el evitar contagiarse por principios de opción política al amparo de una u otra bandera partidista, que por serlo, inocula en el pueblo cristiano el virus de la división. El ser sana implica también tener la firme determinación de no sucumbir por necesidades logísticas a la influencia condicionante de lobbys económicos que sirven a intereses mal disimulados.
La segunda característica, la santidad, tiene que ver por un lado con los medios, siempre obligatoriamente lícitos y moralmente íntegros: los que la Iglesia pone a nuestro alcance, siguiendo la pedagogía de la convicción y nunca la de la coacción; pero también se incluyen por otro lado los fines, que no pueden ser otros que la formación y la salvación de las almas.
Finalmente la conversión de las almas debe comportar el establecimiento de un orden social más justo, más humano y a la vez más divino: creemos en la instauración del reinado social de Jesucristo, que se inicia y concreta a través de la implantación de la doctrina social de su Iglesia, Cuerpo Místico que lo prolonga y lo hace visible.
Pero la evolución social, política y económica de nuestra tierra, de esta Cataluña del siglo XXI, nos hace centrar y concretar nuestras esperanzas en tres ámbitos muy concretos: la familia, los jóvenes y la encarnación de una evangelización sobre el terreno de la proximidad.
En medio de la crisis a la que la evolución social de los últimos decenios y la acción demoledora de los poderes públicos ha sometido a la familia , la Iglesia debe enarbolar la bandera de su defensa y con ella, la defensa de la vida, como una se las más altas contribuciones al bien común de la sociedad.
Al mismo tiempo, no podemos aspirar a ningún bien de futuro si no ponemos a las nuevas generaciones, a los niños y jóvenes, no como instrumentos, sino como horizonte de nuestra acción apostólica. Si perdemos a la juventud , perdamos cualquier esperanza de futuro ni para la Iglesia ni para nuestro país.
¡Que Él reine! |
Finalmente y casi incluyendo el método para todo ello, la encarnación de una evangelización sobre el terreno de la proximidad.
Encarnación significa compartir sobre lo concreto, poner los pies en el terreno de lo real, hacerse accesible a las personas, evitar la burocratización de la evangelización realizada en despachos altoesféricos (por no decir estratosféricos). Tal actitud impone renuncia, sacrificio, altura de miras, generosidad apostólica…Todo ello imposible sin santidad de vida.
Sin apóstoles, obispos, sacerdotes o seglares, aspirando a una profunda y afianzada amistad con el Señor, nada será posible.
Lejos de estos tres objetivos, que a la vez precisan nuestros compromisos y los materializan, es difícil que se pueda llevar a cabo cualquier tarea evangelizadora.
Vivimos el final de una etapa, el preámbulo de tiempos nuevos: entusiasmémonos ya por ellos, vayamos cuajando nuestras ilusiones en lo temporal y accesible. Abramos la puerta a ideas nuevas. Y sobre todo, recemos y recemos mucho, para que nadie se vea ni se sienta excluido en esta noble tarea que debe llevarnos a gustar la dulzura de una Presencia que no cesa nunca de actuar en nosotros.
El Directorio de Mayo Floreal
de Germinans Germinabit