La Iglesia que no defiende SU independencia
Hay imágenes que valen por mil palabras. Para los poco conocedores de Montserrat, hay que indicarles que el espacio físico que aparece en la fotografía es el patio interior que a modo de atrio separa la plaza abierta de la basílica de Montserrat, de la entrada estricta a la propia iglesia-santuario. A la izquierda vemos las puertas de entrada a la basílica flanqueadas por columnas y las esculturas realizadas por los hermanos Venanci i Agàpit Vallmitjana i Barbany. Por lo que respecta al acto, se trata de la Renovación de la Flama (Llama) de la Lengua Catalana.
El cuatrimestre en el cual se produjo el acto inmortalizado en la fotografía, visitaron el monasterio de Montserrat en peregrinación más de 100 asociaciones y entidades, entre las cuales “los de la foto”, la única que se escogió para ilustrar las páginas y la sección dedicadas a comentar, en el Boletín Oficial del Santuario, los peregrinajes y visitas que participan colectivamente en algún acto religioso en la Abadía.
Podían haber escogido la foto de grupo de la peregrinación organizada por el gremio de Panaderos del Anoia (comarca de Igualada) o la de la Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de Sabadell; o la de grupo de Christifideles Laici de Barcelona o la de un grupo de Hermanos de San Gabriel de Tailandia…
Cada uno es libre de defender las ideas que quiera mientras no vulneren los derechos humanos fundamentales y la dignidad de la persona. Es necesario proteger una lengua como la catalana, la propia del país desde el siglo XI, pues no tiene un número de hablantes tan elevado como el español en el mundo y por tanto es mucho más frágil. Es una riqueza también de España. La Iglesia Católica en Cataluña y el monasterio de Montserrat han jugado un papel de primer orden en su protección. Y a título personal creo que ha sido una grande y bella epopeya. Se podrán discutir mil cuestiones sobre su uso en el ámbito escolar y el papel del castellano en el mismo en Cataluña. Pero seguro que la mayor parte de las discusiones se insertarán en el campo de lo político, es decir de lo opinable. Precisamente en aquel campo en el que la Iglesia debe poner el mayor cuidado de no enfangarse.
La Iglesia ilumina con su Magisterio, y concretamente con su Doctrina Social, los grandes principios de la actuación social y política. Es una obligación que se deriva del Evangelio. Ahora bien, difícil será aceptar que se meta en berenjenales y concreciones particulares sobre sentencias judiciales respecto al catalán o el castellano en la escuela. Un ridículo de este tipo lo hemos visto, como explicó en su momento Oriolt, en la adhesión precipitada de la Escuela Cristiana catalana a la reacción histérica a la famosa y reciente sentencia judicial del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Cataluña sobre la ilegalidad de excluir unilateralmente el castellano como lengua vehicular en el ámbito escolar catalán. Y es que no hace falta saber mucho de leyes para ver que si el español es lengua oficial también en Cataluña, según la Constitución , resulta imposible tratarla como lengua no apta para la comunicación en el interior del ámbito escolar catalán.
Cada uno tendrá su opinión. Incluso el que escribe, partidario de una inmersión lingüística escolar en catalán, pero en clave constructiva: es decir que no vaya en detrimento del buen uso y dominio del español (riqueza al margen de la cual no nos podemos mantener por razones históricas, geográficas, socio-culturales y prácticas, e incluso afectivas para algunos). Unos podrán opinar que faltan horas de castellano en la escuela. Y se podrá discutir su número. Y si ahora tocan más o menos. Pero seguro que el 90% de la discusión se sitúa en el campo de lo político y de lo mutable.
Ante una sentencia judicial se necesita mucha reflexión y serenidad para discernir en qué y cómo debe la Iglesia manifestarse, y si debe hacerlo. Por ello resulta muy sorprendente la velocidad y seguidismo con el que la Escuela Cristiana catalana se sumó al carro de los que protestaban contra la sentencia del TSJ de Cataluña.
Y más sorprendente es aún que en temas de meridiana claridad que tocan el núcleo duro sobre el que sí debe manifestarse la Iglesia, como es el derecho a la Vida vulnerado con las leyes y las políticas abortistas, el silencio de la Escuela Cristiana Catalana es claro delator de una desorientación total.
¿Por qué tanta velocidad para sumarse al carro de la respuesta histérica a una sentencia judicial que ha provocado muchas reacciones irreflexivas en el mundo de la opinión de Madrid y Barcelona (por los dos extremos); y tan poca como ninguna para promover en las escuelas confesionales catalanas actos a favor de la Vida (Provida)? Los que se manifiestan en contra del aborto en Barcelona son calificados de integristas, excéntricos o histéricos; cuando son, estos calificativos, los que denotan la reacción de la Escuela Cristiana Catalana a la citada sentencia del TSJ.
Es por ello que la despersonificación, la pérdida del propio carácter y la mayor de las desorientaciones invaden el mundo escolar católico catalán, salvo pocas y honrosas excepciones. Todo es puro seguidismo, inercia y dependencia de los pagos que provienen del concierto con la Conselleria d’Ensenyament de la Generalitat. La Escuela Cristiana Catalana se ha comportado en esto como una pura “mascota” de partido (aquí CiU), como se conoce en el lenguaje de la mercadotecnia electoral a un colectivo incapaz de velar por SU independencia.
Quinto Sertorius Crescens