Corpus en el atrio de los gentiles
Ya les he dicho en más de una ocasión que quién quiera conocer el verdadero atrio de los gentiles tiene que desplazarse hasta el barrio de El Fondo de Santa Coloma de Gramenet y acudir a la parroquia de San Juan Bautista. Pero nunca había experimentado la sensación que tuve en la procesión del Corpus que se llevó a cabo este domingo. Téngase en cuenta, para quien todavía no lo conozca, que nos hallamos en pleno Chinatown del suburbio barcelonés. Allí donde habitan los chinos pobres. Y junto a ellos una pléyade de latino-americanos, africanos, eslavos, árabes, hindúes,etc. La ONU en miniatura. Y ahí es nada: en ese laberinto de calles estrechas, viviendas arracimadas, locutorios de internet, peluquerías chinas, tiendas kebab y colmados pakistanies se desarrolla la procesión del Corpus más larga y multitudinaria de toda la diócesis barcelonesa. Dos mil personas se congregaron, a las seis de la tarde, bajo un lorenzo inclemente. Casi dos horas de duración. El recorrido amplio y generoso, por todo el perímetro de la parroquia: Calle Verdaguer, Irlanda, Rambla de San Sebastían, Beethoven, Plaza Reloj, para llegar a la entrada del templo, sobre la que se hallaba un esplendido manto floral, instalado desde las siete de la mañana. Que en El Fondo se madruga.
El enorme público asistente refleja el crisol del barrio. Allí no han acudido refuerzos de otras parroquias. Por no aparecer ni tan siquiera han venido los fieles de Sentmenat, que acuden a muchas procesiones, con sus familias numerosísimas y sus niños colgados al cuello. Tampoco hay nuevos movimientos, ni prosélitos del nacional catolicismo. Está el pueblo llano. Sus atuendos los delatan: las comadres de El Fondo con sus demodés vestidos de dos piezas; los jubilados prematuros con el carajillo recién tomado; las chicas poligoneras; los jóvenes -y no tan jóvenes- vestidos de futbolista; hombres y mujeres en los minúsculos balcones de las hórridas viviendas sesenteras en camiseta y pantalón corto. Pero que nadie piense que allí había un ambiente irreverente. Al revés, mientras pasaba Jesús Eucaristía por las calles, cuanta gente se persignaba o hacía una reverencia. Pasaba también delante de los bares (Santa Coloma es una de las ciudades con más bares por metro cuadrado), donde los lugareños se tomaban sus cervezas y sus caracolillos en salsa y ni uno se mostraba irrespetuoso o inoportuno. De igual guisa los abuelos que estaban sentados en los bancos de la Rambla. O los indios sikh, con sus peculiares turbantes. No digamos los chinos, verdaderos amos del barrio. Los católicos participando del cortejo y los no católicos, mirándolo con respeto desde sus casas y establecimientos.
No había quien lo contemplase con sorpresa, ni tan siquiera le parecía observar un fenómeno extraño, porque la procesión la dirigía mossèn Francesc Espinar y este cura es una institución en Santa Coloma. Lo conocen en el Fondo, donde es el artífice de un verdadero milagro, y lo conocen en el Tanatorio, donde ha enterrado a media Santa Coloma. El es el verdadero cura de barrio, al que saludan todos por la calle (creyentes o no); el que ha ayudado -y ayuda- a tantas y tantas personas en apuros de toda clase; el que tiene el verdadero récord de jóvenes en su parroquia (la semana que viene confirma a 22 adolescentes). El ha sido el verdadero promotor de esta extraordinaria procesión. Cierto es que la misma fue recuperada por su antecesor, Mossèn Toni Rubio (hoy en la diócesis de Terrassa), pero Espinar amplió su recorrido y logró -por suscripción de todos sus feligreses- adquirir la dignísima custodia de plata que alberga al Santísimo.
Además, este año, ha contado con la presidencia de un sacerdote de campanillas: Monseñor Jaume González Agàpito, que ha bajado de los lujos de Pedralbes a la modestia de El Fondo. Se le veía particularmente emocionado mientras recorría las calles de Santa Coloma. Y sentidas (¡muy sentidas!) fueron sus palabras finales. Agradeció y reconoció a los participantes el mensaje de radicalidad evangélica que habían llevado a cabo aquella tarde. Es más, recordó cuan valiosa era esta demostración cristiana, en tiempos de tantos silencios. Silencios de los que participan muchos fieles, incluso obispos, y que llegan a tantas aberraciones como el crimen del aborto. Palabras textuales. Valiente y outisder este culto y conocido sacerdote barcelonés.
¿Se creerá alguien que este acontecimiento merece el eco de algún medio de comunicación? ¡Quia! Ni tan siquiera de los propios de la localidad. Al menos, ahora ya no se mofan de la procesión, como hacían antes los del Forum Grama. Mossèn Espinar ha logrado que la respeten, que ya es mucho, pero piensen que quienes no la respetaban eran los mismos sacerdotes locales. Aquellos Sayrach, Catà, Lluis Hernández que habían dejado las parroquias de Santa Coloma como un erial. Ahora, al menos en El Fondo, no solo están llenas los domingos, sino que sacan a Cristo por las calles. Y los costaleros del paso eran un español, un brasileño, un ecuatoriano, un chino y un nigeriano. El atrio de los gentiles. Quizás que Ravasi y Sistach se pasen un día por allí.
Oriolt