La parroquia del Roser empieza a recuperarse

Han pasado casi cuatro meses desde el fallecimiento de mosén Jordi Moya Ródenas (en la fotografía), vicario de la parroquia del Roser, a la tempranísima edad de 32 años. Como no podía ser de otra manera, el mazazo fue terrible. Un sacerdote joven, ordenado hacía solo dos años, con un porvenir extraordinario, dinámico hasta la extenuación, dignísimo en la forma de celebrar, incansable en su presencia en el confesionario, bondadoso en su carácter, abierto, simpático y hasta un punto irónico en el trato personal. Solo estuvo dos años en la parroquia (sus dos únicos años sacerdotales), pero fue un sensacional colaborador del párroco, mosén Joan Costa Bou, y aunque en el devenir del tiempo podrá parecer que su paso fue fugaz, dejó una huella imborrable en la comunidad parroquial. Dios se lo llevó en la flor de la vida, por esos designios que a los simples mortales nos parecen inescrutables, pero el recuerdo indeleble de su celo pastoral y su categoría humana será difícil de borrar. Especialmente para el grupo de jóvenes, a los que el golpe de su muerte afectó de una forma muy especial. ¡Estaba tan unido a ellos! Qué curioso que un cura ensotanado, recién ordenado, congregase más jóvenes que aquellos que quieren parecerse -y vestirse- como ellos. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes, cuando veías a un cura con sotana era un cura anciano. Hoy los sacerdotes con traje talar o clergyman son los curas jóvenes.

Pero seguro que el semblante de mosén Jordi sonríe satisfecho desde el cielo. Su labor no cayó en saco roto. La parroquia sigue adelante. Sus jóvenes han reanudado las actividades y mosén Joan Costa continúa llevando el timón, con su categoría personal y académica. Completamente solo, eso sí. Porque el cardenal Martínez Sistach no se ha dignado a enviarle un vicario. Nadie entiende que, en Barcelona, parroquias que no lo necesiten cuenten con uno o dos vicarios y en otras parroquias el rector tenga que convertirse en un sacerdote multiusos. Este domingo pude ver a mosén Costa celebrando la misa de 12 y la de 1. Y en el interín acudió al confesionario, teniendo que dejar a tres fieles sin confesar, pues llegaba la hora de revestirse otra vez. Este es el estado de muchas parroquias barcelonesas. Curas que se tienen que desdoblar, mientras que en otras (ya les he dado ejemplos en otros artículos) hay varios sacerdotes. Y ninguno se hace presente en el confesionario.

No ha tenido la parroquia del Roser una historia fácil. Y su clero ha sido ciertamente variopinto. Entre sus rectores estuvo Don José Antonio de Peray Batlle, en sus años jóvenes; el último sacerdote que recuerdo que utilizase teja en Barcelona, hasta su repentino fallecimiento en el año 1984. Durante casi cuarenta años estuvo el Padre Luis Martínez Elén, uno de los curas que puedo recordar que más rato haya pasado en un confesionario. Tuvo también un vicario marxista, mosén Joan Ester Febrer, recientemente fallecido con casi 90 años. Y una historia negra, de la que voy a correr un tupido velo, aunque los hechos sucedieron en Polinyà. También contó con un enfrentamiento entre dos sectores de la parroquia, allá por principios de los 80, que el cardenal Jubany solucionó a su manera, sacrificando al rector, mosén Josep Bach Molas, al que mandó de capellán a una residencia de ancianos del Maresme. Eso que eran compañeros de promoción. Nunca se distinguió Don Narcís por el trato a sus sacerdotes. Ni tan siquiera a sus coetáneos.

También han surgido vocaciones del Roser. Hijo de esta parroquia es, por ejemplo, mosén Custodio Ballester, hoy tan de actualidad. El colaboró mucho con el antiguo párroco Mosén Galcerán y sobretodo con el anterior vicario, ya fallecido, el padre Lorenzo Manchado. Custodio formó parte del grupo de jóvenes de su tiempo. Como los grupos de jóvenes que luego revitalizó mosén Costa y encontraron tanto anhelo en el ejemplo de Mosén Jordi Moya.

La comunidad del Roser vuelve a asomar la cabeza. Se esparció buena semilla y los frutos volverán a rebosar. Ahora tienen el ejemplo de su incansable párroco, que celebra misas, confiesa, rige la parroquia, insufla buen aire a la comunidad, promueve una incansable labor social (en colaboración con la parroquia vecina de Sant Oleguer, que cuenta desde hace un año con un nuevo párroco, mossèn Joan Obach) y es uno de los curas más activos en la lucha contra el aborto y en defensa de la vida. El domingo fue uno de los promotores de la concentración ante la Sagrada Familia , al cumplirse un año de la aprobación de la última ley del aborto. Y como le sobra el tiempo, es doctor en teología moral y profesor de la Universidad Internacional de Cataluña. Otro cura germinante.

Oriolt