[DE] Capitulo 25: El altar-sagrario y el altar portátil (II)

Prospecto Altar Mayor del Duomo de Monza

 

El que inició un serio movimiento para colocar permanentemente sobre el altar el Santísimo Sacramento fue Matteo Giberti, obispo de Verona (1524-1543). En su Catedral erigió un nuevo Altar Mayor y colocó en el centro el Sagrario para que fuese como “el corazón en el pecho y la mente en el alma”. Además en el curso de las visitas pastorales a su diócesis recomendó que las parroquias hiciesen lo mismo. El sagrario debía ser de madera o de otro material sólido, fijado de manera estable sobre el altar, cerrado con cerradura para evitar robos sacrílegos. La iniciativa de Giberti que gozaba de fama en la Italia septentrional encontró favorable acogida en otras diócesis. La primera de todas, Milán con San Carlos Borromeo a la cabeza, que mandó trasladar el Reservado desde la sacristía donde se custodiaba, al Altar Mayor: donde hizo construir un fabuloso Tabernáculo.

En Roma Paulo IV se mostró favorable a tal novedad y trabajó por su introducción en las iglesias de la diócesis de Roma, recomendando su uso en las demás diócesis.

Fuera de Italia, la reforma, a falta de una prescripción en sentido propio, se abrió camino muy lentamente. En Francia un Concilio Provincial de 1590 en Tolosa, impuso la obligación del sagrario sobre el altar. Pero en el resto de las iglesias se continuó con la costumbre antigua hasta la mitad del siglo XVIII. En España, especialmente en el Reino de Aragón, continuó vigente la antiquísima costumbre de una solemne y amplia capilla del Santísimo anexa a la nave mayor. Poco a poco los sínodos del siglo XVIII insistieron en tal adopción, pero el primer decreto de la Congregación de Ritos en ese sentido es de 1863, prohibiendo cualquier otra forma de lugar para la reserva eucarística. Demos como buena la 2ª mitad del siglo XVIII como fecha en la que la praxis común en las iglesias fue ya ésa.

Altar Mayor del Duomo de Milán

Convertido en estable, el Sagrario no siempre mantuvo la justa proporción con la mensa, amenazando con una mole excesiva casi hacerla desaparecer. Encontramos sagrarios desarrollados a manera de templete, que con sus grandiosas proporciones rompen el equilibrio de subordinación que el sagrario debe mantener con la mensa del sacrificio. Afortunadamente este tipo de Tabernáculos-Trono que no tienen ningún motivo de permanecer sobre el altar, excepto para una exposición solemne del Santísimo, ha caído en desuso, y hoy en día el arte sacro tiende a mostrarse más respetuoso con la suprema ley litúrgica de la proporción. Aunque los extremismos por la otra parte también han hecho su aparición.

Actualmente la praxis pretridentina de altares sin sagrario sólo debiera ser consentida en Catedrales e iglesias que poseen un capilla anexa para el Reservado Eucarístico. En las demás iglesias el Sagrario debiera estar en el centro del Altar Mayor, porque es justo que a Jesús, centro vital del culto, le sea reservada la parte central y más importante del templo. 

El Altar Portátil

Altar portátil del obispo Vanga del siglo XIII

 

Las exigencias prácticas de la vida misionera debieron de sugerir la idea de pequeñas mesas de altar, portátiles, sobre las cuales pudiera celebrarse la misa durante los viajes ( altaría portatilia, gestatoria, itineraria ) (1) . En efecto, la primera noticia segura de tales altares la encontramos en una carta del año 511 dirigida a dos sacerdotes ingleses que iban a misionar a Bretaña. El ejemplar más antiguo parece debe considerarse la mesa de encina hallada en el sepulcro de San Cutberto, en Durban (Irlanda). La mesa está revestida de una lámina de plata con dibujos e inscripciones fragmentarias repujadas. Dícese que un altar semejante fue hallado sobre el pecho de San Acca, obispo de Hexham (740); y el Venerable Beda cuenta de los dos ingleses misioneros entre los sajones que en el 692 llevaron consigo los vasos sagrados y una tabulum altaris vice dedicatum (2)

Los altares portátiles llegados hasta nosotros pertenecen todos al período románico. Generalmente, tienen la forma de un paralelogramo rectangular, y se componen de una losa de mármol o piedra, encuadrada dentro de un marco ancho y grueso de madera, a su vez guarnecido por un amplio borde de plata, que deja ver solamente la parte anterior de la piedra. Esta, que constituía el altar propiamente dicho, era de pórfido o de ónix, de cristal de roca o también de pizarra. Las reliquias se introducían entre la piedra y el armazón.

Altar portátil de San Geminiano en Módena

Los altares portátiles tenían necesariamente dimensiones reducidas, apenas suficientes para contener la materia del sacrificio. Algunos ejemplares lujosos presentan forma de arqueta, sostenida por cuatro pedúnculos. Tal es, por ejemplo, el precioso altar de Stavelot, que se conserva en Bruselas (s.XIIl), y el no menos precioso de la catedral de Módena (s.Xl).

Los altares portátiles, que más tarde cayeron en desuso, en el siglo XIV, fueron substituidos por las actuales aras o arae portátiles que se adaptan a las mesas de los altares no consagrados, y sobre las cuales, incluso fuera de una iglesia, pueden celebrar la santa misa los que tienen privilegio.

NOTAS

  1. Altares portátiles, gestatorios, itinerantes.
  2. Tablero dedicado a la función de altar.

    Dom Gregori Maria