La heroica mujer catalana durante la persecución religiosa en Cataluña (1936-39) (VI)

 

Fonda de Cal Ros en el casco antiguo de Gerona

 

Capitulo 6 º: La Fonda de Cal Ros y las checas

En Gerona era y aún es muy conocida una fonda o restaurante con el nombre de Cal Ros. Tenía por aquellos años los mejores clientes de la ciudad y comarca; comerciantes, autoridades, estudiantes y artesanos. Se comía muy bien y a buen precio y el trato era excelente, familiar y cordial.

Llegó el 18 de julio de 1936 y la persecución religiosa fue muy dura también en Gerona. En la Fonda de Cal Ros, gracias a la bondad, simpatía y discreción del amo, se recogieron de manera alterna hasta siete sacerdotes, a los que tenían escondidos en una habitación fuera de uso muy bien disimulada, en el segundo piso. El señor Dalmau, un excelente gerundense, sincero y dispuesto a hacer el bien, no podía decir que no a los santos sacerdotes que el odio a la Fe quería exterminar, sin ninguna razón humana, a pesar de saber que se jugaba la vida. De esta manera, el sr. Dalmau organizó, secretamente y con mucha destreza, el paso hacia la frontera por la Junquera, de muchos sacerdotes, padres de familia y jóvenes que deseaban o necesitaban huir. Consiguió organizar la huida de 114 catalanes.

El Sr. Dalmau de Cal Ros

 

Debemos agradecer a las criadas y trabajadoras de Cal Ros que con gran discreción y con caridad humana y cristiana, nunca delataron la presencia en el restaurante de disimulados sacerdotes y ciudadanos que huían de la persecución de los comités rojos.

Huir de la zona roja era muy peligroso. Las fronteras y los puertos eran vigilados por elementos muy peligrosos. Si un joven en edad militar era detenido en la frontera se lo consideraba un desertor y se lo destinaba a un batallón de trabajos casi forzados o en primera línea del frente de guerra. Al poco tiempo era asesinado con un tiro por la espalda por el comisario político del ejército. Conocemos una gran lista de nombres. Un doloroso calvario para las madres, esposas y novias.

Las buenas personas que organizaban expediciones de desertores lo hacían por ideal y altruismo. Pero necesitaban tener contactos con policías “amarillos” que cobraban un canon para extender salvoconductos. También los organizadores de las expediciones tenían contactos con personas del país, muchos de ellos contrabandistas de profesión, conocedores de los caminos de montaña, y que se ofrecían para acompañar a los fugitivos hasta la frontera a cambio de dinero. Ordinariamente viajaban de noche. Había un buen número de guías a lo largo de los Pirineos. Cobraban en joyas o en monedas de plata. Las familias tenían que hacer un gran esfuerzo entre parientes y amigos, y bajo un silencio sepulcral, para recoger la cantidad necesaria y además sin ninguna garantía. Muchas veces la expedición era interceptada por carabineros o milicianos. Unos morían en la montaña, otros podían huir y muchos quedaban detenidos. Hasta el mes de julio de 1936, en España era normal en el comercio la circulación de monedas de plata de cinco pesetas, llamadas “duros” o incluso de una peseta. (Hay que recordar estas cosas a los más jóvenes que desconocen este particular)  

Duro de plata con el escudo de la República

Al estallar la Revolución, el día 20 de julio de 1936, el gobierno retiró las monedas de plata, y la gente las escondió convencida de que eran más valiosas que el papel-moneda. También los que huyeron por mar tuvieron que pagar secretamente un canon en plata o alhajas.

Una niña de 14 años recluida en una checa  

También iban a comer a Cal Ros, en tiempos de los rojos, milicianos armados con pistola ceñida a la cintura. Como sabemos eran unos caraduras y unos aprovechados pues comían gratis. Un día uno de ellos vio que el hijo del sr. Dalmau subía por las escaleras arriba unas bandejas de comida. ¿Quién vivía arriba?, sospecharon. Organizaron un registro y encontraron a 7 sacerdotes. Un joven que también estaba escondido intentó escapar y dio un golpe de codo al miliciano que lo detuvo. Con el golpe cayo el fusil al suelo. El joven, en defensa propia, cogió el arma y disparó al miliciano. La fonda y toda la casa fueron usurpadas y cerradas. El señor Dalmau tuvo que huir por un balcón de la parte posterior. Fueron detenidos un hijo, dos nueras y la hija de 14 años que se llamaba Clara.

Entrada a la checa de San Elias.

 

Los llevaron detenidos a las checas de Barcelona. Recordemos que las checas, invento ruso, eran prisiones de torturas que se hicieron muy famosas en Barcelona, Valencia y Madrid en tiempo de los rojos. Muchos de los que entraban detenidos dejaban la piel después de horripilantes torturas.

El obispo Irurita fue detenido y llevado a la checa de la calle San Elias (un antiguo convento) y asesinado después en el cementerio de Montcada. Algunos libros explican detalladamente los tormentos en las checas. Muchos prisioneros asesinados servían de alimento a los cerdos que había en las checas. Otros eran quemados en la fabrica de cemento de Montcada.

Parroquia de L´Estanyol en el municipio de Bescanó

En el paseo de San Juan de Barcelona había una checa con la fama de que quien entraba no salía. Una de las pocas personas que salió de allí con vida fue Montserrat Mumany, una madre de familia cristiana. Ella, lo atribuye a una especial gracia de la Virgen de Montserrat.

Como dijimos, la niña de 14 años, Clara Dalmau, por tanto menor de edad, fue encerrada en una checa. Hoy es la señora de Can Reig en el gerundense pueblo de L´Estanyol. Simpática y con buena salud, vive rodeada de magníficos campos de avellanos. Nos ha explicado inimaginables historias de los siniestros años de la Revolución anarcomarxista, y especialmente los episodios propios de una chiquilla de 14 años que después de ser liberada de la checa se dedicó con firmeza y decisión a la búsqueda de sus hermanos encarcelados. Su padre, tras grandes obstáculos, consiguió refugiarse en Francia y pasó a la España Nacional.

Francesc A. Picas Pons